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Rehenes del odio

Fuentes: Blogueros y Corresponsales de la Revolución

En estos días de sentimientos encontrados, de derrumbe de altares, de confirmaciones sangrientas, no queda espacio para la duda: estamos en el centro del epicentro y el Armagedón existe, es una realidad patente y cotidiana, tan clara como mi café mezclado en las mañanas. A quienes disfrutan la capacidad de asombro les preocupan las elecciones […]

En estos días de sentimientos encontrados, de derrumbe de altares, de confirmaciones sangrientas, no queda espacio para la duda: estamos en el centro del epicentro y el Armagedón existe, es una realidad patente y cotidiana, tan clara como mi café mezclado en las mañanas.

A quienes disfrutan la capacidad de asombro les preocupan las elecciones en los Estados Unidos, o el renacer de la Intifada, tal vez también el nuevo Maine en el Yemen. Pero la amenaza no usa turbante, ni siquiera alfanje o puñal enjoyado. Viene esta vez en abogado de negro, personaje tras su computadora portátil, en un penumbroso suburbio de Nueva Inglaterra.

No es de extrañar el calentamiento de la atmósfera, el ominoso hueco en la capa de ozono que barrerá con las doradas bañistas, ya ni siquiera me altera el sabor metálico del agua embotellada. Todo es parte de la gran conspiración para el fin, aquí sobre la tierra, pues la cuenta regresiva empezó.

No es ya la promiscuidad, la falta de moral, el egoísmo rampante y la costra gris en las ciudades que carcome los huesos, lo que hoy nos oxida el alma es la falta de esperanza, de ese brillo aguzado en las pupilas de los nuevos, ese olor a limpio que explota en cada parto.

Cuando los hombres creían en las palabras y las mujeres amaban su fertilidad, las uniones bendecidas traían retoños a la sociedad, hoy nos llenamos de códigos para evitar el roce del cariño y con cada contacto tememos un golpe. Quien permite el amor en números nunca será completo.

No es extraño que muchos consideren a la sociedad norteamericana como el templo, encandilados ante su grandilocuencia y alarido. Pero si lo es, se trata de su desmesurado afán por la hipocresía y la codicia, en el fondo su pragmatismo desaforado no es más que la ejecución descarnada de la cadena alimenticia de la naturaleza.

Las soluciones son sencillas y quienes huyen ante la jauría caen primero. Es necesario expurgarnos en lo hondo y dar la espalda a los altares del dogma.

Sólo en los ojos de los nuevos está la salvación: «la patria es ara y no pedestal».

Fuente:http://bloguerosrevolucion.ning.com/profiles/blogs/rehenes-del-odio

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.