Volvemos de la concentración por la muerte de Alan, un chico trans de 17 años que no soportó el acoso escolar y se suicidó hace unos días en Barcelona. Con una mezcla de indignación y tristeza, comentamos algunas ideas y reflexiones que compartimos desde hace bastante tiempo como profesoras y activistas. La primera es que […]
Volvemos de la concentración por la muerte de Alan, un chico trans de 17 años que no soportó el acoso escolar y se suicidó hace unos días en Barcelona. Con una mezcla de indignación y tristeza, comentamos algunas ideas y reflexiones que compartimos desde hace bastante tiempo como profesoras y activistas. La primera es que hablamos poco de acoso escolar, hablamos menos del papel del profesorado en estas situaciones, y todavía menos del papel del profesorado no heterosexual.
El acoso puede darse, y se da, al alumnado «diferente», y esto puede ser por muchos posibles «motivos»: ser trans, marica, bollera (o parecerlo), ser gordx /1, demasiado grande o demasiado pequeñx, cuatro ojos, ser diversx funcional, ser leídx como «débil» por alguna razón… Muchxs podemos recordar tristemente insultos o situaciones que no eran agradables en el patio del colegio, a la salida del instituto, en clase… Por eso cuando decíamos en la concentración, y en las redes, #YoTambiénSoyAlan, sabemos que este hastag es algo más que una expresión solidaria: es una realidad que nos remueve recuerdos de nuestra infancia y adolescencia, y nos obliga a pensar, todavía más, sobre nuestro papel hoy como docentes.
El context o actual es bastante preocupante: el profesorado está sobrecargado de trabajo, falta formación, especialmente sobre educación sexual y temas de género(s) y sexualidad(es). En el caso de Madrid no hay cursos desde hace bastantes años, y en otras comunidades, como la manchega, la situación no difiere mucho. Estas cuestiones se acaban trabajando por parte de los profesorxs, en el mejor de los casos, de manera voluntarista y autodidacta. Falta también, como sabemos, reconocimiento social a la labor del profesorado, y faltan apoyos y recursos en la escuela pública, algo que se ha agravado mucho en estos años de austericidio.
Los contenidos transversales y la Educación para la Ciudadanía han desaparecido con la LOMCE. Sí estaban en la anterior ley, la LOE, y su presencia en el currículum escolar nos «blindaba» de alguna manera para poder hablar de estas cuestiones en nuestras clases. La omnipresencia de la asignatura de Religión, el ataque a la asignatura de Filosofía, junto al ninguneo de asignaturas como la Música y la Educación Plástica y Visual suponen mermar de manera drástica las posibilidades de la escuela pública como lugar de debate y reflexión, como motor de pensamiento crítico. Pero al Ministerio de Educación y a su último fichaje, J.A.Marina, parecen importarles más la » productividad» del profesorado y la promoción de valores religiosos, militares y de competitividad empresarial en las aulas. Así, se nos invita a «producir» alumnado competitivo y «emprendedor».
Por otra parte, lo que no se suele considerar en los análisis sobre acoso escolar es que el propio profesorado LGTBI (lesbianas, gays, trans, bisexuales e intersexuales), que podría jugar un papel de primer orden a la hora de enfrentar el acoso escolar, también es vulnerable al acoso por parte de compañerxs, del alumnado, de las familias… Tenemos una verdadera espada de Damocles encima de nosotrxs, y más en el contexto de precariedad laboral en el que estamos: tratar estos temas en el aula nos expone a varias vulnerabilidades, la laboral entre otras. Esto dificulta el poder actuar explícitamente en apoyo de nuestro alumnado LGTBI. Muchxs prefieren no intervenir, tienen miedo de mojarse demasiado, son temas complicados y quizá es mejor no entrar. El profesorado LGTBI, en general, actuaría más si no tuviera las manos tan atadas.
Y si lxs profesorxs no heterosexuales tenemos difícil intervenir, el resto se encuentra bastante perdido, sobre todo por la falta de formación que comentábamos anteriormente, y muchas veces no ve siquiera la necesidad de dicha intervención. Pero la educación sexual, el hablar de identidades de género y sexuales, de familias de muchos tipos, de actitudes lesbohomotránsfobas y un largo etcétera no son cuestiones, obviamente, que sólo atañen al profesorado y alumnado no heterosexual. No es necesario formar parte de la comunidad LGTBI para trabajar estos temas en el aula y en los centros, para prevenir situaciones de violencia y detectar posibles acosos; la responsabilidad es de todxs. Lo que sí es necesario, de nuevo, es concienciar, apoyar y formar en estos temas a todo el profesorado. Se necesita más formación, y más empatía.
El alumnado diferente es vulnerable, y entre ellxs, especialmente, lxs menores trans. No obstante, parte del acoso que se produce no es sólo al alumnado rarx, no heterosexual. Muchas veces el acoso es contra chavales que tienen pluma , lo que puede ser indicativo de una opción sexual distinta a la hetero, o no. Simplemente, el salirse de las expectativas de género (que un chico quiera bailar o una chica jugar al fútbol, por ejemplo) puede suponer el principio de un acoso.
El denominado «grupo de iguales», en un momento de reafirmación adolescente de sus identidades de género y sexuales, puede ser terrorífico frente al diferente, a la que no encaja, o al que cuestiona la rigidez del binarismo chica- chico, masculino- femenino. Por eso es tan importante que enseñemos y trabajemos las cuestiones de género y coeducación junto con las relativas a las sexualidades, y cuanto antes mejor (desde Educación Infantil en adelante). Y aquí es fundamental incorporar la interseccionalidad: la clase social, la etnia, la diversidad funcional, la edad… etc., que no son cuestiones ajenas a las de género y sexualidad. Estamos todxs atravesadxs por ellas.
Necesitamos enfrentar todas estas cuestiones de manera urgente. Hay que dejar de pensar la Educación en clave competición-producción neoliberal, con centros de élite frente a centros gueto-problemáticos, y fomentar el aprendizaje colaborativo, el pensamiento crítico y sensible y el respeto a las diferencias. Todxs somos diferentes, y es maravilloso que así sea. Dejemos de problematizar, de una vez por todas, a la gente diferente: alumnado, profesorado y familias. Eduquemos en la libertad, en la igualdad y en el respeto a esas diferencias. Este es uno de los retos, y para ello necesitamos la implicación de toda la comunidad educativa y de toda la sociedad. Hagámoslo por Alan y por todxs sus compañerxs.
Nota
1/ Utilizamos la X a lo largo del texto como forma de cuestionar el binarismo sexual y las categorías hombre- mujer, femenino- masculino; muchas personas no se sienten incluidas, o son críticas con ellas, y sobre esto, entre otras cosas, trata el artículo.
Gracia Trujillo es Doctora en Sociología y profesora de la Facultad de Educación de la UCLM. Mónica Redondo es profesora de Matemáticas en el IES San Isidro de Madrid.