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Reflexiones en vísperas del acto electoral

Fuentes: Rebelión

No importa que haya casi 18.000 candidatos; tampoco si a ellos poco o nada les interesa ‘la cosa pública’. Del mismo modo, poco importa que sean solamente ‘clientela electoral’ deseosa de apoderarse de un cargo estatal que les permita jubilarse de mejor manera.

Los días 26 y 27 de este mes, volveremos a enfrentarnos a un nuevo comicio electoral. Esta vez, para elegir concejales, alcaldes, gobernadores y  consejeros regionales o COREs. A esa convocatoria deberá concurrir obligatoriamente la ciudadanía de este país. Así ha de suceder porque su majestad —la ley— de ese modo lo estatuye. Y asistiremos, no porque debamos cumplir con algún ‘deber ciudadano’ sino porque somos súbditos de un Estado que nos compele a hacerlo. Aunque no sea el mejor momento. Porque el ambiente político no se muestra propicio para esos asuntos, tanto para el gobierno como para la oposición. Y es que, pocas veces en la historia de esta república sudamericana, la corrupción había alcanzado niveles tan espectaculares como los que hoy exhibe y que no parece querer abandonar.

EL DESPRESTIGIO DE LAS INSTITUCIONES

Al proverbial descrédito del Parlamento, cuyo índice de aprobación, de 3,1%, permanece desde principios de año casi sin alteraciones, se suma ahora lo recientemente ocurrido con el llamado ‘Poder’ Judicial. Y es que, sin perjuicio de las escandalosas revelaciones contenidas en los registros telefónicos del abogado Luis Hermosilla, el Parlamento chileno —que no se caracteriza, precisamente, por hacerle empeño en cumplir siquiera sus funciones legislativas, sino, por el contrario, se hunde en un mar de descalificaciones y recriminaciones recíprocas, acusaciones constitucionales, censuras y disputas por acceder a mayores cuotas de poder— ha insistido en desempeñar un rol protagónico en el enjuiciamiento de tres magistrados. Como era de esperarse, no lo ha hecho de la mejor manera. Entusiasmados con el provecho político que podían sacar del caso, enjuiciaron en un mismo proceso a dos magistrados por situaciones que son por entero diferentes. No debe sorprender que esa desatinada decisión posibilite, más adelante, el ejercicio de una acción ante tribunales internacionales con el consiguiente descrédito del país.

Podría suponerse que hasta ahí llegaría la torpeza de esas autoridades; pero, no. A tal explosión de alocados desaciertos se ha agregado otro, recientemente ocurrido, protagonizado por el ‘Poder’ Ejecutivo, ante la denuncia de violación interpuesta en contra del subsecretario del Interior, señor Manuel Monsalve, por una de las funcionarias de ese servicio. Por si todo ello fuera poco, nos encontramos con la torpe y poco profesional actitud del presidente que, descalificando la acción de su secretaria de prensa, enfrenta a los medios de comunicación, hambrientos de noticias, con revelaciones que la más elemental prudencia aconseja jamás entregar. Porque, como lo señala con acierto un analista, estos escándalos tienden a alterar el panorama electoral.

“Los estudios políticos han documentado ampliamente el impacto de los escándalos políticos en la conducta electoral. Un escándalo que involucra a un alto funcionario, como es el caso de Manuel Monsalve, tiende a generar un efecto perturbador en las dinámicas electorales, incluso si el político directamente involucrado no está en competencia en esas elecciones”.

EL IMPERIOSO CAMINO DEL VOTAR

Indiferente a todo ese ajetreo, los días en que hemos de pronunciarnos por aceptar en el carácter de ‘autoridades’ a personas que no elegimos en calidad de candidatos —sino, en reemplazo nuestro lo hicieron las organizaciones políticas—, siguen corriendo. Porque ese proceso no puede detenerse. Hay que ir a votar. Y elegir al candidato; y elegirlo bien. Porque debemos participar activamente de esa comedia eleccionaria. Votaremos, y diremos que lo hemos hecho ‘informados’, aunque no tengamos idea quiénes son y qué representan esos sujetos. No importa que haya casi dieciocho mil candidatos; tampoco si a ellos poco o nada les interesa ‘la cosa pública’. Del mismo modo, poco importa que sean solamente ‘clientela electoral’, deseosa de apoderarse de un cargo estatal que le permita jubilar de mejor manera. La sociedad ha de reproducirse como es porque tal es la forma que tiene para perseverar, para seguir siendo lo que es, de acuerdo a ese viejo adagio según el cual “esse persistere, in esse est” o, lo que es igual, ‘quien persevera en lo que es, continúa siéndolo’. La sociedad deberá hacerlo reproduciéndose sobre sí misma, una vez más, como lo ha hecho desde los albores de la República y como ha de seguir haciéndolo mientras la comunidad nacional no manifieste, de manera explícita, voluntad política de realizar los cambios que sus estructuras mismas le exigen.

De manera que en un tiempo más, acallado el eco de la propaganda electoral, cumplido el sueño de quienes van a ser elegidos y satisfechas las ‘élites politicas’ de su labor realizada, volverán a hacer su aparición los Hermosilla, los fiscales ‘truchos’, los jueces que buscan ascender a ministros de Corte, los alcaldes que malversan los fondos de las Municipalidades, con otros trajes, con otros nombres, con otras propuestas, como antaño lo hicieron quienes antes precedieron a los que hoy se desplazan por la arena social y se presentan como candidatos. Porque las sociedades, cuando son incapaces de realizar las transformaciones que sus estructuras les están urgiendo, se repiten sobre sí mismas. Y no es que la historia se repita —pues la historia jamás se repite—, sino lo hacen los procesos. Con otros actores, bajo otras circunstancias, atendiendo a otros respectos. Como nos lo enseñara Jorge Agustin Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, en expresiones más o menos similares, que repitieran en su tiempo Thomas Jefferson, Adolphe Thiers y otros: las sociedades que no aprenden de sus errores, están condenadas irremediablemente a repetirlos.

UNA SOCIEDAD QUE ESPERA CAMBIOS

No deja de ser paradojal que todo ello ocurra en una sociedad que, urgentemente, ha reclamado por cambios sustanciales. Estos clamores no provienen solamente de un sector sino de toda la sociedad.

[…] hay un diagnóstico compartido en todo el espectro político sobre la urgencia de materializar cambios que garanticen gobernabilidad. Sin embargo, la ventana entre los periodos electorales 2024 y 2025 es acotada”.  

Hace poco, decía un historiador —que no oculta sus vínculos con la representación política del empresariado—: “Una de las complejidades frente a esta realidad es que resulta muy difícil hacer cambios relevantes con los mismos actores. Además, existen demasiados intereses comprometidos y una notoria comodidad en los cargos, privilegios y costumbres. Todo ello hace más difícil, pero no imposible, dar vuelta el partido y superar esta hora de confusiones”.

Y sin embargo, la sociedad sigue repitiéndose sobre sí misma. Y los electores colaboran eficazmente a que esa repetición se realice. No solamente los nombres se repiten en las candidaturas, sino aparecen los lazos familiares, de amistad, de dependencia laboral, de militancia partidaria. Hay una porfía tenaz (valga el pleonasmo) por seguir igual, por perseverar en lo que se es, como ya lo hemos señalado.

DESPUÉS DE LAS ELECCIONES ¿QUÉ?

La sociedad, a menudo, se me imagina como un inmenso tablero  (de ajedrez, de damas, de ludo, de metrópoli, de lotería, de cualquier cosa) sobre el cual juegan los ciudadanos. Sobre ese tablero se edifican y deciden las vidas y esperanzas de los seres humanos. Aunque parezca increíble. Y seguirán haciéndolo per secula seculorum o, si se quiere, uscum ad infinitum. Entonces, bien vale la pena preguntarse si acaso es posible iniciar otro juego; o de otro modo, si acaso vamos a seguir eternamente en ese continuum que, de todas maneras —y para seguir perseverando en lo que es—, vestirá todo tipo de disfraces. De la respuesta que reciba esa pregunta dependerá el futuro de esta sociedad que, hasta hoy continúa fiel a ese paradigma que se hizo dominante al momento de erigirse el sistema capitalista como sistema mundial.

En consecuencia, es la voluntad del conjunto social la que ha de posibilitar la emergencia de los cambios. La voluntad política de iniciar otro camino. Pero para conseguir aquello se requiere de ayuda. Principalmente, de apoyo teórico. A colaborar en ese empeño está la obra de muchos pensadores. Algunos son actuales; otros nos precedieron, y sus enseñanzas y proposiciones pueden sernos de enorme utilidad. Porque los paradigmas constituyen verdaderas cadenas cuyos eslabones debemos romper para emprender la marcha al encuentro de aquel que viene a reemplazarlo. Una marcha que no va de la mano con las elecciones ni de la farándula que nos brindan los que sí participan en el juego cuyas piezas se encuentran hoy estratégicamente distribuidas sobre el tablero social.

Referencias

Redacción: “Cadem: 83% está de acuerdo con reducir la cantidad de parlamentarios”, ‘Ex-Ante’, 31 de marzo 2024.

Moreno, Marco: “A días de votar: cómo los escándalos de último minuto podrían dar un giro inesperado en las elecciones”, Radio Biobío, 22 de octubre de 2024.

Castillo, Francisca: “La piedra de tope para los cambios”, ‘El Mostrador’, 16 de octubre de 2024. La negrita es del original.

San Francisco, Alejandro: “La descomposición institucional de Chile”, ‘El Líbero’, 20 de octubre 2024.