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Raíces del momento actual en Colombia

Fuentes: Rebelión [Foto: Carlos Pizarro y Rafel Pardo Rueda firman la paz del M19 en 1990]

La influencia de García Márquez en lo literario, y del sacrificado tribuno del progresismo  liberal JE Gaitán en lo político, dos personajes muy importantes e influyentes en la historia social de Colombia durante el pasado siglo, ha sido un gran peso dentro de la intelectualidad colombiana en especial aquella que se reclama de Izquierda, tanto de vertiente liberal como Marxista; que a pesar de los cambios y desarrollos sociales y superestructurales tan grandes y renovadores en esas dos temáticas habidos en el país y el mundo, siguen anclando su inspiración en la influencia de ellos.

Cualquier progresista desea ser un “tribuno popular” iluminado tipo Gaitán, o discursero en busca de votos o visaje internacional, que pretende hacer (o escribir) la poesía macondiana que le quedó faltando a García Márquez.

No es sino mirar el recorrido o “viaje” político de nuestro presidente desde los inicios de su carrera politica cuando, adolescente, se auto bautizó como Aureliano Buendía, en lugar de haberse autonombrado como el Chasqui Aureliano, nombre más descriptivo de la función desempeñada por aquel joven guerrillero, que en aquella época de treguas e ilusiones pacifistas de 1990, durante el proceso o intento unitario  frustrado de conformación de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB), en la famosa Casa Verde, ubicación del secretariado de las Farc en el páramo de Sumapaz, desde donde se pretendió, mediante el diálogo, unificar en una plataforma unitaria de coordinación todos los movimientos guerrilleros de resistencia popular y alternativos que en ese momento enfrentaban al Estado contrainsurgente colombiano.

El M19, con su consigna diciente de “con las armas al poder”, tenía para aquel proceso unitario, destacada en la casa paramuna de Casa Verde una parte de su dirección encabezada por Carlos Pizarro, alias “caballo loco”, mote bastante convulsivo que poco después, con el sombrero jipa y el visaje de la paz, se transformó en el “comandante papito”.  Mientras en la Capital, Bogotá, en las asesorías de la consejería presidencial para la paz, dirigida por Rafael Pardo Rueda, y muy ligado a la inteligencia militar estaba Eduardo, el segundo hijo del almirante Juan B Pizarro García, “de filiación conservadora, muy cercano al dictador anticomunista Rojas Pinilla”, padre de Hernando, uno de los fundadores del primer experimento contrainsurgente de la inteligencia militar para eliminar guerrilleros y dirigentes  comunistas, denominado “Frente Ricardo Franco”, vinculado, por aquello del parentesco, con el M19, y cuya máxima obra genocida en Tacueyó, entre diciembre 1985 enero 1986, estremeció al país casi al mismo tiempo de la parrillada del palacio de justicia, ocurrida en noviembre de 1985.

Pues bien, mientras Carlos, en Casa Verde le daba Coba con el cuento de la unidad a los dirigentes Farianos, Elenos, Epelos e Indigenistas; Eduardo, en los pasillos del palacio presidencial con el liberal gato Pardista Rueda, acordaban la rendición y la entrega de los dos grupos de sus hermanos (ni más faltaba), y montaban el proceso de paz de marzo de 1990 y obvio, el aborto de la iniciativa de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB).

 ¿Saben Ustedes, estimados lectores, quien servía de Chasqui de confianza y clandestino, es decir de lleva-y- trae, o correo vivo y a pie entre el Páramo y Bogotá? Nada menos que el Chasqui Aureliano.

 ¿Quién no recela de esta vieja práctica contrainsurgente encubierta?  Maña vieja que ahora, no se debe descartar, al analizar el actual empantanamiento de la promesa electoral del gobierno de la Paz Total,

 Sabido es que, el Estado contrainsurgente convirtió la también vieja oficina de la “consejería presidencial para la paz”, en un antro de la inteligencia militar contrainsurgente. En un centro burocrático de espionaje y contraespionaje, cuya idea obsesiva ha sido y sigue siendo la destrucción física y moral de los movimientos guerrilleros insurgentes y de resistencia al Bloque de Poder dominante. Que en este gobierno, bajo la dirección de nada menos que el hombre de la casa editorial de El Tiempo, el señor Oti Patiño, ex militante y cocinero del M19, dedicado con sus ex compañeros de armas a intrigar, dividir, hasta hacer enfrentar a los grupos guerrilleros entre sí, pactando presurosos ceses de fuego reducidos y fraccionados o “territoriales”, que finalmente acaben con el proyecto original macro de resistir al Estado genocida colombiano y transformarlo mediante una Solución Política en una institución democrática y popular soberana, acorde con la realidad global en curso.   

El secretariado original de las Farc- EP se fue fraguando y conformando primero con un campesino como Marulanda, a quien se sumó luego un obrero sindicalista como Jacobo Arenas, a quienes un poco después se les unió un intelectual orgánico como Alfonso Cano, siempre sostuvo la idea original, mencionada, hasta noviembre del 2011,  fecha del fusilamiento en estado de indefensión del comandante Alfonso Cano ordenado directamente por el entonces presidente y comandante máximo de las fuerzas militares JM Santos.  

Inmediatamente hubo una reconfiguración de tal organismo de dirección, con un cambio drástico en la composición de clases, modificando toda su concepción: la composición que se traía fue reemplazada por representantes típicos de la “pequeña burguesía pueblerina” sacada del complejo rural-semiurbano donde se movía la organización, reforzada con algún “enviado especial”, que como dijo en su momento un alto oficial del ejército: “Hemos llegado a la cúpula de las farc”.

No hay que especular mucho sobre esto. Los hechos mostraron pronto que después de la firma del prometedor Acuerdo de la Habana /2016, lo primero que se sacrificó por la nueva dirección de las Farc, fue la idea del secretariado original, de la resistencia y transformación radical del Estado, por considerarlo una narrativa de la guerra fría, siendo reemplazada por unos puestos en la repartija del presupuesto del Estado dentro del Parlamento de la democracia, maestro.  Ahí surgió la primera ruptura que los contrainsurgentes se aceleraron en denominar peyorativamente como disidencias ¿Disidencia a qué o a quién, si los que se negaron a aceptar el abandono ideológico siguieron con la idea original?

Ahí vino el segundo cambio de clases sociales, dentro de los movimientos que se desprendieron de la antigua far y continuaron armados con la idea original. Esta bandera fue tomada por mandos bajos de pura extracción rural: Campesinos pobres y pequeños vivanderos (con la definición exacta de vivandero) y comerciantes del campo, campesinos proletarizados etc, muchos de ellos con experiencia militar pero escasa formación ideológica y cultura política, surgidos de las masas sociales y territorios de apoyo al movimiento. Era obvio el desbalance. Muchos de estos dirigentes (armados o de civil desarmados) fueron cayendo durante la estrategia gota a gota del subpersidente, el esteatopígico Duque, siendo reemplazados todavía por más “reemplazantes” de la base-base. Y ahí estamos.

 ¿Qué objetivo tiene un campesino telúrico o enraizado a su tierra? La respuesta no es difícil. Quiere defender “su tierrita” (en sentido provincial) cuidarla y defenderla de cualquier intruso que venga a llenar un vacío dejado y a perturbar el musgo agrario y la manera como se ganan la vida a contrapelo del Estado, incluso si viene armado legal o ilegal. Nada que ver con el cambio de era global y civilizatorio ni con el enfrentamiento Inter imperialista que está “reconfigurando” el Mundo hoy día, tan lejos de la tierrita.    

Esta novedad fue rápidamente advertida por los advertidos contrainsurgentes, que afanosamente procedieron a implementar con la ayuda de los muchos “infiltrados” de las innumerables agencias de inteligencia del Estado y extranjeros: De la Inteligencia militar, del ejército, de la marina, de la aviación, de la policía, de la fiscalía, del antiguo DAS, de las compañías privadas de seguridad o mercenarios, más los agentes de agencias internacionales de inteligencia, DEA, CIA, Mi6, etc, que durante años han implementado una estrategia masiva de infiltrar a los movimientos armados, según los parámetros de la guerra moderna. No es por azar que Colombia sea socio de la OTAN y tiene 11 bases militares estadounidenses en su territorio.

En la base, se implementó una política (visible para todo el mundo) de enfrentar los diversos grupos, cada uno acusándose de traidor o de paramilitar. Desde las alturas, la estrategia de la paz total, pero, ojo, “territorial”. De acuerdo con “la tierrita” demarcada por cada uno de los grupos. Resultado: Un conflicto emponzoñado, que los analistas fácilmente denominamos como reciclado, cuando en el fondo era una nueva forma de guerra civil permanente y mutante; con el agravante de que en estos momentos de reconfiguración global se ha abandonado la bandera del anti Imperialismo y la resistencia al Estado contrainsurgente colombiano actual, completamente funcional a esta reconfiguración mundial de intereses económicos y de negocios de las grandes potencias atómicas imperialistas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.