Desde el 13 de agosto de este año, los cubanos debaten en asambleas populares un nuevo proyecto de Constitución. Los cambios son sustanciales: se añaden 87 artículos; se mantienen 11; se modifican 113 y se eliminan 13. El referendo de febrero dará la posibilidad de refrendar o rechazar los cambios a la Carta Magna. No […]
Desde el 13 de agosto de este año, los cubanos debaten en asambleas populares un nuevo proyecto de Constitución. Los cambios son sustanciales: se añaden 87 artículos; se mantienen 11; se modifican 113 y se eliminan 13. El referendo de febrero dará la posibilidad de refrendar o rechazar los cambios a la Carta Magna.
No sólo los residentes en la isla pueden aportar a las transformaciones que experimentará la Ley de leyes. Desde la primera semana de septiembre, los emigrados también están pudiendo hacerlo, participando en un formulario en línea habilitado en el sitio La Nación y la Emigración, asociado al MINREX (Ministerio de Relaciones Exteriores), aunque deben validar que son ciudadanos cubanos. Ernesto Soberón, director de DACCRE (Dirección de Asuntos Consulares de Cubanos Residentes en el Exterior), calificó el gesto en un tuit como un «hecho inédito en la historia de la Revolución.» Los emigrados, sin embargo, no podrán votar en el referendo.
La Carta Magna de 1976 ha atravesado a su vez ya tres modificaciones parciales en los años 1978, 1992 y 2002. En la primera, de 1978, se buscó fomentar mayor participación política de los jóvenes, mientras que la de 1992 propuso la liberalización de ciertos elementos dentro del modelo económico socialista, tales como la posibilidad de existencia del trabajo por cuenta propia, así como la de combinar propiedad estatal e inversión extranjera. En el 2002, por otra parte, se establece la irrevocabilidad del socialismo en Cuba.
El actual Anteproyecto de reforma, aunque ratifica el carácter socialista del sistema económico, político y social cubanos, «así como del papel rector del Partido Comunista de Cuba», elimina del Artículo 5 las referencias al «avance hacia la sociedad comunista.» Acepta diversos tipos de propiedad (socialista, cooperativa, mixta y privada), limita el mandato presidencial a cinco años, e introduce el cargo de Primer Ministro. Por otra parte, busca penalizar a quienes discriminen ya no sólo por razones de sexo, sino también de género, orientación sexual e identidad de género.
Las actuales propuestas han provocado debates no sólo dentro de los grupos de discusión diseñados por el gobierno, sino también de manera espontánea en el espacio público. Uno de estos tiene que ver con la modificación del Artículo 68, que define el matrimonio no ya como la unión entre un hombre y una mujer, sino entre dos personas, allanando el camino para la legitimación del matrimonio no-heterosexual. Ante esto, y de una manera poco usual en la isla, al menos cinco denominaciones evangélicas han emitido un comunicado oponiéndose a la cláusula, llegando a argumentar que la «ideología de género no tiene relación alguna con nuestra cultura, nuestras luchas de independencia, ni con los líderes históricos de la Revolución (…) o con los países comunistas.»
Lo inédito es que están logrando transportar sus reclamos del ámbito clerical al espacio público laico –físico y virtual–, ocupando zonas de incidencia antes reservadas al discurso político. Un artículo en La Jiribilla relata como algunos predicadores religiosos ya están haciendo campañas proselitistas callejeras en contra del matrimonio homosexual, con volantes que abogan por la defensa de «un diseño original» de familia.
Los colectivos LGBT y feministas no han demorado sus respuestas. Clandestina , la primera tienda de ropa online cubana, y La Marca, una de tatuajes, son las principales distribuidoras de un mensaje «a favor del diseño cubano» de «una familia muy original», con lo que buscan revertir el mensaje de evangélicos, metodistas y bautistas, del «diseño original» creado por Dios. En las redes sociales, consiguen seguidores usando el hashtag #mifamiliaesoriginal.
Comenta por correo electrónico Roberto Ramos Mori, al frente de asuntos relacionados con artes visuales y cultura en La Marca: «Creo que es antes que nada un asunto de libertad de expresión. La iglesia se ha apoyado en el derecho que la actual constitución les garantiza, pero ha tratado de limitar las libertades en términos de derechos a otro colectivos de ciudadanos, a los que visualizan como frágiles o débiles, ve a saber tú… ¿Por qué no toman esa postura con respecto al aborto, derecho ganado en Cuba hace mucho? Se hacen necesarios en Cuba espacios de debate fuera de los institucionalizados, que respondan a lo que sucede más a nivel de barrio y en eso La Marca pone lo suyo, como vecino activo de una comunidad de La Habana Vieja donde a través de la Cultura visibiliza a otras identidades.»
Pero lo cierto es que, aunque tradicionalmente ni la iglesia católica ni las cristianas se han opuesto públicamente al derecho, las manifestaciones anti-aborto van ganando cada vez más terreno. El aborto, prohibido en la gran mayoría de los países latinoamericanos, ha sido legal en Cuba desde 1965.
«Cualquiera pensaría que no tendríamos que oír hablar de ´diseño original´ (…) en Cuba, donde la escuela es laica y el Estado también. Pero el Estado cubano ha perdido un espacio ideológico importante precisamente por entender la ideología como una religión» comenta Zaida Capote Cruz para la red Asamblea Feminista. «Si el debate sobre estos temas estuviera permanentemente reflejado en nuestros medios, (…) seríamos más fuertes hoy para enfrentar una declaración que busca ubicarse a medio camino entre Dios y el Partido.»
Sobre la vinculación de religión a ideología, con la cual los religiosos protestantes buscan ganar terreno, Ailynn Torres Santana advierte que se trata de una estrategia recurrente en Latinoamérica. Explica como en Ecuador, ante la implementación de una ley contra la violencia de género, comunidades católicas y evangélicas emitieron un comunicado para desviar la atención de las polémicas de género hacia un discurso conciliador que apelaba a la «soberanía», (…), «a las luchas sociales de liberación» y a la necesidad de abogar por la «la convivencia ciudadana en diversidad y en armonía con la naturaleza.»
Capote y Torres Santana traen a la luz dos asuntos claves para entender la dimensión real de lo que está ocurriendo en Cuba, no sólo con respecto a los debates de género, sino en general, a las dinámicas de su sociedad civil, en el marco de la reforma constitucional. Por una parte, Capote ve el auge del fundamentalismo religioso como respuesta a una tradición de asfixiamiento e invisibilización, por parte del discurso hegemónico, de un debate saludable y productivo sobre estos temas, a pesar de los intentos de promover dinámicas igualitarias. Torres Santana, por su parte, identifica la continuidad entre la emergencia en Cuba de voces religiosas que ocupan un lugar confrontacional dentro del espacio público, y las dinámicas fundamentalistas religiosas latinoamericanas. Ambas instancias, más allá del contenido de sus mensajes, dan cuenta de la emergencia de una sociedad civil pujante por espacios para el disenso.
No hay dudas de que el voto negativo con respecto al artículo 68 representaría un paso de retroceso para Cuba en cuanto a los derechos de identidad sexual y de género, derechos que poco a poco y con mucho trabajo, han ido consolidándose como parte del imaginario nacional. Sin embargo, la emergencia y progresivo empoderamiento de voces periféricas dentro del espacio público cubano, incluyendo las de las iglesias, es una indicación más de que el país sigue cambiando.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.