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Profesión de futuro

Fuentes: Revista Altermundo. Enero 2009

Biel tiene sus principios muy claritos. Camina orgulloso sin renunciar a ninguno de ellos y le gusta compartirlos. En su carnet de identidad, dice, de profesión escultor. Escultor de seres humanos. Anda cargado de maletas, focos, sombreros, pinturas, micrófonos y dados de colores montando su taller ambulante en escuelas, bibliotecas y centros de ocio para […]

Biel tiene sus principios muy claritos. Camina orgulloso sin renunciar a ninguno de ellos y le gusta compartirlos.

En su carnet de identidad, dice, de profesión escultor. Escultor de seres humanos.

Anda cargado de maletas, focos, sombreros, pinturas, micrófonos y dados de colores montando su taller ambulante en escuelas, bibliotecas y centros de ocio para niñas y niños.

De una mochila recosida puede sacar un juego de la rayuela para explicar la diferencia entre caridad y solidaridad, o unos cuentos tibetanos sobre cómo nos estamos comiendo el mundo.

En una enorme maleta de cartón duermen sus ángeles. Personitas de cartón piedra, monstruos de peluche que dan risa y los «galliminus» que nadie sabe lo que son.

Biel sienta a su alrededor a las niñas y niños, despierta suavecito a sus ángeles, les presta sus voces y su risa y entonces monta historias para pensar, cuentos contados y cantados.

Eso hace Biel, cantar y contar cuentos para llevar la contraria.

Esa noche, Cristina, una niña del público sueña las historias de Biel, con los faraones que habitaban islas tropicales y el pescador que pescó un pez de oro.

Cuando despierta ya sabe a quién quiere parecerse, ¿Será como el abuelo Nat que luchó contra los invasores de bombín y traje de explorador o como el gigante Bau Xu que salió a buscar el Sol? Quiere ser como Biel. Para vivir despacito y contra la corriente.