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Reafirmación de solidaridad con las FARC-EP Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia

Fuentes: O diario

En el día que escribo este artículo el Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP todavía no se pronunció sobre la operación cuyo resultado fue el «rescate» de Ingrid Betancourt, de tres agentes norteamericanos de la CIA y de once militares colombianos. Millares de comentarios, análisis e interpretaciones fueron dedicados al acontecimiento en decenas […]

En el día que escribo este artículo el Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP todavía no se pronunció sobre la operación cuyo resultado fue el «rescate» de Ingrid Betancourt, de tres agentes norteamericanos de la CIA y de once militares colombianos.

Millares de comentarios, análisis e interpretaciones fueron dedicados al acontecimiento en decenas de países. La aplastante mayoría glorifica a la franco-colombiana, enaltece al presidente Álvaro Uribe, calumnia a las FARC y opta por ejercicios de especulación en la tentativa de explicar lo que pasó.

 

Una certeza emerge ya de ese torrente mediático de desinformación: la versión oficial del Gobierno y del Ejército colombiano es una novela de mentiras y contradicciones.

La primera mentira surge como preámbulo del autoelogio uribista: el «rescate» de Ingrid habría sido una operación 100% colombiana, concebida por los estrategas del presidente, minuciosamente elaborada por la inteligencia militar y ejecutada por el Ejército. En las declaraciones de Álvaro Uribe, de sus ministros y generales abundan pormenores folletinescos. Tal vez vengan a inspirar a un cineasta de Hollywood.

El primer desmentido indirecto, incomodo, vino del embajador de Bush en Bogotá. Aún desconocedor del discurso oficial, el diplomático revelo que la cooperación de los EEUU en el plan fue decisiva. Simultáneamente el Pentágono decía lo mismo con otras palabras, valorando la asesoría militar, la ayuda tecnológica, el uso de los medios electrónicos, de los satélites, etc.

La Francia de Sarkozy también se enorgullece de haber «colaborado».

En Tel Aviv, el diario Haaretz calificó de muy importante, tal vez «decisivo», el involucramiento de elementos del servicio de inteligencia israelí en la preparación de la «operación de rescate».

Con pocas excepciones, Ingrid Betancourt fue elevada a heroína de la humanidad por las cadenas de televisión, periódicos y radios, de Washington a Paris, de Londres a Lisboa. Pero no tengo conocimiento de que alguno de esos media considere por lo menos insólito que ella haya definido a Uribe como un «gran presidente», merecedor de un tercer mandato (inconstitucional). No les resulto extraño que ella abrazara conmovida al general Mario Montoya.

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En estos días en que llueven ataques y calumnias sobre las FARC recordé un texto en que Lenin, a propósito del flujo y reflujo de los periodos revolucionarios, y del comportamiento de la mayoría de los políticos cuando la marea sube y baja. Subrayaba que en las situaciones históricas marcadas por la arrogancia de las fuerzas reaccionarias es cuando más nítida surge la frontera entre los revolucionarios y aquellos que no lo son.

Faltaría a la verdad si negase que fui afectado emocionalmente por los golpes que desde el inicio de año afectaron a las FARC. Fui amigo del comandante Raúl Reyes -asesinado en un bombardeo pirata que violó la soberanía de Ecuador- y sentí profundamente la muerte de Manuel Marulanda, el legendario comandante en jefe de la guerrilla-partido marxista-leninista. Identifiqué en él desde la juventud a un héroe de América Latina.

Más esos golpes, en vez de atenuar mi solidaridad con las FARC, contribuyeron a fortalecerla.

En Portugal la desinformación no difiere mucho de la que va por Europa. La máscara humanitaria no consigue ocultar los objetivos ideológicos. La apología de Ingrid Betancourt (que decían que estaba casi moribunda, cuando parece estar al final con buena salud) es un barniz que disfraza mal una intensa campaña anticomunista. Mientras felicitan a Uribe por su tenacidad como defensor inquebrantable de la democracia, los media lusitanos entonan ya un réquiem anticipado por las FARC y se entregan a ejercicios de futurología sobre su fin inminente.

Este frenesí anti-FARC no tiene el poder de hacer Historia. Juzgo útil señalar que el «rescate» de Ingrid -uso las comillas porque las circunstancias en que ella fue liberada son aún nebulosas- no tiene ningún significado militar, no obstante configuran una victoria política de Uribe.

El gobierno consiguió infiltrar gente suya en algunos frentes. Millones de dólares son ofrecidos por las cabezas de los miembros del Secretariado y otros dirigentes. Fueron espías los responsables de la muerte del comandante Iván Ríos. Las FARC no niegan las dificultades resultantes de traiciones no esperadas.

Pero el panorama de la lucha no justifica actitudes de desaliento. En Mayo y Junio destacamentos de la guerrilla que continua activa en decenas de frentes, de la selva amazónica al litoral del Pacifico, de la Sierra Nevada y del Arauco a los valles de las tres cordilleras andinas infligieron al Ejército y a la Policía Militar duras derrotas. Los propios comunicados del Ejército registran la existencia de importantes pérdidas en combate.

La Historia no tardará en desmentir las previsiones triunfalistas de Uribe y de sus generales.

Con amargura que registre declaraciones no esperadas sobre las FARC de personalidades que durante años fueron solidarias con su lucha. Tengo en mente particularmente las de dirigentes progresistas latinoamericanos con responsabilidades a nivel de Estado.

Me choca que vengan a sumar sus voces a las del coro de epígonos de Uribe.

Esos hombres que admiro y respeto, no ignoran que Uribe -cuyo nombre figura en los ficheros de narcotraficantes de la Drug Enforcement Agency y de la CIA- cuando era gobernador del Departamento de Antioquia, uno de los ideólogos y financiadores de los grupos de paramilitares. Uribe es responsable por la masacre de decenas de millares de campesinos y por los bombardeos con glifosato que envenenaron ríos de las Amazonias, difundieron el cáncer y otras dolencias entre las poblaciones de Putumayo y del Caquetá e hicieron improductivas millares de hectáreas de tierras fértiles. Es a ese criminal al que presidentes de la Unión Europea felicitan ahora como ejemplo del combatiente demócrata antiterrorista.

Es también chocante ver, en fotos difundidas por el mundo, a Ingrid abrazar conmovida al general Mario Montoya, comandante en jefe del Ejército de Colombia. Ella fue candidata a la Presidencia de la República y senadora. No ignora que el general que tanto admira fue el creador de una unidad terrorista clandestina, de la Alianza Anticomunista Americana -AAA- promotora de matanzas masivas de militantes de izquierda colombianos y de campesinos del Chocó. Fue también bajo su comando cuando se realizo la famosa masacre de la Comuna 13 de Medellín, recordada por Uribe cuando lo elogió por la liberación de Ingrid.

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Dentro de pocos años, Álvaro Uribe solamente será recordado como el presidente responsable del agravamiento de la tragedia colombiana. Fue el más fiel aliado de George Bush en América Latina. Invocando la necesidad de llevar adelante una política de seguridad nacional, ejecutó una política de terrorismo de Estado sin precedentes desde el Bogotazo del 48. Arruinó al país transformándolo en una semicolonia de los EEUU e inauguró un estilo de gobierno de tintes fascistas.

Las Fuerzas Armadas Colombianas, con casi 400 000 hombres y mujeres, son hoy las más poderosas de América Latina, disponiendo de armas, equipamiento y tecnología que Washington solo provee a Israel.

Pero, a pesar de las decenas de millares de millones de dólares invertidos en la militarización del Estado con el objetivo de destruir a las FARC, esa meta no fue alcanzada.

Cuando el polvo de la historia se asiente, lo que de las FARC quedará en la memoria no serán las acusaciones y calumnias que hoy las presentan como guerrilla de bandoleros y narcotraficantes, sino su combate de casi medio siglo en defensa de una Colombia libre, democrática, progresista.

Hace 170 años no hubo injuria que la oligarquía colombiana no soltase sobre Simón Bolívar, tratándoled desde aristócrata loco, a Bonaparte latinoamericano y dictador sanguinario.

No pretendo establecer paralelos. Pero acredito que el nombre de Manuel Marulanda será recordado en un futuro no distante como el gran revolucionario colombiano del siglo XX.

Traducción de Genaro Sotelo

El original portugues de este articulo se encuentra en

www.odiario.info