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¡Prou excuses. Acollim ara! (¡Basta de excusas. Acogemos ahora!)

Fuentes: Rebelión

Versión ampliada de la ponencia presentada en las II Jornadas de Migraciones – UNPAZ 2017 del 26 y 27 de abril de 2017


Este fue el grito que se ha podido escuchar en Barcelona en una multitudinaria manifestación en apoyo a las personas refugiadas. La marcha, que ha contado con el apoyo de cerca de 500.000 personas según la organización, ha sido la culminación de la campaña Casa nostra, casa vostra. El éxito de la convocatoria convierte a la manifestación de Barcelona en la protesta más numerosa de las que se han hecho hasta ahora en Europa por la actual crisis de los refugiados.

La marcha ha instado al gobierno español a cumplir la legalidad internacional y los compromisos de acogida, y apela a las instituciones catalanas a dar una respuesta «clara y contundente» a la crisis del refugio que vive Europa. El manifiesto de Casa nostra, casa vostra ha demandado al Govern que realice «las acciones necesarias» para acoger un mínimo de 4.500 refugiados en Catalunya. Y se recuerda al gobierno central su compromiso a acoger 10.700 migrados.

El concepto de «refugiado» no se pensó después de la Segunda Guerra Mundial para que gente «no europea» entrara en el viejo continente. De hecho, actualmente Europa no tiene interés en acoger a nadie, aunque también hay un punto en que a todo el mundo le interesa contar con inmigrantes «ilegales» y refugiados, dado que suponen mano de obra barata para la economía sumergida de las grandes empresas.

Lo mismo sucede en EE. UU. En un reciente artículo James Petras (Petras, 2017) afirma: «Importadores y minoristas como Wal-Mart emplean a los trabajadores desplazados ofreciéndoles pagos mínimas sin beneficios sociales y trabajo eventual.

Subvencionadas por el gobierno estadounidense, las multinacionales de agroalimentación de alta tecnología han diezmado la soberanía alimentaria del «Tercer Mundo», forzando a la emigración masiva a los campesinos, que forman de este modo una base para competir con los trabajadores nativos y reducir salarios en EE.UU. y UE.

Pero la realidad es más compleja: en otros tiempos, la mayor parte de los inmigrantes accedían en poco tiempo a trabajos con un salario decente y solían ser aceptados por los trabajadores estadounidenses.

Hubo un tiempo en que los trabajadores de las empresas procesadoras de carne tenían un buen sueldo y el apoyo de los sindicatos. Luego, los sindicatos perdieron algunas luchas cruciales y los capitalistas redujeron los salarios, a veces hasta el 50 %. Los que habían sido lugares de trabajo bien regulados y estrictamente protegidos se deterioraron drásticamente. Este declive vino acompañado de la llegada y contratación de inmigrantes no cualificados de México y América Central. Hoy día, el sector de procesamiento de carnes está entre los más peligrosos y llega incluso a emplear inmigrantes menores de edad. La misma pauta de deterioro de salarios y condiciones y de sustitución por mano de obra inmigrante se produce en los sectores de la construcción, jardinería, textil, transporte, venta al por menor, plomería, etc.»

Ocurre, sin embargo, que la misma norma que ellos han creado les obliga a conceder derechos a estas personas. Y entonces deciden que a determinada gente no la dejan pasar. La Unión Europea ha decidido no considerar a los refugiados como peticionarios de asilo, tal como lo establece la Convención de Ginebra de 1951, no acogerlos y expulsarlos a territorio turco.

Las políticas de la UE han consistido en la retención y en tener atrapados a miles de refugiados en Grecia y Turquía, para que nadie atraviese las fronteras. El objetivo es hacerlo todo de una manera muy regulada, de ahí que la interminable burocracia haya hecho que mucha gente desespere o trate de regresar. Esta es una de las estrategias, hacer que se cansen para que vuelvan a Turquía o incluso a Siria. Además están los intereses económicos ya que Europa ha asignado a Grecia y a Turquía fondos para tal fin.

El 26/10/2015, la Comunidad Europea anunció la concesión a Grecia de 5,9 millones de euros de fondos de emergencia del Fondo de Asilo, Inmigración e Integración, que las autoridades griegas destinaron a implementar centros de registro e identificación.

También desembolsó 3.000 millones de euros para los refugiados en Turquía. Cuando estos recursos se terminen se movilizará una financiación adicional de otros 3.000 millones de euros hasta el final de 2018.

Habrá muchos, individuos o pueblos, que piensen más o menos conscientemente, que «todo extranjero es un enemigo». En la mayoría de los casos esta convicción yace en el fondo de las almas como una infección latente, pero se manifiesta solo en actos intermitentes y desconectados, y no está en el origen de un sistema de pensamiento. Pero cuando éste llega, cuando el dogma inexpresado se convierte en la premisa mayor de un silogismo, entonces, al final de la cadena está el Lager (Campo).

Primo Levi, sobreviviente de Auschwitz, el más infame Lager (Campo), propone que la imposición de la muerte en masa sobre aquéllos considerados como ‘otros’ es la conclusión lógica siempre que la confluencia del extraño con el enemigo sea llevada a su fin.

La perspectiva del otro exterior y lejano ha sido desarrollada por T. Todorov por la cual el siglo XVI vio perpetrarse el mayor genocidio de la historia humana en el territorio americano conquistado por los españoles.

Analizando la actitud de Cristóbal Colón respecto de los indios, Todorov había distinguido dos componentes que se vuelven a encontrar prácticamente hasta nuestros días, en la relación de todo colonizador con el colonizado. Por un lado, piensa en los indios como seres humanos completos que tienen sus mismos derechos. Por otro, parte de la diferencia que se transmite inmediatamente en términos de superioridad. «Estas dos figuras elementales de la experiencia de la alteridad descansan ambas en el egocentrismo, en la identificación de los propios valores en general, del propio yo con el universo; en la convicción de que el mundo es uno».

La negación a admitirlos como un sujeto que tiene los mismos derechos que uno mismo, pero diferentes. «¿Puede uno realmente querer a alguien si ignora su identidad, si ve, en lugar de esa identidad, una proyección de sí o de su ideal?», se pregunta Todorov. (Todorov, 2014)

Mientras ‘el pueblo’ que adopta esta lógica es cada vez más evidente, ‘el pueblo’ que podría defender la libertad de movimiento y refugio aún no se ha hecho realidad, permanece sólo como una latencia, vislumbrado en los vastos esfuerzos para apoyar a los migrantes y, por supuesto, en las luchas de los migrantes mismos.

Hay un récord de 65 millones de desplazados forzados en el mundo de hoy. Esto es aproximadamente 1 cada 113 personas. La ONU describe nuestra era como una «de desplazamiento masivo sin precedentes». Esta cifra sólo incluye refugiados y personas desplazadas internamente por conflictos armados. Crecería aún más si fueran incluidas las personas desplazadas por la pobreza, o por desastres ‘naturales’ tales como sequías, tormentas y desertificaciones.

La guerra siria de cuatro años ha contribuido principalmente a la crisis en curso, con alrededor de 11 millones de sirios viviendo como refugiados fuera de su país, o siendo desplazados internamente.

Un estudio realizado el 2008 por investigadores del Centro de Estudios sobre Refugiados de la Universidad de Oxford encontró cifras de 24-30 millones de desplazados ambientales hoy en día, proyectándose a 200 millones o más al año 2050. Esto significa que los migrantes ambientales ya son cerca de la mitad de aquéllos desplazados por la guerra (aunque estas categorías se sobreponen); y podrían llegar a triplicar la cantidad actual, que es el récord de desplazados en tres décadas. Con estas cifras, si la población mundial llega a 10 billones en el 2050, 1 de cada 50 personas sería un migrante ambiental.

La Europa fortaleza

Europa ya está experimentando una crisis fronteriza. Esta crisis no solo refleja el aumento de las personas desplazadas, que es modesto a la luz de las migraciones climáticas previstas, sino también la decisión política de reducir las operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo.

Cuando se canceló la operación Mare Nostrum, liderada por Italia, la consecuencia predecible y anticipada fue un aumento de las muertes en el Mar Mediterráneo. No es simplemente que miles de personas estén muriendo intentando entrar a Europa -32.000 muertos o desaparecidos entre el 2000 y enero del 2016- sino que están siendo asesinados por el régimen fronterizo de la UE.

Sólo una fracción de los migrantes del mundo intentan entrar a Europa; la mayoría son desplazados internamente o viven en países vecinos. De hecho durante el 2015 Europa como un todo recibió 1.250.000 de solicitudes de asilo, pero el 86% de los refugiados fueron recibidos en «regiones en desarrollo», siendo Turquía, Pakistán, Líbano, Irán y Etiopía los 5 primeros estados en términos de números absolutos. (ACNUR, 2015)

Que esto haya constituido una crisis en Europa tiene que ver más con revanchismo racial apenas oculto -un sentimiento creciente de que todo extranjero es un enemigo- que con los números de refugiados.

Sin embargo, el cambio climático, incluso bajo los mejores escenarios, probablemente obligará a un número dramáticamente mayor de personas a desplazarse. En un mundo así y con ausencia de libertad de movimiento -de refugio real- el número de miles de migrantes que mueren en el Mediterráneo hoy en día podría verse empequeñecido por el de los regímenes fronterizos de las zonas habitables.

Hay un concepto elaborado por Garrett Hardin a fines de los ’60, que da a la letal violencia fronteriza un brillo malthusiano. Hardin propuso una metáfora de las naciones como botes salvavidas, siempre en peligro de ser hundidos por aquéllos que intentan subirse. (Hardin, 1968)

Según Hardin, dejar a solo unos pocos de los «pobres que se reproducen rápidamente» pronto hará que superen a los habitantes originales y destruirá la civilización. Hardin llama a esto la ‘ética del bote salvavidas’, y entrega una razón fácil para los ‘estados bote salvavidas’, donde el asesinato al por mayor de migrantes es considerado un imperativo moral. Un acto de autodefensa racial-nacional. Este argumento es moralmente repugnante.

Respecto a la moral, Zygmunt Bauman (Bauman, 2016) cita el Tercer artículo definitivo sobre la paz perpetua de I. Kant: «[…] no de filantropía, sino de derecho, y ahí la hospitalidad significa el derecho de un extranjero de no ser tratado con enemistad a su llegada a territorio foráneo. Este puede rechazar al extranjero si éste puede suceder sin la ruina de aquél, pero mientras el extranjero esté en su sitio pacíficamente, no puede el otro comportarse hostilmente. No puede apelar a un Derecho del huésped (para lo que sería necesario un contrato especialmente bondadoso que lo convirtiera en huésped por un cierto tiempo), sino a un derecho de visita, que les corresponde a todos los seres humanos. De ofrecerse a la sociedad en virtud del derecho de propiedad común de la superficie de la Tierra, sobre la que los hombres no se pueden extender infinitamente al tratarse de una superficie esférica, teniendo que soportarse finalmente unos a otros, pero no teniendo nadie más derecho de estar en un lugar en la Tierra que cualquier otro». (Kant, 2011)

Kant estipula aquí la existencia de un «derecho de asociación» sustituyendo hostilidad por hospitalidad.

El llamamiento de Kant de hace 200 años sigue demorándose si tenemos en cuenta que el Reino Unido ha dicho que admitirá a 4.000 sirios por año equivalentes al número de los que llegaron a la isla griega de Lesbos en un solo día.

Derechos y deberes están aquí relacionados con la moral. En el apéndice I del ensayo mencionado, «Sobre la discrepancia entre la moral y la política al respecto de la paz perpetua», Kant escribe que: «Si ambas no pueden coexistir en un mismo mandamiento, entonces se constituye realmente la disputa entre la política y la moral; sin embargo, si estuvieran ambas unidas, entonces el concepto de contrario sería absurdo, y no se podría siquiera plantear la pregunta de cómo resolver la disputa».

Pero en nuestro mundo global hay áreas tratadas como moralmente indiferentes, sujetas a valoración solo por su eficiencia a la hora de «dar resultados». Un buen ejemplo de esta actitud fueron las recientes declaraciones de nuestro Ministro de Educación, Esteban Bullrich, en Holanda cuando refiriéndose al asesinato de Ana Frank señaló que fue responsabilidad de «gran parte de una dirigencia que no fue capaz de unir y llevar paz a un mundo que promovía la intolerancia», banalizando el genocidio perpetrado por Hitler, la carencia de una explícita condena y el intento de diluir la responsabilidad del nazismo.

Tendemos a vivir en un mundo dividido entre «nosotros» y «ellos», y esa escisión busca aunar los impulsos morales, pero para ponerlos al servicio del antagonismo social. Nuestra superioridad moral nos interesa en la medida que nos permite acusarlos a «ellos» de perversos; esos otros seres humanos «exceptuados» de nuestra obligación moral para con otros semejantes, atribuyéndoles rasgos que mancillan y deforman su imagen, seres humanos indignos de nuestra consideración y respeto, con lo que justificamos nuestra indiferencia.

Los solicitantes de refugio han sido acusados de ser portadores de enfermedades terminales, de estar al servicio de Al Qaeda o del Estado Islámico, de aprovecharse de lo poco que queda del Estado de bienestar europeo para convertir a Europa al Islam, etc.

Angela Mitropoulos identifica este nexo de raza, nación y sexualidad como «oikonomia» o la ley del hogar. El hogar es importante tanto como lugar de la reproducción de las relaciones de propiedad a través de la herencia y los contratos matrimoniales; y como lugar de la reproducción de la nación racial a través de la reproducción sexual. Por lo tanto, el hogar normativo (monorracial, heterosexual, nuclear) -cada vez más raro en la práctica- es el fundamento del futuro capitalista; y una institución clave en la (re)producción de ciudadanos leales a la propiedad, la nación y la raza. (Mitropoulos, 2012)

Lo que Mitropoulos llama «la combinación emocional entre familia, raza y nación» es ejemplificada por ‘cuck‘, el insulto nacionalista blanco de moda para los supuestos traidores de raza. (Mitropoulos, 2016) El término alude a la vez a una ansiedad racial, psicosexual sobre el mestizaje; y a una penetración de la nación por los «rapefugees» [refugiados-violadores], imaginados como hordas de depredadores sexuales morenos. Esto se debe precisamente al nexo emocional de la nación racial y el derecho sexual: «proteger a nuestras mujeres» [sic] de extraños raciales con el fin de reproducir mejor la nación blanca.

El efecto de estas calumnias es la deshumanización de los refugiados que allana el camino para excluirlos de la categoría de legítimos poseedores de derechos humanos.

Por este mecanismo se desplaza la cuestión de las migraciones del ámbito ético al de la seguridad, la delincuencia, la criminalidad y la defensa del orden que suelen relacionarse con la amenaza de agresión y las hostilidades militares.

El imperialismo fronterizo

Pero para entender lo que podría hacerse para evitar un futuro de estados bote salvavidas, se necesita un entendimiento sólido del régimen fronterizo existente.

Podríamos empezar por el concepto de imperialismo fronterizo, desarrollado por activistas en la red No One Is Illegal [Nadie es ilegal] (NOII) y descrito en el libro de Harsha Walia, Undoing Border Imperialism: El imperialismo fronterizo puede ser entendido como la creación y reproducción de desplazamientos globales masivos y de las condiciones necesarias para la precariedad legalizada de los migrantes, quienes son inscritos por la violencia racial y de género del imperio, como también por la segregación capitalista y la segmentación diferencial del trabajo. (Walia, 2014)

El desplazamiento se produce típicamente a través de shocks económicos y/o programas de ajustes estructurales del FMI; o guerras, que a menudo involucran a poderes imperiales. Como hemos visto, el cambio climático también se convertirá cada vez más en un factor. El desplazamiento generalmente es multicausal, y atribuir cualquier movimiento dado de personas a un solo factor es difícil, aunque la ONU ya está diciendo que el clima es un factor en el 87% de los desastres.

Joe Lelieveld, director del Instituto Max Planck de Química (Alemania), ha estudiado la posible evolución de las temperaturas en el cuadrante de Medio Oriente hasta 2100: ya en el verano de 2050, por la noche, el termómetro no bajará de los 30° y al mediodía subirá a 46°, tocando los 50° a final de siglo.

Amplias áreas del Oriente Medio y Norte de Africa serán inhabitables y muchas de las 500 millones de personas que viven allí, podrían verse obligadas a emigrar.

El lago Chad, frontera natural entre Níger, Nigeria, Camerún y Chad, en medio siglo ha perdido cerca del 85% de su superficie, un drama para los más de 22 millones de personas que viven en su cuenca. La sequía, las hambrunas y epidemias golpean también en Mauritania, Mali y Somalia, causando un éxodo incesante hacia los campamentos de refugiados y, para los más atrevidos y desesperados, hacia la ilusión de una nueva vida en Europa.

La ONU estima que los refugiados climáticos serán 250 millones hacia el año 2050. De hecho, los estados han resistido la categoría de ‘refugiado ambiental’. Aunque en el papel -pese a que cada vez menos en la práctica- los refugiados tienen el derecho legal a refugiarse, la perspectiva del imperialismo fronterizo advierte contra el hecho de ser arrastrado hacia esas clasificaciones entre migrante digno/indigno o hacia las demandas de los migrantes, tales como «libertad de movimiento para todos», «todos se merecen un hogar seguro» y «no más muro[s]».

La noción de imperialismo fronterizo pone atención al hecho de que la frontera no es solo la línea en el mapa, sino las redadas contra inmigrantes en los lugares de trabajo, la vigilancia en las Universidades y los controles de nacionalidad para los niños en las escuelas, los usuarios de salud e inquilinos, y los controles de pasaporte en los centros de transporte -la UE endurecerá los controles en las fronteras exteriores, donde se comprobará electrónicamente los datos de todos los viajeros, tanto comunitarios como no comunitarios, según lo decidió en una reunión en Bruselas en marzo- , como también en ‘el otro lado’, la policía antidisturbios saqueando los campos de migrantes y las actividades de la agencia fronteriza de la UE, Frontex, que «cada vez más controla las fronteras de la UE llevando sus prácticas fronterizas directamente a las poblaciones que considera más amenazadoras». Por una parte, estas prácticas fronterizas producen las condiciones para la explotación del trabajo precarizado, criminalizado y, por otra parte, producen mundos-de-muerte para aquéllos considerados como no totalmente humanos, no merecedores de la vida.

El académico Achille Mbembe, ha utilizado las nociones de política de la muerte y de poder de la muerte, para reflejar los diversos medios por los cuales, en nuestro mundo contemporáneo, las armas se despliegan con el objetivo de una destrucción máxima de las personas y de la creación de mundos de muerte, formas únicas y nuevas de existencia social en las que numerosas poblaciones se ven sometidas a condiciones de existencia que les confieren el estatus de muertos vivientes. (Mbembe, 2011)

Al respecto señala Abu Jana, un migrante sirio: «Déjame decirte algo. Incluso si hubiera una decisión [europea] de hundir los botes de migrantes, seguirían llegando personas en bote porque los individuos ya se consideran muertos. Justo ahora los sirios ya se consideran a sí mismos muertos. Quizás no físicamente, pero psicológica y socialmente [un sirio] es un ser humano destruido, ha alcanzado el punto de muerte. Por eso no creo que incluso si decidieran bombardear los botes de migrantes cambiaría la decisión de las personas de ir». (The Guardian, 2015)

En su reciente visita a la Argentina, el antropólogo francés Tomás le Breton, interrogado en una conferencia de prensa inédita desarrollada en el Hotel Claridge de Buenos Aires el pasado 20 de marzo, señalaba: «Los refugiados son hombres y mujeres que pierden toda su historia. Siria ha sido completamente destruida. Nunca más van a encontrar la casa de su infancia, el barrio y sus amigos con los que jugaban en otras épocas. Es una erradicación completa de la historia personal. Son personas que de pronto se encontraron con otra lengua, en otras culturas. Al final lo único que les queda es su propio cuerpo. A menudo tienen muchos problemas patológicos, de dolores, enfermedades, que es otra manera de gritar, de expresar su sufrimiento. Son personas que han perdido sus familiares, sus esposas, hijos, padres. Que han atravesado pruebas terribles para llegar a Europa, particularmente las mujeres que a menudo han sufrido violaciones y todo tipo de vejámenes.

Los refugiados han perdido todo, no han elegido la situación, en cambio el exilado elige dónde ir, no ha perdido su barrio de origen ni la casa de su infancia; los refugiados han perdido todo».

Junto a las mujeres otro de los grupos vulnerables son los niños. A modo de ejemplo, un grupo de niños, la mayoría de origen marroquí y menores de 14 años, se encontraban viviendo solos y en condiciones muy precarias en un parque del distrito madrileño de Hortaleza. A unos 20 metros se emplazaba el centro de protección de menores que debería acoger a estos «niños de la calle», al estar la mayoría de ellos tutelados por la Comunidad de Madrid. La Fundación Raíces y Save the Children convocaron una rueda de prensa la primera semana de noviembre de 2016 para denunciar la situación. Las dos ONG trasladaron los testimonios que habían recabado de algunos menores: en los centros de protección se les castigaba al aislamiento y eran objeto de insultos y agresiones. Además, «cuando se quejan no son escuchados por las instituciones ni se activan los protocolos para protegerlos», de acuerdo a un artículo aparecido el pasado 22 de marzo en Resumen Latinoamericano.

Las estadísticas oficiales (Memoria anual de la Fiscalía General del Estado, presentada en septiembre de 2016) cifran en 414 los menores extranjeros que llegaron solos, en pateras u otras embarcaciones a las costas españolas durante 2015, lo que implica un aumento del 85,5% respecto al año anterior y del 160% si se toma como referencia 2013. Casi en todos los casos (96,8%) se trataba de varones, que mayoritariamente provenían de Argelia (45,4%) y Marruecos (31,4%); el resto, llegaron de países del África Subsahariana, según informó Europa Press.

Nuevos datos confirman que Medio Oriente y el norte de África podrían volverse inhabitables en unas décadas, ya que la disponibilidad de agua dulce descendió casi dos tercios en los últimos 40 años, algo que muchos científicos ya temían.

La escasez no solo afecta al de por sí precario suministro de agua potable en la mayoría de los 22 países de la región, donde viven casi 400 millones de habitantes, sino también la disponibilidad del elemento para la agricultura y la producción alimentaria de la población en rápido crecimiento.

La disponibilidad de agua dulce por habitante en Medio Oriente y el norte de África es 10 veces menor que la media mundial. Por otra parte, las temperaturas más altas pueden acortar las zafras de cultivo en 18 días y reducir los rendimientos agrícolas entre 27 y 55% a finales de este siglo.

Además, los recursos de agua dulce de la región están entre los más bajos del mundo y se espera que disminuyan más de 50% para 2050, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Asimismo, 90% de la superficie total de la tierra se encuentra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, mientras que 45% de la superficie agrícola total está expuesta a la salinidad, el agotamiento de los nutrientes del suelo y la erosión hídrica del viento, añade la FAO.

La agricultura regional utiliza alrededor de 85% del agua dulce disponible, y más de 60% de los recursos hídricos proceden de zonas externas a las fronteras nacionales y regionales.

La investigación, titulada «El Golfo Pérsico podría experimentar calor mortal», revela lo que sucederá si las emisiones de gases de efecto invernadero se mantienen iguales a la actualidad.

Elfatih Eltahir, profesor de ingeniería civil y ambiental del MIT, y Jeremy Pal, de la Universidad Loyola Marymount, llevaron a cabo este estudio, publicado por la revista Nature Climate Change.

El futuro del desplazamiento climático a gran escala, significa que también debe haber un proyecto a largo plazo de construir una cultura pro-migrante y, al mismo tiempo, inocular contra la ecuación de extraños y enemigos.

El fantasma de los refugiados raciales, descritos como «plaga» y «cucarachas» por primeros ministros y periódicos de circulación masiva, ha sido fabricado y explotado por una resurgente extrema derecha: desde la promesa clave de Trump de construir un muro y hacer que México lo pague; hasta la atmósfera crecientemente fascista de Gran Bretaña, alimentada recientemente por el atentado en las inmediaciones del Parlamento británico que mató a 3 civiles y un policía perpetrado por un ciudadano británico de 52 años que se volcó hacia el integrismo islámico; y los partidos de extrema derecha en Francia, Hungría y otras partes.

Desde hace años el racismo y la xenofobia son sinónimos de rechazo hacia los forasteros, los inmigrantes, hoy los refugiados. De allí que la palabra inmigrante se coloque al mismo nivel que inseguridad, ilegalidad o tráfico de drogas.

Este rechazo utiliza dos estrategias. La más antigua basada en el racismo social y el desprecio cultural que atañe a los pobres, los sin cualificación, que aceptan cualquier trabajo para vivir. Los que reconstruyeron Europa después de la Segunda Guerra Mundial: polacos, magrebíes, asiáticos del Imperio Británico, etc. En Francia, entre los sesenta y los ochenta se los acusaba de ser la quinta columna del comunismo. Este desprecio social iba unido al desprecio cultural porque vivían en barriadas pobres, en ciudades «dormitorios» abandonadas por los poderes públicos.

En los 2000 asistimos a un giro radical. Pasamos de los inmigrantes aliados al comunismo a los religiosamente peligrosos por profesar el islamismo. El gran cambio ocurre en 2008 con la victoria de Nicolás Sarkozy quien retoma el discurso de Le Pen contra la inmigración musulmana.

La situación es similar en Alemania, en este caso contra la inmigración turca, aunque allí se dieron las mayores movilizaciones de la opinión pública para acoger y apoyar a los refugiados, coincidiendo con una actitud inicialmente de «puertas abiertas» que mantuvo Ángela Merkel. Actualmente, las políticas de asilo son cada vez más estrictas: se calcula que durante el año 2016 se denegaron más de un 50% de las peticiones. Se aplican deportaciones masivas y se vulneran los derechos de protección internacional más básicos.

Aun así, esto parece no ser suficiente, y el mismo Ministro del Interior, Thomas de Maizière, declaró que la cifra de repatriaciones sigue siendo «demasiado baja», y se comprometió a aumentarla. Después del atentado en la ciudad de Berlín en el mercado navideño aumentaron el discurso xenófobo y las medidas represivas contra inmigrantes por parte del gobierno alemán. Una clara muestra de ello fue la acusación directa que hizo la misma Ángela Merkel hacia un refugiado como culpable de los hechos. Unas peligrosas políticas que no hacen más que enaltecer los crecientes movimientos de extrema derecha del país y del resto de Europa.

La situación en Francia y Alemania es emblemática de la profunda crisis de la democracia europea en el contexto de la globalización. Su odio contra el extranjero y hoy contra los refugiados está profundamente condicionado por los fracasos sociales vinculados a la construcción europea, sobre todo después de la crisis de 2008.

La situación es más alarmante en los países del Este: Polonia, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria y particularmente Hungría. Allí el Parlamento aprobó una ley que permitirá al gobierno del nacionalista Viktor Orban encarcelar a todos los demandantes de asilo, también a los menores. Cualquiera que intente entrar en Hungría para pedir asilo será encerrado en la frontera en contenedores metálicos rodeados de alambres de púas hasta que su solicitud sea estudiada.

Viktor Orban dijo el pasado miércoles 8 de marzo que Hungría está «en estado de sitio», aunque apenas le llegan migrantes (345 en lo que va del año). Semanas atrás dijo que los refugiados son «veneno».

El ISIS coincide con la estrategia identitaria de la extrema derecha europea. Los atentados terroristas de París (13 de noviembre de 2015), de Bruselas (22 de marzo de 2016) y las agresiones de Colonia (31 de diciembre de 2015), entre otros, son sistemáticamente utilizados para deslegitimar la condición de los refugiados.

En Francia, Italia y Alemania una media del 65% se declara a favor de la supresión de l Convenio de Schengen que ha neutralizado la libre circulación entre el continente africano y Europa, y del restablecimiento temporal de las fronteras interiores.

Este fantasma gana resonancia afectiva con ansiedades raciales y sexuales más amplias que «se adhieren» a la figura del migrante.

El ejemplo de los planes de los amigos del Consejo de Glasgow para los migrantes, y del trabajo solidario del Centro de Unidad de Glasgow son instructivos aquí, y parecen algo que podría replicarse. Los solicitantes de asilo fueron ubicados en pisos vacíos en extensas urbanizaciones abandonadas. Los vecinos nombrados por el Consejo para recibir a las nuevas familias se tomaron el trabajo en serio, llevando a los recién llegados de Kosovo, Pakistán y la República Democrática del Congo hacia sus comunidades, celebrando fiestas y reuniendo a las familias de todo el mundo. Cuando se les dijo a las familias que no se les daría asilo, sus vecinos escoceses se negaron a permitir que el Ministerio del Interior los sacara del Reino Unido. Los funcionarios de inmigración que llegaron en las primeras horas para hacer «redadas de amanecida» contra las familias fueron enfrentados por residentes enfurecidos, que se negaron a dejar que el Ministerio del Interior se llevara a sus nuevos amigos. Las manifestaciones se expandieron y vieron el final de las redadas al amanecer. A miles de personas que habían sido amenazadas con la expulsión, incluidas muchas familias, se les permitió permanecer en Escocia. (Baumard, 2015).

Este tipo de trabajo a largo plazo crea redes e infraestructura para el apoyo material mutuo, una especie de parentesco donde el trabajo reproductivo tradicionalmente asignado al hogar es parcialmente socializado. El parentesco no como relaciones biológicas, sino como aquéllos que se acercan a través de una relación compartida con el mundo, viviendo en proximidad y apoyándose mutuamente. Como lo expresa Silvia Federici: «… es a través de nuestras actividades diarias por las que producimos nuestra existencia, que podemos desarrollar nuestra capacidad de cooperar, y no solo resistir a la deshumanización sino aprender a reconstruir el mundo como un espacio de crianza, creatividad y cuidado». (Federici, 2013)

No podemos imaginar a las comunidades obreras de Glasgow que defienden a sus amigos migrantes culpándolos por todos los crímenes, socavando de manera preventiva los intentos por imponer la culpa racial colectiva que ha sido central en la agitación anti-migrantes en Europa. Por lo tanto, esta creación de colectividad es una «invención del pueblo».

Cambiar nuestra capacidad de regenerarnos desde el hogar hacia redes localizadas pero transnacionales y multirraciales de apoyo mutuo hace que sea difícil cómo pueden arraigarse las ansiedades raciales y sexuales que alimentan el apoyo a la violencia fronteriza. Es importante destacar que ésta es una tendencia que ya existe, a medida que las personas de la clase trabajadora improvisan su reproducción social bajo condiciones donde la familia nuclear «adecuada», incluso cuando es deseable, con frecuencia no es económicamente viable, dados los sueldos estancados e inseguros, y los costos de vivienda en una espiral creciente.

Además de la erosión de las normas de género patriarcales y binarias centrales del nexo oikonómico, las luchas recientes -desde el movimiento de las plazas y Occupy a Black Lives Matter- se han extendido con fluidez más allá de las fronteras nacionales. Las solidaridades nacionalistas están lejos de ser las únicas, o incluso las más obvias, en oferta. Cualesquiera que sean los límites de estas luchas, esas solidaridades transnacionales que emergen algo espontáneamente de las facilidades de la infraestructura de comunicaciones -sin descontar el trabajo de quienes trabajan activamente para difundir las luchas- son ciertamente inspiradoras para una política anti-fronteriza adecuada a las crisis climáticas que vienen.

Que las luchas puedan encontrar resonancia transnacional destaca otro punto importante. La crueldad y la intensidad del racismo de los medios de comunicación ejemplifican cómo las ansiedades raciales no son simplemente un hecho dado, sino que deben alimentarse permanentemente para evitar brotes de solidaridad. Por ejemplo, después de la difusión generalizada de las imágenes de la muerte del niño Aylan Kurdi, puede ser que nadie haya cambiado de opinión, pero de repente los que aborrecen la demonización de los migrantes se dieron cuenta de que no estaban solos. Una vez que sentimos que no estamos solos, que nuestra voz es parte de una voz colectiva, estamos mucho más dispuestos a actuar en público.

Esto sugiere que las infraestructuras de medios alternativos y/o el uso efectivo de los canales de comunicación sociales existentes son una parte crucial para permitir la acción colectiva. Millones de personas leyeron la defensa de la segregación racial del diario The Sun, pero también sabemos que 300 personas acudieron a una convocatoria pro-migrante porque lo leímos en Twitter. A menudo se siente como si estuviéramos viviendo en una isla fascista, esto refleja al menos en parte un monopolio de los medios de comunicación sobre las meta-representaciones, que asegura que las personas pro-migrantes se sientan solas incluso cuando no lo están.

Las respuestas pueden ser redes de amigos y espacios físicos para apoyar a los migrantes así como infraestructuras mediáticas capaces de cuestionar el sentido de aislamiento experimentado por millones de personas que desesperan frente al clima de racismo populista.

Esto se apoya en las formas ya difundidas de apoyo mutuo que las personas construyen para sí mismas a lo largo o en lugar de las familias nucleares: lazos de afinidad más que sanguíneos.

Incluso si una fracción de las migraciones climáticas proyectadas tiene lugar, se espera que las fuerzas reaccionarias intensifiquen el pánico fronterizo y exijan más violencia en la frontera, probablemente organizada alrededor de un llamado a la ética de botes salvavidas, con estados botes-salvavidas imponiendo mundos-de-muerte sobre los forasteros. Entender la resonancia emocional de estos llamados en el nexo raza-familia-nación centrado en el hogar nos permite entender cómo las luchas «culturales» y las luchas sobre la reproducción social, aparentemente desconectadas, forman parte de cuestionar la reproducción de estas investiduras inconscientes.

A medida que el clima cambia para expandir las zonas inhabitables del planeta, el estado-nación como modelo de organización social en las zonas habitables se verá sometido a considerables presiones. Sus defensores probablemente no aceptarán su obsolescencia a la ligera, y de hecho, los militares están haciendo del cambio climático un elemento central en su planificación. Pero los estados autoritarios bote-salvavidas y la violencia fronteriza genocida asociada, no son inevitables. Mientras que los «populistas» anti-migrantes están ocupados negando la existencia del cambio climático, las políticas anti-fronterizas pueden tener varias décadas de ventaja, apoyándose silenciosamente sobre las tendencias existentes en las sociedades y las luchas contemporáneas, construyendo infraestructura para socavar las respuestas reaccionarias cuando la crisis climática se vuelva innegable.

Olas migratorias y agresión cultural

El Financial Times, uno de los principales portavoces del complejo industrial-militar-financiero, a través de la pluma de Erik Prince le hizo saber al mundo que Occidente ya no está dispuesto a seguir soportando la agresión cultural de la que se siente objeto por causa de las recientes olas migratorias.

Prince no sólo es un prominente miembro del Partido Republicano estadounidense y un evangélico converso al catolicismo del Opus Dei, sino también un prominente empresario que forjó su fortuna vendiendo armamento de alta tecnología a los servicios de espionaje estadounidenses y (re)produciendo conflictos sociales por toda África; de manera particular en las sociedades musulmanas. Tanto por convicción religiosa como por afinidad monetarista, los servicios de Prince inscribieron, lo mismo con Bush que con Obama, la cruzada declarada de eliminar de la faz de la tierra la fe musulmana. Desde Irak hasta Ucrania, los servicios de BlackWater se caracterizan por dejar tras de sí la misma estela: asesinatos en masa, ejecuciones extrajudiciales, tortura, secuestros, etc. Sin embargo, en años recientes su modus operandi aparece por medio de mecanismos más refinados de los que utilizó en el pasado. Desde la disolución de BlackWater y su refundación con otra razón social (Xe), Prince se cobijó bajo el manto del corporativo chino Frontier Services Group para articular, a través de contratos militares, a diferentes juntas militares africanas. Por décadas, las actividades de Prince han construido una compleja red de cadenas de suministro del espectro completo armamentista. El armamento con el que Prince y otras redes de suministro proveen a juntas militares africanas es parte del detonante que lleva a millones de individuos a desplazarse de sus espacios tradicionales de convivencia. Pero es también el mismo armamento con el que desde 2013 Prince ha formulado sus políticas de contención de los emigrados que atraviesan el Mediterráneo desde Libia. De acuerdo con la propuesta de contención de la amenaza africana, Prince identifica que la principal causa por la cual no se ha podido detener el flujo de personas es que ni los gobiernos europeos han tenido la fortaleza como para tomar medidas definitivas en el tema ni los mandatarios norafricanos cuentan con la capacidad técnica y de personal para cerrar el cerco antes de que los emigrados lleguen al mar. En ese sentido, tanto en 2013 como en su editorial del Financial Times de enero, Prince introduce el imperativo de contar con mayores capacidades militares, para poder hacer frente a las redes de tráfico de personas y a los migrantes que se desplazan por voluntad propia. De cara a las medidas que los gobiernos europeos han tomado para controlar los flujos migratorios africanos, las propuestas de Prince parecen no añadir nada nuevo a la fórmula. Actualmente, las fronteras exteriores de la Unión -las que no pertenecen al espacio Schengen- ya cuentan con mecanismos de militarización que se valúan en más de 39 millones de euros mensuales. Hoy, los guetos del Holocausto han sido (re)producidos, bajo formas y esquemas con un grado mayor de corrección política y aceptación ética por parte de los cuerpos sociales europeos; no para proceder con su exterminio físico -a la manera del nacionalismo alemán de mediados del siglo XX-, sino con el objetivo de fragmentar la concreción cultural de los refugiados en su tránsito por los canales de subsunción de su subjetividad en la cultura occidental. Cobijados por las retóricas del humanismo y el multiculturalismo como expresiones propias de los valores que definen a Occidente, Europa promueve la aceptación de los Campos de Refugiados como punto de tránsito previo a la integración de los sujetos acogidos a los circuitos productivos. Y el imperativo sublimado en esa específica sucesión de eventos es el de asegurar que, sin importar la cantidad de migrantes que se acepten en el país de destino, éstos no pongan en juego esa supuesta constitución cultural originaria, de núcleo substancial, prístino y auténtico de la civilización europea. Y es que en Europa lo que no ha dejado de ser el discurso dominante -únicamente evidenciado, profundizado y potenciado tanto en su motivación como en su visibilidad por la crisis de refugiados- es que si bien se asume como (id)entidad geosocial defensora de la integración cultural, como proceso de renovación permanente de la propia identidad, esa defensa se circunscribe sólo dentro de los márgenes de las variaciones identitarias que se asumen herederas, continuaciones o asimilaciones de un núcleo cultural único, común a un momento racial originario y fundador de sus cualidades culturales. De ahí que Prince apunte a la necesidad de usar la fuerza letal argumentando que Europa se está quedando sin tiempo para hacer frente a la dilución de sus valores en los rasgos barbáricos, incivilizados de los migrantes provenientes de África y Oriente. Porque para él, tanto como para la generalidad de los cuerpos sociales europeos, el verdadero peligro, la verdadera crisis migratoria no se encuentra en la falta o no de capacidades logísticas, financieras y gubernamentales para acoger a los individuos. Lo que realmente define a la crisis como tal es la posibilidad de que ese núcleo cultural de carácter racial se vea influido, por los rasgos propios de los migrantes. Así pues, si bien en esta concepción la (re)producción de los guetos a lo largo y ancho de Europa es un mecanismo eficaz para des-substancializar y (re)funcionalizar a la multiplicidad y heterogeneidad de expresiones subjetivas inmigradas -por medio de su asimilación del ethos moderno capitalista-, dicha opción siempre conlleva el riesgo de que lo propiamente europeo se pierda a sí mismo. Por ello, argumenta Prince, es necesario fortalecer el hermetismo europeo ante la barbarie oriental. La privatización de la militarización territorial europea, en este sentido, no es fortuita y por ello, que sea el gran capital global, a través de sus órganos de adoctrinamiento ideológico, quien dé pasos más firmes en esa dirección. Porque si bien el hermetismo racial de Occidente es una constante que se observa con mayor claridad, en sus expresiones en niveles microfísicos de la dinámica social, se presenta en todo su avasallamiento cuando se coloca en el centro de su violencia a la valorización del capital.

«Comprender toda la amplitud, la realidad y la sociabilidad de los derechos de la persona sin destruir a la sociedad, sin fraccionarla en átomos: ése es el objetivo social más difícil», escribió Alexander Herzen a mediados del siglo XIX.

Entonces, de modo esperanzador sería bueno recordar que el hombre nunca está solo y no sería lo que es sin su dimensión social.

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