Al cumplir sus 60 años de carrera artística y sus 80 de vida, la Novia del Feeling se confiesa guarachera de corazón
Ella no necesita presentaciones. Recientemente celebró su 80 cumpleaños (el 29 de octubre). Omara Portuondo es la voz inmensa de Cuba en los cuatro puntos cardinales del planeta, por lo cual no quedan dudas: más que cubana, pertenece al mundo.
-¿De dónde le viene el amor al canto?
-A mí me gustaría hacerle una pregunta antes de responderle. ¿De dónde le viene a usted el amor por las letras, por el periodismo? -«Del corazón…», le respondo, sorprendido por devolverme la pregunta-. Esa es la respuesta, fíjese usted. Aquí no hay nada obligado. Estas profesiones son de amor, y así mismo les puede pasar a los médicos, a los maestros, a quienes estudian la naturaleza. Uno viene predestinado por la vida para poder hacer estas cosas.
«Para mí es muy bueno poder hacer música, porque me siento tan bien cuando el público me recibe, me recompensa, me entrega algo que me retroalimenta; y eso provoca un sentimiento maravilloso.»
-¿Cuáles fueron sus primeros referentes en el canto?
-En la cocina de mi casa, escuchando a mis padres cantando a dúo grandes canciones de la música cubana. Ahí fue donde me enseñaron a cantar y donde aprendí la letra de muchas canciones que amo profundamente.
«Mis padres, además de enseñarme a cantar, antes de ir a la escuela me enseñaron historia de Cuba, quién era José Martí y me llevaban a la calle San Lázaro, al lugar donde él cortaba piedras cuando estuvo preso. Todo eso me lo enseñaron: también del asesinato de los estudiantes de medicina en 1871, de quién era Antonio Maceo… Por eso quisiera que la gente comprendiera que la historia de Cuba no se puede obviar. La historia de tu pueblo no se puede echar a un lado, hay que hacerla, quererla, amarla.»
Me fascina el feeling
-¿Qué recuerdos guarda de su infancia?
-Nací en el barrio de Cayo Hueso -se quita los espejuelos, como buscando en el pasado-, en Aramburu y Zanja, al lado de un puesto de chinos. Allí comía frituritas de carita, de maíz, manjúas, sus helados de frutas… de todo eso me acuerdo como si fuera hoy, hasta del limpiabotas que siempre estaba en la esquina, del bodeguero que le fiaba a mi madre para poder comer, porque no teníamos dinero.
-¿Cómo recuerda sus inicios profesionales?
-En la década del 40 comienza a sonar el feeling y en esa época todavía estoy estudiando bachillerato, pero me involucré con todas aquellas personas, muy jóvenes, que como yo eran aficionados. Recuerdo que a esos encuentros iban muchos artistas como Elena Burke, Vilma Valle, a veces cantaba el Niño Rivera y toda esa gente excelente.
-¿Cómo se siente cuando después de tantos años, le siguen diciendo la Novia del Feeling?
-Encantada, me fascina que me digan la Novia del Feeling. Eso fue muy lindo, y le voy a decir una cosa, porque ahí fue donde empecé como aficionada y fue ahí donde aprendí a conocer lo que era pisar un estudio y un escenario. Frank Emilio montaba las voces, y empezamos en la emisora Mil Diez, donde el presentador era Manolo Ortega y fue él quien me bautizó como Omara Brown, porque el apellido Portuondo es muy largo, y, además, porque cantaba en inglés. Entonces, Manolo me presentó un día como Omara Brown, la Novia del Feeling, y hasta hoy, me siguen diciendo así.
Me quedé sin trabajo
-¿Hablamos de su relación con Orlando de la Rosa?
-Fue un maestro para mí. Era excelente músico y una persona increíble. «Cantando en un programa de radio, un día me dicen: ‘Omara, te van a hacer una prueba con el cuarteto de Orlando de la Rosa’, pues Elena Burke era cantante de ese cuarteto, pero se iba de gira por México con el cuarteto de Facundo Rivero. Entonces me hacen la prueba, y me quedé cantando junto a Aurelio Reynoso, Roberto Barceló y Adalberto del Río.
-¿Qué tiempo duró con el cuarteto de Orlando de la Rosa?
-Después de estar seis meses recorriendo Estados Unidos y Canadá con el cuarteto, cuando regresamos a Cuba, a Elena Burke y a mí nos sacan del grupo y nos sustituyen por dos mulatas altas y lindas, y se volvieron a ir de gira por Estados Unidos.
-¿Se quedó sin trabajo?
-Sí. A mi hermana Haydée y a mi se nos ocurrió ir a ver a Amaury Pérez, quien tenía un programa de televisión llamado Show del Mediodía, era diario, para que nos contratara como un dúo, y en eso nos encontramos con Elena, que estaba allí por lo mismo, y entonces nos dijimos: vamos a hacer otro cuarteto.
«A Elena se le ocurrió buscar a Aida Diestro, directora de cuartetos. Cuando fuimos a presentarle el proyecto, nos dijo que estaba bien la idea, y es entonces cuando nos habla de Moraima Secada, que también pertenecía al grupo del feeling. Ya me habían hablado de ella, pero nunca nos habíamos encontrado. Así fue como empezamos a trabajar en el proyecto del cuarteto las D’Aida.»
Las amigas de siempre
-¿Qué memorias conserva de Elena Burke?
-¡Ay… Elena, la Señora Sentimiento! Qué mujer esa para cantar. Tenía un corazón tan grande, que para mí era la mejor intérprete que teníamos en Cuba. Una mujer extraordinaria y con un temperamento tremendo. Todo lo que hacía era perfecto. Qué podría decirte de ella. Elena era… Elena. Era la reina.
-¿Cómo recuerda a Moraima Secada?
-Esa Moraima era increíble. Un poco nerviosita ella, de ese temperamento, era otro tipo de intérprete, porque se metía dentro de los números y era increíble. La verdad que en el cuarteto las D’Aida, cada una tenía su característica muy personal.
-¿Y a su hermana Haydée?
-Mi hermana Haydée era soprano, pero era muy tímida, tanto que nunca quiso que le pusieran un solo. Era la voz prima, la más aguda, la voz que marcaba la pauta. Era la base de la armonía del cuarteto.
Cada canción una emoción distinta
-¿Qué es para usted Veinte años, de María Teresa Vera?
-Un himno. Veinte años es como un símbolo para mí, la canto siempre. Es la memoria de mis padres, de mi niñez, fue el himno que ellos nos enseñaron.
-¿La era está pariendo un corazón, de Silvio Rodríguez?
-Todavía la sigo cantando y muchas veces me la piden. La canto hace muchos años y es una canción tremenda. Desde que la oí por primera vez, sabía que esa canción tenía que estar en mi repertorio.
-Hay una canción que canta de todas las maneras posibles, Gracias a la vida, de Violeta Parra…
-Usted me está haciendo recordar tantas cosas increíbles, porque esa canción hay que cantarla siempre. ¿Ha visto como dice cosas lindas? Nunca olvidaré mi viaje a Chile, en 1973. Fuimos a cantar a varios sitios y estando allí pregunté sobre alguna canción chilena para incorporarla a mi repertorio, y cuando me hablaron de Gracias a la vida, me quise morir.
-¿Y Amigas, de Alberto Vera?
-Un símbolo para nosotras tres. La historia de esa canción viene porque en ese momento estaba un poco caída la difusión de los boleros y entonces le digo a Elena: ¿por qué no nos reunimos para hacer espectáculos y cantar boleros? Ella se quedó pensando y me dice: ‘está bien, vamos a ver’. En ese tiempo, Moraima estaba un poco relegada y casi no trabajaba en los mejores lugares y le hablé a Elena para sacar a Moraima de ese ambiente donde estaba. Un día, saliendo de mi trabajo en el Hotel Capri, me encuentro a Elena y me dice: ‘Omara, lo que tú me dijiste es verdad, así que vamos a hacer eso, vamos a cantar las tres’. Hablé con la gente del Parque Lenin, y solicitamos la galería donde se entregaban los premios Opina, para presentarnos Elena, Moraima y yo, una vez por semana. Después hablé con Alberto Vera y le conté el proyecto que teníamos en el Parque Lenin, por lo cual necesitábamos un tema para cantar entre las tres, y de ahí sale la canción. Alberto nos pinta a cada una de nosotras, las características de cada una están en la canción.
-Hablemos del Buena Vista Social Club. ¿Qué memorias conserva de Compay Segundo?
-¡Qué clase de personaje ese Compay Segundo! Te cuento algo para que veas las cosas de Compay. Cada vez que cantábamos Veinte años, donde él me hacía la segunda, cuando daba el último acorde, salíamos a saludar y me pasaba la mano por la espalda y me tocaba las nalgas… ¡Todos los días! Cada vez que eso sucedía, le decía: ‘Compay, no me toques más las nalgas, por favor’, y lo único que hacía era reírse. Al otro día, muy serio, terminábamos de cantar y ¡allá va a tocarme las nalgas otra vez! Ni siquiera porque le decía: ‘Compay, ya tú las conoces, déjalas en paz’.
Siempre fue igual y me siguió tocando, todo el tiempo que le dio su reverenda gana. Usted no sabe qué clase de personaje era ese Compay. Fíjese que hasta el Papa lo recibió. Era increíble.
¿La diva?
-A pesar de que todos coinciden en calificarla como una diva, usted está comprometida con la música joven.
-Primero, ¿dígame que usted piensa que es una diva? -Omara vuelve a sorprenderme, devolviéndome la pregunta y le explico que para mí, diva es una artista famosa, que se convierte en diosa para sus seguidores, así que insisto en llamarla diva.
«Bueno, vamos a creer que es así, pero aquí hay muchas y muy buenas cantantes en toda Cuba. Pero tú quieres hablar de la música de los jóvenes ¿si? La juventud siempre busca cosas nuevas y uno tiene que atenderlos. De todas formas, el bolero sigue existiendo, el son, eso que le dicen salsa, el merengue, pero ahora se están mezclando esos ritmos, que tienen que ver unos con los otros y la juventud se está ocupando de hacer esas cosas, y hay que atenderla. A mí me invitaron a hacer algo con un grupo de hip hop y yo canté con ellos. Eso fue exitoso y lo mismo pasó cuando Sur Caribe sacó la Conga, y fue el acabose.»
-En la entrega del Latin Grammy del 2009 usted se convierte en la primera cubana residente en la Isla que recoge ese premio y, además, es una de las presentadoras del espectáculo.
-Fue al revés. Ellos me invitaron para participar en una premiación, y fui a eso, pensé era lo único que tenía que hacer, y de paso vería al cantante mexicano Juan Gabriel, quien dio un show fantástico. Estaba tan fascinada viendo a aquel cantante moverse por un escenario tan grande, y ver a tanto público allí reunido, que juro no oí nada cuando mencionaron que tenía un Premio Grammy Latino. Antes del espectáculo, mi hijo me decía: ‘Seguro que vas a ganar un Grammy’, y yo me burlaba y le decía que no pensara en eso, que a lo único que iba era al acto de premiaciones al cual me habían invitado. Así fue todo hasta que dijeron por los micrófonos: ‘Omara Portuondo’ y mi hijo comenzó a gritar: ‘¡Cogimos el Grammy, lo cogimos!’ Y es cuando me viro para él y le dijo: ‘¿Qué te pasa, Ariel?’ Y él me responde: ‘¡Que cogimos el Grammy!’. Te juro que no oí nada, yo estaba tan entretenida con el concierto de Juan Gabriel… Menos mal que me dieron ese premio antes de esta lista negra en que nos pusieron acusando a Cuba de terrorista, ¡habrase visto que locura!
-Una última pregunta y me tomo el derecho de parafrasear una canción que usted canta maravillosamente: ¿Qué le queda por vivir?
-Serán sonrisas, será cantando, será haciendo chistes o será bailando al compás de la rumba, porque me encanta la guaracha y aunque la gente piensa que solo canto boleros, soy guarachera de corazón y me encantan todas esas cosas. He cantado de todo en esta vida, fíjate que hasta el Vocalise, de Sergei Rachmaninof, un clásico, lo canté con la Orquesta Sinfónica en Austria, algo que jamás pensé que haría y lo canté con un miedo tremendo. Hay que arriesgarse a todo para triunfar en la vida y en el trabajo, pero como dice el refrán, y yo sé que a usted le gustan muchos los refranes, el que no se arriesga, ni gana, ni pierde.
Fuente: http://www.bohemia.cu/2010/11/03/cultura/omara-portuondo.html