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Referendo para la impunidad

Fuentes: Rebelión

La llamada por Uribe Vélez, Iván Duque y el Centro Democrático, “politización de la justicia”, es la pretensión de reanimar la agonizante vigencia política del Uribismo, a partir del rechazo a que la justicia investigue cuando los implicados son políticos del Centro Democrático. La llamada politización de la justicia es la maniobra política para que la única forma de justicia al desangre generado durante décadas por la derecha y extrema derecha en su intento por eliminar toda oposición; sea el olvido.

La “verdad ecuménica” de los voceros del fascismo y la lumpen burguesía en Colombia, gran parte de ellos investigados por parapolítica, corrupción y masacres; es lo que llaman politización de la justicia pero que propende en realidad por una judicialización de la política, donde todo lo que vaya en contra de sus intereses lo puedan prohibir y lo que no deseen prohibir sea obligatorio.

Las más recientes declaraciones y trinos del expresidente Uribe y de miembros del Centro Democrático después del 4 de agosto, sugieren algo similar a lo declarado en los setenta por Pinochet: “Yo no amenazo, no acostumbro amenazar. Sólo advierto una vez. El día que me toquen a alguno de mis hombres se acabó el estado de derecho”. Y es que el uribismo ha supervivido negando el conflicto, aunque oxigenando la guerra y en su actual agitación, acicala su extemporaneidad con la consigna de una supuesta dictadura de las cortes, para luego deslizarse ofídicamente a la tentativa de convertir su reclusión en un secuestro.

Quizás esté llegando el momento para que el Centro Democrático reviva la propuesta de Luis Carlos Restrepo quien en el 2013 desde la “clandestinidad” le propuso a Uribe Vélez dar un paso al costado, es decir el ejercicio de un uribismo sin Uribe, a lo mejor de eso dependa la continuidad de esa criatura invocada como Uribismo, sin perder de vista que el uribismo podrá prescindir de Uribe, pero no de la guerra.

Por el momento al uribismo solo le queda Uribe, preso y sin más opción que la de convertirlo en mártir; en un perseguido y secuestrado por la “dictadura de las cortes”, las Farc y Fecode. Un secuestrado que escribe trinos y responde extensas y detergentes entrevistas, porque además su defensa jurídicamente débil, la asume hoy el presidente de la República, y los medios masivos; el expresidente sólo atina a confundir y nuevamente al mejor estilo de Pinochet cuando fuera interrogado por el encubrimiento de 119 detenidos y desaparecidos; parece declarar: “No me acuerdo, pero no es cierto. No es cierto y si fue cierto, no me acuerdo».

Recientemente Uribe ordenó a su partido y a Duque para que empezara rápido un “referendo para la reforma a la justicia, y acabar la politización en la alta corte”, Duque se manifestó ya “como Gobierno la reforma es una necesidad para Colombia”, agregó que una “constituyente es un proceso largo” y que buscará otros mecanismos más expeditos.

Mientras la élite propulsada por la extrema derecha mueve la cubierta para imponer una dictadura, a través de una reforma a la justicia que salvaguarde la impunidad, una supercorte que sea infracorte, la supresión de mecanismos como la tutela, el debilitamiento de la defensoría del pueblo, etc.; EE.UU, primer consumidor de cocaína del planeta, sede de los principales bancos lavadores de dinero del narcotráfico, financiador y progenitor del paramilitarismo derivado de su Doctrina de Seguridad Nacional, y que requiere del gobierno colombiano un mayor y decidido compromiso para desestabilizar a Venezuela; viene evidenciando que va a intervenir de manera más atrevida en los asuntos internos de Colombia, con el fin de evitar la caída de Duque de comprobarse fraude electoral en las presidenciales de 2018, además es indudable que la aprobación de Duque continuará en picada, y no es de extrañar que los colombianos pidan su renuncia, no olvidar que El Consejo Nacional Electoral abrió el pasado 11 de agosto indagación preliminar contra Duque y el Centro Democrático por financiación ilegal de su campaña presidencial, esto y la reclusión de Uribe Vélez acusado de sobornar a testigos y de fraude procesal, ha puesto a hablar a personajes como el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, quien pidió hace unos días la puesta en libertad de Uribe Vélez, para que “se defienda como un hombre libre». Así también Mauricio Claver-Carone encargado para asuntos latinoamericanos de Donald Trump y quien junto a Robert O’Brien consejero de seguridad nacional y el jefe del Comando Sur, Craig Faller, visitaran Colombia para reunirse con Iván Duque; pidió que el proceso contra Uribe “no se politice».

Es claro que tan oscuros y belicosos invitados no sólo vendrán a hablar con Duque sobre salud y pandemia, menos EE.UU con más de 5.000.000 de casos y 170.000 decesos, es evidente que los temas centrales serán los pasos a seguir en la agresión militar contra Venezuela-lo que ellos llaman “libertad hemisférica” – por sus recursos y como estrategia de campaña de Trump- y un papel más directo del gobierno Duque en ese aspecto dado el fracaso del “cerco diplomático”, esto, a cambio del respaldo de los gringos al desprestigiado y corroído régimen colombiano en estos momentos.

Días antes y después de la medida de aseguramiento a Uribe Vélez el 4 de agosto y sobre todo después de su alocución como reo 1087985, sus corifeos llamaron a la guerra civil, así mismo al mejor estilo de los años ochenta cuando desde los titulares y las editoriales de los más importantes diarios del país se daba la orden para que otros oprimieran el gatillo y asesinaran a dirigentes sociales; hoy casi que en simultanea con entrevistas y trinos, Álvaro Uribe, parece estar prescribiendo el caos. Tres masacres en una semana es dolorosamente escandaloso. Dice Duque que investigarán, pero es seguro que sin van hasta el fondo se encontrarán a ellos mismos.

Quizás todo se trate de lo que el uribismo llama “poner fin a la escalada subversiva”, donde por su puesto las subversivas son las Cortes Suprema y Constitucional, los líderes y dirigentes sociales, y de oposición, los excombatientes de Farc, las organizaciones estudiantiles, los sindicatos, los reclamantes de tierras, millones de descontentos por la miseria y el desvalijamiento de los recursos del Estado por la élite.

Quizás todo se trate de lo que ellos llaman “El fin de ese ciclo político abierto en 1991” cuyo fin según también el uribismo, se manifiesta con la detención de Uribe y se anunciará con “convulsiones cada vez más violentas y generalizadas”.

O quizás todo se trate como lo dice el señor José Félix Lafaurie, quien en su última columna y refiriéndose entre otros temas a la captura de Uribe, titulada Elogio del Miedo, con inspirado acento declama “Qué falta hoy nos hace el miedo” “Más vale tener miedo. Elogiado sea, si con ello contenemos la amenaza y salvamos a Colombia”. Da miedo que lo diga quien ha sido acusado de promover grupos paramilitares, quien justifica sin sonrojarse el despojo de tierras por parte de estos grupos y quien es fanático opositor de la restitución de tierras.