Abría mi anterior columna señalando que 1 de cada 5 mujeres tiene alguna discapacidad. Si las mujeres sin discapacidad tienen más dificultades que los varones para acceder al mercado laboral, dada su condición subalterna en el patriarcado, las mujeres que tenemos discapacidad contamos con muchos más escollos que las que no la tienen y que los varones con o sin discapacidad.
Las mujeres con discapacidad somos más de 2.400.000, nos enfrentamos a opresión por haber nacido mujeres, opresión facilitada por la discapacidad que nos hace mucho más vulnerables.
A la hora de enfrentarnos al mercado laboral, contamos con una brecha salarial del 33,6% frente al varón sin discapacidad y un 15,9% superior a la del varón con discapacidad. Solo 1 de cada 4 mujeres con discapacidad tiene empleo. Las mujeres con discapacidad presentamos un 33,3% de actividad frente al 34,6% de los hombres con discapacidad y el 83% de actividad de sus homólogos sin discapacidad. La tasa de empleo entre los hombres con discapacidad supera 1,4 puntos a las mujeres con discapacidad. Si nos referimos a la tasa de paro, en las mujeres con discapacidad es 1,2 puntos superior a los hombres. A la vista de estas cifras, me pregunto qué es lo que diferencia a varones de hembras con discapacidad a la hora de enfrentarnos al mercado laboral. Lo digo porque uno de los más frecuentes lamentos de las mujeres con discapacidad es que no cumplimos con el rol femenino.
Esto viene a colación porque cuando accedemos al empleo, lo hacemos en puestos de baja cualificación, empleos feminizados relacionados con los cuidados y con la limpieza en los que se tiene poco o nada en cuenta nuestra preparación y nuestras limitaciones. A modo de ejemplo, me ofrecieron un trabajo de Auxiliar de Ayuda a Domicilio, siendo yo misma usuaria del servicio por tener una gran discapacidad que implica movilidad reducida, falta de equilibrio y espasticidad, además cuento con una titulación universitaria que no guarda relación con el tipo de trabajo que me ofrecieron .
Me pregunto por qué me hicieron semejante oferta, ¿será que el mero hecho de ser mujer y tener discapacidad lleva a pensar que quiero demostrar que soy capaz de cuidar de otras personas de manera acrítica, como si las mujeres tuviéramos el instinto de cuidar y las que tenemos discapacidad con grandes limitaciones físicas, estuviéramos frustradas al no hacerlo (véase el cuidado de personas dependientes, de la pareja o de la propia descendencia).
Por todo ello y, dado que las mujeres con discapacidad no han conseguido cumplir su “ansiado” rol femenino, considero que el sistema aprovecha el deseo de las mujeres con discapacidad de parecer mujeres “normales” para plasmar las opresiones que sufren las mujeres sin discapacidad sin que medie el género como con las mujeres sin discapacidad. Pocas de nosotras tenemos hijos, con lo cual, tiene poco sentido la generalización de las diferencias por sexo. Como he dicho, no encuentro la causa por la que existen diferencias por sexo en la búsqueda de empleo de las mujeres que tenemos discapacidad.