Esquema de la intervención del pasado 22 de enero, en el 118 aniversario del nacimiento de Antonio Gramsci, en el local de un «Colectivo socialista» barcelonés
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No tengo pensamiento propio sobre Marx. No lo he leído suficientemente. Me baso en lecturas de otros: Lenin, Lukács, Gramsci, Althusser, Balibar, Albiac (en su tiempo marxista), Manuel Sacristán, Paco Fernández Buey, Toni Domènech, Jorge Riechmann, Néstor Kohan, David Harvey, Mike Davis, Carlos Fernández Liria, Luis Alegre Zahonero, Manuel Martínez Llaneza, Joaquín Miras, Santiago Alba Rico. También, ahora, Michael Heinrich y otros autores de la nueva lectura de Marx (Clara Ramas por ejemplo). Me olvido de muchos nombres. Y, por supuesto, en los trabajos, siempre interesantes, claros y originales, de mi compañero de mesa, el profesor Miguel Candel, maestro y amigo desde hace muchos años.
Mi idea central de la tradición político-filosófica que el compañero de Jenny von Westphalen inaugura (por decirlo con alguna inexactitud), reorienta más bien, se puede resumir en dos enunciados-reflexiones del que considero un verdadero maestro de varias generaciones socialistas y comunistas (y de personas de otras tradiciones político-filosóficas alejadas; Andreu Mas-Colell, el ex de Economía, sería un ejemplo destacado), Manuel Sacristán (1925-1985):
1. El autor de este artículo («Corrientes principales del pensamiento filosófico», 1968), por su parte, ha negado que pueda hablarse de filosofía marxista en el sentido sistemático tradicional de filosofía, sosteniendo que el marxismo debe entenderse como otro tipo de hacer intelectual, a saber, como la conciencia crítica del esfuerzo por crear un nuevo mundo humano.
2.»No se debe ser marxista (Marx); lo único que tiene interés es decidir si se mueve uno, o no, dentro de una tradición que intenta avanzar, por la cresta, entre el valle del deseo y el de la realidad, en busca de un mar en el que ambos confluyan» (Es una nota de lectura comentando un texto de finales de los años setenta de Lucio Colletti, un marxista o ex marxista que también leímos de jóvenes, y que, como recuerdan, finalizó su trayectoria política en las «turbulentas aguas del cálculo egoísta» representadas por la «Força Italia» de Berlusconi).
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La primera razón, por justicia: No sé si ha existido algún filósofo-científico-activista político tan denostado e insultado como Marx. Creo que no. Sectario prepotente, engreído, confuso, mal científico, teórico de totalitarismo, dogmático, autoritario, irresponsable, machista, inconsistente, copia demediada de los clásicos de la economía política, hegeliano sin la altura filosófica de Hegel, mal plagiario… y así siguiendo. Un perro muerto en filosofía y en ciencias sociales que, además, dicen, continúan diciendo, ha hecho y sigue haciendo mucho mal a la Humanidad. Ningún economista que se precie y que quiera ser científico, afirman también, puede hacer caso de sus fantasías y de sus torpes y superadas teorías. Lo mismo respecto a otras disciplinas sociales. La teoría del valor-trabado, por ejemplo, debería ir al archivo de los disparates superados e inútiles.
La injusticia cometida es de toda evidencia. Pocos filósofos a la altura de Marx (y desde joven, basta releer sus artículos juveniles o sus textos críticos de Hegel), pocos científicos con su profundidad, pocos activistas con tanto compromiso. Convendría recordar que a los 30 años, sin tener entonces conceptos clave de su cosecha propia como plusvalor, escribió un panfleto que sigue asombrando al mundo 171 años después. En ese texto de apenas 30 páginas, hablo del Manifiesto del Partido Comunista, decía cosas del siguiente tenor (cuando el capitalismo estaba iniciando su dominio en el mundo, cuando eran pocos los países propiamente capitalistas, cuando el mundo no conocía la destructiva presencia de este modo de producción y civilización como se ha experimentado bastante o mucho tiempo después).
A. «Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes».
¿Tesis superada de filosofía de la historia? Cuanto menos es razonable considerarla como un punto de vista posible y fructífero para pensar la historia de la Humanidad (o de una gran parte de ella), aunque pueda ir unida a otras perspectivas complementarias. Obsérvese por lo demás que la meta asegurada del «paraíso terrenal en tierra» está ausente de ella: transformación revolucionaria de todo el régimen social (en uno o en otro sentido) o extermino de ambas clases beligerantes.
B «Sin embargo, nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos de clase. Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado».
¿Tesis errónea, totalmente errónea si pensamos en términos globales, sin excluir la Rusia postsoviética, India, China, y la proletarización creciente de amplios sectores de las mal llamadas «clases medias»?
C. Descripciones discutibles (que el mismo Marx rectificará-matizará) pero literariamente deslumbrantes:
Dondequiera que se instauró, echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas. Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas. Echó por encima del santo temor de Dios, de la devoción mística y piadosa, del ardor caballeresco y la tímida melancolía del buen burgués, el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas. Enterró la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables libertades escrituradas y bien adquiridas a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar. Sustituyó, para decirlo de una vez, un régimen de explotación, velado por los cendales de las ilusiones políticas y religiosas, por un régimen franco, descarado, directo, escueto, de explotación. La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia. La burguesía desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían la familia y puso al desnudo la realidad económica de las relaciones familiares.
D. «La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. Lo contrario de cuantas clases sociales la precedieron, que tenían todas por condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes. Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás».
Un capitalismo, el que describe (no analiza, no puede hacerlo en un «panfleto» de 30 páginas)que no puede tener frenos de emergencia. No puede existir un capitalismo humanista y ecologista:
Son todas ellas citas de la primera parte del MC. Hay más, bastante más. No están mal, nada mal, para dos jóvenes filósofos con menos de 30 años que vivían en un mundo que ya era entonces «grande y terrible».
Añado tres reflexiones posteriores (David Vila Morales me ha llamado la atención sobre ellas), de enorme interés en mi opinión.
1. «La concepción materialista de la historia también tiene hoy un montón de amigos a quienes les sirve de excusa para NO estudiar historia. Diré lo mismo que acostumbraba a decir Marx a propósito de los «marxistas» franceses de fines de los 70 [del siglo XIX]: ‘Todo lo que sé es que yo no soy marxista» (Carta de Engels a Konrad Schmidt, 05.08.1890)
2. «Sucesos notablemente análogos pero que tienen lugar en medios históricos diferentes conducen a resultados totalmente distintos. Estudiando por separado cada uno de estas formas de evolución y comparándolas luego, se puede encontrar fácilmente la clave de este fenómeno, pero nunca se llegará a ello mediante la llave maestra universal de una teoría histórico-filosófica general cuya suprema virtual consiste en ser suprahistórica» (Carta de Marx al director de los «Anales patrios» [revista rusa], finales de 1877).
3. En su autobiografía -publicada póstumamente, en 2000-, el para muchos principal historiador de la revolución rusa, el diplomático y liberal de izquierdas británico Edward Hallett Carr, comentó sobre su marxismo o no marxismo: «El análisis marxiano del auge y caída del capitalismo burgués occidental y la penetración intelectual que consiguió Marx en su funcionamiento representan un enorme progreso en el conocimiento, sin paralelo en el mundo moderno»
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Segunda razón. Porque conviene leer y releer a los clásicos. Solemos aprender de ellos. Las ganancias están garantizadas. Y no hay muchos clásicos como Marx. Tengo en mente a otros: Euclides, Newton, Einstein, Platón, Epicuro, Aristóteles.
Este último, por ejemplo, es un clásico en ámbitos como la filosofía, la política, la lógica o la biología (aunque nadie aprende hoy lógica leyéndole como es normal). Marx está a su altura o no está muy lejos. Es un clásico, cuanto menos, en los siguientes ámbitos: filosofía, economía (incluida la economía ecológica), política (teoría fuerte y análisis de las coyunturas políticas), historia y sociología. También como activista y organizador. No hay muchos pensadores, con praxis anexa, que estén a su altura.
Dagobert Runes, nada sospechoso de marxismo-comunismo, escribía en su Historia ilustrada de la Filosofía (Grijalbo, 1969, Barcelona, traducción de Juan Carlos García Borrón): «En toda la historia de la filosofía no existe paralelo al impacto de la doctrina de Marx en las ideas políticas y sociales y los correspondientes cambios en la estructura social. Solos los reformadores religiosos han producido cambios similares» (como en los dos casos citados anteriormente, debo la cita a David Vila Morales).
De hecho, una «demostración» de su permanencia: aunque sea para para atacarlo, o, por el contrario, para leerlo y profundizar en él, no hay apenas ninguna universidad o escuela de estudios en el mundo que no lo tenga como autor a tener muy en cuenta.
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También conviene leerle por sus finalidades gnoseológicas. Según Juan de la Cruz el mundo es sobreabundante, su densidad ontológica desborda nuestra capacidad perceptiva y cognitiva. Nuestra atención jamás puede fijarse en todo lo que nos rodea en ningún instante de nuestra vida.
No sé si Marx leyó a Juan de la Cruz, no es imposible (y además sin traducciones!) pero me da que sus ideas gnoseológicas, sus conjeturas sobre el hacer científico-filosófico y los resultados de su propio hacer, tienen en cuenta esta sobreabundancia e intentan rebelarse, con idealismo epistémico en ocasiones, contra esta limitación: nada humano le es ajeno y es bueno dudar de todo. Marx intenta fijarse en casi todo lo que nos rodea en los ámbitos que hoy llamamos de ciencias sociales, sin olvidarse del sustrato natural. Una oportuna cita de Sacristán:
Del mismo modo que Marx no ha sido ni economista, ni historiador, ni filósofo, ni organizador, aunque aspectos de su «obra» se puedan catalogar académicamente como economía, historia, filosofía, organización político-social, así tampoco es Gramsci un crítico literario, un crítico de la cultura, un filósofo o un teórico político. Y del mismo modo que para la obra de Marx es posible indicar un principio unitario -aquella «unión del movimiento obrero con la ciencia»- que reduce las divisiones especiales a la función de meras perspectivas de análisis provisional, así también ofrece explícitamente la obra de Gramsci el criterio con el cual acercarse a la «obra» íntegra para entenderla: es la noción de práctica, integradora de todos los planos del pensamiento y de todos los planos de la conducta.
Un ejemplo más reciente donde se muestra un paralelismo interesante con la perspectiva sistémica marxiana: Robert Sapolsky, Compórtate, Capitán Swing, Madrid, 2018 (traducción de Pedro Pacheco González):
Por consiguiente, el objetivo intelectual de este libro es evitar el uso de un pensamiento basado en categorías separadas cuando se reflexiona sobre la biología de nuestros comportamientos más complicados, incluso más complicados que el de las gallinas que cruzan carreteras.
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Marx fue un gran escritor, no sólo un enorme filósofo (y desde muy joven). Leo traducciones, yo no puedo leerle en alemán. Pero basta leer, en castellano o en catalán, El 18 brumario o el Manifiesto Comunista (por no hablar de muchos capítulos de Das Kapital) para darse cuenta de su excelencia literaria. Con hermosas expresiones como estas (que seguro ustedes recuerdan): «todo lo sólido se desvanece en el aire» o «en las heladas aguas del cálculo egoísta», ambas del MC.
Un lugar donde observar su grandeza como escritor: en su correspondencia. Un ejemplo: 21 de junio de 1856, carta a Jenny.
Querida mía:
[…] La separación temporal es útil ya que la comunicación constante origina la apariencia de monotonía que lima la diferencia entre las cosas. Hasta las torres de cerca no parecen tan altas, mientras las minucias de la vida diaria, al tropezar con ellas crecen desmesuradamente. Lo mismo sucede con las pasiones: los hábitos consuetudinarios, que como resultado de la proximidad se apoderan del hombre por entero y toman forma de pasión, dejan de existir tan pronto desaparece del campo visual su objeto directo. Las pasiones profundas, que como resultado de la cercanía de su objetivo se convierten en hábitos consuetudinarios, crecen y recuperan su vigor bajo el mágico influjo de la ausencia.
Así es mi amor. Al punto que nos separa el espacio, me convenzo de que el tiempo le sirve a mi amor tan solo para lo que el sol y la lluvia le sirven a la planta: para que crezca. Mi amor por ti, cuando te encuentras lejos de mí, se presenta tal y como es en realidad: como un gigante; en él se concentra toda mi energía espiritual y todo el vigor de mis sentimientos.
Adiós, querida mía, te mando a ti y a nuestras hijas miles y miles de besos. Tu Karl.
«Mein Karl» fueron, según parece, las últimas palabras de Jenny.
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Tomo pie ahora en Michael Heinrich. Marx investiga el MPC, no hay duda sobre ello. La cuestión: ¿en qué sentido es aquí objeto de estudio el capitalismo? ¿Se trata de analizar los rasgos fundamentales de la historia de su desarrollo general? ¿De analizar una fase determinada de este desarrollo, por ejemplo, el capitalismo en Inglaterra en la primera mitad del siglo XIX? ¿O más bien se trata de una exposición teórico-abstracta de su modo de funcionamiento, del modo de funcionamiento del MPC? ¿Qué relación existe entre la exposición teórica y la histórica dentro de la crítica de la economía política (EP)?
Podemos seguir: ¿presenta Marx una teoría más, acaso mejor, más profunda, más explicativa, sobre el modo de funcionamiento del capitalismo que otros autores de su época? ¿La crítica que se apunta en el subtítulo es una crítica de las teorías de EP existentes, una crítica en la que señalan errores y se muestra, alternativamente, una teoría mejor que supera esos errores apuntados? ¿O tiene aquí «crítica» una pretensión más amplia? En términos generales: ¿qué significa la noción crítica en el marco de la crítica a la EP?
No está nada mal un clásico sobre el que 150 años después nos sigamos formulando estas preguntas.
Para MH, los modos de lectura historicista se oponen o, incluso más, son contradictorios con lo que el propio Marx pensaba de su obra. Así, en este pasaje del Prólogo al libro primero de la primera edición de EC:
Lo que me propongo investigar en esta obra es el modo de producción capitalista y las relaciones de producción y de cambio que le corresponden. El país clásico para ello es hasta ahora Inglaterra. De aquí el que haya tomado de él los principales hechos que sirven de ilustración a mis conclusiones teóricas(…) En sí y para sí no se trata de mayor o menor grado del desarrollo de los antagonismos sociales que surgen de las leyes naturales de la producción capitalista. Se trata de esas leyes mismas.
De lo que se trata, pues, no es de la historia del capitalismo, ni de una determinada fase histórica del mismo, sino de su análisis teórico: «el objeto de la investigación son las determinaciones esenciales del capitalismo, lo que debe permanecer igual en todas las transformaciones históricas para que podamos hablar en general del capitalismo». Por tanto, no se trata de presentar un determinado capitalismo, temporal, localmente, sino, como dice Marx al final del libro III de EC: «sólo la organización interna del MPC, por así decirlo, en su media ideal». Si el análisis de mueve a ese nivel de abstracción, la media ideal, sea lo que sea por el momento esa «media ideal» del MPC, el análisis debe suministrar las categorías, los conceptos, que tienen que estar en la base de la investigación de una determinada fase del capitalismo así como también de su historia.
MH sostiene que la tesis de que hay que conocer el pasado para entender mejor el presente vale para la pura historia de los acontecimientos, no para la historia de la estructura de una sociedad. Aquí vale lo contrario en su opinión: para poder investigar la formación de una determinada estructura económica y social, es preciso conocer antes la estructura acabada, y solo entonces se sabe lo que hay que buscar en la historia general.MH lee con esa clave la conocida metáfora de Marx sobre la anatomía del mono y el hombre:
La anatomía del hombre es una clave para la anatomía del mono. Los indicios de las formas superiores en las especies animales inferiores sólo pueden comprenderse, por el contrario, cuando ya se conoce la forma superior.
De ahí, sostiene MH, que en EC todos los pasajes históricos vengan después de la exposición teórica (extremo que habría que comprobar y que yo mismo no he comprobado) de las correspondientes categorías. De este modo, el célebre capítulo de la acumulación originaria está al final del libro primero, no al comienzo. La tesis general de MH: los pasajes históricos complementan la exposición teórica pero no la fundamentan.
En resumen: EC es una obra teórica (que analiza el capitalismo desarrollado) y no una obra histórica que trate de la formación del capitalismo. Pero no es en todo caso la exposición ahistórica como lo es en gran parte la ciencia económica actual. En esta se habla de un problema general de la economía que existe en toda sociedad humana y este problema es el mismo en todas las fases históricas, se investiga con categorías que son esencialmente las mismas. Marx, en cambio, entiende que el capitalismo es un modo de producción histórico que se distingue fundamentalmente de otros modos de producción por lo que cada modo de producción contiene relaciones específicas que hay que analizar con categorías propias, no transhistóricas, categorías válidas para ese modo de producción y no para otros.
En este sentido, concluye MH, las categorías marxianas que describen el MPC son históricas (y en ningún caso, como decíamos, transhistóricas), «válidas solo para la fase histórica en la que el capitalismo es el modo de producción dominante».
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Es conveniente leerle también como campo de observación y estudio de asuntos de filosofía e historia de la ciencia: relación Hegel-Marx, existencia o no de un método propio (la dialéctica famosa), sus vacilaciones, rectificaciones y confusiones, el asunto del método de exposición. Trabajo esencial en estas temáticas: «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia» de Manuel Sacristán, una conferencia, revisada por él mismo en su transcripción, de 1978. Una observación sobre el método.
Marx se mueve en efecto inicialmente en cada análisis en un terreno sobreestructural, generalmente el político y no lo abandona hasta tropezar, como sin buscarla, con la intervención ya palmaria de las «condiciones naturales» sociales. El método puesto en obra de Marx en estos artículos podría pues, cifrarse en la siguiente regla: proceder en la explicación de un fenómeno político de tal modo que el análisis agote todas las instancias sobreestructurales antes de apelar a las instancias económico-sociales fundamentales. Así se evita que éstas se conviertan en Dei ex machina desprovistos de adecuada función heurística. Esa regla supone un principio epistemológico que podría formularse así: el orden del análisis en la investigación es inverso del orden de fundamentación real admitido por el método.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.