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La cátedra de Paz de Juan Manuel Santos

Principios «filosoficos» orientadores

Fuentes: Rebelión

«Desde hace años, en Colombia, el poder enseña que el crimen paga». Eduardo Galeano El lunes 25 de mayo, luego de la masacre de 26 insurgentes en Guapi, asesinados a sangre fría y en estado de indefensión desde aviones que lanzaron bombas de 250 libras, Juan Manuel Santos, en compañía de su Ministra de Educación, […]

«Desde hace años, en Colombia, el poder enseña que el crimen paga». Eduardo Galeano

El lunes 25 de mayo, luego de la masacre de 26 insurgentes en Guapi, asesinados a sangre fría y en estado de indefensión desde aviones que lanzaron bombas de 250 libras, Juan Manuel Santos, en compañía de su Ministra de Educación, Gina Parodi, anunció oficialmente el comienzo de la Cátedra de la Paz, con la firma de la Ley que la reglamenta. En su discurso enunció los lineamientos generales de su propuesta y los principios orientadores de tipo filosófico que la sustentan. De sus trascendentales palabras puede derivarse el contenido fundamental de dicha cátedra, tanto para los colombianos como para quienes en el resto del mundo quieran imitar tan audaz innovación educativa. En forma esquemática presentamos sus principales lineamientos, aunque esta exposición no sea capaz de abarcar la riqueza de la propuesta efectuada que, sin duda, constituye un hito en la historia de la teoría pedagógica universal.

Pero antes es necesario mencionar las palabras, llenas de sabiduría y sin demagogia de ninguna clase -que no pueden ser desmentidas con las decenas de muertos que han producido los cobardes bombardeos- con que Santos nos enseña la pedagogía de la paz a diario: «La idea es que nuestros niños y jóvenes aprendan principios, valores básicos en asuntos como la reconciliación, la solución amigable de problemas y temas muy importantes como el respeto por los derechos humanos» [1]. Para eso, el primer mandatario muestra una pulcra hoja de vida, entre cuyos hechos más grandiosos se encuentran los «falsos positivos», que se generalizaron cuando era Ministro de Defensa durante el gobierno del finquero mayor. Además, como buen educador práctico enfatizó: «Si llevamos más de 50 años en guerra, no cabe duda de que llegó el momento de educar para la paz, de formar para la paz y de enseñar a vivir en paz… y ahí la comunidad educativa puede ser protagonista» [2].

Luego de tan sabias consideraciones examinemos los lineamientos filosóficos de la magistral propuesta de la Cátedra de la Paz que se va a impartir en Colombia dentro de poco tiempo.

-Enseñar con el ejemplo: Un principio fundamental de la pedagogía en todos los tiempos ha sido el de enseñar con el ejemplo y el inquilino de la Casa de Nariño no se podía quedar atrás. En efecto, sobre los valores que deben iluminar a los colombianos (tales como la violencia, el desprecio al otro, el burlarse de los muertos, mentir, traicionar, engañar…) Santos es un gran modelo de coherencia y altura, porque los aplica a diario. También todos los días, Juan Manuel Santos nos ilustra sobre el significado de la paz, que para él quiere decir guerra, competencia, desprecio a los pobres.

-Aplastar al otro: En la historia nacional desde la época que siguió a la independencia de España, las clases dominantes de Colombia no han tolerado ningún tipo de proyecto que pretendiera construir una sociedad democrática. Los intentos realizados (desde el gobierno de José María Melo hasta la Unión Patriótica) por fuerzas diferentes al bipartidismo y opuestas a los sectores oligárquicos han sido aplastados a sangre y fuego. Este precepto estructural ha sido actualizado por Juan Manuel Santos en el sentido literal de la palabra, porque con los bombardeos aplasta no solo los cuerpos de campesinos e insurgentes rebeldes, sino que además pretende sepultar cualquier proyecto o ideario que exprese el menor atisbo de rebelión contra los dueños del país, de los que Santos es uno de sus voceros.

-Amar la muerte y despreciar la vida: En Colombia se ha generalizado el desprecio hacia la vida en las últimas décadas, a lo cual ha contribuido en forma directa el comportamiento de los altos dignatarios del Estado y los medios de comunicación de masas. En ese sentido, no sobra recordar que Santos se regocijó por el asesinato del líder insurgente Iván Ríos, cuando fue asesinado a mansalva y se le corto una mano para mostrarlo como trofeo de guerra en el 2008, así como lloró de alegría cuando fue asesinado Alfonso Cano y ahora se alegra en público, y sin ocultar su satisfacción, cuando mueren miembros de la insurgencia, como ha sucedido recientemente con los bombardeos en Guapi, una empobrecida comarca del pacífico colombiano. De esa forma, Santos difunde su desprecio por la vida de los otros -de los ninguneados de que hablaba Eduardo Galeano-, los que, como lo recalca el morbo criminal de la prensa y la televisión, no son vistos como seres humanos sino como animales que deben ser aniquilados, sin importar los medios que se empleen. Una gran enseñanza para la vida cotidiana de los colombianos, a quienes se les invita a despreciar la vida y a idolatrar la muerte, que es uno de los principios fundamentales del fascismo social.

Adicionalmente, como otra contribución axiológica del odio hacia ciertos muertos se les inculca a los colombianos la mentira que existen muertos de primera, que valdrían más, y muertos sin categoría, como sería el caso de los guerrilleros. Tal consideración nos recuerda un principio fundamental de la sociología crítica: en una sociedad de clases, estructuralmente desigual, hasta la muerte y los muertos tienen sello de clase.

-Fomentar la intolerancia, el rencor y el odio: Otra contribución filosófica que se hará en la Cátedra de la Paz del santismo se sustenta -también a partir de la práctica cotidiana que se ha hecho dominante en Colombia desde antes del asesinato de Jorge E. Gaitán en 1948 y acentuada desde el 2002- en el odio, el rencor y el desprecio hacia los que no encajan en el modelo de capitalismo que se ha impuesto en Colombia, los que son considerados como incapaces, incompetentes, fracasados o resentidos. A los que sueñen con otro tipo de país y representen una forma distinta de concebir a la sociedad colombiana, se les desprecia, persigue, desaparece o asesina, como acontece con los campesinos e indígenas que defienden sus territorios del embate devorador de las empresas mineras de capital transnacional. A esos humildes habitantes del campo se les considera como un obstáculo al progreso y a la modernización, y por ello, como sucedió en el paro agrario del 2013, se les calumnia con saña por boca del propio presidente de la república y de los medios de comunicación del establecimiento.

-Idolatrar la guerra: No puede faltar como un componente fundamental de esta Cátedra de la Paz, aunque parezca un oxímoron al estilo de Jorge Luis Borges o de Georges Orwell, el idolatrar la guerra, como lo hacen continuamente Santos, algunos de sus ministros y el grueso de la prensa. Todos ellos se deleitan describiendo las maravillas de los bombardeos, la destrucción humana y ambiental que producen, y transmiten y retrasmiten los destellos de los aviones cuando lanzan sus bombas de muerte -muy a la usanza de los Estados Unidos e Israel, de donde proviene esta matriz asesina- y los cadáveres que se recogen en bolsas de plástico, como propio de la doctrina -igualmente hecha en los Estados Unidos- de medir la efectividad de la guerra con el número de muertos del bando contrincante. Esto se complementa con la práctica de vieja usanza de los «falsos positivos», que se incrementaron exponencialmente en los tiempos en que Juan Manuel Santos se desempeñaba como Ministro de Defensa.

Pedagógicamente, la adoración fetichista de la guerra y de las armas tiene un gran impacto, ya que le sirve a los colombianos para que entiendan que en la sociedad contemporánea se impone la competencia, triunfan los exitosos, los más fuertes, en los diversos ángulos de la vida y la sociedad, como sucede en el deporte, sin importar los medios que se utilicen, porque al estilo maquiavélico el fin justifica los medios. La competencia es una forma de guerra cotidiana, en la que los colombianos deben aplicar las enseñanzas irradiadas desde las altas esferas del poder y de sus medios de comunicación. ¡Así que a seguir destrozándose entre todos, para demostrar lo que se ha aprendido!

-Mentir, traicionar y no cumplir con la palabra empeñada: Las sociedades decentes se distinguen tanto por el respecto a los muertos como por el cumplimiento de la palabra empeñada. Pero en una sociedad como la colombiana, donde se ha impuesto como normal la traición y la felonía, Santos, las fuerzas armadas y compañía dan pautas ejemplares, para que los colombianos que participen en la Cátedra de la Paz aprendan. Pueden recordarse en ese sentido, que en noviembre del 2014 cuando fue retenido el general Álzate en el Choco por las FARC, Santos incumplió lo que tanto había reiterado, que de ninguna manera suspendería los diálogos de la Habana, porque había dos escenarios que no tenían nada que ver el uno con el otro (uno el de la capital cubana y otro el de la guerra). Pero al primer inconveniente en que se tocó una fibra sensible del poder militar, Santos incumplió su palabra. Y eso paso de agache, como si nada, le pareció algo normal a la prensa y a la opinión pública, porque al fin y al cabo en este país la felonía ya es algo normal, que se basa en la lógica primaria y elemental que no hay que dar papaya o que el vivo vive del bobo.

-No se respetara la vida de los negociadores: Cuando en el lugar en donde existan conflictos y contradicciones las partes decidan negociar y para ello designen delegados, lo recomendable es recurrir a todas las triquiñuelas para engañar a la contraparte, entre ellas si es el caso se aniquilará al negociador, siguiendo con la tradición de matar al mensajero, como si con eso se fuera a resolver un conflicto. Para ello tenemos como ejemplo didáctico lo hecho por el gobierno Santos contra negociadores de las FARC que participaron en los diálogos de la Habana y, que luego de regresar al país, han sido asesinados, tal y como sucedió con Jairo Martínez, según lo cuenta la «imparcial» Revista Semana: » ‘Martínez’ había regresado al país hace tres semanas, con autorización del Gobierno y con la suspensión de las órdenes de captura en su contra, por su condición de negociador de las FARC. Regresó junto con otros negociadores de la guerrilla y en principio se advirtió que haría parte del grupo de las FARC que participaría en las operaciones de desminado humanitario, acordadas meses atrás en la mesa de La Habana» [3]. Este es un notable ejemplo de la pedagogía de la reconciliación que tanto desvela a Juan Manuel Santos y de lo que tanto tienen que aprender los interesados en resolver conflictos.

-Legitimación de la pena de muerte: Aunque constitucionalmente en Colombia no existe la pena de muerte desde hace más de un siglo, en la práctica el Estado colombiano la aplica sistemáticamente de diversas formas (entre ellas mediante los «falsos positivos») y ahora con los bombardeos. Tanto los medios de comunicación dominantes como diversos funcionarios del Estado legitiman esta aplicación de la pena de muerte, con el pretexto que el Estado aplica la ley en todo el territorio colombiana y ese es su deber constitucional. No puede ser deber constitucional aplicar la pena de muerte, porque esa disposición ni siquiera existe en la Constitución, pero eso no importa desde luego, cuando hasta grandes juristas de «izquierda» han aceptado esa torcida lógica. Incluso el diario El Tiempo, durante mucho tiempo propiedad de la familia Santos, en forma contradictoria ha criticado la aplicación de la pena de muerte en su editorial del domingo 24 de mayo de 2008, cuando sostuvo que por más que algunos episodios de violencia, «como el de Guapi, se justifiquen en la medida en que se trata de la Fuerza Pública en el cumplimiento de un deber legítimo, no por ello deja de ser válido lamentar la muerte de colombianos que, finalmente, fueron condenados sin juicio a empuñar las armas como proyecto de vida» [4]. Aunque se diga que la pena de muerte es legítima, se reconoce que se está matando sin juicio alguno a colombianos que se han visto obligados a empuñar las armas. Si lo dice El Tiempo es que el asunto de la pena de muerte aplicada a mansalva es de bulto y puede estar generando inquietudes relacionadas con crímenes de guerra. Pero esto es lo de menos, eso no importa, puesto que lo esencial radica en constatar la generalidad de la aceptación de la pena de muerte entre gran parte de los colombianos, y por eso dicho asunto será central en la Cátedra de la Paz, escenario en el que se debe enseñar a los colombianos que es legítima la muerte de colombianos pobres y máxime si son rebeldes. Esto lo reafirma sin eufemismos, en una innegable contribución «teórica» de índole filosófica, el procurador Alejandro Ordoñez, para justificar la aplicación de la pena de muerte, al catalogar la masacre de Guapi como «un mensaje pedagógico para la guerrilla: si no aceptan la paz, si no quieren la paz, terminaran entregando sus vidas por asumir la rebelión contra los derechos de los colombianos» [5].

Nótese el carácter pedagógico de la imposición de la pena de muerte, como lo enfatiza este cruzado de la Virgen María, lo que puede llamarse la pedagogía de los sepulcros, cuya lema distintivo, que deben aprender todos los colombianos en la Cátedra de la Paz, reza así: la letra con sangre entra.

-Cobardía y cinismo: El culto a la muerte, a las armas, a la sangre que debe ser el eje central de la Cátedra de Paz de los nuevos tiempos del posconflicto no podrían materializarse en forma concreta si no fuera porque tras ellos se esconde una profunda cobardía -matar a los otros mientras duermen y con toda la impunidad que genera la fuerza descomunal, como viene sucediendo desde Sucumbíos en marzo de 2008- y un absoluto cinismo, como lo rubricó Santos al ofrecer esta Cátedra: » La violencia no es ajena al diario vivir de los colombianos, y es por eso que debemos trabajar en diferentes sectores de la sociedad -no solo en La Habana- para ser una nación más tolerante, para que nuestras discusiones NO las resolvamos con agresiones» [6]. Una muestra extraordinaria de sinceridad y de coherencia que se pone de presente con el número de muertos que, por las ordenes impartidas desde el Palacio Presidencial, se han generado en estos días y, como para que no quepan dudas, sale a anunciarlo con gesto triunfal por la televisión, con el fin de elevar su popularidad y mejorar su imagen en las encuestas.

En fin, son muchas las contribuciones filosóficas y pedagógicas que puede hacer la Cátedra de Paz bajo la dirección de Juan Manuel Santos y su «ilustrada» Ministra de Educación Gina Parodi, quien ya la puso en práctica por la forma como afrontó el paro del magisterio colombiano. Estas disertaciones pedagógicas de amplio vuelo deben difundirse en forma obligatoria no solo en las instalaciones educativas (públicas y privadas) sino en todos los ámbitos de la sociedad. Porque, al fin y al cabo con la pedagogía de la paz se cumplirá el sueño de que Colombia debe » ser el país mejor educado de América Latina -como nos lo hemos propuesto en tan solo una década- significa también que seamos un país más pacífico y más tolerante» [7]. Claro, un país educado en la paz de los sepulcros, en el odio y la venganza, en la ignorancia, nos convierte en un modelo de exportación, como ya se vislumbra en México y otros sitios del mundo, donde mercenarios y militares curtidos en la guerra de Colombia socializan sus saberes criminales, que causan muerto y sufrimiento.

Como hemos visto en este análisis de los principios filosóficos de la Cátedra de Paz, Juan Manuel Santos es un pedagogo práctico no teórico, aunque en ese terreno también haya hecho contribuciones duraderas, como aquella de considerar que, pese a que los insurgentes se rebelen por vivir en condiciones indignas y también se les mate de manera indigna, ahora se les va a enterrar de manera digna, con identificación. Una doctrina pedagógica que no dudamos le merece el premio nobel de la paz, tal y como en Oslo se lo entregaron a su patrón, Barack Obama, quien todos los martes desde la Casa Blanca decide a quien va a matar, con «bombas inteligentes», en algún lugar del mundo.

 

Notas

[1]. http://wp.presidencia.gov.co/Noticias/2015/Mayo/Paginas/20150525_07-Declaracion-del-Presidente-Juan-Manuel-Santos-en-el-lanzamiento-de-la-Catedra-para-la-Paz.aspx

[2]. http://wp.presidencia.gov.co/Noticias/2015/Mayo/Paginas/20150525_07-Declaracion-del-Presidente-Juan-Manuel-Santos-en-el-lanzamiento-de-la-Catedra-para-la-Paz.aspx

[3]. http://www.semana.com/nacion/articulo/jairo-martinez-no-murio-en-pedagogia-de-paz-gobierno/429222-3

[4]. Disponible en http://www.eltiempo.com/opinion/editorial/editorial-en-medio-de-la-guerra-editorialeltiempo-24mayo2015/15812035

[5]. http://www.lafm.com.co/nacional/noticias/procurador-calific%C3%B3-de-caricat-183212

[6]. http://wp.presidencia.gov.co/Noticias/2015/Mayo/Paginas/20150525_07-Declaracion-del-Presidente-Juan-Manuel-Santos-en-el-lanzamiento-de-la-Catedra-para-la-Paz.aspx

[7]. http://wp.presidencia.gov.co/Noticias/2015/Mayo/Paginas/20150525_07-Declaracion-del-Presidente-Juan-Manuel-Santos-en-el-lanzamiento-de-la-Catedra-para-la-Paz.aspx

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