La política del exterminio aplicada por el régimen nazi, no deja lugar a duda de que ha sido aplicada en Colombia, con variaciones de alcance, dimensión y prácticas, con conexiones a las élites artífices de la política para defender sus conquistas entre impunidades, corrupción y fascismos, eficaces para organizar persecuciones, vigilar adversarios (sus enemigos) confesos e imaginados, crear ambientes y condiciones para que la guerra no deje de existir y fortalecer su poder como ámbito vital.
Entre los grupos SS nazi dentro del discurso de exterminio una de las más rotundas prohibiciones fue la crueldad y sus ejecuciones justificadas como medidas necesarias de higiene o limpieza, a manera de ejemplo en una jornada de heroísmo quemaron 600 pueblos y masacraron a sus habitantes pero insistieron que allí nunca hubo brutalidad. Ante los tribunales (que a pesar de la desesperanza los hubo) los genocidas insistían en que eran infundadas las acusaciones de barbarie y de sadismo y que simplemente cumplieron su deber y que sus métodos y procedimientos para nada eran indignos, ni satisfacían sus obsesiones de poder, ni sus necesidades sexuales. Alegaron que no podía ser posible que el tribunal los juzgara por haber cumplido con honor con el repugnante trabajo de matar y ahora se les intentara cubrir de lodo. Dijeron haber cumplido su misión, aunque les produjera repulsión, pero nunca ocultaron su enorme felicidad por haber recibido honores por sus impecables ejecuciones.
Algo de todo eso parece calcado en Colombia, la boca de los genocidas materiales habló (general, coronel, alcalde, político) reconocieron con frialdad que “sí hubo” ejecuciones extrajudiciales, torturas, desapariciones, falsificaciones y planes de exterminio de grupos específicos. Seguramente hasta ahora los “ejecutores” materiales empiezan a comprender que en la maraña de esa guerra en la que ellos eran héroes, se cometieron graves crímenes de guerra, que opacan sus triunfos e interpelan sus conciencias.
De ese miedo a aceptar lo ocurrido se valen los manipuladores para “extorsionarlos” haciéndoles creer que serán acusados y apresados, para obtener de ellos (ahora reservistas), respuestas impulsivas, explosivas, instintivas, de odio y paranoia de peligro constante. Los jefes “el buró” de la seguridad democrática, intelectuales, congresistas, lideres locales, potentados, encerrados en el fantasma de su propia violencia, perciben enemigos por todas partes y llaman a vitorear en las calles sus gritos de guerra contra el Gobierno popular. Miles de reservistas (menores de 50 años) que pudieron ser “víctimas” de la obediencia debida y enajenados por la crueldad, creyeron haber ganado una guerra que fue barbarie y se los llama a hacer “respetar su honor”, a levantarse contra el Gobierno popular para salvar la patria, calculando que en ellos todavía encuentran lealtad al líder, al furher.
A un exmilitar retirado o reservista, puede resultarle deprimente y melancólico, que los “jefes” políticos, que dieron las órdenes para librar la “gran guerra”, que nunca ocurrió, les insistan con la idea de que “sus enemigos”, ahora en el Gobierno popular, quieren desmontar sus heroicos triunfos que los llenó de honor, y siguen esperando la victoria final prometida que los hará inmortales. La guerra fue su patria, su gloria, amor y deseo y nunca la vieron como cáncer, anomalía o tragedia. Reservistas que pudieron haber hecho parte del horror, temen ser afectados inclusive sus oportunidades laborales y beneficios del estado y, los expertos en tratamiento de información, filtración y fake news, recaban en la herida, manipulan con destreza la conciencia y sentimientos de los reservistas y colaboradores de la guerra, que reciben con miedo los repetidos mensajes de que serán perseguidos por la verdad y la justicia y los desconcierta que un elevado número de sus jefes militares confesaron sus crímenes y detallaron el sadismo y temen que ellos también sean llevados a un tribunal de justicia.
Los prejuicios y falsificaciones de la verdad, aparecen coherentes para incubar o acrecentar la ira y malestar belicoso contra el Gobierno, al que no dejan de ver como enemigo, en parte porque para ellos sus “adiestramiento” y personalidad la forjaron en la guerra con la doctrina de la seguridad y; de otro porque efectivamente durante el periodo de 1995 a 2004 (Gobiernos de Pastrana y Uribe) ocurrieron los más crueles crímenes de guerra, con ejecuciones extrajudiciales (6402), alrededor de 1500 masacres y más de 75000 asesinatos selectivos, que convirtieron en “obediencia debida” a miles de jóvenes militares en asesinos y pervirtieron su conciencia de paz y de respeto al orden democrático.
Los reservistas y retirados militares que salieron a marchar el 19 de julio para “defender las instituciones” estaban vestidos de camuflado, boinas rojas, insignias y caras pintadas para la guerra, olvidando que el el uso de prendas reales, similares o semejantes a las de uso privativo de las fuerzas pública esta prohibido, evade el código penal militar (art 132) que anuncia prisión de 6 meses a un año. También pasaron por alto que sí se reclaman parte de la fuerza militar o invocan vínculos con la ley 48 de 1993, pudieron haber concertado para “ofender el honor, reputación y decoro” del presidente, que es el comandante supremo de las fuerzas militares. En el congreso el 20 de julio, los defensores de la guerra (seguridad) insultaron, mintieron, injuriaron, denigraron, rechazaron la idea de ser potencia de la vida, irrespetaron y “radicaron el odio” como su proyecto bandera del periodo de sesiones que comienza. El solo anuncio de que la paz con la insurgencia está cerca, con mesas de diálogo y reglas de juego y de escenarios creados para pactar el desmonte de grupos de delincuencia común que produce violencias les desata la ira y sus demonios que los intranquiliza y ofende.
P.D. Todavía falta cuantificar, cualificar, explorar los daños colectivos producidos a la nación, por la ejecución de la política de seguridad, que destruyó la convivencia, produjo despojo y exterminio. Acabar la impunidad, abre la puerta para dejar salir odios y dejar entrar confianzas con apego estricto a la constitución que hoy tiene la mejor oportunidad para ser realizada en beneficio común.
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