La aceleración de la historia parece dejar atrás estructuras y demandas y la identidad de determinados sujetos colectivos. El desplazamiento, esperado pero no por ello menos sorpresivo, de las corrientes sociales desde mayo a estos días, ha dejado atónitos al gobierno, la clase política y otras organizaciones bien acomodadas en la política binominal de los […]
La aceleración de la historia parece dejar atrás estructuras y demandas y la identidad de determinados sujetos colectivos. El desplazamiento, esperado pero no por ello menos sorpresivo, de las corrientes sociales desde mayo a estos días, ha dejado atónitos al gobierno, la clase política y otras organizaciones bien acomodadas en la política binominal de los últimos veinte años. El torrente enrabiado y cada día más empoderado que cruza a los movimientos sociales de base inorgánica, ha transparentado el abismo entre estas entidades y las organizaciones tradicionales, que hoy junto con constatar su crisis de representatividad sólo pueden observar desde la otra ribera el curso acelerado de la historia. Todos, o prácticamente todos los organismos jerárquicos edificados sobre la base de complejos estatutos, miran con asombro y tal vez cierto temor la insospechada trayectoria de los acontecimientos. El presente y el futuro están en las bases, en la gente, en la calle. En la inspiración social y comunicativa que hace suya una política sin los políticos.
Esta corriente hoy se expresa en materias educacionales y ambientales, pero está latente en innumerables otros ámbitos de la vida social y económica. El mundo laboral, pieza clave de la lucha social de los últimos doscientos años, si hoy no está presente no es por su satisfacción con el statu quo económico. Son hoy otros los motivos que impiden la expresión callejera de un evidente malestar potencial que cruza a toda la clase trabajadora. Si en las calles hay centenares de miles de estudiantes que demandan el fin al negocio de la educación y al endeudamiento, este clamor necesariamente ha de penetrar también a quienes solventan y finalmente contraen esas millonarias deudas: sus padres trabajadores.
La Central Unitaria de Trabajadores (CUT), presidida por el socialista Arturo Martínez, mediante un pacto PC-PS-PDC, es una de aquellas organizaciones que hoy observa desde la vereda el curso de los hechos. Sin embargo, su postura no es compartida por todos sus socios. Si durante los últimos tiempos ya se veía una incomodidad de no pocos sindicatos ante las decisiones y compromisos de la CUT, la vorágine social que remece hoy al país ha hecho estallar estas diferencias. A comienzos de julio, horas antes del Consejo Nacional Ampliado de la CUT, siete destacadas organizaciones se rebelaron a las políticas de la Central. ¿Por qué? Básicamente por su falta de representatividad social, pero también por la oscuridad institucional, que se extiende desde los mecanismos electorales al uso de los aportes de los socios o a la postura de la Central ante la contingencia nacional.
La rebelión tomó cuerpo a través de una carta pública firmada por Cristián Cuevas, presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), Ricardo Maldonado, presidente de la Confederación Unitaria de Trabajadores del Transporte (Conutt), Carolina Espinoza, presidenta de la Confederación Nacional de Funcionarios de la Salud Municipal (Confusam), Manuel Díaz, presidente de la Federación Nacional de Trabajadores de Walmart (D&S), Humberto Meza, presidente de la Federación Nacional de Trabajadores de Falabella, Bárbara Saavedra, presidenta de la Federación Nacional de Trabajadores de París, y Claudio González, presidente de la Federación Nacional de Profesionales Universitarios de los Servicios de Salud (Fenpruss). Exigen convocar a un congreso nacional extraordinario con carácter refundacional y adelantar las elecciones del CDN de la CUT.
En la carta esas organizaciones reclaman que la Central ha estado ausente de la agenda pública en los actuales momentos que vive el país. «La CUT, nuestra Central y su actual ejecutivo no se han involucrado en las luchas que pertenecen a toda la sociedad. Nuestra CUT tiene graves problemas que el último Congreso eludió gracias a una mayoría de facto y una preconstituida votación universal. Las reales debilidades de la Central están en su falta de representación, particularmente en el ámbito de los trabajadores y trabajadoras del sector privado, en las insuficiencias del contenido de sus discursos, los modos y los medios con los que pretende ejecutar sus objetivos».
Credibilidad de la CUT está dañada
En la carta también advierten que la credibilidad de la multisindical se ha visto dañada por los escándalos en los que ha estado involucrado Arturo Martínez. «Nos parece intolerable el festín que se están dando los medios con la figura del presidente de la CUT y el ejecutivo, a los que se implica en escándalos de distinta naturaleza. En esto participan autoridades de gobierno y ciudadanos de distinta orientación política con críticas feroces a los dirigentes sindicales y a los directamente involucrados, pero, por extensión, a todas las personas que han asumido y asumimos hoy las tareas de representación de las trabajadoras y trabajadores (…) La credibilidad de la CUT está dañada por las situaciones que se comentan hoy, pero también por la historia de los últimos años, por los muchos desaciertos y un estilo de conducción que hace agua».
Las organizaciones pusieron como condición para participar en el Consejo Directivo Nacional de la CUT una serie de medidas, como hacer público el padrón electoral. Porque «no hay justificación alguna, ni de seguridad ni de imagen, que pueda esgrimirse para mantener un secreto inaceptable. Con la publicidad del padrón electoral y de los afiliados se podrá conocer la dimensión orgánica de la Central, su distribución territorial y por sectores económicos». También exigen un balance público de tesorería.
El 1° de julio el CDN leyó la carta, cuyo destino era más o menos claro: el rechazo por abrumadora mayoría, desenlace previsto por los redactores de la misiva en que consignan que «mientras las acciones no se concreten, suspendemos nuestra participación en los órganos regulares de la Central y el pago de cuotas».
Cristián Cuevas, presidente de la CTC, tiene también un cargo ejecutivo en la Central, como encargado de la Secretaría de Negociación Colectiva, además de ser dirigente del Partido Comunista. Las demandas de la carta surgen no sólo desde la misma estructura de la CUT, sino también desde la Concertación: los dirigentes en rebeldía tienen militancia en distintos partidos de la oposición. Se trata de un ruido que aún no puede ser calificado como quiebre ni fractura, pero que sin embargo refleja las graves contradicciones internas del conglomerado, estimuladas por la fuerza de los movimientos sociales.
La fuerza de las bases
El actual momento que vive el país ha levantado demandas silenciadas durante décadas. Que hoy se planteen de forma abierta la renacionalización del cobre, una reforma tributaria, plebiscitos y la convocatoria a una Asamblea Constituyente, expresa sin duda una nueva forma de discurso político que emerge desde las bases. Un discurso que se estrella con la institucionalidad política y económica acomodada durante la transición y que busca establecer los fundamentos para una nueva corriente empujada por la sociedad civil, aún sin vinculación clara con ningún partido.
Es posible observar el incipiente peso de las movilizaciones en sectores de trabajadores y organizaciones laborales. Para el lunes 11 de julio los trabajadores de Codelco han convocado a un paro nacional, que coincidirá con el 40 aniversario de la nacionalización del cobre en el gobierno del presidente Salvador Allende. Junto con esta señal, decenas de organizaciones sociales, sindicales, vecinales y partidos de Izquierda han llamado para esa misma jornada a una protesta nacional popular. Un proceso que se multiplica con el correr de los días.
Este torbellino inquieta a los partidos y a las organizaciones tradicionales, como la CUT. Y como no se trata hoy de meras reivindicaciones, sino que se está transparentando una verdadera vocación política, el próximo y necesario paso de los partidos y organizaciones será decisivo. En algún momento, tal vez no lejano, tendrán que abandonar su actual silencio y entrar de lleno en la nueva arena política. Decir qué piensan respecto a un plebiscito, una reforma tributaria y una Asamblea Constituyente.
Es esta la fuerza de la carta de las siete organizaciones rebeldes de la CUT: obligan no sólo a la Central, sino a los partidos de oposición a exhibir su vocación política. Ya no se trata de puntos más o menos en el salario mínimo, o de matices en el postnatal. Lo que plantea la calle son cambios profundos del sistema político. De cierta manera, podríamos hablar de un momento de inflexión.
La CUT ha convocado nuevamente a un paro nacional, esta vez para el 24 y 25 de agosto. Pero hoy una movilización con cinco o diez mil personas, como han sido los «paros» de la CUT, sería una demostración de debilidad, un simple ejercicio, una coreografía inútil. Cualquier gesto que no se integre a las corrientes sociales vivas es repetir políticas adaptadas a un sistema que hoy está dando evidentes señales de error. Y qué mejor ejemplo que la CUT y la Concertación para graficar aquel acomodo.
Es un hecho que la dirigencia de la CUT y sus vinculaciones con la Concertación no la convierten en un interlocutor válido al llamado de la calle, por lo que se podría prever un quiebre generado desde ciertas convicciones ideológicas. La pregunta clásica sobre el papel de los sindicatos, en tanto meros canales reivindicativos o agentes del cambio social, vuelve a levantarse: cómo se deben sumar fuerzas, desde el mundo laboral, al clamor de la sociedad civil.
El actual estallido social, que surge del cansancio de los usuarios de enfrentar la ambición mercantil en el área de la educación, es también extensible y aplicable a todos los otros servicios. Los trabajadores, en tanto también consumidores, comparten el mismo malestar. Una rabia que estalla en momentos que el gobierno levanta como gran triunfo las cifras de crecimiento económico y bajo desempleo. Aquella supuesta y artificial relación entre crecimiento económico y tranquilidad social ha entrado en crisis. Hoy la extendida percepción ciudadana es relacionar al crecimiento económico con el enriquecimiento corporativo. El caso de La Polar ha sido la muestra más fehaciente de la economía en su fase neoliberal. La Polar, si bien es un exceso, es también la norma.
La determinación de Cristián Cuevas y los demás dirigentes de organizaciones sindicales expresa una necesaria decisión política. Es, por una parte, el cuestionamiento público del mundo laboral a una estructura rígida, acomodaticia y no representativa como es la CUT. Pero lo es también, teniendo en cuenta la filiación política de los dirigentes rebeldes, un cuestionamiento a la Concertación. Por el momento, los efectos del clamor de la calle han sido la suspensión de la pertenencia y el no pago de cuotas a la CUT. Pero en un clima tan revuelto, es posible que otras y más tajantes decisiones estén cercanas
Publicado en «Punto Final», edición Nº 737, 8 de julio, 2011
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