· Bordeando la primera década del siglo XXI, el mundo transita un período signado por el predominio y la crisis mundial del imperialismo capitalista (norteamericano, europeo y asiático), en su brutal versión neoliberal, que permite el bienestar de un 20 % de la población mundial a costa de la explotación, empobrecimiento y […]
· Bordeando la primera década del siglo XXI, el mundo transita un período signado por el predominio y la crisis mundial del imperialismo capitalista (norteamericano, europeo y asiático), en su brutal versión neoliberal, que permite el bienestar de un 20 % de la población mundial a costa de la explotación, empobrecimiento y miseria del 80 % de la humanidad, y que hoy pone en riesgo cierto la misma sobrevivencia del planeta.
· Hacia el año 2000, había oficialmente 22 millones de desempleados en los países capitalistas desarrollados (OCDE), sin considerar los cientos de millones de cesantes en África, Asia y América Latina. Lo que permitió al capitalismo, hasta los años 70, superar sus contradicciones fue el desarrollo del comercio mundial. Después de 1945, la dominación mundial de USA, dictada por la necesidad de impedir la revolución en Europa y Japón y contener el bloque soviético, les dio la oportunidad, mediante el tratado de Bretton Woods (acuerdo sobre tasas de intercambio), de obligar a las demás potencias imperialistas a disminuir las barreras arancelarias y eliminar obstáculos a la libre circulación de mercancías.
· Sin embargo, el período de crecimiento entre 1948 y 1973 terminó hace tiempo. El pleno empleo, el crecimiento de los niveles de vida y el Estado de bienestar son piezas del museo capitalista. Hoy la economía mundial es presa del estancamiento económico, la recesión y la crisis y destrucción creciente de las fuerzas productivas. En lugar de crear puestos de trabajo y aumentar la riqueza de la sociedad, los grandes monopolios están dedicando enormes recursos a la especulación en los mercados monetarios y financieros especulativos.
· La mundialización del capitalismo ha significado que casi dos tercios de la humanidad vivan lindando la barbarie. Enfermedades inofensivas con vacunaciones sencillas, como la diarrea y el sarampión, matan a siete millones de niños al año. Cien millones de niños viven en las calles.
· Una de las principales causas de la creciente pobreza del tercer mundo es el saqueo a gran escala de sus recursos a través del intercambio comercial y los tres billones de dólares de deuda externa con los grandes bancos occidentales. Según UNICEF, los pagos de la deuda han provocado que los ingresos del tercer mundo hayan caído un 25 %; el gasto sanitario, un 50 % y el gasto educativo, otro 25 %. En búsqueda de beneficios, las grandes multinacionales están arrasando el planeta. Cada año se destruyen cerca de cien mil kilómetros cuadrados de selva tropical. En el mundo, 450 millones de personas sufren malnutrición o mueren de hambre.
La Transnacionalización y la hegemonía mundial del Capital Financiero
§ Dos fenómenos caracterizan la mundialización financiera, modo hegemónico de desenvolvimiento del capitalismo contemporáneo: la desregulación del dólar y la separación entre flujos financieros y economía real.
§ La desregulación del dólar se impuso a inicio de los 70 y significó la privatización de la moneda internacional, es decir, la apropiación privada de los flujos financieros internacionales. El giro en el sistema financiero internacional (1971) con la desregulación del dólar, marca el inicio de la hegemonía del capital financiero y un cambio en las formas jurídicas de la acumulación y la circulación del capital a favor de los grupos privados transnacionales. Los grupos financieros son organizaciones capitalistas a gran escala, que combinan el negocio empresarial con el comercial y el crediticio. En su organización interna se dividen entre una sociedad matriz que controla los movimientos financieros de las sociedades filiales o «ejecutoras», en función de la rentabilidad total del capital.
§ La desregulación del dólar opera como sinónimo de la pérdida de los Estados nacionales del monopolio de la administración de las divisas como inicio de la privatización de los activos financieros estatales. Esto importa la liquidación gradual del llamado «capital social» -capital resultado de intermediación financiera del Estado-, tanto en los mercados internos, como en el comercio exterior. La forma de «capital social» le permitía antes al Estado ser agente económico directo, garantizar la intervención económica y durante el Estado de bienestar, asumir parte del llamado «salario indirecto», los costos laborales como la seguridad social, salud, educación que se pagaban en los presupuestos públicos.
§ La privatización de las divisas también comportó la liquidación paulatina del capital social-estatal. El keynesianismo fue derrotado porque la mundialización financiera fulminó el soporte económico sobre el cual se sustentaba.
§ La fórmula neoliberal considera que todo lo público, incluso el aire, los ríos, los océanos, pueden someterse a las reglas de la propiedad privada (en Chile este fenómeno es una realidad hace tiempo).
§ La mundialización financiera consiguió trasladar una parte importante del pago de salarios (capital variable) a la dimensión de la ganancia devenida del crédito. Este es el caso del salario diferido, es decir, el salario que no se le reconoce al trabajador de manera inmediata, sino que se difiere hasta que cumpla con requisitos de edad o tiempo de servicio. La mundialización financiera convirtió el salario diferido en flujo financiero (AFP’s en Chile), y hoy, los fondos de pensiones norteamericanos y europeos son determinantes en la inversión financiera transnacional.
§ En los 70, el capitalismo mundial resuelve disminuir el capital variable en beneficio de la acumulación capitalista, cuando se evidencia una caída en el promedio internacional de las tasas de ganancia. Ello se ha confirmado como una tendencia para el período. La imposición de esta forma de acumulación se dirimió transitoriamente en la arena de la lucha de clases, con el desconocimiento de la negociación colectiva de los trabajadores y el desmantelamiento del llamado Estado de bienestar, y producto de una derrota parcial de los trabajadores y el pueblo a escala internacional durante ese período.
§ El neoliberalismo requiere abaratar el trabajo. La crisis del fordismo (producción en cadena de mercancía con alto empleo de trabajadores) presionó a los capitalistas a depreciar el trabajo, a «flexibilizarlo». El neoliberalismo es un nuevo modelo de acumulación, y una redefinición de las reglas del juego entre capital y trabajo, a favor del primero. El posfordismo es, en los hechos, precarización del trabajo, inestabilidad laboral, y posibilidad de desalojar trabajadores de manera permanente (características de la tercerización del trabajo en Chile).
§ El neoliberalismo es una forma de acumulación que utiliza al máximo las ventajas tecnológicas de la computación y la informática, combinándolas con la extensión de la jornada laboral, con el trabajo migrante en el universo desarrollado del capital, con el abaratamiento del salario femenino y el trabajo infantil.
§ Nuevamente se confirma una de las contradicciones centrales del funcionamiento del capital: aquella que se expresa entre la renovación técnica incesante de los procesos industriales, obligada por la competencia intercapitalista, y la necesidad de obtener ganancias extraordinarias, y la baja tendencial de la ganancia que esta tecnificación produce al desplazar trabajo vivo por trabajo muerto. Esta contradicción expresa los límites históricos del capitalismo; de una sociedad que preserva la apropiación individual de la riqueza, a pesar de que colectiviza y desarrolla al máximo las fuerzas productivas. La desindustrialización y el desempleo en el tercer mundo y en vastas capas del planeta no evidencia una crisis del trabajo o de la clase trabajadora; por el contrario, confirma las limitaciones históricas del funcionamiento de la ley valor.
§ Lo que aparece como división entre lo financiero y lo industrial en realidad corresponde al desplazamiento de la inversión industrial hacia la inversión financiera. La hegemonía del capital financiero fue uno de los resultados de la crisis del fordismo. La desregulación del dólar optimizó la ganancia financiera y obligó a los propios consorcios industriales a crear bancos e instituciones crediticias.
§ La actual hegemonía del capital financiero es la consecuencia inevitable de las contradicciones históricas de la acumulación capitalista, y obliga a centrar los empeños en la construcción de una política independiente y con un horizonte socialista de los trabajadores y el pueblo.
Chile
§ En el continente, Chile juega el papel paradigmático de la hegemonía del capital financiero y especulativo en la Región (entre enero y octubre de 2007, el sistema bancario obtuvo $ 834 mil millones de pesos de gananacia); y la reprivatización y explotación irracional de los recursos naturales del país (cobre, madera y productos del mar). Asimismo, el modelo de acumulación capitalista sostiene sus millonarias tasas de ganancias sobre la administración privada de los servicios básicos y la capitalización del ahorro del pueblo trabajador a través de las AFP’s; la concentración monopólica de los medios de comunicación de masas; y la aniquilación y desmantelamiento sistemático de las organizaciones de la clase trabajadora y el pueblo.
§ La dictadura pinochetista impuso a sangre y fuego la refundación capitalista del país; y restableció la dominación, control, y administración sin contrapesos de los intereses de la minoría burguesa subordinada y fundida al capital extranjero. Los intereses imperialistas fueron repuestos en gloria y majestad en Chile, y fidedignamente se han implementado los mandatos político económicos provenientes del FMI , el Banco Mundial y la OMC -todas instituciones tuteladas por los intereses imperialistas, principalmente norteamericanos (el 49 % de las sedes corporativas de las principales multinacionales del mundo están en Estados Unidos; el 40% de la inversión transnacional en América Latina es norteamericana, y el 60 % se reparte en capitales europeos y asiáticos)-.
§ El actual crecimiento económico del Chile se explica, entre otros factores menos relevantes, fundamentalmente, por el alto precio del cobre, sustentado en su gran demanda asiática (sobre todo, China).
§ El término pactado por arriba, producto de la presión desde abajo, de la dictadura pinochetista sólo comportó una readecuación del escenario político, garantizando algunas libertades civiles y la democracia formal de las elecciones generales, manteniendo incólume los intereses y procedimientos de acumulación y control social de la clase entronizada en el poder; modificando cosméticamente aspectos de la Constitución del 80, y creando, en el tiempo, una casta de nuevos ricos al amparo del Estado -demoliberales y de retórica antidictatorial-.
§ El modelo de reproducción capitalista inaugurado a mediados de los 70 del siglo pasado, y hoy perfeccionado, legitimado y administrado por la Concertación de Partidos por la Democracia , sólo ha profundizado la diferencia de clases que ha convertido a Chile en uno de los países más desiguales del mundo (entre las 15 naciones de peor distribución del ingreso del planeta). El 60 % de los chilenos sobrevive con menos de $ 82 mil pesos mensuales, en tanto el producto por habitante es cuatro veces mayor. De 1990 al 2005, la brecha entre el 5 % más privilegiado de la sociedad respecto del 5 % más pobre, aumentó de 110 a 220 veces. Los estándares educativos son extraordinariamente deficitarios (de paso, destruyendo el mito burgués de la educación como vehículo de movilidad social, y proletarizando a la marginalidad social juvenil mediante los 12 años de escolaridad obligatoria); existe una insuficiente e ineficiente salud pública (donde se atiende el 80 % de los chilenos); hay crisis de la vivienda y creciente demanda de los derechos sociales básicos insatisfechos. La tasa de cesantía entre los trabajadores jóvenes oscila entre el 15 % y 20 %, y Santiago es la séptima ciudad del mundo donde más horas se trabaja.
· El pan corriente subió entre enero y septiembre de 2007, de $ 623 a $ 733 pesos, más o menos un 17 %. El arroz, durante el mismo período, ha aumentado en un 13 %, los tallarines en un 8,2 %, la carne molida en un 6 % por ciento, la merluza en un 11 % por ciento, el pollo en un 16 % y los huevos en un 21 %. La leche aumentó un 51 %, el queso en un 55 %, la mantequilla un 20 % y el café en un 10 %. Las papas han subido un 95 % y las cebollas un 130 %. Otros bienes básicos son los medicamentos. Durante el año 2007 los analgésicos subieron un 5 %, los antibióticos un 28 %, los antitusivos y broncodilatadores un 5 % y los tranquilizantes un 41 %. El agua potable aumentó un 5,4 %, el gas-ciudad un 13,3 % y la electricidad, en los primeros meses de 2008, llegará a un 50 % más.
· Asimismo, por arriba, el poder criminaliza y reprime «a la antigua» la movilización social y laboral, las demandas históricas del pueblo mapuche, y emplea como mano de obra barata la fuerza de trabajo femenina, adolescente e inmigrante.
· En el país, los grupos económicos más poderosos y diversificados son los Angelini, Luksic y Matte, cuyos capitales puestos en la explotación cuprífera, forestal, pesquera, industrial, eléctrica y portuaria, se convierten, en un mismo movimiento, en capital financiero a través de la propiedad de bancos y entidades financieras de crédito y colocaciones, como el Banco Chile, BICE y otros. Es decir, los patrones de Chile, cuyos capitales hace tiempo están transnacionalizados, han hegemonizado sus intereses y diversificado sus propiedades. Esto quiere decir, por ejemplo, que los trabajadores que luchan por mejoras laborales en la empresa de cables de cobre Nexans, y los empleados del Banco Chile que resisten el despido ante la fusión con el Citigroup, en distintos lugares y funciones, y contra distintas formas contractuales y jurídicas, están negociando con el mismo grupo Luksic, con el mismo patrón.
§ El actual Código del Trabajo resulta extremadamente antipopular, obstruye la sindicalización (más allá de la propaganda hipócritamente insuficiente), cuya realidad habla de que sólo un 7 % de la fuerza laboral chilena (es decir, menos de 500 mil trabajadores de un universo de cerca de 7 millones) está capacitada jurídicamente para negociar colectivamente sus condiciones de trabajo, lo cual, en los hechos, se reduce a tratar de actualizar el poder adquisitivo de quienes negocian y obtener insignificantes bonos compensatorios de fin de conflicto. Desde el 1 de enero de 2008, la vida de los chilenos es casi un 6 % más cara debido a la inflación acumulada (7.8 %) y la refrigeración de los salarios (que en rigor aumentaron un 1.8 %.)
§ De este mismo modo, el Ministerio y la Dirección del Trabajo -donde se atrincheran las rémoras del «progresismo» concertacionista- emplea groseramente a la CUT -multisindical más numerosa del país, pero presa de la mañosa burocracia del reformismo obrero y sus expresiones orgánicas- como apéndice y extensión de sus políticas, más allá de los discursos accidentalmente insolentes de sus «dirigentes» cada Primero de Mayo.
§ Lo cierto es que en Chile aumenta sostenidamente el sector de trabajadores contratistas y subcontratistas (más del 70 % de la fuerza productiva y de servicios del país ya está tercerizada); en general, las mujeres ganan un tercio menos que los hombres por realizar el mismo trabajo, y la línea de la pobreza está delimitada arbitrariamente en los $ 49 mil pesos; cifras, en general, que consolidan el funcionamiento de una democracia antipopular y una burguesía sin proyecto de desarrollo para el conjunto de la sociedad.
§ Estos números son los causantes del sideral endeudamiento de los chilenos, cuyo monto multiplica varias veces sus salarios, y demanda la distracción de alrededor de un 60 % de sus remuneraciones mensuales en pago de deudas. A lo anterior se agrega la costumbre patronal (multada en cifras ridículas por el Estado) de no cancelar las imposiciones de los asalariados, y el empeoramiento de las condiciones contractuales y laborales de los trabajadores. Al respecto, un 70 % de la fuerza laboral en Chile cambia de empleo (o de relación contractual) entre 3 y 4 veces al año.
§ Por su parte, la fuerza laboral ligada a la explotación de productos agrarios sufre condiciones laborales todavía peores que los trabajadores de las grandes ciudades. Su situación de obrero agrícola, empeora aún más en el llamado «sector temporero» donde los salarios son miserables y los trabajadores (normalmente mujeres y adolescentes) laboran en peligrosas condiciones de higiene y seguridad. Sólo marginalmente logran cristalizar sus demandas a través de una pequeña expresión sindical.
§ En la actualidad, los países capitalistas centrales, como efecto de la llamada «burbuja inmobiliaria» originada en Norteamérica, comienzan a vivir una crisis económica que ha pasado de una «desaceleración económica», a una eventual recesión de dimensiones todavía insospechadas. Pese a la clásica «tendida de mano» y liquidez proporcionada por los bancos centrales de USA, la Unión Europea y Canadá, entre otros, a las entidades financieras en riesgo de quiebra, se transita de una crisis crediticia a una crisis de mercado. Resumidamente, se asiste a un proceso de contracción de la demanda de consumo de los norteamericanos (que representa el 72 % del crecimiento imperial) con inciertas consecuencias. Según los analistas de la propia burguesía, el enorme crecimiento de China (alrededor de un 12 %) ha ralentizado el despliegue de la crisis a escala mundial. Gran parte de la producción cuprífera chilena se exporta a los países asiáticos, y en especial a China. Sin embargo, un reflujo de los niveles de consumo de las grandes economías podría incidir en la demanda del cobre chileno, cuyos valores sometidos a la mundialización del capital financiero y especulativo importaría la crisis a un país tan frágil -aunque con importantes ahorros todavía- como Chile.
§ Durante el 2007, los trabajadores forestales, los subcontratistas del cobre, y otros múltiples sectores menos estratégicos para el capital, rompieron la paz de cementerio reinante en el país, realizando largas huelgas por reivindicaciones económicas, cuyas demandas políticas (renacionalización del cobre, por ejemplo) se diluyeron al no contar con un movimiento popular debidamente organizado. Sin embargo, los trabajadores -la clase que produce la riqueza de Chile- retoman paulatinamente su rol histórico tras el cual debe ordenarse el conjunto de rebeldías anticapitalistas y demandas multisectoriales del país. Si bien, aún están pendientes los compromisos «asumidos» por el gobierno en torno a la Ley de Subcontratación, el escenario de emergencias laborales parece reiniciar lentamente un nuevo ciclo de lucha de clases. Ante el pavor de la burguesía, hasta la iglesia católica ha denunciado las ominosas inequidades del modelo y propuesto un salario mínimo, incluso mayor que el negociado por la CUT de Martínez. Del mismo modo, el gobierno ha instalado una «Mesa de Equidad Social» y habla de pacto y cohesión social (acordados por los de arriba y sin pueblo) para «aligerar» la violencia de la explotación frente a eventuales movimientos de los de abajo que podrían espantar inversionistas y aminorar ganancias. En este sentido, el 2008 -año electoral, por lo demás- debería contemplar un período de pugnas más explícitas y extendidas, entre la lucha histórica entre el capital y el trabajo. Sobre todo ante un cuadro de alzas alimenticias y servicios básicos, congelamiento de salarios, desigualdades estructurales, eventual recesión económica, incertidumbre en el ámbito del transporte colectivo y condiciones subjetivas más alentadoras para el pueblo.
(Autores consultados: Alan Woods, Ted Grant, Carlitos Marx, Hugo Fazio, José Cademártori, Paul Wader, Noam Chomsky, Rafael Agasino, Vladimir Lenin, Leon Trotsky, Francois Chesnais, James Buchanan,Daniel Libreros, Ernest Mandel, Jonh Holloway.)
Una Plataforma de Lucha de los Trabajadores para el actual período
Durante el último tercio de 2007, un conjunto de dirigentes sindicales, trabajadores en lucha, y profesionales y militancia asociada al mundo laboral se ha entregado a la formación de un polo de trabajadores por el socialismo, ante la inexistencia de un espacio articulador que sea capaz de elaborar colectivamente un compacto de análisis y proyecciones desde el campo político anticapitalista, dirigido a los trabajadores llamados a intervenir de manera protagónica y creciente en las luchas contra la burguesía y sus expresiones. La presentación de este debate -cuya composición mestiza permanece abierta y en crecimiento, por necesidad y convicción- se materializa a través de reuniones permanentes y de la publicación mensual de «El Piquete de Huelga».
El espacio en construcción se funda sobre dos ejes básicos: la independencia de la clase trabajadora -autonomía respecto de la burguesía y sus expresiones institucionales, el empresariado y el Estado- y el horizonte político de la edificación del socialismo en Chile. Es decir, en último término, la conquista de un gobierno de los trabajadores y el pueblo, la destrucción de las relaciones sociales y de poder dominantes, y la hegemonía de un proyecto político, ético, científico y estético fundado en la clase mayoritaria y sus maneras.
Considerando estos elementos, y teniendo clara la labor pendiente de un acabado análisis de la realidad material e ideológica que sostiene el actual estado de cosas, se aventuran aquí algunos puntos que podrían ser útiles como herramientas de lucha de los trabajadores en el actual período.
· A igual trabajo, igual salario. Esta demanda no sólo tiene sentido en el mundo del contratismo, el subcontratismo, el trabajo eventual y transitorio; sino que también en el ámbito de la mujer trabajadora y los inmigrantes.
· Establecimiento de un sueldo base que tienda a resolver las condiciones de vida de los trabajadores. En este sentido, la lucha por un sueldo base ajustado al precio de la vida, debe instalarse, por un lado, como manera central de enfrentar la creciente alza de las mercancías y servicios básicos, y por otra parte, como aspecto de negociación predominante ante la embestida patronal de su relativización y el acento en la parte «variable» de la renta, sobre todo en un país donde el 70 % se desempeña en áreas ligadas al sector terciario o de «servicios».
· La precarización del empleo y la llamada «flexibilidad laboral» se expresan jurídicamente en las condiciones contractuales de los trabajadores. En este sentido, para cautelar la estabilidad del salario, es preciso demandar contratos indefinidos y reimponer la indemnización por años de servicio.
· Las alzas en la electricidad y en los alimentos de primera necesidad impactan negativamente en los salarios refrigerados de los trabajadores. La lucha por el término de las alzas está íntimamente ligada a las condiciones remuneracionales y laborales de la clase trabajadora.
· Fin a las prácticas antisindicales , a las llamadas «listas negras», la criminalización de la lucha de los trabajadores, el derecho a huelga sin reemplazo de los trabajadores.
· Potenciación de una sindicalización masiva en clave socialista y con independencia de clase.
· Instalación de demandas asociadas a los Derechos Humanos, tanto en el ámbito de la memoria actualizada de las víctimas de la dictadura y la lucha por la verdad y la justicia de los trabajadores asesinados por el pinochetismo, como en el plano de los derechos sociales fundamentales de las personas (educación, salud, vivienda, previsión social, trabajo, medioambiente, tolerancia sexual, reconocimiento de las demandas históricas del pueblo mapuche). Al respecto, la acción y proyección renovadas por los Derechos Humanos en el siglo XXI deben ponerse a la altura de las actuales luchas de los trabajadores y el pueblo.
· Renacionalización del Cobre . En la actualidad, la explotación cuprífera y el precio del mineral rojo son el sostén predominante de la economía nacional. Sin embargo, casi el 70 % de su propiedad y explotación están en manos de corporaciones transnacionales. La lucha conjunta de los trabajadores y el pueblo por volver el cobre propiedad social son prioridad central a la hora de construir un proyecto de desarrollo nacional sustentable, y resorte para salir de la pobreza.
· Establecimiento de un nuevo Código del Trabajo , donde las expresiones organizadas de la clase tengan un peso cualitativamente sustantivo en su rediseño.
Se podría engrosar esta nómina de demandas de acuerdo a las reivindicaciones sectoriales de las distintas áreas del trabajo, pero se estima que para el actual período, la presente propuesta ya comporta las condiciones y punto de arranque necesarios para la unidad y lucha de los trabajadores.
Muchas tareas quedan pendientes. Sin embargo, estas propuestas, las fuerzas en construcción, la edificación de un proyecto y orgánicas políticas propias de los trabajadores y el pueblo serán las mandatadas a su constante evaluación y modificación de acuerdo a los diversos estadios de la lucha de clases orientadas políticamente hacia la emancipación definitiva de las mayorías nacionales.