Daniel Raventós critica, en un artículo aparecido en Sinpermiso y reproducido en Rebelión, la postmodernidad como pseudociencia. Celebra al mismo tiempo el último libro de Alain Sokal dedicado al tema. Relaciona todo ello con la religión y la izquierda política. La verdad es que quisiera polemizar con este artículo, que me parece poco riguroso y […]
Daniel Raventós critica, en un artículo aparecido en Sinpermiso y reproducido en Rebelión, la postmodernidad como pseudociencia. Celebra al mismo tiempo el último libro de Alain Sokal dedicado al tema. Relaciona todo ello con la religión y la izquierda política. La verdad es que quisiera polemizar con este artículo, que me parece poco riguroso y algo arrogante. Digo el artículo pero también criticaré inevitablemente al propio Sokal
En primer lugar el postmodernismo es un tópico mantenido y sostenido por los media que no quiere decir casi nada, como tampoco lo dijo en su momento la palabra estructuralismo o post-estructuralismo y corrió mucha tinta inútil en su defensa y en su crítica. Me parece que «Imposturas intelectuales» ya fue un libro algo oportunista y el que acaba de aparecer es fácil que lo sea aún más. No nos engañemos, es un libro para un público ya ganado que se basa en la argumentación fácil y a veces falaz. Todos los autores que engloba son diferentes y también lo es su interés y pretensiones, aunque ninguno, que yo sepa, intenta hacer ciencia. En este sentido la palabra pseudociencia no viene demasiado a cuento. Otra cosa es que utilicen o no correctamente enunciados científicos, pero en todo caso es marginal en su discurso. Pueden compartir ciertos excesos retóricos pero si en algunos sólo hay esto y poco más ( Julia Kristeva) en otros hay que separar el grano de la paja, porque hay grano y es valioso ( Deleuze, Lacan).
Voy a centrarme en Lacan, menospreciado por Mario Bunge, filósofo que personalmente me parece bastante mediocre. En primer lugar Lacan no encaja e ninguna de las características que en este artículo se presentan como propias del postmodernismo: irracionalismo, relativismo y desprecio por lo empírico.
En segundo lugar Lacan si sabía de matemáticas porque estuvo en contacto con muchos amigos matemáticos, algunos bastante reconocidos ( cómo Georges Th.Guilbaud ). Pero lo grave es que lo que critica se saque de contexto y se base en un fragmento de una conferencia en inglés (idioma que no dominaba mucho) en una época ya muy tardía y cuestionable de su obra. Lacan dijo cosas muy interesantes y quizás también posiblemente algunas tonterías pero no puedes tirar un trabajo teórico inmenso a partir de un fragmento disperso y quizás poco afortunado. Habría de aprender de un crítico serio del postmodernismo, Terry Eagleton, que es capaz de reconocer lo que aprendió de Lacan a partir de la noción de lo real.
El artículo de Daniel Raventós es bastante pretencioso y confunde más que aclara. De ética y religión tampoco dice gran cosa, pero el título se refiere a ambas. Habla además de muchos ejemplos que tratan de supuestos saberes que no tienen nada que ver entre sí. El cristianismo y el judaísmo son religiones que sólo en algunas versiones fundamentalistas se contraponen a la ciencia. La astrología es un antiguo saber con una lógica interna que superó en su momento la astronomía y que se basa en un paradigma incompatible con la ciencia. El tarot es una práctica adivinatoria sin base teórica. El creacionismo es una teoría también superada por alternativas mejor fundamentadas, como la teoría de la evolución. La homeopatía es una práctica médica basado en un paradigma incompatible con la medicina que se dice científica pero que tiene unos efectos curativos que hay que explicar. Cada disciplina es diferente y merece un estudio particular y una crítica específica esto es el rigor.
Respecto a la afirmación de Stephen Jay Gould no me parece que sea insostenible su planteamiento. Efectivamente la ciencia trata de describir y explicar la realidad y la religión, en su versión más inteligente claro, trata del sentido de esta realidad. Habría que ver en detalle cómo lo argumenta Sokal. Conste que yo ni defiendo la religión ni soy creyente pero no me parece incompatible con la ciencia. Y a propósito de la palabra ciencia yo cuestionaría su utilización indiscriminada. Cada disciplina construida con rigor, de la física a la filosofía pasando por la sociología tiene su consistencia. Decir o preguntarse si son ciencias es a veces una cuestión metafísica porque las comparamos con un modelo ideal que ni sabemos cual es, aparte de que ha de ser racional y necesita una contrastación empírica, que como dijo Quine no son dos cuestiones separadas. Si caemos en el cientismo que criticaba Wallernstein, que nos advertía del uso de la tecnociencia por parte del capitalismo, tema que no parece importar a Sokal.
Respecto a la izquierda política hay una parte de lo que plantea que me parece bien. Es la necesidad de utilizar un lenguaje lo más claro posible y racional para transmitir a los cualquier ciudadano. Pero no veo que tiene que ver con lo anterior. Los escritores de izquierdas han de ser, por supuesto al máximo de claros, sobre todo en cuestiones que afectan a los ciudadanos. Y a mí me encanta la buena divulgación científica. Gente como Lacan o Deleuze deberían haber buscado un lenguaje más claro y menos barroco para formular su discurso. Pero depende de lo que hablemos es dificil y tampoco la teoría de la gramática generativa de Chomsky debe ser fácil de explicar.
Despejar las imposturas es valioso pero primero hemos de conocer la postura que calificamos como tal. En caso contrario la impostura es doble. Hacer guiños a los ya convencidos puede proporcionar éxitos de ventas y prestigio pero no aporta nada. A Sokal le ha salido barato el éxit : una broma ingeniosa y dos libros de dudoso interés pero dirigido a un público que, en gran parte, ya los ha aplaudido antes de leerlos.
Y menos lobos. Tampoco hace falta ser un postmoderno ni un pseudocientífico para no incluir el libro en la biblioteca. No hay que darles a las cosas más importancia de las que tienen y el interés de estos libros, aparte de para los que ya han tomado partido contra el chivo expiatorio de los supuestos postmodernistas, es más que relativo
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