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Reflexiones ideológicas sobre el Socialismo del siglo XXI

¿Qué es la ideología?

Fuentes: Rebelión

La ideología es un sistema de ideas o conceptos donde un partido político o fuerza social da expresión a su concepción del mundo. Esa concepción del mundo debería incluir en la actualidad dos partes: por un lado, la concepción del mundo existente o capitalista, y por otro lado, la concepción del mundo futuro o socialista. […]

La ideología es un sistema de ideas o conceptos donde un partido político o fuerza social da expresión a su concepción del mundo. Esa concepción del mundo debería incluir en la actualidad dos partes: por un lado, la concepción del mundo existente o capitalista, y por otro lado, la concepción del mundo futuro o socialista. Muchas veces se falla en una errónea concepción del capitalismo. Se está más pendiente de indicar sus males que de representar científicamente la ley de su desarrollo. Pero Marx lo que hizo fue lo segundo. No me canso de señalar que para conquistar el socialismo avanzado es necesario conocer muy a fondo el capitalismo. La voluntad no es suficiente. Tampoco la ilusión. Lo fundamental y decisivo es el conocimiento, tanto el práctico como el teórico. De ahí que no se pueda despreciar ni dejar de lado con dos palabras la experiencia del socialismo soviético o del socialismo chino. Muchos de los promotores del socialismo del siglo XXI creen que van a crear un socialismo superior sólo con la voluntad de que así lo pretenden. Pero hay que ser más humildes, reconocer las limitaciones, y aprender de las experiencias ajenas.

Para algunos pueblos, como el cubano o el chino, el mundo futuro, el mundo socialista, es también un mundo existente. Pero hoy día todas las economías del mundo, incluidas las economías de las sociedades socialistas, son mixtas, esto es, se componen de una parte privada y de una parte pública. De ahí que todas las economías deban concebirse como economías de transición y en todas esté presente la contradicción entre capitalismo y socialismo. Y lo que es más notable y no deberíamos perder de vista: la contradicción entre capitalismo y socialismo, sobre todo en los países más avanzados, también se refleja en el seno de la propia burguesía. Este reflejo es tan notable que tiene su manifestación partidista, como es el caso de España o de Francia, donde hay un partido de la burguesía que se denomina socialista. Todos estos hechos son importantes destacarlos puesto que ponen de manifiesto que la contradicción principal en el mundo actual es la existente entre capitalismo y socialismo.

La ideología, además de ser una concepción del mundo, es también un sistema de juicios y argumentos donde un partido político o fuerza social da expresión a sus posiciones ante los diversos y múltiples problemas del mundo. De ahí que la ideología sea algo en continua elaboración y corrección. Sucede en ocasiones que se elaboran ideologías por parte de partidos de izquierda sin que respondan o tomen posiciones sobre cuestiones cruciales, como pueden ser, por ejemplo, las siguientes: ¿Puede haber un mercado socialista? ¿Es el plan un rasgo sustancial del socialismo? ¿Debe una sociedad socialista permitir que la burguesía tenga un partido propio y representación en el parlamento? ¿Debe el socialismo promover una mayor libertad de pensamiento y opinión? Si la ideología de un partido de la izquierda radical no toma posturas claras con respecto a estas cuestiones, entonces dicha ideología carecerá de actualidad y, por consiguiente, de factualidad.

Las cuestiones antes planteadas como básicas en el programa ideológico de un partido socialista les he dado respuesta en un trabajo titulado Principios de la izquierda radical. Por supuesto que no está todo dicho, porque sobre todo nunca está todo dicho, pero al menos están dichas algunas cuestiones principales. De ahí que en el trabajo que presento hoy al lector aborde otros temas de la ideología que también son muy importantes y decisivos: 1) Ideología y libertad de pensamiento, 2) Ideología y verdad, 3) La ideología como conjunto de principios, 4) La ideología como dogma y atadura, 5) El hombre como ser social, y 6) Intereses individuales e intereses comunes. Tal vez de todas ellas las reflexiones más importantes para un militante socialista sean las dos últimas: son llamadas a la libertad del individuo frente a la coerción colectiva y a la no enajenación del interés individual por el interés colectivo. El socialismo no puede ser concebido como la primacía de lo colectivo frente a lo individual, puesto que el interés colectivo no es más que el desarrollo del interés individual. Y sólo con un alto desarrollo de la individualidad se aseguran los intereses colectivos. Sobre este respecto, sobre la relación entre el interés individual y el interés general, hay mucha confusión en el seno de las filas de la izquierda. Pero basta fijarse en Fidel Castro y Hugo Chávez, por ponerles dos ejemplos muy cercanos, que son personas con un altísimo desarrollo de su individualidad, para comprender que el desarrollo de la individualidad no menoscaba el interés general de una clase social ni el cumplimiento se su tarea histórica.

Son los burgueses y sus representantes teóricos quienes presentan los intereses colectivos como medios para menoscabar los intereses individuales, y por reacción los representantes teóricos de los trabajadores han presentado los intereses individuales como medios para menoscabar los intereses colectivos. Pero nada de eso es cierto. Se confunde el desarrollo de la individualidad con el individualismo. Se ignora que en ocasiones personas con muy poco desarrollo individual sólo son capaces de pensar en sí mismos, mientras que personas con un gran desarrollo de su individualidad y una gran conciencia de sus intereses individuales son los más capaces de representar y desarrollar los intereses colectivos.

Ideología y libertad de pensamiento

Uno de los aspectos más admirables del partido bolchevique que lideró Ilích Ulianov fue la gran libertad de pensamiento que existía en sus congresos y en sus órganos de expresión. De ahí el alto nivel teórico que se daba en sus cuadros y principales dirigentes. Desgraciadamente esa libertad de pensamiento ha desaparecido en buena parte en lo círculos marxistas, pero no tanto por las fuerzas que impiden la libertad de pensamiento, sino por el miedo que tienen muchos marxistas a equivocarse y a incomodar a los grandes líderes. No se puede hablar con miedo a ser tildados de burgués, pequeño burgués o reaccionario. Hay que abandonar el método de las etiquetas de clase, que tanto se practicó en las filas de los partidos comunistas y que tanto daño e injusticias provocó. Todo el mundo debe decir lo que siente y lo que piensa. Y lo que no vea claro, aunque lo diga Chávez, Fidel Castro o el más ilustrado de los marxistas, debe decir que no lo ve claro.

El fortalecimiento teórico de un partido político es directamente proporcional a la libertad de pensamiento que se dé en ese partido. Aunque un militante de un partido de izquierda defienda una concepción burguesa del mundo, siempre se le debe permitir que piense y se exprese con total libertad. Nada de eso es perjudicial para la ideología socialista, todo lo contrario: la beneficia y la fortalece. Puesto que es más importante tener un militante de izquierda con un alto nivel teórico, aunque esté escorado hacia la derecha, que otro muy fiel a los dirigentes pero incapaz de pensar por sí mismo los problemas más elementales. Esto hay que decírselo muy alto y muy claro a todos los militantes de izquierda: «Di siempre lo que piensas y sientas. Di «no» cuantas veces tengas que decirlo. No tengas miedo a equivocarte y al error. Lo fundamental es que te sientas libre y pienses en libertad».

Ideología y verdad

La verdad no es una cuestión de pertenencia de clase o de adscripción ideológica. El hecho de que una persona sea marxista, representante de los trabajadores o revolucionario, no le asegura que la verdad esté de su parte. La verdad es una cuestión de conocimiento; y quien más sepa, dirá más verdades que quien sepa menos. Pero la izquierda radical y todas las fuerzas de vanguardia que luchan por el socialismo necesitan de las verdades de la ciencia, necesitan de verdades económicas, de verdades sociológicas y de verdades políticas. Y esas verdades muchas veces vienen desde las filas de la burguesía. Ser revolucionario no puede implicar volverse sordo a las palabras de los representantes teóricos de la burguesía. Todo lo contrario: ser revolucionario significa tener los oídos muy abiertos a todas las ideas que se producen en el mundo, vengan de donde vengan. Y los revolucionarios deben quedarse, no con aquellas ideas que provienen de los marxistas o de los revolucionarios, sino con aquellas que contengan mayor grado de verdad y de certeza.

La ideología como conjunto de principios

Tener ideología significa tener principios o guiarse por principios. Para la persona con ideología todo no vale ni todo está permitido. Sin embargo, para algunos políticos que sólo buscan obtener un puesto en el Estado la ideología es un estorbo, porque determina de antemano ciertas reglamentaciones y conductas. Defienden el pragmatismo: lo que es útil en cada caso. Estas personas no son fiables, no podemos dejar el destino de un país en sus manos, porque no siempre «lo más útil» es lo más útil para todos. Tampoco lo más útil a corto plazo es lo más útil a largo plazo. Los pragmáticos suelen pensar en intereses particulares y no en intereses generales. Sólo se atienen a intereses generales las personas de principios. Y personas de principios las hay en las filas socialistas y en las filas capitalistas.

La ideología como dogma y atadura

Para algunas personas, sobre todo de la izquierda radical, las ideas son inamovibles. Ya se puede abrir el mundo bajo sus pies que ellos no cambian de ideas. Para este tipo de personas las ideas parecen preexistir a la realidad: son idealistas extremos, aunque lo ignoren. Cuando triunfó la revolución soviética se necesitaba mucho dinero para comprar maquinarias y alimentos. Pero el poder soviético no disponía de ese dinero. Tuvo que solicitar un crédito y le fue concedido por un financiero estadounidense. Los dogmáticos, como era de suponer, pusieron el grito en el cielo y se preguntaban cómo era posible que un Estado socialista se permitiera tal concesión, tal pérdida de principios. Si el partido bolchevique se hubiera plegado a las demandas de esos extremistas, el poder soviético se hubiera derrumbado en cuestión de meses. No se debe ser idealista. Sin dinero no hay avance industrial ni se pueden satisfacer las necesidades alimentarias de los trabajadores. Es cierto que por el dinero prestado hay que entregarle al prestamista una buena suma de dinero en concepto de interés, pero no hay otro remedio.

Hay que decir siempre la verdad: el estado socialista soviético necesitaba del capital financiero internacional. No hay que mentir y decir que el capital financiero internacional estaba practicando el socialismo. No: el capital financiero internacional sólo quería que le devolvieran el dinero prestado incrementado con un interés. Pero no deja de ser cierto que gracias a ese préstamo el poder soviético pudo mejorar su industria y dinamizar así su maltrecha economía. Por lo tanto, hay que tener principios, pero nunca debemos permitir que esos principios se conviertan en una atadura que nos impida avanzar.

El hombre como ser social

Escuchemos a Marta Harnecker en el punto uno de su ponencia en el foro «La construcción del estado socialista desde la base del poder popular» en Venezuela, titulado Once ideas sobre el socialismo y el autogobierno del pueblo: «1) El punto de partida: el hombre como ser social. La concepción socialista de la sociedad no parte, como lo hace el capitalismo, del hombre como ser individual, del hombre aislado, separado de los demás, sino del hombre como ser social, del hombre que no puede desarrollarse a sí mismo si no se desarrolla con otros.

No existe el ciudadano abstracto, como dice el filósofo francés, Henry Lefebvre: alguien que está por encima de todo, que no es rico ni pobre, ni viejo ni joven, ni macho ni hembra o lo es todo a la vez. Y como es «absolutamente libre, obedece sólo a normas morales de hermandad, igualdad y democracia».

Lo que existe son personas concretas que viven y dependen de otras personas, que se asocian y organizan de diferentes maneras con otras personas en comunidades y organizaciones en las cuales y por medio de las cuales realizan sus intereses, sus derechos y sus deberes».

El hombre como ser social no es un concepto sobre el socialismo ni un concepto que expresa lo que desean los socialistas. El hombre como ser social es una determinación del hombre en general. El hombre es un ser social en el esclavismo, en el feudalismo, en el capitalismo y en el socialismo. El esclavo es un ser social como lo es el esclavista, lo es el siervo como lo es el señor feudal, lo es el obrero asalariado como lo es el capitalista. Desde que nace hasta que muere el hombre existe por medio de otros: su lenguaje o su conciencia tiene un carácter social, pero también lo tienen su educación, trabajo y familia. No hay actividad humana que no sea social. Hasta Robinsón Crusoe abandonado en su isla demostraba con cada cosa que pensaba y hacía que era un ser social, porque todo su conocimiento teórico y práctico tenía un origen social. Por lo tanto, es erróneo presentar una determinación universal del hombre, la de que es un ser social, como un objetivo específico de los socialistas o un rasgo esencial de la sociedad socialista.

También lo afirmado por Henry Lefebvre es un error. Marx lo dejó suficientemente claro en su trabajo titulado La cuestión judía. El hombre burgués, ya sea trabajador o capitalista, lleva una doble vida: como miembro de la comunidad política, donde es un hombre abstracto, y como miembro de la sociedad civil, donde es un hombre particular. En la sociedad civil un rico se distingue de un pobre y un religioso de un ateo, pero como miembros de la comunidad política el rico, el pobre, el religioso y el ateo valen lo mismo y tienen los mismos derechos. Esta conquista de la burguesía y que cristaliza en el Estado derecho evita que el Presidente del Gobierno y el más rico entre los ricos estén por encima de la ley.

Pero escuchemos a Marx en el texto antes referido: «El Estado como Estado anula, por ejemplo, la propiedad privada, el hombre declara la propiedad privada como abolida de un modo político cuando suprime el censo de fortuna para el derecho de sufragio activo y pasivo, como se ha hecho ya en muchos Estados norteamericanos. Hamilton interpreta con toda exactitud este hecho, desde el punto de vista político, cuando dice: «La gran masa ha triunfado sobre los propietarios y la riqueza del dinero». ¿Acaso no se suprime idealmente la propiedad privada, cuando el desposeído se convierte en legislador de los que poseen? El censo de fortuna es la última forma política de reconocimiento de la propiedad privada».

Surge una pregunta: ¿Esta doble vida que llevan las personas en la sociedad burguesa deben seguir llevándola en la sociedad socialista? Sin duda que sí. Hay ciertas conquistas de la burguesía que la sociedad socialista debe conservar y mejorar, y una de ellas es el Estado de derecho. En las sociedades socialistas muchos de los máximos dirigentes del Partido Comunista así como algunos altos funcionarios del Estado socialista actúan como si estuvieran por encima de la ley y cometen un sinfín de injusticias. En la sociedad socialista es fundamental que las personas que no sean comunistas y tengan una concepción burguesa del mundo puedan defenderse de los atropellos y abusos de los comunistas. Y para lograr este objetivo es necesario que todas las personas sean iguales ante la ley. Por lo tanto, en la sociedad socialista todas las personas seguirán llevando una doble vida: como miembros de la comunidad política, donde todas las personas deben de ser iguales, desde el secretario general del Partido Comunista hasta el mayor de los reaccionarios anticomunistas, y como miembros de las sociedad civil, donde cada persona es distinta a la otra por su profesión, sus ingresos económicas, su conciencia e ideología.

Intereses individuales e intereses comunes

Empecemos escuchando a Darío L. Machado Rodríguez, en la primera página de su trabajo Problemas del papel de la ideología en la transición socialista cubana: «Se necesita, por tanto, formar una cultura socialista que permita no solamente producir de un modo socialista sino vivir de un modo socialista. Esa cultura empieza a gestarse en forma embrionaria, potencial, dentro del propio sistema capitalista. Se expresa con diferentes intensidades y formas en las luchas populares, en la solidaridad entre los desposeídos, en los hábitos de organización y coordinación de acciones, en un aprendizaje que incluye la dejación de intereses particulares e individuales en función de objetivos comunes, en el desarrollo y apropiación de una ideología, de una cultura del cambio revolucionario. En el proceso de transición al socialismo esa ideología adquiere una importancia primordial debido a su papel en la concertación de los esfuerzos sociales ante las enormes tareas de la construcción, por lo que necesita ser impulsada, desarrollada, potenciada, multiplicada, extendida de un modo consciente, como componente inseparable de la opción socialista de construcción social».

No creo que sea correcto proponer que deba hacerse dejación de los intereses individuales en función de objetivos comunes. Después detallaré teóricamente por qué no estoy de acuerdo. Pero puedo adelantar, y de acuerdo con la experiencia soviética, que en muchas ocasiones el trabajador individual era extremadamente sacrificado en aras de intereses socialistas generales. Por ejemplo, para desarrollar la industria pesada o hacer grandes obras de infraestructura las necesidades básicas de los trabajadores soviéticos eran satisfechas muy por debajo de lo que eran satisfechas las necesidades de los trabajadores de la Europa occidental capitalista. Así que hay que mirar con lupa eso de que pertenece a la ideología socialista hacer dejación de los intereses individuales en aras de alcanzar objetivos comunes. Y tampoco es acertado hablar de hábitos de organización y coordinación de acciones como algo específico de los que luchan por el socialismo, cuando es una necesidad y práctica común a todas las clases, desde los esclavistas, pasando por los señores feudales y llegando a los modernos capitalistas.

Escuchemos a Marx a este propósito en La ideología alemana, en la sección titulada El egoísta uno consigo mismo o teoría de la justificación: «¿Cómo explicarse que los intereses personales se desarrollen siempre, a despecho de las personas, hasta convertirse en intereses de clase, en intereses comunes, que adquieren su propia sustantividad frente a las personas individuales de que se trata y, así sustantivados, cobran la forma de intereses generales, enfrentándose como tales a los individuos reales y pudiendo, en esta contraposición, determinados ahora como intereses generales, aparecer ante la conciencia como intereses ideales, e incluso religiosos, sagrados?»

Varias tesis debemos destacar en lo dicho aquí por Marx. Primera tesis: en todas las sociedades y para todas las clases los intereses individuales se desarrollan hasta convertirse en intereses comunes o de clases. Así que no se puede hacer pasar como un concepto socialista la primacía o importancia de los intereses comunes, puesto que donde hay clases, y estas las ha habido en el esclavismo, en el feudalismo y en el capitalismo, hay intereses comunes.

Segunda tesis: los intereses comunes se sustantivan. Las organizaciones empresariales es uno de los modos en que los intereses comunes de los capitalistas se sustantivan, al igual que los sindicatos es uno de los modos de sustantivación de los intereses comunes de los trabajadores. Los partidos políticos y el propio Estado son otros modos de sustantivación de los intereses comunes.

Tercera tesis: una vez que los intereses comunes se sustantivan, quedan enfrentados a los intereses individuales como intereses generales. No siempre coinciden los intereses generales que defienden las organizaciones empresariales con los intereses individuales de cada capitalista. Igual ocurre entre los intereses generales defendidos por los sindicatos y los intereses individuales de los trabajadores. Hay veces, y a esto hay que prestar mucha atención, que en aras de la defensa de los intereses generales de unas clases se sacrifica en exceso los intereses individuales de determinados sectores de esas clases. La clave aquí es considerar normal el conflicto entre los intereses individuales de los miembros de una clase y los intereses generales defendido por las organizaciones que representan los intereses comunes de aquellos.

Cuarta tesis: los intereses generales de una clase, una vez sustantivados, se presentan ante la conciencia como intereses ideales e incluso religiosos. La religión idealiza al máximo los intereses, pero también los partidos comunistas han idealizado en exceso los intereses de los trabajadores. Esta idealización puede llegar al extremo de que los miembros de una clase puedan no verse reflejados en esa idealización de sus intereses comunes. Y este divorcio puede llevar a los miembros de una clase, por ejemplo, a los de la clase trabajadora, a buscar su reflejo en un partido burgués, como así ocurre en la mayoría de las sociedades capitalistas.

Escuchemos por segunda vez a Marx en el mismo texto y en la misma sección: «Incluso bajo la absurda forma pequeñoburguesa alemana en que Sancho concibe la contradicción entre los intereses personales y los generales, tendría que ver, por lo demás, que los individuos, como no podía ser de otro modo, parten y han partido siempre de sí mismos, razón por la cual los dos lados que él pone de manifiesto son dos lados del desarrollo personal de los individuos, engendrados ambos por condiciones igualmente empíricas de vida de los individuos, y simples expresiones, ambos, del mismo desarrollo personal de los hombres y entre los que sólo media, por tanto, una aparente contraposición».

Aquí hay dos tesis muy importantes que destacar. Primera tesis: los intereses personales y los intereses generales son dos lados del desarrollo personal de los individuos. Ocurre en ocasiones que hay individuos que tienen sus intereses generales muy poco desarrollados. Esto ocurre tanto con individuos que pertenecen a la clase capitalista como con quienes pertenecen a la clase de los trabajadores. Esta falta de desarrollo de los intereses generales perjudica gravemente los intereses comunes de la clase en cuestión y la debilita. Pero también ocurre lo contrario: en ocasiones hay individuos que tienen muy poco desarrollados sus intereses individuales. Esta circunstancia se ha dado mucho en el socialismo. Las personas han tenido muy pocas oportunidades para desarrollar sus intereses individuales. Puesto que se tenía la idea, todavía se tiene, que quien defiende sus intereses individuales es un egoísta y un burgués. Pero esto es un tremendo error: es necesario que el individuo pueda desarrollar libremente tanto sus intereses individuales como sus intereses generales. Y a mayor desarrollo de los intereses individuales, mayor desarrollo tendrá sus intereses generales. Puesto que como muy bien advierte Marx, es una aparente contradicción la que existe entre los intereses individuales y los intereses generales de una misma persona.

Segunda tesis: los individuos siempre han partido de sí mismos. Esta es una idea clave. Ha sido tradicional en la militancia de la extrema izquierda enajenar los intereses individuales por los intereses generales del partido. Pero de este modo los intereses individuales quedan truncados y los intereses generales no se presentan como el desarrollo de los intereses individuales hasta convertirse en intereses comunes. Esto genera un tipo de militantes frustrado y peligroso, puesto que al cabo de cierto tiempo termina pasándose a las filas de la burguesía y renegando por completo del marxismo.

Es conveniente insistir en que todo el mundo parta de sí mismo, de sus propios intereses personales, y de forma natural y libre se desarrollarán sus intereses individuales y sus intereses generales. Si entendemos los intereses generales como aquellos intereses respecto a los cuales debemos sacrificar los intereses individuales, estamos concibiendo una sociedad socialista no libre, atada a los dictados de un partido, que sería el encargado de determinar cuáles son los intereses generales de los individuos que constituyen la clase a la que representan.