«Tal vez porque somos un pueblo irredento al cual sólo se lo pudo eximir del vejamen y el dolor por cortos períodos de tiempo, nuestros héroes no son los triunfadores sino quienes remontan la caída.» Silvia Bleichmar. Revista Caras y Caretas, 2006
¿Quiénes remontaron la caída en la noche oscura de la dictadura; quiénes se empecinaron una y otra vez en redimirnos cuando caímos en la trampa del neoliberalismo y se arrasaba no sólo la memoria sino también la justicia, se cabalgaba en la impunidad y se rifaba el país al mejor postor liquidando el derecho a una vida digna que nos llevó al estallido de 2001?
Fueron esas mujeres -Madres y Abuelas- que se lanzaron a rondar una Plaza de Mayo sitiada por la represión militar, en abril de 1977, las que comenzaron una larga marcha que puso la piedra basal de un nuevo pacto civilizatorio en la Argentina. Esas mujeres extraordinarias cambiaron el curso de la historia porque «remontaron la caída» en la ignominia del régimen terrorista de Videla y Martínez de Hoz, cuando torturaban, asesinaban, desaparecían argentinos y secuestraban a sus bebés; cuando robaban; endeudaban el país por millones de dólares; forzaban a la muerte a miles de jóvenes en una guerra insensata en Malvinas para prolongarse en el poder y asegurar el reinado del neoliberalismo.
Esas mujeres nos redimieron en esa lucha y enseñaron con su persistencia en memoria, verdad y justicia que los valores por los que peleaban excedían sus propios intereses: dijeron que la mala muerte de sus hijos tenía un sentido en la historia. Como señala Ryszard Kapuscinski, la historia tiene el sentido de una pregunta: ¿por qué? Y la respuesta es que esos crímenes de lesa humanidad de la última dictadura estuvieron dirigidos a reformatear la estructura económica y social del país a favor de los más ricos.
Sin embargo, estas mujeres que lucharon contra la impunidad no se detuvieron hasta que la defensa de los derechos humanos se transformara -cosa que ocurrió recién a partir de 2003- en una política de Estado. El diario La Nación, que no dejó de bregar desde ese entonces por una política de impunidad al exigirle a cambio de su apoyo al presidente Néstor Kirchner que no anulara las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, insiste con la búsqueda de la impunidad no ya de viejos represores sino de los beneficiarios económicos de aquellas sangres y cacerías, y que hoy participan como descendientes prósperos en el gobierno de derecha de Mauricio Macri.
Se entiende que ellos acusen a las Madres y Abuelas de «kirchneristas». Fue durante el período 2003-2015 de Néstor y Cristina Kirchner cuando los derechos humanos entendidos como una política de Estado avanzaron en el diseño de la ciudadela civilizatoria por la cual el mundo nos elogiaba. Las políticas públicas en derechos humanos comprendieron los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y de incidencia colectiva y abarcaron el acceso a la educación, la vivienda, el trabajo digno, el salario justo, la protección de la salud, la protección previsional, entre otros.
Porque defender los derechos humanos es construir ciudadanía, pero también garantizar una vida digna al conjunto de la población: desde la derogación de las leyes de impunidad hasta el presente sería larga la lista por la cual la adhesión a la década pasada se explica: del Plan Procrear al Progresar; del plan Conectar Igualdad a la jubilación universal; desde el Archivo y el Sitio de Memoria en la ex Esma hasta el Parque de la Memoria que visitaron Obama y Hollande; las leyes reparatorias y las de derechos de minorías o de género, y la repatriación de científicos o las paritarias nacionales para proteger el salario de los trabajadores.
Por eso las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo saludaron y apoyaron a los gobiernos del kirchnerismo. Hoy, la agresión contra ellas se degrada con un marketing político mediático-gubernamental, asociando reparación y justicia al curro económico, a imagen y semejanza de los CEO macristas, gobierno con más funcionarios procesados en apenas un año que en toda la historia democrática de la Argentina.
En verdad, estas mujeres indispensables, en el sentido más brechtiano, que lucharon toda la vida, son la refutación más acabada de tiempos ominosos. Y aunque intenten borrar sus pañuelos en la Plaza de Mayo, ellas pertenecen a la Gran Historia de la Humanidad, que los canallas jamás podrán reescribir.
Fuente: http://carasycaretas.org.ar/#!/nota/redentoras-25650/