El desencadenante del proceso fue, como es obvio, el cerco militar y económico (exterior e interior) a que se encuentra sometida toda revolución de verdad que no sea una «transición democrática» preparada y escenificada por las clases dominantes, sino que apunte claramente a destruir o disminuir apreciablemente el poder de éstas. Desde las comunidades castellanas […]
El desencadenante del proceso fue, como es obvio, el cerco militar y económico (exterior e interior) a que se encuentra sometida toda revolución de verdad que no sea una «transición democrática» preparada y escenificada por las clases dominantes, sino que apunte claramente a destruir o disminuir apreciablemente el poder de éstas. Desde las comunidades castellanas y las germanías valencianas, pasando por los campesinos y los anabaptistas alemanes, por la Revolución francesa, la Comuna y la Revolución rusa hasta llegar a la mexicana, ese mecanismo casi automático es tan conocido que no vale la pena detenerse más en él.
Manuel Sacristán (1985)
«La Unión Soviética ya no existe. Como dicen algunos «es historia» o lo que es lo mismo, «olvídenla». La clase política, los académicos y los medios de comunicación trabajan a partir de esta fórmula conforme a sus propios intereses y puntos de vista. Pero la palabra «historia» es polisémica, y la era soviética aún pertenece a un pasado reciente. Aunque cada vez son menos, continúan siendo mayoría los ciudadanos de Rusia y del resto de repúblicas de la antigua Unión Soviética que se formaron bajo el paraguas de la URSS, y que incluso añoran aquellos tiempos. Porque forma parte todavía de la biografía de millones de personas. En este sentido, el «pasado» todavía es un elemento relevante en su vida cotidiana».
Con estas certeras palabras, como se comentó, se abre El siglo soviético de Moshe Lewin. Hay otras reflexiones del Prefacio que mercen ser recordadas:
Sobre la identidad nacional: «La dimensión «biográfica» no es sino un indicador más de la persistencia del pasado. El problema de la identidad nacional del país preocupa a los ciudadanos rusos, y se advierte en este debate un número de concepciones y de actitudes hacia la URSS. Con todo, si unos análisis colectivos tan importantes como estos se llevan a cabo sin un conocimiento contrastado del pasado, y tal suele ser el caso, el debate nacional se torna farsa.
Episodio crucial en la historia del siglo XX: «Para los historiadores, como para todo aquel que sabe cómo la historia, por distante que sea, nos recuerda su presencia, este «olvídenlo» es una postura del todo absurda. Sobre todo durante sus últimos quince años de existencia, la URSS no fue capaz de enfrentarse al presente. Pero en la medida en que ya es parte del pasado, se ha convertido en una realidad inmutable que no podrán alterar las sucesivas interpretaciones que se hagan: es y será un episodio crucial de un siglo XX dramático. ¿Y acaso alguien cree que ya sabemos todo lo que hay que saber sobre el siglo XX?»
Tradición cultural y política rusa: «La Rusia soviética sigue siendo uno de los principales pilares de la tradición cultural y política de Rusia, una tradición cuya influencia sobre el país se deja notar todavía en la actualidad, si bien de un modo diferente a como lo hacía el pasado zarista, uno de los modelos que dio forma a la URSS. ¿Puede pasar por alto este hecho quien se interese por el destino de su país y reflexione sobre ello?»
Sabemos muy poco de la URSS: «De ahí que no podamos prescindir hoy de la URSS en tanto que «pasado» porque es, sencillamente, imposible desembarazarnos de la historia. Uno de los argumentos de este libro es que la URSS es, aún, un sistema del que sabemos muy poco. A la hora de hablar de períodos anteriores (incluidos los años de Stalin), se ha esfumado ya el halo de secretismo que caracterizó el sistema soviético y podemos hoy estudiarlos de un modo sistemático, como de hecho ya se está haciendo. Tiempo atrás, la imposibilidad de acceder a los archivos y a otras fuentes de información indispensables convertían el estudio de la historia soviética en una empresa sumamente frustrante y ardua, y dar con el menor dato que contuviera un indicador útil o toparse con una publicación soviética bien documentada era todo un logro».
La riqueza de la realidad: «Por eso, en cuanto se desclasificaron los archivos soviéticos, los historiadores se abalanzaron sobre ellos. En mi caso, la obtención de estos materiales, que yo mismo localizaba o que recopilaba a partir de obras documentales de otros autores, fue durante muchos años mi principal actividad. Cuanto más leía, más rica se me aparecía la realidad. No obstante, la frustración no se esfumaba, porque seguíamos sin poder consultar los materiales referentes a los últimos períodos de la era soviética».
Recurso a nuevos materiales: «Me propongo en esta obra sacar a la luz los aspectos que considero desconocidos u olvidados, por cuanto su estudio nos permite adentramos aún más en las entrañas del sistema. Apenas he recurrido a fuentes occidentales, que es algo que me propongo hacer en un estudio futuro más sistemático. El recurso a nuevos materiales, como archivos, memorias, autobiografías o publicaciones documentales, es en este volumen un objetivo en sí mismo, aunque también haya pretendido hacer una suerte de examen de conciencia: después de haber consultado tantos documentos nuevos, ¿qué queda de mi antigua visión del fenómeno soviético? ¿Cómo ha cambiado? ¿Adónde fue a parar? Mucho de lo que he escrito en estas páginas da respuesta a estas preguntas, porque estas nuevas pruebas me han revelado cosas de las que apenas sabía nada y me han permitido plantear cuestiones que antes me habría sido imposible formular».
Trabajos de académicos rusos: «La otra gran fuente que alimenta estas páginas son los trabajos actuales de los académicos rusos, bien porque han tenido acceso a informaciones de primera mano, bien porque han trabajado en instituciones gubernamentales, bien porque, ya en tiempos de la Unión Soviética, habían escrito obras críticas y bien documentadas. Me pareció que los lectores sacarían provecho de la ocasión que se les brinda de entrar en contacto con estas fuentes: qué «dicen», y qué sabía el régimen, o qué podía saber, a partir de la información que difundían sus diferentes agencias. Sin otro fin que poner las cartas de mi interpretación sobre la mesa y ofrecer a los lectores una muestra de lo que leían los propios líderes soviéticos, he resumido y citado ampliamente documentos y autores».
El meollo de la investigación y las preguntas: «De ello se desprende que, aunque la sociedad apenas estuviera informada -o manifiestamente desinformada en ocasiones-, el régimen, sobre todo en el período postestalinista, tenía a su alcance una cantidad considerable de material fiable y un buen número de estudios rigurosos sobre el país y el mundo. Pero de nada le sirve la buena información a un líder mediocre. El problema estribaba en la capacidad de comprensión de estos líderes, en qué querían saber, en qué sabían, por más que no pudieran hacer nada con ello, y en qué no tenían el menor deseo de saber. Estas preguntas nos llevan al meollo de nuestra investigación sobre los mecanismos y los puntales del sistema soviético».
Uno de esos mecanismos, no hay duda aunque no es el único, fue la represión, una enorme represión en algunas épocas. Lewin habla de ella en varios momentos y especialmente en los apéndices del libro. Algunas cifras y algunas reflexiones anexas:
1.Personas sentenciadas por «delitos contrarrevolucionarias y especialmente peligrosos» y tipos de penas impuestas entre 1921 y 1953: Total de personas sentencias: 4.060.306. Penas de muerte:799.455. Campos, colonias y prisiones: 2.634.397. Exiliados desterrados: 423.512. Otras medidas: 215.942,
2.Años 1935,1936,1937 y 1938: personas sentenciadas: 1.900.000 (aproximadamente). Personas asesinadas (penas de muerte): 700.000 (aproximadamente, el grueso entre 1937 y 1938).
3.Fuente usada por Lewin: B.P.Kurashvili, Istoricheskaia Logika Stalinizma (Moscú, París, 1996).
4.Shatunovskaya,víctima de la represión y participante activa posteriormente en la campaña de rehabilitación en tiempos de Jruschov, sostiene, nos recuerda Lewin, que fueron detenidas 19 millones de personas tan sólo entre 1935 y 1941: 7 millones de ellas fueron ejecutadas y el resto perecieron en los campos (las cifras fueron acogidas con entusiasmo por Occidente). Lewin: «Disponemos de estadísticas fiables para el período comprendido entre 1 de enero de 1934 y 31 de diciembre de 1947 que indican que en el conjunto de los campos del gulag murieron 963.766 prisioneros. Esta cifra incluye, además de los enemigos del pueblo», a los presos comunes y podemos añadirl, junto con la de los muertos durante la deportación de los kuñaks, al «precio terrible» que hubo que pagar».
4.1.Lewin, por supuesto, no quita ninguna importancia a los datos de la enorme represión que existió ni a los asesinados.
5.Causas criminales versus medidas «profilácticas» por parte de la KGB, 1959-1974: Total de personas llevadas ante la justicia: 1959-1962: 5.413; 1963-1966: 3.251; 1967-1970: 2.456; 1971-1974: 2.423. Por «traición» fueron respectivamente: 1.010; 457; 423; 350.Por agitprop antisoviética: 1.601; 503; 381; 348. Por divulgación de secretos de Estado: 22; 31; 19; 18.
5.1.La fuente de Lewin en este caso es un ensayo de R.G.Pijoia publicado en Moscú en 1998.
6.El apéndice IV está dedicado al Ministerio del Interior como agencia industrial y el gulag como proveedor de mano de obra (1946). Señala aquí Lewin lo siguiente: «En diciembre de 1946, el Departamento de Estadística del Gulag publicó un informe sobre la cifra de internos y de «contingentes especiales» que trabajaban para los diferentes ministerios, que se proveían de mano de obra a través del MVD. La lista contenía el nombre de cuarenta y siete ministerios y agencias gubernamentales, así como el número de internos empleados: industria pesada, actividades militares y navales, explotaciones de empresas petrolíferas, construcción de aviones, construcción de maquinaria agrícola, Ministerio de Energía Eléctrica. En un documento con fecha del 13 de septiembre de 1946 dirigido a Beria, el ministro del Interior, Kruglov, se lamentaba de que cuarenta y cinco de las agencias gubernamentales que se servían de mano de obra procedente del Gulag no hubieran pagado por ella. La deuda acumulada era de 50 millones de rublos, lo que ponía al Gulag en una situación financiera embarazosa. Ya no había dinero para comprar comida para los internos (no sólo no se les pagaba, sino que ni siquiera podían comer). El 1 de noviembre de 1946, Kruglov envió un informe a Voznesenski, responsable del Gosplan, para informarle de que el MVD había superado los objetivos del plan en lo referente a explotaciones industriales (entre otras), y, apoyándose en el hecho de que había sobrepasado el plan en términos de inversión, solicitaba 222 millones de rublos. En una tabla, se escribieron los nombres de unas 17 agencias del MVD y sus inversiones, y permite ver una red floreciente de agencias administrativas que se ocupaban de la gestión de un número creciente de filiales (cuesta ir siguiendo la estructura organizativa). Su creatividad administrativa es digna de elogio, y cuanto mayor es la inversión, más elevados son los salarios de las agencias y los extraordinarios incentivos de los responsables. El informe presta una atención especial al trabajo ligado a las tareas de defensa. El nombre de estos departamentos y agencias suele ir precedido del prefijo spec (abreviatura del adjetivo «especial» en ruso).
Abril de 1947: el MVD constaba de doce directorios, que se ocupaban de la producción de metales, de la minería, de la silvicultura, de los aserraderos, de las fábricas de maquinaria, de las empresas textiles, de las fábricas de calzado, de las refinerías, de las plantas de gas, de los problemas del procesamiento de cobalto y níquel, del trabajo del vidrio, de las fábricas de caucho… La lista es larga y contiene los nombres de los campos (Norilsk, Vorkuta, Uhta, Dal’stroi) célebres por su productividad y por sus durísimas condiciones. El tono «empresarial» pasa por alto u oculta la miseria que se escondía detrás de estos «negocios» y la degeneración moral de los responsables del régimen».
La fuente de Lewin es, en este caso: RGAE, f. 4372, op. 84, d.271
¿Qué fue, en qué consistió el sistema soviético para Lewin, ese sistema del que, según el mismo, tanto desconocemos? Hablamos de ello en la próxima entrega.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.