Una atención médica integral y efectiva necesita que profesionales de la salud ejerzan sus diferentes disciplinas libres de estigmas y discriminaciones.
Considerar las brechas y desigualdades de género en la atención médica ayuda a comprender las diferentes necesidades y expectativas de las personas en el cuidado de su salud y las enfermedades que padecen, considera Ivannis Idael Corría Milán, estudiante de medicina de la Universidad de Ciencias Médicas de la oriental provincia de Granma, a unos 740 kilómetros de la capital cubana.
Ese proceder condiciona también la respuesta al tratamiento y el apego a la terapéutica, agregó el joven al intervenir el 25 de abril en la IX Convención Intercontinental de Psicología, HOMINIS 2023, organizada por la Sociedad Cubana de Psicología.
«Hay evidencia suficiente en la actualidad para sostener que la falta de equidad de género influye negativamente en la salud de las mujeres y las niñas. Ya no podemos hablar de ese modelo donde la única forma de enfermar es la de los hombres, puesto que las consecuencias se miden en errores, en retrasos en el diagnóstico», dijo.
Mencionó que, históricamente, los sesgos cognitivos de género se localizan en esferas fundamentales de la práctica médica en el mundo, como la poca o nula representación de mujeres en ensayos clínicos y estudios epidemiológicos, así como asumir como universales síntomas del cuerpo masculino excluyendo totalmente la sintomatología del cuerpo de la mujer.
En la terapéutica, sobran ejemplos de nuevos medicamentos que se han probado en grupos sin incluir a mujeres, por lo que se ignora los efectos adversos que pudieran producir en ellas.
Por una asistencia médica sin violencias
Para la profesora de Psicología de la Universidad de Holguín, Aida Torralbas, «la formación en género es un elemento esencial para poder brindar una ayuda efectiva, por ejemplo, en situaciones de violencia de género».
Si bien la psicología es una ciencia que permite identificar estereotipos y violencias que padecen muchas veces las mujeres, es una ciencia tan androcéntrica como la mayoría de las ciencias sociales y naturales, reflexionó la experta.
En su opinión, las y los profesionales de la Psicología también deben desaprender, cuestionarse, reflexionar sobre mitos y estereotipos aprendidos. «Todavía es insuficiente la formación que tenemos para desmontarlos y poder brindar realmente una atención de calidad respecto a estas problemáticas», opinó Torralbas.
«La formación en género no debe ser una asignatura optativa, sino transversal a toda la formación profesional», dijo.
A juicio de Corría Milán, la integración de la Medicina de género en la formación médica inicial influye en mejor trato, diagnóstico y tratamiento a las personas en la práctica clínica. Permite, además, que profesionales de la salud respondan sin estigmas ni discriminaciones a las necesidades de personas con orientaciones sexuales e identidades de género no heteronormativas, señaló.
Ello cobra un carácter particular, por ejemplo, en la atención a las personas intersexuales. La patologización, medicalización y falta de una política social y de salud pueden llevar a múltiples vulnerabilidades y violencias para esas personas, sostuvo Adriana Agramonte Machado, psicóloga clínica e investigadora auxiliar del Instituto Nacional de Endocrinología,
Desde la Medicina, la intersexualidad se entiende como estados congénitos donde el desarrollo del sexo cromosómico o anatómico es atípico.
De acuerdo con la experta, hay desconocimiento general sobre este tema, no solo en la población, sino en el personal de la salud. «Ello conduce a la invisibilización de la intersexualidad y a que todavía predominen una gran cantidad de mitos -como confundirla, por ejemplo, con el hermafroditismo-, lo cual provoca gran distrés y sufrimiento humano en esas personas.
Al presentar resultados de varias investigaciones realizadas en el Instituto de Endocrinología de la capital que exploraron, además, el impacto de las cirugías en sus vidas, la psicóloga señaló que la mayoría de los infantes desconocen su diagnóstico.
«Esto es una vulnerabilidad y una deficiencia en el servicio de salud que todavía pervive. No se les informa a las criaturas que tienen esta condición; por lo tanto, crecen sin saber que tienen esa realidad en sus vidas», dijo.
Hay personas que descubren su condición intersexual tardíamente, cuando deciden tener descendencia y no pueden. Van a un servicio de infertilidad, empiezan las exploraciones y descubren que, por ejemplo, esa infertilidad está provocada por la ausencia de tejido ovárico, de trompas», refirió Agramonte Machado.
Por otro lado, agregó, los procesos de medicalización en el abordaje de la intersexualidad refuerzan estereotipos de masculinidad y feminidad. Cuando se trata de infantes o adolescentes, la situación se agrava. En estos grupos la vulnerabilidad es mayor, tanto de las subjetividades como de los derechos, comentó la psicóloga.
«La violencia principal está anclada en el sistema binario, en la imposibilidad de escoger el género por el que se quisiera transitar. La violencia está en las imposiciones de género, en las cirugías no consultadas, en el personal de salud que cuando llegas a la consulta te está mirando desde una posición de poder y jerarquía y no establece una horizontalidad con el paciente, en la falta de integración en las distintas especialidades que intervendrán en la atención de la persona. La violencia está en los propios procederes, que son invasivos, y para los cuales la persona no dio su consentimiento muchas veces», afirmó.
Agramonte Machado señaló, entre los desafíos de atención a las intersexualidades hoy, darles a esas personas la posibilidad de ejercer su derecho a la autonomía decisional, a la información, a la participación en la toma de decisiones.
«En las vivencias que han tenido en los sistemas de salud y hemos podido recoger, hablan de sentirse cosificadas, porque no se les pregunta y solo sus padres deciden todo», dijo.
La violencia –no solo con la población intersexual– es un tema emergente, que transversaliza muchas cuestiones, agregó la especialista, para quien la atención a estas problemáticas requiere capacitación continua de las y los profesionales vinculados a su atención.