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Reflexiones sobre el terrorismo islámico

Fuentes: Rebelión

Hay al menos dos fracturas o elementos que atraviesan el problema de los recientes atentados terroristas reivindicados por el ISIS en nuestros países vecinos: 1. La fractura entre nacionales y extranjeros: excluidos vs. incluidos. Comunidades o individuos viviendo en países occidentales se visualizan a si mismos en situación de exclusión social como consecuencia de la […]

Hay al menos dos fracturas o elementos que atraviesan el problema de los recientes atentados terroristas reivindicados por el ISIS en nuestros países vecinos:

1. La fractura entre nacionales y extranjeros: excluidos vs. incluidos.

Comunidades o individuos viviendo en países occidentales se visualizan a si mismos en situación de exclusión social como consecuencia de la falta de protección social, desempleo, y pobreza en sus países de residencia, y terminan reclamando para sí la necesidad de justicia social. Así ocurrió en el contexto de las revueltas de las banlieues de Francia en 2005, lo cual nos hace recordar que esto sucede principalmente con ciudadanos nacionalizados en el país de residencia pero de origen extranjero. Individuos de origen islámico encuentran con facilidad argumentos que les hacen situarse del lado de los ideólogos de la Yihad, capaces de ofrecerles una explicación convincente del porqué de su situación y la discriminación a la que se ven sometidos en sus países de residencia como consecuencia de la violencia estructural instaurada. A ello contribuye definitivamente la capacidad transfronteriza de las TIC’s. El ISIS presiona a estos individuos «reconvertidos» para reivindicar la ideología yihadista mediante la ejecución de atentados terroristas de gran capacidad performativa, sin necesidad de enviar efectivos desde países nodriza como Siria e Irak, y pudiendo evitar así los fuertes controles de seguridad de las fronteras occidentales.

2. La fractura interna en el seno de los países occidentales entre nosotros y los otros.

Los atentados terroristas consiguen el objetivo de fracturar y polarizar a las pueblos europeos, dibujando el perfil del enemigo en virtud de homogeneizar a las comunidades islámicas atribuyendo al conjunto las características indeseables que se atribuyen a los terroristas: radicales, asesinos y criminales todos. El discurso de la islamofobia llega a hacerse hegemónico como expresión última de la caracterización del enemigo. La respuesta de los países europeos es declarar abiertamente la guerra contra el fundamentalismo islámico mediante dos mecanismos principales: a. El aumento de la seguridad y la vigilancia en nuestros países, en detrimento de la garantía de las libertades (Francia acaba de prorrogar el estado de emergencia). b. El aumento de las operaciones militares en los territorios en que opera el ISIS, contradiciendo las actuaciones previas que han ayudado a mantener las estructuras militares y políticas de la organización terrorista, por ejemplo mediante la venta de armamento o intervenciones militares de dudosa legitimidad. En ocasiones este enfrentamiento de posiciones adquiere el carácter de guerra civil entrenosotros y los otros en el interior de nuestras fronteras, contribuyendo a reforzar aún más la violencia estructural dirigida a determinados grupos sociales. Así se explica en parte el ascenso de nacionalismos de corte patriota y racista en media Europa, como es el caso del Frente Nacional en Francia o el Jobbik en Hungría.

Respecto a la primera de las fracturas, algo tendremos que reflexionar en occidente. En cuanto al segundo, es precisamente el objetivo que persiguen los ideólogos del ISIS, al que nosotros damos pábulo con una fascinante escasez de miras.

 

Luis Rodríguez. Licenciado en Ciencias Políticas. Posgraduado en Sociología. Investigador en Fundación Alternativas

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.