No quieres pensarlo, ya llegará el momento, te gusta demasiado la vida y por qué dedicar tiempo al día en que la pierdas. Pero cuando ese día llegue habrá gente a tu lado y estarán tan perdidos, tan perdidas. O puede que te encuentre a solas, en una institución hospitalaria donde las normas no estén […]
No quieres pensarlo, ya llegará el momento, te gusta demasiado la vida y por qué dedicar tiempo al día en que la pierdas. Pero cuando ese día llegue habrá gente a tu lado y estarán tan perdidos, tan perdidas. O puede que te encuentre a solas, en una institución hospitalaria donde las normas no estén claras, donde no conozcan las tuyas y no sepan si para ti, como para otras personas, la vida es lo que toque hasta el final o bien si tú quisiste ser libre en los espacios donde es posible serlo, si pensaste que no dándose algunas condiciones mínimas preferías no llamar a eso vida y decir adiós, dormirte suavemente.
A veces alguien te ha hablado del Testamento Vital, o ha surgido el tema en un contexto cercano y has pensado que sí, que estaría bien, podrías firmarlo y registrarlo en tu comunidad autónoma, no cuesta dinero, es un documento público al que tienes derecho y sabes que ayudaría tanto a quienes te tienen cerca como a ti, pues en él dejarás claras tus normas, las que eliges libremente. Pero en la vida hay mucho por hacer, angustia laboral y dudas y batallas y sol sobre tus manos y prisa por llegar, mensajes dejados atrás en la bandeja que pesan sin querer, el futuro baila y vas olvidando el documento, pues te apena pensar que morirás.
Sin embargo, lejos de ser un acto triste o de derrota, pensar en ese día es muestra de generosidad y de conocimiento. Quien lo probó, quien estuvo cerca de personas enfermas que sufrían, que no podían más, lo sabe. Algunas de esas personas tuvieron la oportunidad de conocer que el Testamento Vital existía -pues no hay campañas públicas que hablen de él- y lo firmaron, salvando así su adiós de la incertidumbre, el temor, la inercia y los prejuicios. Protegiendo a sus gentes de la soledad de decidir y actuar. Si en algún momento necesitaron apoyo, información, la asociación federal Derecho a Morir Dignamente estuvo ahí para dárselo. Y, como todo está comunicado, con su gesto, en apariencia el más íntimo del mundo, ellas se han hecho parte también de la lucha común: porque contribuyeron a dejar claro que la libertad no es una palabra, sino que se decide cada día, y porque al liberarnos de una parte amplia del miedo a morir, su libertad, la nuestra, nos da mayor valor cuando se trata de defender esa inesperada forma de belleza que es la justicia.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/culturas/26094-quien-lo-probo.html