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Estudio Crítico del Discurso: endo y exo definiciones religiosas y libertad de expresión

Reacciones xenófobas al asesinato masivo de «Charlie Hebdo»

Fuentes: Rebelión

Los atentados de París de los últimos días han provocado reacciones de todo tipo en la sociedad europea occidental. (Vaya por delante aquí mi condena a los atentados). La primera reacción fue xenófoba y racista: en Francia, Le Pen y su Frente Nacional; en el Reino Unido, Farage y su Ukip; o en Alemania, Pegida […]

Los atentados de París de los últimos días han provocado reacciones de todo tipo en la sociedad europea occidental. (Vaya por delante aquí mi condena a los atentados).

La primera reacción fue xenófoba y racista: en Francia, Le Pen y su Frente Nacional; en el Reino Unido, Farage y su Ukip; o en Alemania, Pegida y su AfD. Son tres ejemplos, entre muchos, porque durante estos días hemos atendido estupefactos a una oleada de discursos particulares visibles a través de las redes sociales donde ciudadanos de a pie exponían su parecer, compartiendo todo tipo de elementos gráficos, normalmente contra el Islam y también contra las personas de origen árabe. Enseguida se pudieron ver algunos enlaces de opiniones anteriores en el tiempo, como aquellas palabras del escritor español A. Pérez-Reverte diciendo «es la Guerra Santa, idiotas» -porque se lo dijo un amigo de cervezas- y «seremos todos decapitados».

Los periódicos, las radios y las televisiones hicieron lo propio. En un momento en el que más que nunca prima la inmediatez (antes era la radio la que tenía el margen de error por la rapidez al informar), se antepone publicar literalmente ‘lo que sea’ antes que información veraz y contrastada. No es el fin aquí analizar el hilo de las publicaciones en función de los citados acontecimientos, por lo que no nos detendremos en tal cuestión, interesante, por otra parte. A las informaciones les sucedían o les iban acompañando las opiniones: tanto de los colaboradores de las secciones de Opinión como de los propios lectores.

Si alguna vez alguien quiso tener a su alcance un corpus de discursos racistas actualizado al instante, está de enhorabuena: los comentarios de los sitios web son una fuente de riqueza textual en relación a ese contenido.

A tales comentarios se acompañaban ilustraciones de los dibujantes de los periódicos y otros medios gráficos, que, al igual que los enlaces de noticias, eran compartidos por los usuarios de las redes sociales.

Los lingüistas que nos dedicamos a estudiar los discursos sabemos que todo lo dicho, lo escrito o lo representado gráficamente comporta un orden social, una ideología. Ese día y el siguiente fluyeron ideologías de la desigualdad, promulgándose el racismo, la discriminación religiosa y la xenofobia, focalizándose hacia los musulmanes y árabes. Ni que decir tiene que muchos de los discursos observados asimilaban musulmán y árabe y, con ellos, fundamentalismo y terrorismo.

Comenzó a fluir un discurso de la endo o autodefinición y de la exodefinición.

En el ejemplo de Pérez Reverte, cuyas palabras no correspondían a estos días, pero sí eran compartidas, comentadas y asumidas al hilo de los sucedido en la revista Charlie Hebdo y otras ubicaciones parisinas, se puede observar esta definición de un grupo (nosotros, los romanos, literalmente) frente a ellos (los no romanos).

Este artículo de ABC, del 9 de enero, de Ignacio Camacho presenta esta dicotomía simplista (europeos vs. bárbaros) en estos términos: «Esta civilización, la occidental, la democrática, es con todos sus defectos mejor que las demás […] una sociedad abierta, culta, desarrollada, cívica, a veces fútil pero no tan estúpida como para dejarse destruir en nombre de su propia trivialidad». Es decir, se presenta a todo aquello que no es Europa y europeo como cerrado, inculto, subdesarrollado, incívico y trivial. Este etnocentrismo no oculta la radicalidad de este pensamiento eurocéntrico y de su postura, que «significa negarse a comulgar con las verdades declaradas del relativismo», que, como se infiere, es presentado como negativo frente a un positivo eurocentrismo.

Las críticas al relativismo y la exaltación del eurocentrismo frente a las otras formas (desvalorizadas, deslegitimadas) también forman parte del aparataje discursivo de otro opinador de ABC, el locutor de Onda Cero Carlos Herrera, que el mismo día, 9 de enero, escribía esto:

«Occidente, en su permanente reinvención del relativismo, da muestras a diario de su insoportable complejo de pecado original, de una permanente expiación de culpas alimentadas por su propia factoría histórica; sin percatarse de que, mediante ese perverso mecanismo, acabará sucumbiendo al desmontaje milimétrico de valores irrenunciables que han caracterizado su progreso. Cuando ese sistema se desmenuce, otros lo acabarán ocupando y lo harán con normas ajenas a todo lo que la única civilización presentable ha conseguido».

Esta «única civilización presentable» es colocada frente a «otros […] con normas ajenas» y se explicita ideológicamente para el autor que es «funesto [el] multiculturalismo». Para Herrera existen «perfectos cómplices»: «los que desde Occidente alimentan a diario esta absurda conciencia de culpabilidad», «la izquierda europea, esa cosa tan amorfa en plena descomposición descontrolada». Y todo, en su opinión, con un fin: «la búsqueda de nuevos proletarios», que, según el autor, vendrían a ser los islamistas, a quienes, según Carlos Herrera, esa izquierda europea vería como «una nueva forma de protesta social», algo incomprensible para el locutor de Onda Cero y articulista de ABC, ya que de este modo estarían «defendiendo culturas extraordinariamente ajenas a sus utopías revolucionarias y desatendiendo la propia, la que le ha hecho llegar hasta aquí en mucho mejores condiciones que sus supuestos protegidos».

Esta última frase es reveladora de una estrategia de condescendencia, que refleja la relación de fuerza de clases y sólo se emite desde la dominante: Herrera le concede a esas «utopías revolucionarias» logros, incluyéndolas en el resto del endogrupo.

Se cita a Serafín Fanjul, especialista en filología semítica y se le legitima por ello, por sus conocimientos históricos y textuales de la cultura árabe, que nada tiene que ver per se con el terrorismo y los fundamentalismos. Siendo otra firma habitual en los últimos años de ABC, Fanjul ha criticado con ironía el multiculturalismo y ensalzado, por ejemplo, una propuesta, entonces desde la oposición, de Mariano Rajoy (PP): el «contrato para la integración», que, «amén de moderado y sensato, puede tomarse como un medio de facilitar la estancia de los forasteros en España y la relación fluida y distendida con nosotros, algo más que deseable», escribía en aquel periódico el 1 de marzo de 2008. Son las ideologías dicotómicas y exodefinidoras: nosotros y los otros, los problemáticos.

Esta construcción discursiva, con este determinado componente ideológico, llega a su máximo apogeo, ya adelantado por Reverte: «es la Guerra Santa, idiotas». Camacho, el 8 de enero, ha publicado en ABC que, efectivamente, en su opinión, sin lugar a dudas, «hay una guerra y la podemos perder porque nosotros dudamos y ellos no». Puede parecer al lector, hasta ahora, que hayamos forzado esta dicotomía en los discursos de estos articulistas de opinión del periódico conservador español. Ni mucho menos: el propio Ignacio Camacho define el endogrupo y el exogrupo desde su particular punto de vista:

«Nosotros: los europeos, los occidentales, los partidarios religiosos o laicos de organizarnos en democracia y vivir en libertad. Ellos: los integristas islámicos, los fanáticos del Corán y su yihad que crecen y se multiplican en las sociedades libres aprovechando su flexibilidad multicultural».

No obstante, en este «ellos» queda excluida la mayor parte de la población de los países donde una considerable parte de la población se dice practicante del Islam, países puestos en entredicho. Se excluye también a las comunidades y grupos de extranjeros y -en España, Francia, etc.- procedentes de países árabes ­­-un 20% del total musulmán aproximadamente- y sus descendientes, que, obviamente no son extranjeros y que están plenamente integrados en las sociedades europeas, con independencia del dios al que recen. Es clave esa demonización del multiculturalismo, que, curiosamente, estos autores hacen definidor de aquellas sociedades que presentan ante sus lectores (consumidores de ideología), paradójicamente, como cerradas. Por su parte, la democracia y libertad europeas son presentadas como contrapuestas al multiculturalismo en estas particulares visiones.

El discurso de Camacho no solo polariza los grupos en europeos/yihadistas, sino que habla de multiplicación, lo que implica que hay personas que de no ser «integristas islámicos» pasan a serlo. ¿Quiénes son: los llamados moderados, los cómplices de los que habla Herrera? Se enciende el foco de la sospecha sobre los musulmanes en general: incluso el especialista (Serafín Fanjul) no lo tiene claro: «Si existen mulsumanes moderados, que aparezcan» (ABC, 19 de septiembre de 2006). Para ser justos, Pérez-Reverte sí habla de ellos: «Se trata también de proteger al Islam normal, moderado, pacífico» (XL Semanal, 28 de septiembre de 2014).

La dicotomía se propagó rápido tras el asesinato masivo de París en las redes sociales a través de viñetas como ésta, en la que se presenta a un musulmán como un asesino al volante.

Fuente: Facebook

 

La pregunta es, ¿cuántos mulsulmanes que conducen sus vehículos por las carreteras españolas o francesas han arremetido contra los peatones en un acto de asesinato masivo? Alguien dirá que lo hizo uno (!) en Canadá hace tres meses y para el imaginario discursivo de Herrera y compañía podría ser una cifra pertinente. En rigor, obviamente, no lo es.

Ese imaginario no se corta a la hora de ensalzar su dicotomía, con referencias históricas, como esta de Puebla en ABC, donde se puede ver a Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, a caballo, a luchar contra ¿»300 moros»?

Fuente: Facebook

 

Todo acompañado de multitud de comentarios xenófobos, racistas y acusadores a diestro y siniestro.

Algunos ya hablaron de «Tercera Guerra Mundial», idea que sostiene Pérez-Reverte, acompañada de un «idiotas» para los que discrepan.

Muchos quisieron ver a un «islamista» en el autor de los envíos de paquetes «sospechosos» a redacciones periodísticas de Madrid el mismo día del suceso parisino. Luego se supo que el individuo autor de tales envíos no tiene nada que ver con el Islam y no es árabe ni extranjero: es español, como el Cid (nota: en rigor, el Cid no era español, sino castellano). Incluso, muchos recordaron cómo apenas una semana antes un hombre con enfermedad mental sembró el caos en Atocha, en Madrid, al decir que tenía una bomba encima. Resulta que era de origen magrebí, donde, al parecer, no puede haber personas con problemas psiquiátricos.

En medio de este maremágnum opinador, los servicios de información de agencias de noticias tan importantes como Europa Press y todos los periódicos volvieron a amplificar y dar cobertura mediática a los tuits y entradas de Facebook de un actor español: Guillermo Toledo. ¿Por qué sucede esto? La pregunta no es baladí y sería interesante un análisis del discurso específico de cómo se construye la imagen negativa de una persona por parte de los medios. Algún hecho socialmente relevante ha tenido que haber protagonizado el actor para despertar tanto interés, normalmente negativo. Y, efectivamente, el hecho ‘relevante’ -está claro que no es un hecho trascendente- es haberse posicionado a favor del Sáhara, Palestina, Cuba y la Venezuela bolivariana. Se le acusa de salidas de tono, pero, al final y al cabo, lo hace en sus cuentas personales y no es el representante de ningún colectivo. En lo que nos ocupa, es interesante no ya la evocación de la imagen de Guillermo Toledo en esta viñeta, al que se le llama el «arma más destructiva» de España, sino la presentación de terroristas diciendo «Alá es grande».

Fuente: ABC

 

En este contexto se produjeron gestos discursivos (palabras) a favor de la libertad de expresión, con la reproducción de algunas viñetas que los musulmanes (no los terroristas, sino los musulmanes en general) consideran ofensivas, dadas sus creencias. Se reproducían algunas portadas de Charlie Hebdo, como ésta:

Fuente: Wikipedia

Un pequeño experimento, por llamarlo de algún modo, realizamos con la inclusión de imágenes ofensivas para los católicos y que formaron parte de una exposición que se vio atacada y fue denunciada por el PP.

Fuente: http://archivo.dosmanzanas.com

Estos días se ha recordado otros ataques y amenazas a Leo Bassi, que también ha usado el humor para la crítica, esta vez contra el catolicismo. Parece que la gracia deja de tener gracia cuando se ve aludido el endogrupo. De hecho, algunas personas nos manifestaron lo ofensivo que eran esas imágenes para ellas. En estos casos, primaba para estas personas su derecho al respeto a su creencia religiosa sobre el derecho a la expresión (artística). En el caso de la representación de Mahoma, ¿se reconoce ese derecho?

Es preciso puntualizar que la mayor parte de los musulmanes no encienden hogueras con estas cuestiones (1.000 millones son muchos). Tras varios días de polarizaciones e incitaciones a la venganza -o, directamente, apología de la misma, por parte del propio ABC-, este periódico se hizo eco de las declaraciones del presidente de la Asociación de Jóvenes Musulmanes de Madrid, Mohamed Said Alilech, que casi han pasado desapercibidas, pero en donde se puede leer las palabras de éste representante de la citada asociación: «Ellos no son el islam, son terroristas. Mahoma es el profeta de la paz», «repulsa total y contundente [al] cruel atentado» o «Las bases del islam no predican la violencia. Todo lo contrario. Los extremismos y la radicalización, por desgracia, existen en todas las ideologías, religiones y colectivos. Los que actúan de forma violenta en nombre del islam, malinterpretan los textos sagrados» (ABC, 11 de enero). El periódico tardó cinco jornadas en recoger estas declaraciones y tonos similares, que no fluyen con la misma fuerza en la red (de hecho, las hemos tenido que buscar a conciencia). El daño ya estaba hecho. ¿Queriendo o sin querer?

La apología de la venganza, de la violencia, en definitiva, la encontramos en la propia portada de este periódico conservador del día anterior, 10 de enero: «Francia venga a sus muertos». El silencio de las asociaciones de prensa es indignante, no así el de periodistas que particularmente han llamado la atención sobre estos asuntos.

Fuente: ABC

La Asociación Cultura Crítica UAM, en su perfil de Twittwer (@aculturacritica), puso de relieve el 8 de enero las tendencias en Twitter de los hashtags en Francia y España: con una reacción mucho más xenófoba y discriminatoria en este segundo país que aquel en el que se produjeron los hechos.

Fuente: https://twitter.com/aculturacritica/media

En diversas ciudades españolas estos días han surgido pintadas, como las de las ilustraciones:

Pintada en Huelva. Fotografía de Juan Fernández Caballero

Pintada en Jerez de la Frontera. Fotografía de Juan Carlos Aibar.

Otras se pueden ver en este enlace de Diásporas Magazine: http://www.diasporas.es/2015/01/el-clima-antimusulman-desencadena.html

Estas palabras que escribo sólo pretenden ser un llamado a la responsabilidad de las llamadas élites simbólicas, de los que están en uso de la palabra con proyección colectiva. Me temo que a los autores señalados (Herrera, Camacho, Fanjul) poco se le podrá pedir, pero sí es preciso que personas con los conocimientos suficientes o con, al menos, la intuición de que ese no es modo de proceder alcen la voz contra estas formas de injusticia: la de unos discursos que alimentan el odio, que polarizan, que se sitúan en una posición en la que pretenden hablar por todos (los europeos) y sólo están sirviendo a sus propios intereses de grupo social (clases dominantes), no a la humanidad misma y el deber y derecho que tienen los pueblos de entenderse, cooperar y convivir.

Ígor Rodríguez Iglesias es investigador de la Universidad de Huelva y la Universidad Autónoma de Madrid.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.