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Prohibido copiar, bienvenido crear

Fuentes: Rebelión

La premura por la crítica situación económica que vivimos en Cuba ha conducido nuevamente a lecturas muy diversas de nuestra realidad, de la historia y de nuestro contexto actual. Un importante intercambio de ideas se produce en el país y eso solo puede ser bueno.

Algunas de esas lecturas parten de la total minusvaloración de los efectos del bloqueo, otras de su reconocimiento, pero atenuando su papel y consecuencias…, ambas con el trasfondo de no reconocer la capacidad de la sociedad cubana para salir adelante con dignidad. Las hay que invitan a hacer guiños al capitalismo “porque así son las cosas”. También está la ausencia de criterios, ya sea por considerar “que todo está bien y solo hay que cumplir las obligaciones de cada quien”, o porque simplemente no se tienen.

Entre esas lecturas están las que recomiendan hacer lo mismo que en China y en Viet Nam donde construyen -ciertamente con éxito- un camino con características propias. Los chinos, por ejemplo, han sido claros cuando hablan de construcción del socialismo con características chinas. Significa precisamente que no copian. Y eso es dable copiar de los chinos: la política de no copiar.

Nadie en su sano juicio puede desconocer lo valioso de esas experiencias, como también de la nuestra con sus virtudes y defectos. Por ello, sin negar los avances de esos países en la construcción social, los cubanos estamos frente a la tarea de construir el socialismo “a la cubana”.

Más aún, nuestro proceso de construcción social de orientación socialista puede aprender no solo de los países que han hecho y hacen el intento de avanzar hacia el socialismo, sino incluso de las buenas prácticas generadas en cualquier realidad económica y política de este mundo.

El fondo de todo está en si se confía o no en nuestras propias capacidades para salir adelante, en si se parte de reconocer que gracias a ellas hemos resistido más de 60 años sin entregar al país, o si se las critica de plano por equivocadas.

Y no se trata en modo alguno de negar las insuficiencias, los errores, la negligencia, las trabas, ni de negar la necesidad de descentralizar, de democratizar, sino de reconocer eso y luchar por un mejor país teniendo claro desde cuál perspectiva nos situamos.

Es una realidad que hoy en día nadie echa todas las culpas de nuestros problemas al bloqueo; antes bien se reconoce y asume lo que se ha dado en llamar “bloqueo interno” sea con esa misma expresión o también con las de burocratismo, trabas, negligencia, verticalismo, estadocentrismo, control irracional, falta de estímulo, quietismo, etc.

Pero es inadmisible atenuar las consecuencias del bloqueo, o desde la posición correcta de ser conscientes que tenemos que salir adelante aun bajo el asedio de las ilegales sanciones estadounidenses se recomiende un debilitamiento tal del papel del Estado y de la planificación nacional y una extremadamente laxa política hacia la propiedad privada y la inversión de capital extranjero que terminarían con el tiempo comprometiendo la justicia social de la revolución y la independencia nacional.

El mercado no es un invento del capitalismo, si bien este lo ha expandido hasta invadir con su jerarquía la vida misma de los seres humanos, su pensamiento, su psicología. Servirse del mercado, de las relaciones mercantiles no puede significar servirse del capitalismo y si bien ponerle límites es una tarea difícil (para lo cual deberán ser bienvenidas todas las propuestas e incluso un debate nacional) no ponerlos sería letal.

El reto fundamental radica en reconocer la necesidad de las relaciones mercantiles, de formas complementarias de propiedad privada, cooperativa y la asociación, de una real autonomía de las empresas estatales, de destrabar todo lo que obstaculice el desarrollo de la producción de bienes y servicios, así como de relaciones económicas, comerciales, financieras con el mundo lo que incluye la necesaria inversión extranjera, pero sin perder el papel regulador que ejerce a nombre de la sociedad el Estado revolucionario a través de la Constitución, las leyes y la planificación nacional.

A este modo de ver las cosas algunos lo llaman conservadurismo mientras a lo contrario: a liberar las fuerzas productivas sin la mediación del Estado, sin el papel regulador de la planificación nacional no le llaman liberalismo y mucho menos capitalismo. No debe confundirse el propósito de preservar el rumbo socialista de la sociedad cubana, con el “conservadurismo”, algo precisamente en las antípodas de la revolución socialista.

No comento en este breve artículo a quienes demandan como solución a la crisis económica un cambio en la esencia del sistema político, no solo por tratarse de una abierta connivencia con la política imperialista que ha persistido en el bloqueo a nombre de la democracia y de la libertad con la única finalidad de dividir y poner de rodillas al pueblo cubano, sino porque de todas las lecturas es la más ignorante y panfletaria.

Lo que procede es actuar con audacia, aceptar el margen de riesgo, experimentar responsablemente y multiplicar los mejores procederes. La prueba de que sí se puede la tenemos en Cuba entre muchos otros aspectos en la educación, la salud pública, la cultura artística y literaria, el deporte, el desarrollo del turismo, la Zona Especial de Desarrollo Mariel, los resultados exitosos de la ingente industria biofarmacéutica cubana organizada para avanzar sin trabas y sin temores y con resultados de nivel mundial. Esos resultados los podemos obtener en todos los ámbitos de la vida nacional. Hay que multiplicar los buenos ejemplos.

Tenemos enormes dificultades por delante, las relaciones con el vecino del norte serán siempre tirantes y difíciles mientras allí haya imperialismo y aquí socialismo. La clave está en no sacrificar el socialismo en el altar de su propio desarrollo económico, la clave está en no apostar por soluciones mercantilistas como panacea universal, la clave está en ser audaces y creativos, la clave está en no copiar.