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Occidente, una fábrica de monstruos musulmanes

¿Quién es el culpable del terrorismo musulmán?

Fuentes: Counterpunch

Hace cien años, hubiera sido inimaginable ver a un par de musulmanes entrar en una cafetería o subir a un vehículo de transporte público y luego volarse, matando a decenas de personas. ¡O masacrar al personal de una revista satírica en París! Cosas así simplemente no ocurrían. Al leer las memorias de Edward Said, o […]


Hace cien años, hubiera sido inimaginable ver a un par de musulmanes entrar en una cafetería o subir a un vehículo de transporte público y luego volarse, matando a decenas de personas. ¡O masacrar al personal de una revista satírica en París! Cosas así simplemente no ocurrían.

Al leer las memorias de Edward Said, o si hablas con hombres y mujeres ya de edad en el este de Jerusalén, se ve claramente que la sociedad palestina era mayoritariamente laica y moderada. Se preocupaban de la vida, la cultura, e incluso la moda, más que de los dogmas religiosos.

Lo mismo podría decirse de muchas otras sociedades musulmanas, por ejemplo las de Siria, Irak, Irán, Egipto e Indonesia. Las fotos antiguas hablan por sí solas. Por eso es tan importante mirar cuidadosamente, una y otra vez, las viejas imágenes.

El Islam no es sólo una religión; también es una gran cultura, una de las más extendidas de la Tierra, que ha enriquecido a nuestra humanidad con algunos de los logros científicos y arquitectónicos más importantes y un sinnúmero de descubrimientos en el campo de la medicina. Los musulmanes han escrito una poesía exquisita, y compuesto una música hermosísima. Pero, sobre todo, han desarrollado algunas de las primeras estructuras sociales en el mundo, que incluían grandes hospitales públicos y algunas de las primeras universidades, como la Universidad de Qarawiyyin en Fez, Marruecos.

La idea de lo «social» era natural para muchos políticos musulmanes, y si el Occidente no hubiera interferido tan brutalmente al derrocar a los gobiernos de izquierda y poner en el trono a aliados fascistas de Londres, Washington y París, casi todos los países musulmanes, entre ellos Irán, Egipto e Indonesia, probablemente serían hoy socialistas, guiados por un grupo de dirigentes moderados en su mayoría laicos.

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En el pasado, un sinnúmero de líderes musulmanes se levantaron contra el control occidental del mundo, y eminentes figuras, como el presidente de Indonesia, Sukarno Ahmet, eran cercanas a los Partidos Comunistas y sus ideologías. Sukarno incluso forjó un movimiento antiimperialista mundial, el movimiento de No Alineados, que fue públicamente definido en la Conferencia de Bandung en Indonesia, en 1955.

Esto, en marcado contraste con las élites conservadoras orientales cristianas, que en su mayoría se sentían muy a gusto con los gobernantes fascistas y colonialistas, con las monarquías, los comerciantes y los grandes oligarcas empresariales.

Para el Imperio, la existencia y la popularidad de los gobernantes musulmanes progresistas, marxistas, que gobernaban en países del Medio Oriente o ricos en recursos como Indonesia, era algo claramente inaceptable. Si decidían utilizar las riquezas naturales para mejorar la vida de sus pueblos, ¿qué iba a quedar para el Imperio y sus empresas? Había que pararlos por todos los medios. El Islam fue dividido e infiltrado de radicales y cuadros anticomunistas a los que no les importaba el bienestar de su pueblo.

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Casi todos los movimientos radicales en el Islam de hoy, en cualquier parte del mundo, están vinculados con el wahabismo, una secta ultra-conservadora y reaccionaria del Islam controlada por las políticas de Arabia Saudita, Qatar y otros aliados incondicionales de Occidente en el Golfo.

Citamos al Dr. Abdullah Mohammad Sindi:

«Está demostrado históricamente que sin la ayuda británica ni el wahabismo ni la Casa de los Saud existirían hoy. El wahabismo es un movimiento fundamentalista-británico inspirado en el Islam. A través de su defensa por parte de la Casa de Saud, EE.UU. también apoya el wahabismo, directa e indirectamente, independientemente de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. El wahabismo es violento, derechista, ultra-conservador y rígido, extremista, reaccionario, sexista e intolerante… «

Occidente dio todo su apoyo a los wahabíes en la década de 1980. Ellos fueron manejados, financiados y armados, después de que la Unión Soviética fuera barrida de Afganistán en una amarga guerra que duró de 1979 a 1989. Como resultado de esta guerra, la Unión Soviética se derrumbó, exhausta, tanto económica como psicológicamente.

Los muyahidines que combatían a los soviéticos, así como al gobierno de izquierda de Kabul, fueron alentados y financiados por Occidente y sus aliados. Venían de todos los rincones del mundo musulmán, para luchar en una ‘guerra santa’ contra los infieles comunistas.

Según los archivos del Departamento de Estado de Estados Unidos:

«Contingentes de los llamados árabes afganos y combatientes extranjeros deseaban emprender la yihad contra los comunistas ateos. Destacaba entre ellos un joven saudí llamado Osama bin Laden, cuyo grupo árabe finalmente se convirtió en al-Qaeda».

Grupos radicales musulmanes creados y repartidos por varios países musulmanes por parte de Occidente forman parte de al-Qaeda y, más recientemente, de ISIS (grupo también conocido como ISIL). ISIS es un ejército extremista que nació en los «campos de refugiados» en las fronteras sirio /turca y sirio/jordana, y que fue financiado por la OTAN y Occidente para luchar contra el (laico) gobierno sirio de Bashar al-Assad.

Estos grupos radicales implantados han estado sirviendo a varios fines. Occidente los utiliza como cipayos en las guerras que está librando contra sus enemigos, que son los países que todavía se enfrentan a la dominación absoluta del Imperio en el mundo. Más tarde, cuando estos ejércitos extremistas ‘acaban totalmente fuera de control’ (y siempre lo estarán…), podrán servir como espantajos y como justificación de la «guerra contra el terror» o, como cuando ISIS tomó Mosul, como excusa para la renovación del reenganche de las tropas occidentales en Irak.

Historias sobre los grupos musulmanes radicales han desfilado constantemente por las primeras páginas de los periódicos y revistas, por las pantallas de la televisión, recordando a los lectores «lo peligroso que está realmente el mundo «, » la importancia de la participación occidental » y, en consecuencia, cómo es importante la vigilancia, cuán indispensables son las medidas de seguridad, así como los tremendos presupuestos para las guerras de ‘defensa’ contra tantos estados canallas.

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De ser una civilización pacífica y creativa, que propendía hacia el socialismo, las naciones musulmanas y el propio Islam, se encuentran de repente como descarriladas, engañadas, manipuladas, infiltradas por penetraciones religiosas e ideológicas extrañas, y transformadas por los ideólogos y propagandistas occidentales en una ‘tremenda amenaza «; transformadas en el culmen y el símbolo del terrorismo y la intolerancia.

La situación se ha vuelto completamente grotesca, pero la cosa no está para bromas; ¡demasiadas personas han muerto como resultado; muchas cosas se han destruido!

Indonesia es uno de los ejemplos históricos más llamativos de cómo funcionan realmente estos mecanismos de destrucción de los valores musulmanes progresistas.

En la década de los 50 y comienzos de los 60, EE.UU, Australia y Occidente en general, estaban cada vez más «preocupados» por la posición antiimperialista e internacionalista progresista del presidente Sukarno, y por la creciente popularidad del Partido Comunista de Indonesia (PKI). Pero aun más lo estaban, por el cariz progresista, socialista y moderado del Islam indonesio, que se fue aliando claramente con los ideales comunistas.

Ideólogos cristianos anti-comunistas y «planificadores», entre ellos el famoso jesuita Joop Beek, se infiltraron en Indonesia. Crearon organizaciones clandestinas, algunas de ideología paramilitar, lo que ayudó a Occidente a planificar el golpe de Estado de 1965 que costó la vida de entre 1 y 3 millones de personas.

Elaborada en Occidente, la propaganda anti-comunista y anti-intelectual extremadamente eficaz difundida por Joop Beek y sus cohortes, también ayudó a lavar el cerebro de muchos miembros de grandes organizaciones musulmanas, impulsándolos a unirse a la eliminación de izquierdistas, inmediatamente después del golpe. Pocos sabían que el Islam, no sólo el comunismo, había sido elegido como el principal objetivo de la «quinta columna» pro-occidental y cristiana en el interior de Indonesia; más precisamente, el objetivo era el de tendencia izquierdista, liberal del Islam.

Después del golpe de 1965, el dictador fascista patrocinado por Occidente, el general Suharto, recurre a Joop Beek como su asesor principal. También se ayudó ideológicamente de «discípulos» de Beek. Económicamente, el propio régimen se relacionó con magnates de negocios, principalmente cristianos, entre otros, Liem Bian Kie.

En el país musulmán más poblado del mundo, Indonesia, los musulmanes fueron dejados de lado, sus partidos políticos ‘no fiables’, prohibidos durante la dictadura, y tanto la política (encubiertamente) como la economía (abiertamente) cayeron bajo el control estricto de la minoría pro-occidental cristiana. A día de hoy, esta minoría controla una compleja y venenosa red de guerreros anti-comunistas, los cárteles y mafias empresariales estrechamente unidas, los medios de comunicación y educativos, «incluidas escuelas religiosas privadas, así como los propagandistas religiosos corruptos (muchos jugaron un papel importante en la masacre de 1965) y otros colaboradores tanto del régimen local como del global.

El Islam en Indonesia se ha reducido a una mayoría silenciosa, la mayor parte pobres y sin influencia significativa alguna. Sólo aparece en los titulares internacionales cuando sus frustrados militantes vestidos de blanco van a destrozar bares, o cuando sus extremistas, muchos relacionados con los muyahidín y la guerra afgano-soviética, atentan contra clubes nocturnos, hoteles o restaurantes en Bali y Yakarta.

Pero ¿son ellos en realidad los que hacen todo esto?

El ex presidente de Indonesia y clérigo musulmán progresista, Abderramán Wahid (expulsado de su cargo por las élites), me dijo una vez: «Yo sé quién voló el Hotel Marriott de Yakarta. No fue un ataque de los islamistas; fueron los servicios secretos de Indonesia, con el fin de justificar su existencia y el presupuesto, y para complacer a Occidente».

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«Yo diría que el imperialismo occidental no sólo es que haya forjado una alianza con estas facciones radicales, simplemente las creó», me dijo en Londres un amigo mío, el líder intelectual musulmán progresista, Ziauddin Sardar.

Y continuó: «Tenemos que darnos cuenta de que el colonialismo hizo mucho más que daño a las naciones y las culturas musulmanas. Jugó un papel importante en la represión y la eventual desaparición del conocimiento y el aprendizaje, del pensamiento y la creatividad, de las culturas musulmanas. El encuentro colonial comenzó por apropiarse del conocimiento y el aprendizaje del Islam, que se convirtió en la base del ‘Renacimiento europeo» y la «Ilustración» y terminó por erradicar este conocimiento y el aprendizaje de las sociedades musulmanas y de su propia historia. Lo hizo tanto mediante la eliminación física -la destrucción y el cierre de las instituciones de enseñanza, la prohibición de ciertos tipos de conocimientos indígenas, matando a pensadores y eruditos locales- como reescribiendo la historia como historia de la civilización occidental en el que se subsumen todas las historias secundarias de otra civilización».

¡Desde las esperanzas de los años de la II Guerra Mundial, hasta la oscuridad total actual, ha mediado un largo y terrible viaje!

El mundo musulmán está herido, humillado y confundido, casi siempre a la defensiva.

Mal comprendido por los extranjeros y muchas veces ni siquiera por su propio pueblo, se ve obligado con frecuencia a confiar en las opiniones occidentales y cristianas del mundo.

Lo que solía hacer a la cultura del Islam tan atractiva – la tolerancia, el aprendizaje, la preocupación por el bienestar de la gente – ha sido cercenado del reino musulmán, destruido desde el extranjero. Lo que quedó fue sólo la religión.

Ahora la mayoría de los países musulmanes están gobernados por déspotas, por camarillas militares o por corruptos. Todos ellos estrechamente vinculados con Occidente, con su sistema e intereses.

Igual que lo hicieron en otras grandes naciones e imperios de Sudamérica y Centroamérica, así como de África, los invasores y colonizadores occidentales lograron aniquilar totalmente las grandes culturas musulmanas.

Lo que lo reemplazó no fue sino la codicia, la corrupción y la brutalidad.

Parece como que todo lo que se basa en fundamentos distintos a los cristianos lo está reduciendo a polvo el Imperio. Sólo las culturas más grandes y más resistentes siguen sobreviviendo.

Cada vez que un país musulmán intenta volver a su esencia, para vivir a su manera, socialista o de orientación social – ya sea Irán, Egipto, Indonesia, o mucho más recientemente, Irak, Libia o Siria -, es feroz y salvajemente reprimido y destruido.

La voluntad de sus pueblos es destrozada sin contemplaciones, y las elecciones democráticamente expresadas son derrocadas.

Durante décadas, a Palestina se le ha negado la libertad, así como sus derechos humanos básicos. Tanto Israel como el Imperio escupen sobre su derecho a la libre determinación. El Pueblo palestino está encerrado en un gueto, humillado y asesinado. La religión es todo lo que a algunos de ellos les queda.

La «primavera árabe» se desvió y terminó casi en todas partes, desde Egipto a Bahrein, con los viejos regímenes y con la vuelta al poder de los militares.

Al igual que los africanos, los musulmanes están pagando un precio terrible por haber nacido en países ricos en recursos naturales. Pero también son tratados brutalmente por tener, junto con China, la civilización más grande en la historia, que eclipsó todas las culturas de Occidente.

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El Cristianismo ha saqueado y brutalizado al mundo. El Islam, con sus grandes sultanes como Saladino, se levantó contra de los invasores y por la defensa de las grandes ciudades de Alepo y Damasco, El Cairo y Jerusalén. Pero en general, estaba más interesado en la construcción de una gran civilización, que en el saqueo y las guerras.

Ahora casi nadie en Occidente sabe nada de Saladino ni de los grandes logros científicos, artísticos o sociales del mundo musulmán. Ahora sí, todo el mundo está «bien informado» sobre ISIS. Por supuesto que saben del ISIS sólo como un ‘grupo extremista islámico «, no como una de las principales herramientas occidentales utilizadas para desestabilizar el Oriente Medio.

‘Francia está de luto’ por la muerte de los periodistas en las oficinas de la revista satírica, Charlie Hebdo (¡sin duda un crimen terrible!). En toda Europa, es de nuevo el Islam el que está siendo representado como brutal y militante, y no Occidente con su post-Cruzada, con sus doctrinas fundamentalistas cristianas que siguen derrocando y masacrando a todos los gobiernos y sistemas moderados, laicos y progresistas del mundo musulmán, dejando a los musulmanes a merced de fanáticos desquiciados.

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En las últimas cinco décadas, alrededor de 10 millones de musulmanes han sido asesinados debido a que sus países o no se someten al Imperio, o no lo sirven de manera incondicional, o simplemente estaban en el camino. Las víctimas eran indonesios, iraquíes, argelinos, afganos, paquistaníes, iraníes, yemeníes, sirios, libaneses, egipcios, o ciudadanos de Malí, Somalia, Bahréin y de otros muchos países.

Occidente creó los más horribles monstruos, invirtió miles de millones de dólares en ellos, los armó, les dio entrenamiento militar avanzado, y luego los dejó sueltos.

Los países que están produciendo terrorismo, Arabia Saudita y Qatar, son algunos de los más cercanos aliados de Occidente, y nunca han sido castigados por la exportación de terror en todo el mundo musulmán.

Grandes movimientos musulmanes sociales como Hezbollah, que participa actualmente en un combate a muerte contra el ISIS, pero que también se ofrece para galvanizar el Líbano en su lucha contra la invasión israelí, están en la «lista de terroristas», elaborada por Occidente. Eso explica muchas cosas, si se está dispuesto a prestar atención.

Visto desde el Medio Oriente, parece que Occidente, al igual que durante las cruzadas, tiene como objetivo la destrucción absoluta de los países musulmanes y la cultura musulmana.

En cuanto a la religión musulmana, el Imperio sólo acepta sus aspectos más vergonzantes – aquellos que aceptan el capitalismo extremo y la posición global dominante de Occidente. El único cliché tolerable del Islam es el fabricado por el propio Occidente y por sus aliados en el Golfo, destinado a luchar contra el progreso y la justicia social; el que está devorando a su propio pueblo.

Andre Vltchek es novelista, cineasta y periodista de investigación. Cubrió guerras y conflictos en decenas de países. El resultado es su último libro: «La lucha contra el imperialismo occidental». ‘Pluto’ publicó su diálogo con Noam Chomsky: El Terrorismo Occidental. Su famosa novela política Point of No Return ha sido reeditada. Oceanía es su libro sobre el imperialismo occidental en el Pacífico Sur. Su provocador libro sobre la época post-Suharto en Indonesia y el modelo fundamentalista de mercado se llama «Indonesia – El archipiélago de miedo». Su documental «Ruanda Gambit» trata de la historia de Ruanda y el saqueo de la RD del Congo. Después de vivir durante muchos años en América Latina y Oceanía, Vltchek actualmente reside y trabaja en el Este de Asia y África. Está accesible a través de su página web o su Twitter.

Fuente: http://www.counterpunch.org/2015/01/09/who-should-be-blamed-for-muslim-terrorism/

Traducción: Red Roja