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Razones para un 8 de marzo antirracista

Fuentes: Ctxt

La Comisión 8M de Madrid profundiza en los motivos para el lema “Feministas antirracistas ¡a las calles! Nos va la vida en ello” bajo el que convoca la manifestación de este año, centrado en los derechos y la igualdad de las migrantes.

No está de más recordar que el movimiento feminista se forja como una posición política que lucha para eliminar la discriminación y la violencia hacia las mujeres. Además, este sistema de dominación, el patriarcado, está sostenido por otras dos estructuras de poder subordinante: el racismo heredado desde el periodo de la conquista, y el capitalismo y su estratificación de clase.

El racismo responde a una forma de clasificación social emergida para justificar el expolio, la violencia y la expansión colonial del siglo XIX. En este sentido, visibiliza una actitud inherente a la propia conceptualización de “raza”, proponiendo identidades inferiores “ennegrecidas” que deben ser sometidas a las lógicas de la “blanquitud” (al capitalismo, al modelo estatal, al pensamiento binario).

Este proceso de racialización supuso la erradicación de numerosas formas de vivir comunitario, lo que no solo anulaba importantes cuotas de poder político en las mujeres, sino que destruía también marcos de relaciones sociales sin otredad, donde todas eran una y una eran todas, considerando la naturaleza como una parte integrada en ellas. Sobre esta desertización social, se pudo imponer el modelo de familia occidental, que relega a la mujer a un espacio privado, enmascarando todo tipo de violencias hacia ella (imposición del modelo de masculinidad hegemónica occidental) y propiciando la división sexual del trabajo, nuevos modelos de producción y una marcada jerarquización cultural. 

De este modo, Angela Davis señala que la racialización y la sexualización de la violencia se despliegan como un continuum hacia las personas racializadas. Desde la colonización, las instituciones se han encargado de perpetuarlas, introduciendo la raza como un elemento consustancial a las tasas de criminalidad, de la higiene o de la racionalidad, en lo que constituye una tecnología política del cuerpo.

A lo largo del siglo XX, uno de los propósitos del movimiento feminista fue sacar a la luz conceptos como “género”, “roles de género” y cuestionar al sistema “sexo/género”, precisamente para analizar y visibilizar las desigualdades entre hombres y mujeres. Este movimiento se expande desde la autoconciencia de ser mujer y la comprensión de las desigualdades estructurales que el modelo patriarcal impone. 

Sumado a ello, es preciso recordar los aportes de la lucha histórica frente a las condiciones de explotación de las mujeres negras. En 1971, Olympe De Gouge, mujer blanca y militante de la abolición de la esclavitud, escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. En 1851, Sojourner Truth, que nació como esclava y consiguió escapar, pronunció el famoso discurso “¿Acaso no soy una mujer?” en la Convención de los derechos de la mujer de Ohio. En él denunciaba que los derechos de la mujer estaban pensados para aquellas que cumplían con estereotipos de mujer blanca occidental. Ya en el siglo XX, el Combahee River Collective de feministas negras y lesbianas se enfrentaron al poder político heterosexista y capitalista en 1968. Lo que luego retomará Patricial Hill Collins, para definir la “matriz de opresión”, en 1984, y Kimberlee Crenshaw para elaborar la categoría de interseccionalidad, en 1989.

La lucha de los feminismos afros, decoloniales, latinoamericanos, lésbicos, entre otros, ha permitido incorporar otras categorías de análisis que no solo abordan el género binario, sino cuestiones como raza, orientación e identidad sexual, nacionalidad, etnia o clase social, que en su intersección generan múltiples discriminaciones y violencias.

El desconocimiento de estos orígenes feministas, como la falta de conciencia de género, permiten al modelo patriarcal y racista mantenernos en posiciones subordinadas, lógicamente apoyadas por un sistema capitalista y neoliberal cuyos estímulos empujan al individualismo, a las lógicas del éxito, a buscar el reconocimiento material y a defender la ética del statu quo que nos desdibuja como aliadas. 

Es imperativo reconocer hoy la excepcionalidad de los tiempos sin por ello caer en la parálisis del miedo o la resignación. Los retrocesos reaccionarios quizá se pretendan inevitables, pero no lo son en absoluto.

A partir de la internacionalización de líderes depredadores de extrema derecha, representados también en los líderes locales y la divulgación de discursos de odio contra las mujeres, migrantes y disidencias, se ha forjado un tipo de laboratorio neoliberal de esta política global cuyo propósito es la destrucción total del Estado para el beneficio del libre mercado y la consolidación de los privilegios de algunos a costa de las vidas de muchas otras personas.

Es paradójico observar que son principalmente las mujeres migrantes racializadas las encargadas de sostener la vida y los cuidados en beneficio del desarrollo de Madrid, cuando ellas no cuentan con apoyos para sostener sus propias vidas. Aquellas que se encuentran en situación irregular, desplazadas a vivir en la marginalidad, se deben someter a situaciones de precarización y explotación laboral, en muchos casos sexual y a experiencias de vulneración extrema. Lo mismo sucede a nivel transversal para acceder a cualquier servicio básico y cubrir necesidades esenciales; las mujeres migrantes son focos de malos tratos y hostigamientos constantes en el proceso de regularización administrativa que invitan a recordarles que este no es su sitio y que sus vidas y la de sus acompañantes (infancias y juventudes) merecen menos derechos.

Como feminismos autónomos de Madrid reivindicamos un cambio social y político en cuyo centro esté la igualdad para todas y todes sin distinción de nacionalidad, etnia, género, identidad u orientación sexual. Porque las personas trans y las disidencias también forman parte de los feminismos. Exigimos que nuestras vidas tengan el mismo valor social, jurídico y político, bajo condiciones y oportunidades que nos permitan cumplir libremente nuestros proyectos de vida y aportar a la construcción de una sociedad justa y equitativa. 

En este contexto hemos creado el lema “Feministas antirracistas, ¡a las calles! Nos va la vida en ello”. Utilizamos el enfoque interseccional no solo para analizar las múltiples discriminaciones, sino también para reflexionar sobre nuestra posición con respecto a los patrones del sistema dominante, incluyendo los feminismos blancos hegemónicos. Repensamos nuestras opresiones y privilegios, las posibles discriminaciones que ejercemos en nuestras relaciones sociales y tomamos decisiones utilizando nuestra experiencia e inteligencia colectiva. 

Ante esto y el contexto político a todas luces hostil, queremos posicionar las prácticas inclusivas y de cuidados para combatir el racismo y apropiarnos de nuestro cuerpo como primer territorio de lucha contra el patriarcado. Centrarnos en potenciar nuestro tejido social como mujeres y disidencias aliadas, refundar lo comunitario, desjerarquizar los espacios y reconocer nuestras capacidades antes que el éxito individual para resistir al capitalismo neoliberal.

Este año, nuestras reivindicaciones comienzan por traer al centro del debate palabras que las extremas derechas nos han arrebatado con el fin de diseñar discursos de odio, infligir un miedo paralizante y ejercer control social.

Queremos recuperar la palabra seguridad, frente a estos líderes fascistas que instrumentalizan el miedo y el odio como un llamado a “proteger a sus mujeres” como si fuéramos de su propiedad. Somos nosotras quienes nos protegemos de ellos. También son ellos los primeros que legitiman políticas de abuso en las fronteras, imponiendo una seguridad colonial que atenta contra las personas migrantes racializadas. 

Luchamos por la seguridad de un empleo en condiciones dignas donde no solo algunas tengan la posibilidad de romper el techo de cristal a cambio de que otras se queden en el suelo pegajoso. Queremos seguridad para acceder a una vivienda digna, a una educación universal, gratuita y de calidad que imparta una educación sexual integral, entregue herramientas para mejorar la autopercepción y aporte en el desarrollo de habilidades para establecer relaciones sanas y libres de violencia.

Por una sanidad pública universal que considere la vidade todas y todes por igual, elimine los malos tratos, las descomunales violencias obstétricas y que la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) esté a disposición de manera gratuita y segura para mujeres migrantes racializadas en situación irregular. Luchamos por tener la libertad de tomar decisiones propias sobre nuestras vidas y no someternos a sistemas dominantes para el beneficio de otros. Luchamos por erradicar estos sistemas que hipersexualizan y cosifican los cuerpos de las mujeres migrantes racializadas y excluyen los cuerpos disidentes atentando contra sus vidas.

Queremos recuperar la palabra libertad para migrar y quedarse, libertad para vivir en un territorio exento de genocidios coloniales. Luchamos para tener cuerpos libres sin miedo a ser violentadas por su apariencia, una sociedad libre de discursos racistas, tránsfobos y xenófobos. Nos negamos a aceptar una idea de libertad al servicio del enriquecimiento sistemático de unos pocos a costa del empobrecimiento de mujeres, pueblos y del extractivismo colonial, una idea mediocre de “libertad” que destaca al exitismo individual sin importar lo que se deja atrás. 

Nos movilizamos por unajusticiaigualitaria sin distinción por género o atributos personales, justicia en las fronteras. Justicia antipatriarcal que no revictimice ni cuestione a la víctima y donde las mujeres migrantes en situación irregular puedan tener acceso a los apoyos y servicios de reparación. Justicia para que las personas migrantes puedan vivir dignamente y una ley de extranjería que garantice su situación administrativa de manera expedita. ¡Regularización ya!

Un pueblo sin memoria desconoce su presente y no puede proyectar un futuro mejor. Recuperamos la palabra memoria para exigir un proceso digno de justicia y reparación de todas las compañeras que fueron víctimas de la dictadura, para señalar todos los centros de tortura que atentaron con las vidas de muchas y para denunciar que en algunos de ellos se continúan violentando a personas migrantes racializadas a través de prácticas heredadas de la dictadura franquista. 

También recordamos la lucha histórica de los feminismos y sus logros frente a la adversidad. Nos recuerda que el espíritu es la igualdad y la justicia social; nos impulsa a que este 8M estemos con mayor ímpetu en las calles exigiendo nuestros derechos en torno a un espacio de cuidado donde la rabia transformadora se traduzca en la alegría de tenernos juntas y juntes nuevamente porque sabemos que lo vamos a lograr.

Todas las reivindicaciones son importantes, las rabias individuales son nuestras rabias, manifestar nuestros pesares alivia la carga de ansiedad, nos permite reconocernos en las mismas luchas y afrontarlo con esperanza de cambio. Nos va la vida en ello, pues no pararemos hasta lograr que la igualdad sea costumbre, que los derechos humanos sean para todas y todes y no se transforme en privilegios y que la justicia social permee a cuerpos y territorios libres de violencia.

Daniela Lagos Chávez es socióloga, integrante de la Comisión migrante y antirracista. Portavoz de la Comisión 8M.

Fuente: https://ctxt.es/es/20250301/Firmas/48749/daniela-lagos-chavez-comision-8m-madrid-feminismo-antirracismo-interseccionalidad.htm