La editorial Virus reedita un libro de referencia de un pensador y activista inclasificable : Ivan Illich (1926-2002). No es ni mucho menos la primera edición en castellano (antes lo habían hecho Barral en Barcelona y el FCE en México) pero me parece que hoy adquiere un significado especial. Digo esto porque este libro, escrito […]
La editorial Virus reedita un libro de referencia de un pensador y activista inclasificable : Ivan Illich (1926-2002). No es ni mucho menos la primera edición en castellano (antes lo habían hecho Barral en Barcelona y el FCE en México) pero me parece que hoy adquiere un significado especial. Digo esto porque este libro, escrito en 1974, parece estar escrito hoy. En realidad es un conjunto de textos que los debates, dirigidos por Illich, del CIDOC (Centro Intercultural de Documentación) en la localidad mexicana de Cuernavaca el año 1972. El libro está basado en la presentación que Illich hizo para un grupo de magistrados y legisladores canadiense. Esto explica, en parte, la interpelación relativa al Derecho y a la lucha legal que aparece en la parte final del libro.
Tiene un carácter casi visionario porque anticipa la crisis que estamos viviendo en la actualidad. Uno de los economistas críticos más aplaudidos en este momento, Tim Jackson ( Prosperidad sin crecimiento. Economía para un planeta finito ), aunque no cita a Illich está implícita o explícitamente influido por el diagnóstico que nuestro autor efectúa 30 años antes. Hay que decir, de todas maneras, que Illich es mucho más radical que Jackson. Personalmente he de decir que conocí a Illich hace décadas por la vía negativa: a través de la crítica de Vicente Navarro en su libro La medicina bajo el capitalismo. Posteriormente me embarqué en una reflexión crítica sobre la medicina moderna que me llevó a la lectura que Navarro criticaba: Némesis médica. En estos momentos he de decir que me parece que a Illich vale la pena conocerlo pero complementado por críticas como la de Vicente Navarro. El debate es claro: ¿Son la causa de la deriva social y humana que vivimos el industrialismo o el capitalismo? Grandes sociólogos como Immmanuel Wallernstein nos han mostrado con sus brillantes análisis que no son lo mismo, que no podemos diluirlos o confundirlos. Yo diría que las responsabilidades son compartidas y que el error de Ivan Illich está en confundirlas. Con esto no le quiere quitar su auténtico mérito: introducir una reflexión crítica sobre la tecnología y sus usos y cuestionar el modelo industrial. Pero no nos equivoquemos : el industrialismo no es solo la civilización de la máquina, es mucho más. Las máquinas irrumpen en nuestra s vidas en una dinámica que nos acaba esclavizando pero además este fenómeno produce unas instituciones que controlan nuestra vida, desde que nacemos hasta que morimos : hospital, escuela, hospital. Hay una crítica radical a las instituciones educativas y sanitarias que lleva a un cuestionamiento de la escuela moderna obligatoria o la sanidad pública. Al margen que estemos o no de acuerdo con sus conclusiones me parece que no se puede pensar hoy en estos temas sin la lectura de los textos de Illich, que nos ofrecen una perspectiva que hay que conocer. Su libro «La escuela ha muerto» representó una auténtica revolución cultural. Estaría bien que los movimientos sociales emancipatorios, más allá de la reivindicación de lo público, de la gestión democrática de las escuelas o de la demanda de recursos entraran en el debate de fondo que plantea Illich: ¿es la escuela obligartoria un elemento emnacipador o un instrumento de control? En esta polémica no debería faltar tampoco, por supuesto, el Foucuault de Vigilar y castigar o el Rancière de El maestro ignorante. Respecto a la medicina moderna podemos decir lo mismo. Más allá de la reivindicación de la medicina pública hay que plantearse otras cuestiones más radicales : ¿no está medicalizando el sistema industrial toda nuestra vida, desde el nacimiento hasta la muerte? ¿No se ha transformado el arte de curar en una tecnología impersonal? ¿No demuestra la iatrogenia que los efectos negativos y las propias enfermedades generadas por la administración cuestiona su eficacia global? Aquí valdría la pena recuperar y actualizar el debate de Ivan Illich-Vicente Navarro.
Aquí Illich anticipa teorías como la del decrecimiento; la crítica radical economía convencional y sus medidas; la reformulación de las clases dominantes a partir de la incorporación de las élites tecnoburocráticas. También propuestas como la de la simplicidad voluntaria, la necesidad de límites, el valor de la autonomía y la autogestión. Igualmente es clave su idea de la emancipación como desarrollo de las capacidades, presente en muchos autores contemporáneos muy diferentes en el espectro político: Jacques Rancière, Amartya Sen o Martha Nusbaum.
Hay también un análisis valiente y muy contundente sobre los transportes en la sociedad industrial, cuyo centro es el coche y todas las obras públicas que genera: las infraestructuras que posibilitan su dominio. Me parece que es muy afín en este sentido a las imprescindibles críticas y propuestas de nuestro Agustín García Calvo en su crítica del automóvil y su defensa de los trenes y bicicletas. Illich plantea lo que sería la denuncia del autoritarismo de la ciencia y de la transformación del lenguaje para adecuarlo al mundo del consumo. Finalmente me parece cada vez más clara la crítica de Illich a la sobreprogramación de ser humano. Es capaz de ver como una sociedad que aparentemente es cada vez más permisiva está en realidad cada vez más reglamentada. Y también en manos de unos sistemas de evaluación de un poder cada vez más anónimo y más controlador, como ha señalado igualmente Michel Foucault.
Pero lo que Illich plantea en realidad es una hipótesis que lo aleja de posiciones antitecnológicas excesivamente puristas. Hay para él dos etapas en el uso de las tecnologías: las máquinas son utilizadas hasta que en una segunda etapa rompen los límites adecuados en su utilización y nos acaban esclavizando.
Podemos criticar a Ivan Illich que se olvide de la lógica perversa del capitalismo tendente a la acumulación y aumento del capital en su crítica general al industrialismo. Que lo haga también de las clases sociales y de sus conflictos, situando el antagonismo entre el individuo y las corporaciones. Su denuncia del imperialismo económico, político y tecnocrático y su caracterización de fascismo tecnoburocrático merece muchos matices. También en el último artículo, «La inversión política» defiende una salida elitista, muy centrada en nuevos líderes, y que paradójicamente parece demasiado institucional y legalista. El mismo término de convivencialidad me parece algo abstracto, aunque evidentemente incluye en la exposición escrita del concepto muchas sugerencias concretas interesantes. Igualmente ocurre con el de equilibrio múltiple , otro significante clave en la propuesta de Illich.
El libro aporta además dos introducciones de Braulio Hornedo Rocha y Roberto Espejo, ambas muy interesantes. El primero es el rector de la Universidad Virtual Alfonsina de Cuernavaca (México) que nos traza un buen perfil biográfico de Ivan Illich. El segundo es doctorando en Ciencias de la Educación de la Universidad Paris-VIII y escribe sobre el Humanismo radical de Illich, en el sentido apuntado por su amigo Erich Fromm, en su crítica al Tener desde el Ser . La crisis, nos dice Illich, es una oportunidad para evitar el desastre. Pero hay que cambiar el paradigma dominante: las actitudes, los valores y los hábitos. Más allá de los matices el mensaje de Illich me parece hoy más actual que nunca para enfrentarlos a los graves problemas que nos sacuden. Este libro nos invita a reflexionar de manera inteligente sobre sus causas y sobre los remedios necesarios y posibles. Busquemos en este libro, porque lo encontraremos, un material de reflexión y no un guía que nos diga lo que hay que hacer. De esta manera respetaremos el espíritu de Ivan Illich, que siempre nos interpelaba a pensar por nosotros mismos.
Ivan Ilich.La convivencialidad . (Traducción de Matea P. De Grossman) . Barcelona : Virus, 2012