Recomiendo:
0

Cronopiando

Progreso

Fuentes: Rebelión

No hay progreso que merezca tal nombre si no responde a la condición de procurar la felicidad de los seres humanos, si no sirve para conducir nuestras conductas y relaciones por caminos de respeto y dignidad. Y los tiempos que corren son una patética demostración de que el supuesto progreso que disfrutamos no ha servido […]

No hay progreso que merezca tal nombre si no responde a la condición de procurar la felicidad de los seres humanos, si no sirve para conducir nuestras conductas y relaciones por caminos de respeto y dignidad.

Y los tiempos que corren son una patética demostración de que el supuesto progreso que disfrutamos no ha servido para transformarnos en personas más íntegras, más solidarias, más felices.

Muy al contrario, vivimos atrapados en el miedo. En un miedo que, a veces, nos embosca de frente, descarnado y abierto, como se disfraza de cautela o se calza el respeto como excusa o la sensatez como pretexto. Y así aprendemos a callarnos para que otros hablen por nosotros, y resignamos la voz y la palabra para que puedan otros respirar con nuestro aliento, y aceptamos prudentes la imprudencia ajena y discretos celebramos su irrespeto, la insensatez que nos relega al miedo.

Por eso cada día son más extremas las medidas de seguridad con las que nos aislamos.

Por ello la calle ha dejado de ser un lugar de encuentro para convertirse en un inevitable riesgo que hay que afrontar de la mejor manera.

Por ello multiplicamos candados, verjas y vigilantes.

Vivimos cautivos de nuestras supuestas libertades, presos de nuestras carencias, y esclavos de nuestros bienes, cada vez más solos y atrapados en el triste dispendio de una vida que nos ha ido dejando sin alas y sin sueños.

Corriendo siempre para llegar antes que el otro a ninguna parte. Sin tiempo para vernos, sin espacios en los que encontrarnos.

De tanto aparentar lo que no somos ya ni siquiera somos lo que aparentamos.

Gracias al progreso en que vivimos podemos matarnos antes y agonizar más tiempo.

Algún día, las ratas que nos sobrevivan, heredarán nuestro progreso.