Las cifras macroeconómicas entregadas últimamente por las autoridades económicas han devuelto la sonrisa a los defensores del actual modelo económico chileno. Y no es para menos, ya que el 6,1% de crecimiento que experimentó el Producto Interno Bruto, PIB, durante el año 2004 nos hace recordar las espectaculares cifras de crecimiento experimentadas por nuestra economía […]
Las cifras macroeconómicas entregadas últimamente por las autoridades económicas han devuelto la sonrisa a los defensores del actual modelo económico chileno. Y no es para menos, ya que el 6,1% de crecimiento que experimentó el Producto Interno Bruto, PIB, durante el año 2004 nos hace recordar las espectaculares cifras de crecimiento experimentadas por nuestra economía en la década de los noventa, sobretodo considerando que desde 1997 el PIB no lograba crecer por sobre el 6%. Además es la mayor tasa de crecimiento que se experimenta en la administración del Presidente Lagos. Nada despreciable para un gobernante con tanta «popularidad» estadística.
Ha simple vista estos resultados parecen ciertamente exitosos, pero esto sería simplificar al extremo el análisis de nuestra realidad económica y social. El deber de todo economista y científico social, en general, es entender el origen de las macro cifras, analizarlas desde un contexto político y social integral, en el que no pueden estar ausentes los factores históricos y culturales. Esto es lo sensato y lo científicamente válido profesionalmente hablando.
Pues bien, una vez más las autoridades económicas recurren a la simplificación burda de la realidad, a fin de ocultar la irracionalidad y la profunda injusticia del modelo económico chileno. Al hacer un mínimo análisis de desagregación del 6,1% de crecimiento del PIB es posible verificar que, según la misma información proporcionada por el Banco Central de Chile, los sectores en los cuales éste se sustenta son aquellos que básicamente se relacionan a la explotación de recursos naturales. Es más, el sector que más creció durante el año 2004 fue el sector pesca con un 21,3%. En segundo lugar se ubica el sector agropecuario-silvícola con un 7% y, en tercer lugar, el sector minero con un 6,9%. Si bien, la industria manufacturera también crece un 6,9%, es importante destacar que en este ítem se agrupa a sectores altamente intensivos en recursos naturales que producen bienes con muy poco valor agregado, como lo es el caso de la industria reductora de harina de pescado y la celulosa.
Por lo tanto, hay tres puntos críticos que agregar al análisis. Primero, nuevamente estas cifras dan cuenta del carácter rentista de nuestra economía, es decir, los grupos económicos chilenos siguen enriqueciéndose a partir de la extracción de la renta económica asociada a los recursos naturales. No es menor que los tres principales grupos económicos chilenos estén asociados a los sectores de recursos naturales: Angelini con el sector pesquero y forestal, Luksic con el sector minero y Matte con el sector forestal. Esto explica que las 10 principales empresas, muchas de ellas ligadas a estos grupos económicos obtengan ventas, sólo en el primer semestre del año pasado, de más de 15 mil millones de dólares, ubicándose dentro del 1% de las empresas que, operando desde Chile, hacen el 96% de las exportaciones totales y facturan el 75% de las ventas anuales del país.
Segundo, estas cifras dan cuenta de que la economía chilena sigue dependiendo críticamente de sus exportaciones, en un 86% explicada por los sectores intensivos en recursos naturales, y por lo tanto de lo que suceda con la economía mundial. Entonces si las principales economías destino de nuestras exportaciones crecen fuertemente, esto se traduce necesariamente en un importante crecimiento para la economía chilena. Y efectivamente esto es lo que ha ocurrido. Mientras en el 2003, EEUU, Japón y la Unión Europea crecían un 3%, 1,4% y 0,9% respectivamente, en el 2004 lo hacían a un 4,4%, 2,6% y 2,2% según información de Eurostat y la OCDE. Suponer que el 6,1% se lo debemos al buen manejo de la política económica de nuestro Ministro de Hacienda, es por decir lo menos, ingenuo, ya que obviamente una economía pequeña y tan abierta al comercio internacional, con legislaciones ambientales y laborales precarias como Chile, lo mínimo que debería hacer en contextos de recuperación econó mica internacional es justamente crecer.
Tercero, y por último, es importante considerar el nexo que existe entre esta estructura productiva y la capacidad de generar empleo del modelo económico chileno. Si estamos dependiendo críticamente de la explotación de recursos naturales, que en conjunto no dan más del 15% del empleo (considerando la actividad agrícola), entonces no debería sorprender que las tasas de desempleo se mantengan altas, en torno al 7,6% para el trimestre diciembre-febrero, cifra que alcanzaría más del 9% si agregamos a los contratados por los programas de empleo del Gobierno. Por lo tanto seguir suponiendo que el problema del desempleo está relacionado con el ciclo económico o con la presencia de ciertas rigideces en el mercado laboral, es seguir subestimando la importancia de los recursos naturales para crecimiento económico chileno, y es seguir aplazando la discusión en torno a la administración del excedente económico que estos recursos producen, hoy entregado íntegramente a los grupos económi cos, que son los que realmente crecen cuando Chile crece.
Marcel Claude es Director Ejecutivo de Oceana, Oficina para América Latina y Antártica