En Colombia se ha transnacionalizado la explotación y la opresión nacional, el Estado con sus viejos y renovados esbirros consideran al país como una cárcel,- claro- de altísimos riesgos para la «vigencia» del poder, hoy acosado por una creciente ola libertaria y de explosiones sociales. La Economía política colonialista depreda a los seres humanos y […]
En Colombia se ha transnacionalizado la explotación y la opresión nacional, el Estado con sus viejos y renovados esbirros consideran al país como una cárcel,- claro- de altísimos riesgos para la «vigencia» del poder, hoy acosado por una creciente ola libertaria y de explosiones sociales.
La Economía política colonialista depreda a los seres humanos y a la naturaleza, generando también como consecuencia histórica el alzamiento revolucionario del pueblo pero como una expresión de su radicalidad y de las mayorías obreras, campesinas, indígenas; y populares, que con capas arruinadas y perseguidas de la pequeña y mediana burguesía, preparan jornadas de defensa y lucha contra un Estado parasitario y agonizante que intenta asestar un golpe traicionero a la paz del pueblo, que va en contravía de la descomposición de la oligarquía financiera que llama desde los Santos-Uribe, Zuluaga o Lleras entre otr@s especímenes, a continuar con la barbarie de sus militares y paramilitares que están al servicio de la recolonización actual.
El Estado Colombiano como sirviente y subordinado del Imperialismo, no estará nunca preparado para la paz, «flexibilizará» esta para «administrar» su profunda crisis, y para seguir con su modelo económico de desindustrialización, privatización extrema, liberalización de los mercados del dinero, bienes, servicios y trabajo; además de la creciente apertura comercial, minera y financiera externa.
El Uribismo de Santos ha hecho crecer la desigualdad social y la miseria para continuar exportando capitales, y traspasando masivamente lo que queda de propiedad pública de grandes empresas a la propiedad privada, principalmente extranjera, Santos-Uribe, ha quebrado a los trabajadores del campo y la ciudad, los ha criminalizado, además de destrozar la salud pública, y a cientos de empresas medianas y pequeñas, ha transnacional izado el comercio exterior, y confiscado el ahorro nacional para el crimen y la guerra que son su paz.
Colombia es hoy entonces, un gran enclave imperial recolonizado, con bases militares con las que Estado e Imperio operan la guerra, pero que no toca en las «conversaciones de paz», y que sirven en realidad para defender al capital y sus súper-ganancias, saqueando las materias primas, el sudor obrero, campesino, indígena y popular, y desde luego para obtener una altísima rentabilidad para la inversión de capitales, el pago de la deuda externa, y el despojo de la tierra, la minería y la industria.
Así las cosas, seguirán entonces la fuerza y resistencia popular contra la recolonización material y espiritual de nuestro pueblo que se niega a vivir con la existencia miserable que han creado en Colombia, la burguesía y el capital transnacional y subalterno.
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