La relación entre el pueblo mapuche y la naturaleza es no solamente importante, sino que esencial. Es desde las estrellas y el mar y por entre los arboles y los lagos que beben la vida. Entonces, cuando estos son talados, acorralados y violentados por la acción implacable del huinka, se está, al mismo tiempo, vejando […]
La relación entre el pueblo mapuche y la naturaleza es no solamente importante, sino que esencial. Es desde las estrellas y el mar y por entre los arboles y los lagos que beben la vida. Entonces, cuando estos son talados, acorralados y violentados por la acción implacable del huinka, se está, al mismo tiempo, vejando el alma del pueblo mapuche, se hollan descarnadamente su territorio, su memoria, sus risas y juegos, su palabra, su universo. El Ñuke Mapu, la madre tierra, ha sido vulnerada y devastada por la implementación – como señala Gabriela Calfucoy, vocera e integrante de la Agrupación Konapewman de Temuko e integrante de Identidad Territorial Lafkenche – «de políticas con graves consecuencias ambientales, culturales y económicas. Porque para las empresas privadas invasoras y las políticas públicas del Estado en el territorio mapuche, su visión de desarrollo es solo crecimiento económico que depreda y sobre explota la naturaleza y los recursos para el beneficio de unos cuantos, sin importar a costa de qué. En cambio para nosotros los mapuche, la visión de desarrollo se centra en los equilibrios, en la sustentabilidad y el respeto a la diversidad, como lo son las fuerzas y las energías vivas de nuestro cosmos. Nuestra cosmovisión y filosofía no se sobrepone a ningún elemento de la naturaleza, por el contrario, se armoniza y se complementa, porque somos parte de ella. Aquí está la gran diferencia y el origen de muchos conflictos territoriales».
Por lo mismo, la decisión de la dictadura militar de dictar el decreto-ley 701 en el año 1974 que subsidió, y en los hechos financió casi totalmente, la inversión forestal en territorio mapuche permitiendo su rápida expansión y la consecuente destrucción del bosque nativo, puede analizarse no solo en su dimensión económica, sino que también cultural. En otras palabras, es posible argumentar que el diseño y posterior puesta en practica de una política forestal basada en una suerte de racismo ambiental, no es mera casualidad. Este racismo dice relación, sostiene Alfredo Seguel, vocero e integrante de la Agrupación Konapewman de Temuko y del equipo de trabajo de la Coordinación de Identidades Territoriales Mapuche, con «la violación de derechos humanos y una forma de discriminación causada por gobiernos y políticas del sector privado, prácticas, acciones o inacciones, que intencionalmente o no, agreden el ambiente, la salud, la biodiversidad, la economía local, y la calidad de vida». Y en el caso específico del territorio mapuche – asevera Lorena Ojeda, presidenta de la Asociación Ambientalista Koyam Newen e integrante de la Red de Acción por los Derechos Ambientales, RADA – » el racismo ambiental se manifiesta en la intención de que los costos ambientales sean asumidos por comunidades rurales o en la exclusión manifiesta de éstas en la toma de decisiones que afectan sus vidas. Así, tenemos la ubicación de basurales, de plantas de aguas servidas, la expansión de monocultivos industriales, entre tantas otras y de graves efectos que repercuten principalmente en la calidad de vida, su salud y ecosistemas de una parte importante de la población mapuche».
Principales problemas ambientales
Efectivamente, una breve aproximación al mapa de los principales problemas ambientales en territorio mapuche deja en evidencia que siempre son las comunidades mapuche las afectadas. Y, por cierto, en el intertanto, las empresas privadas – con el apoyo del gobierno – continúan obteniendo grandes utilidades con sus operaciones. En la actualidad, existen proyectos – sostiene Seguel – «de privatización de derechos de agua, del mar y borde costero, la expansión de plantaciones forestales, la constitución de concesiones mineras y explotación de hidrocarburos, el patentamiento de germoplasma, grandes obras viales, industriales, energéticas, turísticas, la instalación de vertederos, que nos afectan directamente». Claro, porque si bien es cierto algunos problemas, que inevitablemente derivan en conflicto al resistirse legítimamente las comunidades a que se siga afectando su calidad de vida, obtienen más publicidad que otros, como es el caso de Celco en Valdivia, son muchos otros los que silenciosamente se comienzan a implementar. Lo acontecido en Valdivia con la pronta y expedita reapertura de la planta de Celulosa Arauco demuestra – según Seguel – » que este y muchos otros casos sólo fueron la punta del iceberg de la corrupta red política y los grupos económicos. Los niveles de intervención de los poderosos grupos económicos son amplísimos en Chile, sus redes empresariales y familiares han demostrado su enorme capacidad de influencia sobre partidos políticos, poderes públicos, autoridades y medios de comunicación». Lagos ha manifestado repetidamente que las instituciones funcionan, «en eso estamos de acuerdo, funcionan, pero no para la ciudadanía, sino que para los intereses de Angelini». Esto es refrendado por Lorena Ojeda quien sostiene que » cuando el ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle puso el aparato estatal al servicio del billonario Anacleto Angelini en los años en que su planta de celulosa Celco no pudo instalar un ducto al mar en Mehuin, éste último puso la primera piedra de la planta en San José de la Mariquina, aún cuando ésta estaba rechazada técnicamente. Posteriormente, las descargas fueron a parar al humedal de Valdivia. Consecuencias: Ecocidio en el río Cruces. Luego de esta destrucción, la empresa Celco-Arauco, coludidamente con el propio Presidente Ricardo Lagos, pretende llevar un ducto al mar para arrojar los desechos de la celulosa.
Está meridianamente claro que la planta Celco requiere de grandes volúmenes de materia prima y que esta madera proviene de las plantaciones incrustadas en territorio mapuche. Pero no son solo las forestales las empresas depredadoras y contaminantes en tierra indígena. Aguas Araucanía – que pertenece al grupo Solari, dueños de las multitiendas Falabella – planifica instalar plantas de tratamiento de aguas servidas en la zona, pero éstas, de acuerdo a Ojeda, «son plantas primarias, químicamente asistidas, que generarán graves problemas en los lugares de su instalación. La contaminación será inevitable y pondrá en riesgo a la población. Aún más, la empresa, con la anuencia del gobierno, ha definido terrenos de comunidades mapuche para sus embalses. Son diecisiete plantas que quieren construir sobre cuarenta y dos comunidades mapuche. Eso es seguir reproduciendo el racismo ambiental que tanto daño causa en la Región».
Racismo que también se manifiesta en el caso de los vertederos o basurales que operan en la zona y que, por supuesto, afectan a los más pobres y, por ende, a los mapuche. En este sentido, Boyeco es un claro ejemplo de estas políticas racistas. En 1992, la municipalidad de Temuko impuso la instalación de su vertedero en el sector de Boyeco, a 12 kilómetros de Temuko camino a Cholchol, entregándola en concesión a una empresa privada. En el año 2001, afirma Alfredo Seguel, » la muerte del niño Aquiles Epul, de este sector, a consecuencia de la bacteria asesina, y la publicitada intención de ampliar el plazo de funcionamiento y capacidad del relleno de Boyeco, impulsaron a las comunidades mapuche de Boyeco en Temuko a organizarse y demandar imperiosamente la erradicación del basural. Las autoridades hicieron oídos sordos y vista ciega. Es más, a principios del 2002 ampliaron el plazo de funcionamiento hasta el 2025. Las consecuencias hoy son: 7 mil toneladas mensuales de basura descontroladas, con grave contaminación ambiental, daño a la salud, contaminación de las aguas, las napas subterráneas, tierra, aire y medio ambiente en general. Plagas de insectos, aves y manadas de perros que son peligrosos portadores de infecciones. Por otra parte, en el basural depositan baterías, pilas, radiadores, desechos hospitalarios, y otros elementos de enorme peligrosidad por sus componentes tóxicos y químicos. También alteran los sistemas de vida, aumentan el empobrecimiento de la población, y son una fuente más de violación al patrimonio cultural mapuche y a lugares sagrados de las comunidades»
Enfrentando a los poderosos
Parece increíble que ello suceda en una país que se dice democrático, respetuoso de sus ciudadanos y del medio ambiente, pero – desafortunadamente – no lo es. Es más, la violación de los derechos de las personas y de las comunidades constituye una constante cuando se trata de la operación de la economía de mercado en territorio mapuche. Por lo mismo, hace ya tiempo que personas y organizaciones diversas resolvieron aglutinarse y luchar por la defensa de sus derechos, a pesar de estar conscientes del poderío de las empresas chilenas y transnacionales que enfrentan y, además, de saber que el propio Estado chileno las apoya. Sin embargo, son centenares los mapuche y no mapuche que han salido a las calles en reiteradas oportunidades a protestar y manifestarse por sus derechos. En el caso ducto, por ejemplo, sostiene Gabriela Calfucoy, es notable «el nivel de alianza que se ha formado entre pescadores, comunidades lafkenche, juntas de vecino de todo el litoral, desde la provincia de Valdivia hasta Arauco. Son los propios actores que se han organizado y han definido sus estrategias de defensa», Asimismo, «en el caso de las plantas de aguas servidas – indica Lorena Ojeda – son diversas las organizaciones coordinadas en contra de este tipo de imposiciones y las que respaldan las actuales acciones contra la instalación de plantas, siendo os propios afectados quienes definen las estrategias». También se ha creado este año la Red de Acción por los Derechos ambientales, RADA, que, según Ojeda, » dinamiza un vínculo entre personas y organizaciones comprometidas en un pensamiento colectivo, hacia propuestas concretas de transformación de políticas públicas sobre Derechos Humanos ambientales, con una visión de futuro y un camino hacia la equidad». La Red está compuesta por particulares y representantes de distintas organizaciones sociales y ambientales, tales como, el Colectivo de acción por los derechos ambientales; la Agrupación Konapewman; la Asociación Koyam Newen; el voluntariado de GreenPeace en la IX Región; integrantes de equipos de trabajo de la Coordinación de identidades Territoriales Mapuche; Agenda Regional, AGRA; la coordinación de familias y comunidades en conflictos ambientales, la Organización de Consumidores y Usuarios en la IX Región, ODECU; El Observatorio de conflictos ambientales, OLCA; el Observatorio de Derechos de los Pueblos Indígenas, entre otras.»
La lucha en la defensa de sus derechos ambientales y como pueblo no es fácil, pero nada ha sido jamás fácil para el pueblo mapuche, quizás por lo mismo es que tienen la certeza de que saldrán adelante. Siempre y cuando se fortalezcan y articulen los movimientos sociales y participen las propias víctimas del racismo ambiental, mapuche y no mapuche. Es, por lo demás, una lucha por su propia supervivencia como pueblo.