El 8 de diciembre del 2010 una tragedia enlutó la vida de decenas de familias, dejando además a todo el mundo desconcertado. Tan sólo unas horas antes, un incendio en la cárcel de San Miguel había producido la muerte de 81 reos y dejado a otros 13 gravemente heridos. El hecho produjo varios motines e […]
El 8 de diciembre del 2010 una tragedia enlutó la vida de decenas de familias, dejando además a todo el mundo desconcertado. Tan sólo unas horas antes, un incendio en la cárcel de San Miguel había producido la muerte de 81 reos y dejado a otros 13 gravemente heridos. El hecho produjo varios motines e intentos de estos, así como huelgas en diversos recintos penitenciarios del país.
Preliminares de una catástrofe
Durante aquella fatídica madrugada del 8 de diciembre, un grupo de internos de la cárcel, subdivididos en «la pieza chica» y «la pieza grande», -espacios particularmente precarios, desprovistos de iluminación y ventilación- luego de haber ingerido alcohol, comenzaron una riña en donde utilizaron elementos cortopunzantes de distintas dimensiones y un balón de gas acondicionado como lanzallamas.1
El uso de este último fue lo que detonó las llamas, que empezaron a propagarse alrededor de las 5:00 horas. Los bomberos fueron recién alertados a las 05:47 horas, vía telefónica por un propio interno. Para aquel entonces, el fuego había consumido por completo el ala sur del penal, dejando atrapados a los internos y comenzando a matar por asfixia a los reos del ala norte. Recién a esa hora se registraron movimientos de Gendarmería.2
Los gendarmes no utilizaron los escasos mecanismos ni protocolos de emergencia existentes, además la infraestructura disponible (mangueras, red seca y húmeda) no funcionó. A esto se suma el hecho de que las pésimas condiciones de la Cárcel de San Miguel eran ya conocidas por la autoridad. Sin embargo, no se adoptó ninguna modificación presupuestaria para mejorar su condición general.
Como si esto fuera poco, luego de la tragedia, no se proveyó ningún recurso judicial efectivo para las víctimas. Dicho en otros términos, el Estado, luego de haber generado las propias condiciones de una catástrofe sin precedentes en la historia del país, no se hizo cargo siquiera de ofrecer un reparo a las familias de las víctimas. Fue ante tales circunstancias que familias de los internos fallecidos decidieron fundar la agrupación 81 Razones por luchar -a partir de ahora 81 Razones-, con el lema «privado de libertad pero no de dignidad».
Muchas más que ochenta y un razones
Desde su fundación -a fines del 2010- hasta el presente, 81 Razones se ha encargado de buscar mejoras para la situación de los internos en las distintas regiones del país, a través de asesorías jurídicas, pero por sobre todo, atención y afecto. Asimismo, suele convocar a una velatón conmemorativa los primeros días 8 de cada mes, al tiempo que colabora con otras instancias reivindicativas o solidarias con personas encarceladas.
Según nos cuenta César Pizarro, presidente de 81 Razones, hermano de Jorge Manríquez -uno de los internos fallecidos en la Torre 5 de la cárcel San Miguel- la organización colabora «con quienes se encuentran atados de manos, se les considera escoria, una piedra en el zapato».
Ésta considera fundamental organizarse desde la cárcel, ser la contraparte a los carceleros, buscando educar y reinsertar a los internos en sus propias Poblaciones, evitando aumentar la «clientela» en la cárcel. Para César, esto se logra a través de la autoeducación, con la enseñanza piel a piel, con quienes no tienen las condiciones para ello. «En una nueva sociedad, fraternal, no habría hambre, nuestros viejos no se morirían en la más profunda soledad», señala.
La agrupación se vio obligada a conformarse como una organización no gubernamental, para atenuar así la persecución y hostigamiento por parte de Gendarmería. Si bien la institución todavía les segrega, han logrado varios avances judiciales. Sabido es para la propia institución los despidos debido a las constantes solicitudes de información por ley de transparencia, por citar un ejemplo. Asimismo, no han podido aminorar el respeto con el que 81 Razones cuenta tanto en las cárceles como fuera de ellas.
Además de esto, con el gran esfuerzo que realiza la agrupación a diario, no ignora las problemáticas de fondo en el régimen carcelario. En efecto, conoce a fondo el hecho de que las cárceles están lejos de efectuar su rol de reinserción social. Por plantear tan sólo una interrogante: si la cárcel tiene como objetivo aislar a los individuos supuestamente peligrosos, ¿por qué los reúne con otros individuos todavía más peligrosos sin mayor diferenciación? Es decir, ¿acaso no es ésta misma la que produce reincidencia delictual? De hecho, lo hace en un espacio en donde se sabe que los individuos no tienen garantía alguna para sus derechos, al tiempo que se ven forzados a crear sus propias reglas en un espacio saturado de violencia, comenzando por la ejercida desde Gendarmería.
Pero hemos citado sólo una contradicción entre las tantas que podemos encontrar en los regímenes carcelarios. El asunto es que ésta, como la cárcel en sí, es del todo funcional con la política de Estado. Foucault, en una conferencia pronunciada en 1976 en la Universidad del Brasil, en relación con los despropósitos de la cárcel, señaló:
«Cuanto más delincuentes existan, más crímenes existirán; cuanto más crímenes hayan, más miedo tendrá la población y cuanto más miedo en la población, más aceptable y deseable se vuelve el sistema de control policial. La existencia de ese pequeño peligro interno permanente es una de las condiciones de aceptabilidad de ese sistema de control, lo que explica por qué en los periódicos, en la radio, en la televisión, en todos los países del mundo sin ninguna excepción, se concede tanto espacio a la criminalidad como si se tratase de una novedad cada nuevo día.»3
De esta forma se hace evidente que antes de cambiar las condiciones internas de la cárcel, es la sociedad en su conjunto la que debe transformarse. Y es César quien lo ratifica, desde su propia experiencia en la agrupación 81 Razones.
Una necesidad que por cierto, alcanza para reflexionar hasta de ciertas organizaciones «anticarcelarias», que a través del sectarismo, muchas veces obstaculizan la solidaridad con los reos. Al menos para 81 Razones no existen colores o caudillos que pesen por sobre el grueso de quienes sufren la condena de la cárcel y los prejuicios de la sociedad. En efecto, «el enemigo es uno sólo», asegura César.
Él también comenta que ha existido vínculos con presos políticos mapuches, a pesar del divisionismo que la propia Gendarmería ha generado en las cárceles, por ejemplo, al fomentar la distinción entre presos «comunes» y presos «mapuches», como también al utilizar reos nuevos para amedrentar o inclusive intentar liquidar a los segundos.
Sin embargo, a pesar de todo el trabajo realizado, las condiciones carcelarias poco han cambiado luego del incendio en la cárcel de San Miguel. César lo sabe y advierte que hay muchas cárceles que están peor que San Miguel antes del incendio. En cualquier momento podría producirse una tragedia semejante, o quizás peor, nos cuenta.
En el documental «Sangre de Uno – Derechos Humanos y prisión»4, se relata que tan sólo desde 2011 hasta 2016 se produjeron 886 decesos en 59 centros penitenciarios chilenos. 420 muertes fueron por enfermedades, 297 por riñas o agresiones y 124 por suicidios.
Asimismo, durante el 2014 un 35% de los internos denunció haber sufrido maltrato físico por parte de funcionarios y un 19% por parte de otros internos. El mismo año, 211 personas privadas de libertad aseguraron ser víctimas de torturas mientras se encontraban castigadas.
La negligencia colma las cárceles de Latinoamérica
En el continente es larga la lista de incidentes similares a lo ocurrido en la cárcel de San Miguel. Cabe señalar entre algunos, el ocurrido en 1994, en Maracaibo, Venezuela, en donde al menos 108 reos perdieron la vida en un intento desesperado por escapar del humo que los ahogaba.
Diez años más tarde fallecieron 107 reclusos y 26 resultaron heridos en un incendio registrado en el presidio de San Pedro Sula, en el norte de Honduras. Un año más tarde, 135 personas perdieron la vida en un incendio en la prisión de Higuey, al este de Santo Domingo, capital de República Dominicana.
Durante el 2012 en el recinto penal de Comayagua, Honduras, el mismo horror produjo la muerte de más de 382 reos, dejando a varios otros heridos y a 50 desaparecidos. La agrupación 81 Razones no dudó en solidarizar con las familias de las víctimas hondureñas.
Sin haber concluido el amargo repertorio de incendios en las cárceles latinoamericanas, cabe sumar los tristemente célebres casos de la Matanza en los penales del Perú (1986), o la Masacre de Carandiru en Brasil (1992), en los que junto a los anteriores, coincide la negligente gestión de las Penitenciarías y el Estado, la represión policíaca y militar, y en definitiva, una sistemática e ininterrumpida violación de los derechos humanos en América Latina.
Al tiempo que se mantenemos la memoria viva de los 81 presos y de todos quienes han perdido su vida en medio de las paupérrimas condiciones que ofrecen las cárceles en Chile y el mundo, consideramos que la crudeza de esta tragedia nos exige hacer algo más que un ejercicio de memoria. Pues al decir de Theodor Adorno, la barbarie persistirá mientras perduren en lo esencial las condiciones que la hicieron posible.
Notas
1. La información aquí expuesta proviene en gran medida del artículo «El incendio de la Cárcel de San Miguel, su veredicto absolutorio y las obligaciones internacionales de protección de los derechos humanos involucrados» de Karinna Fernández Neira y Nancy Carmina García Fregoso, disponible en http://www.anuariocdh.uchile.
2. Cabe señalar que a diferencia de otros Estados en donde la Gendarmería se desempeña como un cuerpo de seguridad (pública o fronteriza) del Estado, la Gendarmería de Chile cumple las funciones de guardia de prisiones, transporte de reos y custodia de edificios del Poder Judicial.
3. Tomado de la conferencia de Michel Foucault «Las redes del poder», pronunciada durante 1976 en la Facultad de Filosofía de la Universidad del Brasil. Disponible en http://mundo-perverso.
4. «Sangre de Uno – Derechos Humanos y prisión». Disponible en https://www.youtube.com/watch?
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