El libro de Cesar Enrique Pineda, Arde el Wallmapu: autonomía, insubordinación y movimiento radical mapuche en Chile, publicado este año por la UNAM, el Centro de Investigaciones sobre América Latina y El Caribe y Bajo Tierra ediciones, es singularmente relevante en el ámbito de las investigaciones en torno a movimientos sociales, pueblos originarios y procesos […]
El libro de Cesar Enrique Pineda, Arde el Wallmapu: autonomía, insubordinación y movimiento radical mapuche en Chile, publicado este año por la UNAM, el Centro de Investigaciones sobre América Latina y El Caribe y Bajo Tierra ediciones, es singularmente relevante en el ámbito de las investigaciones en torno a movimientos sociales, pueblos originarios y procesos autonómicos.
La obra constituye un riguroso, fundado, comprometido y logrado esfuerzo teórico-empírico por adentrarse en una de las experiencias de lucha indígena más avanzadas y congruentes del continente: la de la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM), movimiento del pueblo mapuche que, entre 1997 y 2003, protagoniza un proceso de disputa de tierras ancestrales y reivindicación de autodeterminación y autonomía, en una intensa confrontación con el Estado chileno, latifundistas y corporaciones trasnacionales. El trabajo, señala Pineda, «Intenta narrar esa historia y, en especial, comprender e interpretar dicho proceso de insubordinación (…) El ciclo de insubordinación, antagonismo y proyecto emancipatorio abierto por la Coordinadora Arauco Malleco constituye (su) eje conductor.»
El autor se plantea un objetivo doble: por un lado, «recuperar, sistematizar y narrar la historia…(de) un actor colectivo sumamente polémico tanto para el propio movimiento mapuche como para la intelectualidad chilena; un sujeto demonizado por los medios de comunicación, categorizado como terrorista, grupo radical o subversivo por el Estado y los grupos dominantes de Chile.» Por el otro lado, se busca comprender, afirma Pineda, «como se produce socialmente el fenómeno de la insubordinación; por entender las formas, modos tiempos, pasos, potencias y límites de las clases, etnias y pueblos subalternos en la construcción de su disposición a luchar.»
Se intenta «comprender los complejos procesos de producción de rebeldía e insubordinación, así como su posterior estabilización y disciplinamiento,» ya que el Estado chileno, –destaca Pineda–, responde a este movimiento, «con un agresivo y sofisticado proceso de desarticulación, de contención, de contrainsurgencia social y represiva que, entre 2003 y 2009, provocaría la contracción y el debilitamiento de la movilización mapuche y, posteriormente, el cierre del ciclo de lucha por la tierra y la autonomía, al ser encarcelados sus lideres, quienes fueron condenados de manera definitiva en 2011.»
El libro inicia con un prólogo de Raúl Zibechi, que es, en sí mismo, un reconocimiento a la valiosa aportación de Pineda; «un trabajo de años», afirma, «en el cual la experiencia directa, el conocimiento de las personas, comunidades y geografías, es uno de los aspectos más notables de una investigación comprometida y en absoluto neutral.»
Dividida en dos partes, una suerte de introducción, seis capítulos, reflexiones finales, extensa y actualizada bibliografía, y más de una docena de entrevistas claves, la obra trata en su primer capitulo sobre la situación del pueblo mapuche en Chile, el proceso extractivista, el colonialismo interno y la interpretación que de ello hacen las dirigencias de la CAM. El capitulo dos se centra en los entramados comunitarios mapuche, el despojo y las experiencias que crean las condiciones y motivaciones para luchar por la tierra y la autonomía y se analizan las militancias y dirigencias de la CAM. El capítulo tres describe la acción colectiva radical, que Pineda denomina «Newen Mapuche, la fuerza de un pueblo.» El capitulo cuatro versa sobre la discusión en torno a la autonomía, la libre determinación de los pueblos, «o, incluso, el separatismo y la independencia, sobre los etnonacionalismos y el Estado liberal chileno.» En el capitulo cinco, se narra y analiza el control de la insubordinación, la reacción conservadora y la gobernanza neoliberal, la respuesta brutal del Estado chileno y las clases dominantes para recuperar el orden establecido. En el capitulo seis, «Resistencia. La lucha continua.», se hace un balance del movimiento mapuche y la Coordinadora frente al Estado chileno contemporáneo.
Pineda aclara, que su investigación tiene un fuerte componente testimonial, «que se explica desde un enfoque sociohistórico construido a partir de largas y numerosas entrevistas realizadas con presos mapuches en la cárcel y con activistas entrevistados en sus comunidades, el cual se contrasta y se pone en dialogo con lo expresado por varios historiadores y especialistas chilenos.» A ello se suma, una extensa investigación hemerográfica y las correspondientes interpretaciones teóricas que proveen la base analítica de lo investigado.
Coincido plenamente con Pineda en cuanto a que uno de los principales aportes de su investigación radica no solo en la reconstrucción de la historia de la CAM, «sino, en especial, haber tratado de comprenderla desde adentro, desde la lucha social, desde la perspectiva de los de abajo.»
El autor investiga, asimismo, junto con la política represiva del Estado chileno, «las contradicciones internas del movimiento y la CAM (para) aprender de las lecciones que deja su propia historia, comparar los paralelismos entre su lucha y la de otros procesos sociales, y en particular, reflexionar sobre los límites que se presentan en la defensa del territorio, así como los alcances y las contradicciones de la violencia política.»
A partir de nuestras propias experiencias de estudios comparativos entre diversos procesos autonómicos en América Latina, en el Proyecto Latautonomy, coincidimos con Pineda en el sentido de que «la disputa por la tierra, el territorio y los bienes naturales, así como la autodeterminación, la autorregulación social y la autonomía, son luchas decisivas de nuestro tiempo.» Asimismo, estamos totalmente de acuerdo en que «los pueblos originarios son el corazón de numerosas alternativas antisistémicas y de que, en los últimos 20 años, han demostrado una enorme capacidad sujetica, de construcción de proyecto alternativo y resistencia frente a la desposesión, el desprecio y el colonialismo interno.» Prueba irrefutable de esta aseveración en nuestro país, lo constituye el proceso iniciado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, a partir de 1994, y, como pudimos constatarlo muy recientemente, la fortaleza, creatividad y amplitud del «sujeto autonómico» expresado en el Congreso Nacional Indígena – Concejo Indígena de Gobierno. Como escribí el viernes pasado en La Jornada, con respecto a la Segunda Asamblea Nacional del Congreso Nacional Indígena-Concejo Indígena de Gobierno-Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, llevada a cabo del 11 al 14 de octubre en el CIDECI-UNITIERRA, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, que constituyó un acontecimiento histórico: «La extraordinaria capacidad organizativa, manifiesta en una metodología de espiral ascendente (dialéctica) de ejes de trabajo-comisiones operativas-resolutivos y posicionamientos; las formas democráticas de llegar a consensos; la coherencia y concientización políticas de delegados (as) y concejales (as), refieren a un movimiento caracterizado por su anticapitalismo y el fortalecimiento de autonomías que se despliegan como un invaluable instrumento de lucha contra la recolonización de las corporaciones capitalistas y los grupos represivos «legales» y clandestinos del mal gobierno».
También, en el espacio de las coincidencias con Pineda, resulta muy benéfica su advertencia de no idealizar estos procesos. «muchas veces, –señala el autor–, el tejido organizativo de estos movimientos se encuentra atravesado por el colonialismo ideológico, por numerosas contradicciones subalternas, por límites y errores peligrosos; en ocasiones, por sectarismos, esencialismos y milenarismos fundamentalistas; por una profunda fragilidad de sus estructuras frente a la guerra, la represión o la cooptación.» Sobre esto último, es posible observar, también en nuestro país, a las organizaciones e intelectuales que en el pasado se integraron como asesores del EZLN, ahora han optado por apoyar la política neo indigenista del próximo gobierno, que se concretará, el espacio de lo político, con la imposición del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas.
Igualmente, me parecen muy acertadas las reflexiones finales de una obra cuyos alcances informativos e interpretativos van más allá de esta breve reseña, en el sentido de que: «los entramados de parentesco, relaciones, afectivos, etnoproductivos, espirituales, simbólicos y materiales, con base en la forma social «comunidad», están activándose y reactualizándose con los proyectos políticos indígenas, como resistencia y freno de las invasoras relaciones expansivas de la forma social «capital», pero también como aspiración y práctica emancipatoria.» Totalmente de acuerdo en que, en los procesos autonómicos contemporáneos, los sujetos que los protagonizan sufren «verdaderas metamorfosis» en sus relaciones sociales, que los potencian como sujetos de cambio, como sujetos políticos «otros». Asimismo, hay coincidencia plena en la reflexión conclusiva acerca de que: «Los movimientos de los pueblos originarios han generado multiformes y complejos procesos de activación comunal que, a la vez, recuperan, recrean y transforman las relaciones de reciprocidad, cooperación, apoyo mutuo y trabajo colectivo, en movimiento societal antagónico y emancipatorio.»
Resulta gratificante que, en un entorno académico hegemonizado por el productivismo puntillista y las investigaciones extractivistas, se produzcan y se publiquen libros como el que hoy presentamos. Felicitaciones a Cesar Enrique Pineda por escribir este excelente instrumento teórico para la lucha abajo y a la izquierda.
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