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Que el pueblo pueda

Fuentes: Rebelión

Suenan los estertores del régimen colombiano, su estridencia se proyecta en los elevados niveles de represión, y en la brutal exhibición de crímenes de Estado, muchos de ellos presenciados por millones de seres humanos en todo el planeta.

Desde que Uribe-Duque ordenaron “desplegar toda la máxima capacidad de la fuerza pública para desbloquear las vías de todo el país” todo el aparato represivo, incluido el paramilitarismo, salieron a atacar barrios enteros, y a asesinar, torturar, desmembrar, desaparecer y herir a los colombianos.

Bajo la excusa de “una situación de urgencia manifiesta”, el gobierno, los partidos de la burguesía, los gremios, los medios masivos, las instituciones, y el Clan del Golfo, todos ellos se han unido en torno a una nueva ocupación militar parcial del Estado, igual que cuando el Estatuto de Seguridad, o cuando el Plan Patriota, sólo que hoy parecería no ser parcial ni en tiempo ni en cobertura. De hecho, vienen relevando en sus funciones y decisiones, a las autoridades civiles de varias capitales y otras zonas del país. Es cada vez más frecuente observar por estos días, a alcaldes y funcionarios del Estado, denunciar que las FF. AA han tomado decisiones y cometido acciones inconsultas. Simultáneamente con esta situación, la clase social dominante hace coro para imponer una constituyente fascista, que sería el dispositivo para formalizar la dictadura, y sus acciones.

Los representantes de la mafia capitalista, los Gaviria, Santos, Lleras, etc., y los representantes del capital mafioso, los Uribe, Char, Gneccos, etc., han confluido en función de salvar la cloaca del poder oligárquico. Es innegable que como lo sintetizara V.I Lenin “Hay décadas en las que no pasa nada, y semanas en las que pasan décadas”, y el poder popular, y la educación política que millones de colombianos vienen adquiriendo de manera intensiva durante el paro, son un verdadero peligro para la estabilidad del aparato político e ideológico del Estado.

La confluencia de la clase política, está subordinada a la de los gremios económicos, incluidos la Andi, Asobancaria, Fenalco, Acopi y la SAC, los mismos que en diciembre pasado propusieron el 2% de aumento al salario mínimo. Ahora, a través de sus medios expresan el aborrecimiento hacia los bloqueos, ya que les afecta el proceso normal de latrocinio de las riquezas del país, y la importación de productos, que campesinos, y empresarios colombianos, hoy en quiebra, producen en el país.

Dicha situación ha venido a fortalecer en pleno paro, iniciativas populares como los mercados campesinos y formas de economía solidaria. El pavor de los gremios económicos, es realmente porque el paro les tiene bloqueado, de alguna forma, el ritmo tradicional del saqueo.

No deja de ser sarcástico, que mientras organizaciones sociales y de DD. HH, solicitan la presencia de la CIDH para que investigue en terreno la masacre que vienen ejecutando la policía y los paramilitares durante el paro; al mismo tiempo 29 corporaciones del Consejo Gremial Nacional suplican la presencia de organismos internacionales para que verifiquen el daño de “los criminales bloqueos”. No es de extrañar que en correspondencia con la complicidad de los organismos internacionales; hagan presencia en el país primero los organismos que cuidan los intereses inversionistas de la élite, que los humanitarios.

Son 358 casos de desaparición forzada, y decenas de asesinatos a manos de la fuerza pública; y el silencio presidencial, así como el de los organismos de control es elocuente, al tiempo que los medios de comunicación corporativos gritan -a pesar de la estatal matanza – que “el Estado actúa con prudencia”, ese silencio gubernamental y esa algarabía mediática, continúan proporcionándole el impulso suficiente a la desatada violencia estatal.

Sin embargo, a pesar de la masacre el pueblo a tomado la decisión de vivir su duelo en las calles, algunos sectores políticos hacen llamados a detener la actual dictadura en desarrollo, con un voto diferente en las próximas elecciones, pero al parecer, como van las cosas, las urnas sólo serán posibles si a la dictadura se le enfrenta ahora mismo, y el actual movimiento social ya lo ha resuelto; marchas multitudinarias de día, noche, y barricadas, como forma de control y protección popular que junto a las primeras líneas salvan vidas del pueblo. Las barricadas son un efecto a penas natural de la brutal represión del régimen y el desequilibrio existente entre manifestantes desarmados o con piedras, y policías bien armados, y protegidos de completa impunidad. Además, la barricada garantiza el normal desarrollo de las asambleas y mesas populares, y hace posible el sancocho comunitario.

Por otro lado, el derribo selectivo de estatuas, es también una recreación en el presente, de la caída en un futuro de los descendientes políticos de cada monumento decapitado. El rebautizo de espacios, es una bandera que oficializa una victoria real; el Puente de las mil Luchas, la A.V, Misak-antigua A.V Jiménez, Puerto Resistencia, la Loma de la Dignidad, Portal de La Resistencia, entre otros, expresan una nueva cartografía cultural, colectiva y emancipadora.

La fuerza de este movimiento social, viene develando también los artificios de diferentes fuerzas políticas, descubre la disposición vacilante, demagógica y electorera. La expresión tibia de la derecha, se hace disfuncional, y al tiempo que la dirigencia del progresismo intenta aclarar que no es ni tibia ni incendiaria, los tibios se esfuerzan por mostrarse como oposición de izquierda, y la extrema derecha se desprende de su pesada carcasa de “centro y democrático”, y exhibe su real fisonomía fascista.

Comunidades rurales y urbanas, ejecutan en la práctica, una nueva forma de hacer política, más allá de los slogans de los partidos tradicionales. Vienen resolviendo también en los hechos, el problema de cómo organizar un proceso constituyente, del cual ya se vislumbran sus rasgos esenciales; carácter permanente, autonomía -que no es espontaneidad- sino como lo definiera el profesor Mario Giraldo “la acción decisoria del pueblo como componente mayoritario de la sociedad, con proyecto propio”, e independencia como “acción política del pueblo sin incidencia de poderes sustitutivos”.

Sólo el avance de un movimiento social con dichos atributos, puede derrotar la dictadura en desarrollo, y una eventual constituyente fascista del uribismo.