El jueves de la semana pasada el Canal Capital se primiciaba sobre el inminente anuncio gubernamental de los acercamientos de paz entre el gobierno Santos y las FARC. Durante las últimas semanas el expresidente Uribe se había encargado de filtrar, de manera virulenta, algunas de las intimidades de los acercamientos entre el gobierno y la […]
El jueves de la semana pasada el Canal Capital se primiciaba sobre el inminente anuncio gubernamental de los acercamientos de paz entre el gobierno Santos y las FARC.
Durante las últimas semanas el expresidente Uribe se había encargado de filtrar, de manera virulenta, algunas de las intimidades de los acercamientos entre el gobierno y la organización guerrillera.
Algunos medios de comunicación oficiales había iniciado ya un viraje en el tratamiento del conflicto, desde una interpretación eminentemente guerrerista del problema hacia unas posturas más mesuradas que empezaban a agotar el «eterno» discurso de la victoria militar sobre las Farc y el ELN como la única posibilidad de llegar a la paz.
La apuesta por el uso a mansalva de estructuras mafiosas, paraestatales y tácticas de guerra sucia, iniciadas en los 80, para tratar de acabar con las guerrillas y lograr la paz de los sepulcros, que tuvieron su climax con los dos mandatos de Uribe, que se ensañaron con las poblaciones civiles rurales, terminaron en una gansterilización de las instituciones, en una suerte de estado mafioso del todo vale, hasta que el escabro de los miles de falsos positivos y las sistemáticas violaciones a los derechos humanos empezaron a restarle respaldos en los escenarios internacionales a ese modelo de estado criminal.
Los resultados de la misma confrontación armada, por su parte, indicaban que el cuento de acabar la guera con más guerra hacía parte de esa red de mitos ideológicos que logró inculcar Uribe mediante un desmesurado bombardeo mediático permanente. La «culebra» no solo estaba viva, sino que había logrado mantenerse en todo el país y retomar la iniciativa militar en regiones estratégicas como la Amazonía, Arauca, El Catatumbo y el Cauca.
De otro lado, las organizaciones y los movimientos sociales habían iniciado desde la celebración del bicentenario de hace dos años en Bogotá y el Magdalena Medio y la realización del encuentro nacional por la tierra y la paz de Barrancabermeja, convocado por la ACVC hace un año, un proceso masivo e irreversible de movilizaciones ciudadanas por la paz que continúa hoy con la realización de constituyentes por la paz por todo el país. La Marcha Patriótica es la resultante de toda esta dinámica social. La Marcha como movimiento de organizaciones sociales que tienen la paz como bandera principal deberá jugar un papel de vanguardia en un eventual proceso de paz.
Las condiciones son propicias para los acercamientos, los diálogos son una necesidad, las mayorías políticas y los empresarios empiezan a respaldar la salida política, los grandes beneficiarios de la la guerra son una minoría, hay una voluntad expresa de diálogo tanto de las FARC como del ELN.
La guerra es insostenible para la sociedad colombiana, los costos económicos y humanos de la guerra pueden llegar a hacer inviable al país en el mediano plazo, la guerra y los problemas estructurales irresueltos que la originan concitan la intervención de los Estados Unidos y generan inestabilidad regional.
La cuestión de las drogas es un pretexto más para intervenir. No es cierto que exista la guerra en Colombia porque exista el narcotráfico. Esto es un mito. Los ricos recursos del país pueden sostener la economía de la guerra de manera interminable. Solucionando el conflicto se solucionará el problema del narcotráfico.
La solución política del conflicto puede resultar en un arreglo que solucione el problema de la tierra, que redistribuya la riqueza para todos, que construya un modelo económico concertado que genere prosperidad, que le imprima soberanía a nuestro país, que proteja al medio ambiente de los intereses multinacionales, que acabe la pobreza, que mejore las condiciones de vida de las mayorías colombianas, que establezca la verdad y le de justicia a las víctimas. La paz es todo esto.
Lo que se viene ahora es la imprescindible ambientación del proceso, los medios deben informar para la paz, las movilizaciones ciudadanas deben ser ahora más fuertes y recurrentes hasta que los enemigos de la paz signifiquen para el país una minoría retardataria de latifundistas, rentistas y mafiosos que no representen ya nada para el futuro del país.
La paz se construye, es una responsabilidad de todos. Es hora de hacer una apuesta definitiva por la paz. El futuro de Colombia está en nuestras manos.