«Como movimiento, intentamos instalar una reflexión sobre la sociedad del siglo XXI, para dotarla de una capacidad que permita resolver los desafíos actuales. En lo personal, no solamente me motiva dar solución a los problemas que me corresponde vivir en mi calidad de estudiante; sino también una acción colectiva en pos de construir una sociedad […]
«Como movimiento, intentamos instalar una reflexión sobre la sociedad del siglo XXI, para dotarla de una capacidad que permita resolver los desafíos actuales. En lo personal, no solamente me motiva dar solución a los problemas que me corresponde vivir en mi calidad de estudiante; sino también una acción colectiva en pos de construir una sociedad mejor».
El vicepresidente de la Fech, Francisco Figueroa Cerda (24), prepara su memoria para titularse como periodista de la Universidad de Chile. Integra también el colectivo universitario Izquierda Autónoma, que reconoce origen en La Surda, hoy disuelta. Junto con otros colectivos, Izquierda Autónoma participó en las elecciones de la Fech de 2010 y obtuvo 2.839 votos. Figueroa logró 595 votos. La lista ganadora (Juventudes Comunistas y Nueva Izquierda Universitaria), alcanzó 2.918 votos y logró la presidencia para Camila Vallejo (771 votos). En total votaron 8.944 alumnos de la «U» de un total de 21.547.
¿Cómo se han comportado los grandes medios de comunicación respecto al conflicto estudiantil?
«Los medios han desplegado una serie de estrategias para criminalizar la causa de la educación, manipular sus demandas o simplemente desoírlas y, en esto, han fracasado. Este es un movimiento tan amplio, que los medios han tenido que reconocer su legitimidad y honestidad. Muchos periodistas en lo personal simpatizan con nosotros. Ellos mismos se han formado en este sistema de educación precario y conocen sus debilidades en carne propia. Además, trabajan en condiciones de alta exigencia y bajas rentas. El dato de fondo es que para construir una verdadera democracia, se necesita también una red de medios que represente las distintas voces que existen en la sociedad, sin tergiversar la información».
¿Cómo vive esta juventud la relación entre lo político y lo social?
«Nosotros estamos intentando socializar lo político y politizar el espacio social. No podemos seguir delegando en la clase política las definiciones relacionadas con nuestro futuro. Somos una generación que entiende que para construir una democracia que traiga una mejor vida para nosotros y nuestras familias, no basta con derecha o Concertación, porque estas expresiones políticas demostraron ser alternativas fallidas.
Somos una generación convencida de que tiene que darse una expresión política propia, y eso se hace desde lo social, como una maduración de la acción colectiva que desplegamos desde la sociedad y que entiende que lo social y lo político deben combinarse. Esta no es una reflexión que se haga en las aulas, que la saquemos de los libros o porque tenemos ideas de Izquierda. Surge de las luchas que libramos y forma parte de un conjunto de convicciones que estamos adquiriendo, como generación, durante la última década».
La protesta social
¿Se percibe una brecha generacional?
«A nuestra generación no se le pueden hacer los chantajes que la Concertación hizo a nuestros padres y abuelos. Nos hemos formado a contrapelo de esa Concertación y éste es un quiebre generacional, pero es también un quiebre político.
La ausencia de miedo al cambio es algo que también nos distingue de las generaciones anteriores, que vivieron la experiencia traumática de la derrota del movimiento popular y la Izquierda en 1973, y la experiencia de haber participado en una salida antipopular de la dictadura. De esa generación nosotros traemos su arrojo, su valentía, su coraje y sus sueños de futuro; pero no tenemos el miedo que hizo posible que los chantajeara la Concertación».
¿Hay un antes y un después del movimiento por la educación?
«Este no es un movimiento puramente estudiantil. Lo sustenta un malestar general de la sociedad chilena con el modelo de desarrollo impuesto, y ello da cuenta del agotamiento del pacto de la transición. Se está poniendo fin al capítulo que se abrió con la salida pactada de la dictadura, a este contubernio entre las elites democráticas de la Concertación y las elites autoritarias de la derecha, que inauguraron la política de los acuerdos para mantener un Estado subsidiario con políticas sociales focalizadas, una democracia excluyente y antipopular.
La legitimidad de ese pacto hoy está fracturada y la experiencia nos ha demostrado la necesidad de construir algo nuevo. Estamos dando continuidad a una lucha democrática que se inició en los 80 y se interrumpió durante la Concertación. Ahora estamos buscando un máximo potencial de democracia apelando también a ese pueblo que confió en la Concertación y que creyó que la ‘alegría venía’ trayendo igualdad y gobierno ciudadano. Este movimiento no pide nada más ni nada menos que esas promesas que se hicieron y no se cumplieron».
¿Cómo se expresa en política este movimiento?
«Construir una democracia más participativa, con un sistema universal de derechos y un nuevo modelo educativo requiere de nuevas alternativas políticas. Este movimiento es posible precisamente porque existen muchos esfuerzos de recomposición de una Izquierda dispersa que hoy se expresan en estas luchas sociales. Espero que este proceso se acelere y de él puedan surgir una o varias alternativas políticas populares. Esta nueva expresión debe ser un actor que luche con propiedad y legitimidad por más libertad e igualdad, sin ser un vagón de cola de la Concertación».
Institucionalidad agotada
¿Será posible canalizar estas expresiones políticas en la institucionalidad actual?
«No, porque la actual institucionalidad es expresión de una correlación de fuerzas que existió en un momento de la historia política chilena y que dio origen a un pacto en que el pueblo quedó excluido. Este movimiento, para expresarse en toda su magnitud, requiere de un tipo de democracia más participativa. El pueblo está exigiendo la toma de decisiones y no podemos hacer menos que abrir canales de decisión.
No es posible que los parlamentarios no se vinculen con quienes los eligen, que tengamos un sistema en el que se le entrega un cheque en blanco al presidente, que el pueblo no pueda decidir a través de plebiscitos vinculantes sobre temas fundamentales en los que la clase política no se puede poner de acuerdo».
¿Las demandas mínimas del movimiento podrán resolverse en este sistema?
«Satisfacer nuestras demandas mínimas significa iniciar cambios profundos. Con ellos buscamos establecer un sistema social de derechos universales que, comenzando por la educación, nos permita romper con la desigualdad, construir con todo el pueblo un proyecto de nación y estimular el conocimiento, que será la principal riqueza del Chile del siglo XXI.
Educarnos bien es para nosotros una necesidad práctica, y la conquista del derecho a la educación significa también conseguir más adelante otros derechos sociales, por ejemplo a la salud y al control social de bienes estratégicos, como los recursos naturales y la energía. Hay que democratizar colegios y universidades; con más democracia podremos construir más ciudadanía. Con este gobierno y este sistema político va a ser difícil satisfacer nuestras demandas, pero entendemos este proyecto en una dimensión de proceso. En ese marco tenemos que construir las fuerzas que sigan dando estas luchas en el futuro».
Cualquier salida supone un acuerdo entre el gobierno y el Congreso para que estos cambios se traduzcan en leyes o cambios constitucionales.
«Muchos de los acuerdos del gobierno con el movimiento por la educación tienen que traducirse en proyectos de ley a corto plazo. El Congreso, integrado por Concertación y derecha, tendrá que congelar los proyectos que está tramitando actualmente y legislar lo que el pueblo pide. En este aspecto el presidente Piñera tiene la misión de ordenar a su sector.
Desde la ciudadanía surge una demanda de plebiscito convocado por iniciativa popular, que requiere para materializarse un cambio constitucional, para que sea una herramienta vinculante, regulada y financiada por el Estado para resolver los disensos existentes. Cualquier plebiscito sobre materias de interés nacional debe elaborarse en conjunto con los actores sociales involucrados; en este caso con estudiantes, profesores, trabajadores de la educación, padres y apoderados».
Derecha y Concertación detrás del lucro
El lucro es uno de los puntos fundamentales de la propuesta estudiantil.
«Estamos por erradicarlo de la totalidad del sistema educacional chileno; porque cuando hay lucro, la educación pasa a ser un objetivo secundario y predomina siempre la expectativa de ganancia del propietario. La gran dificultad para discutir este tema es la colusión entre empresarios de la educación y políticos. Tanto la derecha como la Concertación tienen sostenedores de colegios privados y muchas de sus figuras participan en directorios de universidades privadas. Si se cierran colegios o universidades para erradicar el lucro, entonces el Estado tendrá que ampliar las matrículas de sus instituciones de educación superior».
¿Basta con aumentar los recursos para resolver el problema?
«Este problema no se puede resolver sólo con plata, como cree el gobierno. Se necesita también un cambio de orientación del sistema de educación superior, en la línea de reconstruir la hegemonía pública. No queremos volver a la educación superior de los años 60, que está lejos de los desafíos de la sociedad actual, ni menos queremos la actual universidad-empresa, que es fuente de grandes desigualdades y aleja a la universidad de la gestión del conocimiento.
Queremos verdaderas universidades públicas y centros de formación técnica estatales que se orienten hacia el bien común, dotados de recursos para investigación y para construir conocimiento con libertad. Tenemos que aprovechar el potencial creativo de nuestros estudiantes y producir la integración social».
¿Qué financiamiento plantean para este nuevo modelo de educación pública?
«La educación puede disminuir la desigualdad; porque en el futuro, el conocimiento será la fuente principal de acceso a posiciones de privilegio y la inclusión social dará mayor valor a nuestra fuerza de trabajo.
El financiamiento a los colegios públicos de educación básica y media debe ser basal y no meramente por asistencia a clases o desempeño. El sistema escolar debiera convertirse en un espacio para interrumpir la desigualdad; en donde se encuentren jóvenes de distintos sectores sociales y aprendan a relacionarse y respetarse. En nuestra sociedad un joven de Las Condes y otro de La Pintana no se entienden.
Para construir un sistema público en educación superior también se necesita un esquema de financiamiento basal directo a las instituciones públicas y financiamiento a las instituciones privadas que colaboran con la misión del Estado sin competir con él. Estos recursos deben ir a investigación y al financiamiento de programas docentes de extensión que nos vinculen con la sociedad».
Las universidades privadas
¿Qué pasa con las universidades privadas a las que acceden sectores medios o bajos, que se ven obligados a endeudarse y a recibir una educación de nivel inferior a la que imparten las instituciones tradicionales?
«Los estudiantes de instituciones privadas han jugado un rol fundamental en estas movilizaciones, que la Confederación Nacional de Estudiantes de Chile (Confech) no ha sabido reconocer porque ha actuado con mucho corporativismo. Está más interesada en defender a sus instituciones que a la educación en general. La presencia de las universidades privadas le ha dado masividad y diversidad a este movimiento. Si a las marchas asisten en Santiago entre 150 mil o 200 mil personas es porque se han sumado estudiantes de centros de formación técnica, institutos profesionales y de universidades privadas, que están levantando nuevos centros y federaciones estudiantiles.
El sistema privado, en que estudian siete de cada diez estudiantes, está cambiando la fisonomía del Chile del futuro. Por ahí acceden a la educación superior las capas medias-bajas y sectores populares, constituyendo muchas veces la primera generación de su familia que recibe educación superior.
Algunos dirigentes hemos dado una lucha para incorporar a las federaciones estudiantiles de universidades privadas a la Confech con los mismos requisitos de ingreso del resto. La primera en integrarse fue la Federación de Estudiantes de la Universidad Central, que para constituirse dio una batalla notable contra el lucro y empresarios democratacristianos. De esta manera estamos avanzando para tener una sola gran organización estudiantil en la educación superior. Las demandas de los estudiantes de instituciones privadas de educación superior no han chocado con las nuestras. Los estudiantes de universidades privadas no quieren más lucro ni privatización. Quieren que sus instituciones también se orienten por los valores de la educación pública».
¿Cómo pueden insertarse las universidades privadas en este modelo de educación pública?
Con un mayor control por parte del Estado para regular los aranceles que tienen; por el conocimiento que producen; estimulando la existencia de centros y federaciones estudiantiles, la creación de centros de académicos y sindicatos de trabajadores. De los 250 mil estudiantes que tienen crédito con aval del Estado, el 70% pertenece a la educación privada superior y con ellos estamos dando la lucha para terminarlo»
Publicado en «Punto Final», edición Nº 742, 16 de septiembre, 2011
www.puntofinal.cl
www.pf-memoriahistorica.org