Nada más leer las 6 condiciones de Albert Rivera a Mariano Rajoy, debo confesar que lo primero que se me ocurrió es ponerme a imaginar cómo va a hacer Rajoy para no cumplirlas Cuando escuché su primera evaluación de la oferta, que venía a decir: «un paso importante», seguido luego de «hay que matizar». Desde […]
Nada más leer las 6 condiciones de Albert Rivera a Mariano Rajoy, debo confesar que lo primero que se me ocurrió es ponerme a imaginar cómo va a hacer Rajoy para no cumplirlas Cuando escuché su primera evaluación de la oferta, que venía a decir: «un paso importante», seguido luego de «hay que matizar».
Desde ese momento fui consciente que si en vez de seis, hubieran sido ocho, o cuatro, hubiera dado lo mismo. Dispuesto a seguir gobernando al precio que sea, no le hubiera sorprendido añadir «tres huevos duros», o como se hacía en las ferias de antaño, tan populares en Galicia, «y una torre de cacerolas para cada militante de Ciudadanos».
No quiero decir con esto que no cumplirá, sino que lo intentará «cumplir a su manera», que es un a modo de aceptar sin llegar a hacerlo. Creo, y los hechos lo confirman, que la palabra de Rajoy es como el chicle: se estira, se encoje. Siempre es el mismo chicle, pero sufre variantes en la boca que son indescifrables y que sólo aprecia el que lo mastica.
Una lista de políticos cínicos
Con el tiempo y la experiencia he llegado a la conclusión de que sería bueno hacer una lista de políticos cínicos desde la Transición hasta hoy. Exceptuemos a Franco, porque es la línea divisoria, y su capacidad alcanzaba cotas inverosímiles. Fue, sin lugar a duda, el cínico por excelencia, insuperable. Porque la definición del cínico no tiene nada que ver con aquella buena gente griega dedicada a la filosofía hacia el siglo IV antes de Cristo, que inauguró Antístenes, y que eran modelos en su coherencia y buen vivir. Desconozco por qué, de tan buena raíz, los escolásticos y demás morralla los convirtieron en motivo de insulto y desprecio.
Un cínico moderno, contemporáneo, resulta fácil de definir: es aquel capaz de negar lo que acaba de afirmar y además se niega a reconocerlo. Quizá eso defina la diferencia entre un filósofo cínico y un político cínico. Hemos tenido el dudoso privilegio de sufrir a los dos políticos cínicos más notables de la contemporaneidad, Jordi Pujol y Mariano Rajoy. Los demás eran inestables; hacían lo que podían con la mentira, pero no tenían el marchamo de un cínico político fetén; el que es riguroso en su cinismo. Por eso Suárez, Calvo Sotelo, González, Zapatero, incluso Aznar, fueron unos cínicos sin convicción, irregulares, y con momentos en los que decían lo que iban a hacer, e incluso lo cumplían.
Jordi Pujol o Mariano Rajoy, no. Son cínicos completos, sin fisuras. De ahí me cabe deducir que la negociación entre el Gran Jugador (Rajoy), veterano de todas las mentiras que a uno se le puedan ocurrir, y Albert Rivera, aspirante, con apariencia de buen chico mientras no conste lo contrario, maniobrero, pero sin el pedigrí de años de administración franquista, posfranquista y contemporánea. Nada de registrador de la propiedad, gente aviesa y avispada, a los que no cabe pensar un error, a menos que sea premeditado e indetectable. Va a ser por tanto una negociación de esas en que no se negocia nada, o por mejor decir, lo que se dice que se negocia no tiene nada que ver con las conclusiones que se esperan sacar.
Y si no me creen me atrevo a hacer una predicción. La anulación de los aforamientos o la suspensión de cargos públicos imputados en casos de corrupción. Interpretado en su sentido estricto el Partido Popular se quedaría sin partido, y hay que reconocer que Mariano Rajoy no es un fantasma de la ópera, estilo Artur Mas, que conforme tomaba una decisión, más se hundía en su propia torpeza. La diferencia entre un profesional y un charlatán que aspiraba a navegar hasta Itaca, pensando que era una canción y no una isla.
Creo que en Rivera hay un problema de presbicia; no detecta bien los objetos que tiene delante de sus ojos y puede confundir los animales. Pensar que está tratando con un tigre de la administración, o con un elefante con muchos años de zoológico. Mariano Rajoy no quiere cacahuetes, quiere el poder y sólo el poder, y a ese animal está prohibido acercarse sin armas políticas de grueso calibre.
Gregorio Morán, columnista habitual en el diario barcelonés La Vanguardia, fue un resistente político en el clandestino Partido Comunista de España bajo el franquismo. Periodista de investigación e insobornable crítico cultural, ha escrito libros imprescindibles para entender el proceso que llevó en España de la dictadura franquista a la Segunda Restauración borbónica. Su último libro: El cura y los mandarines (Madrid: Akal, 2014).
Fuente: http://www.bez.es/597335677/rebelion-politica-vacaciones.html