Lo primero, avanzar hacia la más amplia coalición del movimiento social y la izquierda con sectores democráticos y progresistas que fortalezca un bloque alternativo de poder y un frente amplio por la paz con justicia social, ese es tal vez el principal objetivo del movimiento popular. Para que la paz no sea un asunto exclusivo […]
Lo primero, avanzar hacia la más amplia coalición del movimiento social y la izquierda con sectores democráticos y progresistas que fortalezca un bloque alternativo de poder y un frente amplio por la paz con justicia social, ese es tal vez el principal objetivo del movimiento popular. Para que la paz no sea un asunto exclusivo de la oligarquía, sino el problema fundamental que debe entrar a resolver el pueblo Colombiano, principal víctima.
Las primarias confirman, en segundo lugar, el desgaste y el hastío de la mayoría en Colombia con el sistema político electoral, con los candidatos mismos, con alguna excepción, con los partidos políticos históricos de la oligarquía, con la corrupción y los fraudes, con la compra de votos y las maquinarias electorales, con las trampas, la hipocresía y el cinismo que caracteriza la política. Hastío expresado en la gran abstención y que simboliza, además, el dominio ideológico de la derecha sobre la población. En definitiva, sólo una minoría cree en las elecciones y el sistema político. De ahí la abstención de más del 60% (de 32.975.714 millones de potenciales sufragantes sólo lo hicieron 13.212.383). Es el resultado de décadas de gobiernos autoritarios y antidemocráticos, sostenidos por un modelo político y social que ha dejado en la miseria y exclusión a millones de ciudadanos.
La tercera lección, es que la presidencia la disputan dos candidatos que representan una misma clase (oligarquía), Oscar Iván Zuluaga (OIZ) y Juan Manuel Santos (JMS). Sin embargo, los diferencia el tema de los diálogos por la paz y la posibilidad del fin del conflicto a través de un acuerdo político y una apertura democrática. OIZ siguiendo a su jefe ideológico, Alvaro Uribe Vélez, es un férreo opositor a los diálogos por la paz de La Habana; mientras que JMS apuesta por una solución política a través del diálogo.
Y la cuarta lección, es que para la segunda vuelta adquieren gran importancia las alianzas políticas para decidir si Colombia se inclina por el fin de la guerra a través del diálogo, o prefiere continuarla indefinidamente.
Lo que muestran estos resultados, es que la derecha no amplia su espectro de dominio y tampoco amplia su influencia en otros sectores de la población, lo cual los obliga a buscar alianzas con otras fuerzas políticas que no han hacho parte del bloque dominante de poder.
En tal sentido, al país y las fuerzas progresistas y democráticas no le queda otra alternativa que convocar un acuerdo programático con el santismo sobre unos puntos mínimos para inclinar la balanza a favor del mandato por la continuación de los diálogos de paz, que incluya una apertura democrática, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente como mecanismo de refrendación del acuerdo final que surja de La Habana; y la participación de representantes de sectores sociales y populares en la mesa de diálogos de La Habana.
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