Un popular dúo musical llama a declarar al cerdo «mamífero nacional», en una canción humorística sobre el protagonismo en la vida de Cuba de este animal, considerado un salvamento alimenticio desde que en 1991 comenzó la crisis económica que aún perdura. Entonces, para subsistir, muchas familias urbanas hasta criaron «puercos» en lugares como bañeras y […]
Un popular dúo musical llama a declarar al cerdo «mamífero nacional», en una canción humorística sobre el protagonismo en la vida de Cuba de este animal, considerado un salvamento alimenticio desde que en 1991 comenzó la crisis económica que aún perdura.
Entonces, para subsistir, muchas familias urbanas hasta criaron «puercos» en lugares como bañeras y pasillos sanitarios. Actualmente, la de cerdo es por varios factores la carne más producida y consumida, aunque las 194.976 toneladas obtenidas en 2016 no satisfacen la demanda de los 11,2 millones de habitantes de este país insular caribeño.
La persistencia de la cría porcina hasta en corrales en los patios traseros de las casas rurales y también urbanas, para el autoconsumo y la venta del excedente, tiene un lado oscuro en su efecto muy contaminante, que durante años estuvo poco regulado.
Por ello, las autoridades intentan frenar la mala disposición de las aguas residuales con la exigencia de construir sistemas de tratamiento, en especial biodigestores, unos contenedores herméticos donde se acumulan y tratan residuos orgánicos para transformarlos en gas metano y fertilizantes.
«Somos uno de los mayores contaminantes dentro de la agricultura», informó María Tamara Cruz, especialista en gestión ambiental y cambio climático del Centro de Promoción y Desarrollo del Biogás (CPDB), sobre el rubro con predominio del sector cooperativo y privado con 3.370 productores y apenas 129 granjas porcinas estatales.
Se despliegan «acciones desde 2013 para contribuir a minimizar los impactos ambientales que estos productores pudieran hacer al ambiente. De hecho, respondemos al programa nacional de erradicación de focos contaminantes», añadió a IPS.
«Están identificados en un mapa todos los productores», explicó la investigadora del centro adscrito al estatal Instituto de Investigaciones Porcinas. No obstante, evaluó que se necesita «hacer un control más riguroso y una revisión a nivel nacional, ver lo que se ha hecho y qué falta por hacer, para ponerlo en el plan de inversiones del país».
Las medidas incluyen un control mayor sobre la veda de la porcicultura en lugares «cercanos a fuentes de abasto de agua a la población, así como a bahías y cuencas de interés nacional», apuntó, sobre la protección del recurso escaso del agua en un país que atraviesa desde 2014 una prolongada sequía.
Además, la vigilancia arrecia para los criadores que de alguna manera tributan a cuencas de menor relevancia y hoy están identificados en los alrededores de 101 fuentes de agua del país.
«Hoy la mayoría de los productores están abocados a construir sus biodigestores», indicó Cruz, que recorre las comunidades rurales observando la porcicultura. «La norma vigente orienta que el biodigestor trata 80 por ciento del agua residual porcina y el resto debe ir a una laguna de oxidación», detalló.
Además de priorizar la generación de biogás, se establecen y combinan otras formas de tratamiento como las lagunas artificiales aeróbicas y los lechos de secado para que los productores construyan un sistema contra los vertimientos ajustado a su situación y diseñado por especialistas.
«Con (las excretas de) 10 cerdos ya se puede alimentar un biodigestor pequeño que dé el combustible para cocinar desayuno, almuerzo y cena en una casa con tres o cuatro personas aproximadamente», puso como ejemplo Cruz.
Acotó que algunas familias campesinas obtienen con menos animales el biogás necesario para cocinar.
Al cierre de 2016, el CPDB registró 3.246 biodigestores en cooperativas y campesinos independientes, aunque existen otros en entidades del ejército, policía, el grupo empresarial estatal azucarero Azcuba y en patios de hogares de personas que lo instalaron por iniciativa propia.
La meta es lograr un crecimiento hasta 2020 de 1.000 nuevos biodigestores por año.
«Tenemos un programa amplio para el desarrollo de la producción de biogás, pero no tenemos la garantía de equipos suficientes para explotar todo el gas de nuestras instalaciones», reveló Yasser Miguel Díaz, director del CPDB. Hoy se aprovecha apenas «50 por ciento del biogás que se produce», precisó a IPS.
Díaz calculó que el aprovechamiento actual evita la emisión diaria de más de 15.000 toneladas de dióxido de carbono.
En la periferia de La Habana, la finca La China, de siete hectáreas en usufructo, cuenta desde el pasado año con 22 metros cúbicos de biogás para cocinar los almuerzos de los siete trabajadores y el alimento animal. Incluso el combustible alcanzará para abastecer la casa familiar que casi se termina de construir y cinco hogares vecinos.
«Ahora es obligatorio el biodigestor o la laguna de oxidación para tener la licencia de producción de cerdos y poder mantener convenios con la empresa estatal», aseguró Hortensia Martínez, la jefa de la finca La China junto a su esposo, Guillermo García, que es el titular del usufructo del terreno estatal firmado en 2009.
Esta ingeniera mecánica devenida agricultora se refiere a los contratos que empresas estatales firman con privados para elevar la reproducción y producción porcina.
A través de estos convenios, la parte estatal garantiza en pienso industrial 70 por ciento de alimentación necesaria para la ceba de ejemplares y los privados siembran y elaboran 30 por ciento. También existen acuerdos para la reproducción de crías hasta el destete. Ambos incluyen la compra de cerdos cebados y crías en destete.
Esa es la única vía legal para que los productores accedan a alimento animal industrial, en un país de economía todavía muy estatizada, pese a medidas descentralizadoras del gobierno de Raúl Castro, en el poder desde 2008.
Las autoridades «nos pusieron un plazo para construir el biodigestor y la cooperativa nos dio facilidades para comprar los materiales de la construcción», reveló Martínez, que trabaja sin descanso en la diversificación de su finca, el cierre de ciclos productivos, el logro del autoabastecimiento y el aporte de beneficios a la asociación que integran.
«Estamos haciendo un trabajo para ver cómo llevar el biogás a través de mangueras a las cinco casas vecinas, en las que hoy cocinan con gas licuado, electricidad o no tienen con qué hacerlo», dijo Martínez a IPS sobre la iniciativa apoyada por la organización no gubernamental Justicia Alimentaria Global, con base en España, y entidades locales.
Concentrada en manos estatales hasta la depresión económica, un nuevo paradigma de producción porcina se consolida desde entonces en Cuba, con base en los pequeños productores privados, explicó Joaquín Díaz, el jefe de producción y comercialización porcina en el estatal Grupo Empresarial Ganadero.
«Debemos seguir perfeccionando este cambio de paradigma y defenderlo para el futuro», valoró a IPS el ingeniero agropecuario, que lo calificó de «más eficiente, dedicado, a menor escala, de manejo más viable y por tanto sostenible».
Por la baja producción de otras carnes en la isla caribeña, Díaz indicó que se necesitan más de 500.000 toneladas anuales de cerdo para satisfacer la demanda, con un crecimiento sostenido de 10.000 toneladas por año.
El municipio de Placetas, en el centro cubano, se erige como el mayor productor con 7.000 toneladas de carne porcina obtenidas en 2016. Y este año comenzó un proyecto ambicioso que aspira a echar a andar en 2019 el primero biodigestor conectado a la red nacional de generación eléctrica.
«Se piensa crear hasta un sistema de recolección local de excreta» de 60.000 cerdos, detalló a IPS el técnico Jesús Ramírez, del estatal Grupo de Producción Porcinadel municipio.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2017/06/produccion-porcina-cuba-toma-la-senda-ecologica/