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Reseña del libro "Proceso abierto. El socialismo después del socialismo" de Félix Ovejero Lucas

Repensando (con mirada socialista) la tradición socialista

Fuentes: El Viejo Topo

Félix Ovejero Lucas Proceso abierto. El socialismo después del socialismo. Tusquets, Barcelona, 2005, 285 páginas. Señalaba G. A. Cohen en Razones para el socialismo, un libro que tiene más de un punto en común con el ensayo que comentamos: «Las uvas pueden estar realmente verdes, pero el hecho de que la zorra no las alcance […]

Félix Ovejero Lucas

Proceso abierto. El socialismo después del socialismo.

Tusquets, Barcelona, 2005, 285 páginas.

Señalaba G. A. Cohen en Razones para el socialismo, un libro que tiene más de un punto en común con el ensayo que comentamos: «Las uvas pueden estar realmente verdes, pero el hecho de que la zorra no las alcance no nos demuestra que lo estén. ¿Deberíamos concluir, en cambio, que cualquier intento de producir este bien particular debe fracasar? Sólo si pensamos que sabemos que ésta era la única forma de hacerlo posible, o que lo que hizo fracasar este intento hará fracasar cualquier otro, o que, por alguna(s) otra(s) razón(es), cualquier intento fracasará. Creo, en cambio, que no sabemos ninguna de estas cosas. Desde mi punto de vista, la solución correcta es que lo hagamos de un modo diferente y mucho más cauteloso«. Ahí estamos, y ahí podemos situar el último libro de Félix Ovejero Lucas, que, por otra parte, y salvadas las distancias metodológicas a favor de Ovejero, recuerda aquellas Conversaciones de Lukács con Abendroth, Kofler y Holz, porque tampoco aquí hay intelectualismo en las posiciones: hay que sacar consecuencias políticas y teóricas de las derrotas, o de las batallas perdidas.

Probablemente, uno de los mejores frutos que podemos esperar de la lectura atenta de un ensayo es que nos instruya, que nos eduque. Este último trabajo de Ovejero (Proceso abierto acaso suene a algún lector a la popperiana-sorosiana sociedad abierta, pero no hay nada de eso: son entidades disjuntas; está verificado) tiene esta virtud y por partida triple porque lo hace en tres ámbitos: en el de las últimas aportaciones de las ciencias sociales, en el de la filosofía documentada sobre estas ciencias y en cuestiones metodológicas no siempre elementales o conocidas. Además, su tema y su punto de reflexión, es asunto de urgencia para todos: una mirada socialista sobre los avatares del socialismo transformador. Hay una aclaración terminológica en nota de la página 19 para que no haya ninguna duda: «A lo largo de estas páginas utilizaré la expresión «sociedad socialista» para referirme a una sociedad acorde con los principios socialistas de igualdad, democracia, autorrealización, fraternidad y libertad… En sentido estricto, para la tradición que procede de Marx, debería utilizar el adjetivo «comunista» para referirme a esa sociedad. Pero, como recuerda Cervantes, el sentido de las palabras lo determina «el vulgo y el uso» y hoy la calificación de comunista parece inevitablemente asociada a las experiencias de lo que se llamó «socialismo real»». Que la injusta confusión conceptual sea fruto de una derrota política, no quita verdad a la consideración de Ovejero. Pero, para entendernos, aquí se nos está hablando de la cosa que interesa: de la tradición que tiene como horizonte no olvidado el cambio, la transformación prudente de una sociedad regida por el mercado y el beneficio inmediato en todos sus ámbitos esenciales y que hoy tiene, como tarjeta de presentación a nivel mundial, el siguiente membrete: 12 millones de trabajadores forzados y 100.000 muertos diarios por hambre o por sus consecuencias inmediatas.

En el apéndice del primer capítulo, Ovejero Lucas presenta al marxismo como una tradición emancipatoria con base racionalista. Si bien todas las tradiciones emancipatorias han empezado condenando las sociedades que pretendían transformar, acaso solamente la tradición socialista-marxista se preocupó de estudiar alternativas: ¿era posible, era realizable una sociedad sin clases, comunista? ¿Cuál debería su organización básica? ¿Cómo podríamos vincular el presente (rechazado) y el futuro (deseado)? ¿Podríamos de hecho acceder a la sociedad postulada? Antes, en su introducción, Ovejero destaca dos convicciones sustantivas que subyacen a todo su análisis: la implausibilidad de la hipótesis de la abundancia, «de la idea de una sociedad con recursos ilimitados, sobre la que se habían forjado los modelos clásicos del socialismo», y la convicción teórica de que el «socialismo forma parte de una larga tradición política para la que la democracia es el mejor de los instrumentos con el que asegurar la libertad de los ciudadanos, con el que combatir las diversas formas de despotismo», con lo que, en este último sentido, el socialismo entroncaría con las mejores aristas del republicanismo. De hecho, Ovejero Lucas persigue y consigue fusionar, con ganancia mutua, los aspectos igualitarios y libertarios del republicanismo político con un socialismo prudente pero no entregado a los cantos de sirena de vías terceras (o afines). Pues bien, El socialismo después del socialismo puede leerse como un minucioso y riguroso análisis de aquella afirmación sobre el marxismo como tradición emancipatoria y racionalista a partir de estas dos últimas convicciones apuntadas, entendiendo, además, como se indicó, que Ovejero se está refiriendo con sociedad socialista a una sociedad acorde con los principios de igualdad, democracia, autorrealización, fraternidad y libertad, y no a ninguna otra entidad política o retórica.

Una pregunta básica abre el volumen: ¿ha fracasado el socialismo? Ovejero Lucas sopesa bien la naturaleza exacta de los fracasos, pero no oculta su posición de partida: si el socialismo se identifica con el socialismo real, como sucedió y sucede en parte, que si bien mostró que era posible organizar la economía de forma no capitalista eliminando parcelas de miseria y explotación, dejó también claro que las economías planificadas tenían problemas y que en su nombre se podían cometer las mayores barbaridades concebibles, sin olvidar el más temprano y acaso el de consecuencias más terribles para la propia historia de la tradición: «la incapacidad de detener la Gran Guerra, un conflicto que puso a prueba su internacionalismo, su convicción de que los trabajadores no tiene patria, que la dividió de un modo irreparable y que allanó el terreno para muchas otras derrotas en los países donde había germinado y alcanzado una importante presencia política» (p. 14).

Pero los fracasos deben ser matizados tanto en su alcance como en su interpretación. Una cosa son los principios y otra su materialización, sin olvidar que los intentos de construcción del socialismo se han hecho en un marco nada amable de lucha de clases internacional donde el enemigo no ha tenido reparos en nada o en casi nada: la tradición tiene excelentes principios como es el del internacionalismo, uno de las ideas clásicas de las izquierdas, o de parte de ellas, la que más interesa. De lo cual no se infiere que el socialismo no tenga problemas, pero, sean cuales sean estos, Ovejero señala que aquéllos no hacen más justo nuestro mundo ni quitan un ápice de verdad a la necesidad de comprometerse o defender a los desahuciados de esta Tierra. Como apunta el autor, no parece un mero desvarío mental ni mera pasión enrojecida sin átomo de reflexión suponer que hay un modo más justo y racional de ordenar la vida compartida en nuestro planeta que aquel que permite que las 225 personas más ricas posean los mismos recursos que casi el 50% más pobre de la población. No sólo otros mundos distintos parecen concebibles consistentemente sino que parecen incluso necesarios y, puestos, urgentes (sobre todo, para los millones de personas que están en el lado oscuro-infernal del escenario).

Componen Proceso abierto seis capítulos que trazan balances y perspectivas actuales de la tradición socialista con finalidad no abandonada. En el primero -«La indiferencia ética del socialismo. La herencia de Marx»- Ovejero Lucas, que actúa en esta ocasión como analítico historiador de las ideas, señala que el presupuesto de la abundancia está en la raíz de la indiferencia ética, de la falta de reflexión moral en los clásicos de la tradición. La admisión de la escasez «obliga a repensar tanto la sociedad futura como la continuidad fluida entre el presente y el futuro…Los valores sobre los que basar la buena sociedad adquieren importancia una vez se reconoce que habrá que establecer prioridades y resolver intereses contrapuestos» (p. 66). Es la propia crisis del marxismo la que explica su reorientación hacia ámbitos éticos: hacia dónde ir y cómo llegar.

A estas preguntas se contesta en el segundo -«La identidad socialista»- y tercer -«Los tres fracasos del socialismo»- capítulos del volumen. En la identidad socialista el autor desarrolla cuidadosamente la que le parece formulación más exacta del ideal socialista -curiosamente, un conocido paso del Manifiesto comunista-: la tradición aspira a una sociedad «en la que el libre desarrollo de cada uno será la condición del libre desarrollo de todos», eso sí con un escenario absolutamente cambiado que altera uno de los presupuestos en los que se enmarcaba la sociedad buena a la que se aspiraba: no hay ningún modo de producción (hipótesis fuerte de las escasez) que pueda garantizar un crecimiento ilimitado: el socialismo no puede ser una sociedad de la abundancia porque ninguna sociedad puede serlo.

En «Los tres fracasos del socialismo» hace un balance de los tres grandes proyectos de izquierda que se han preocupado en serio de la sociedad a la que aspiraban y de cómo alcanzarla: el proyecto de Marx-Engels; el -digamos- socialismo científico, el socialismo real asociado a la revolución bolchevique, y el modelo socialdemócrata, que si bien acepta el mercado como sistema de asignación básico, intenta corregirlo con diversas formas de intervención pública que conducen al llamado Estado de bienestar. En opinión de Ovejero Lucas, acaso la opinión con mayor riesgo de polémica política del ensayo, el proyecto socialdemócrata es «lo más cerca que los socialistas han estado de asaltar los cielos», de lo cual se infiere, apunta el autor, lo lejos que se ha estado siempre de los cielos que se han querido alcanzar, y, por otra parte, se comprenden las resistencias de las gentes a revisar proyectos que, como mínimo, han permitido elevados niveles de bienestar a muchos (no a todos) ciudadanos-trabajadores del llamado «Primer mundo». A algunos de estos problemas se refiere el autor en las páginas centrales del capítulos, y a otros en el capítulo siguiente: «Problemas de ideario. La tercera vía», en el que análisis que el autor realiza de una declaración de Blair y Schröder (pp. 132 ss) es de lectura obligada.

Los últimos capítulos del volumen están dedicados al «republicanismo y al estado de bienestar» y a «La renta básica». El apéndice del capítulo V- «Algunas iniciativas republicanas»- es un intento concretado y argumentado en cinco apartados que permite la confluencia sin pérdida de la tradición socialista no desnortada con lo mejor de los aspectos igualitaristas y sociales de la tradición republicana, que, como la anterior, no deja de ser diversa e incluso inconsistente en algunas de sus derivaciones internas.

Será acaso la celebración del primer centenario del año milagroso del creador de la teoría de la relatividad especial y de la noción de espacio-tiempo (tal vez un homenaje no explicitado) el que está en la base de este libro tri-dimensional de Ovejero: no sólo hay que leer con atención el cuerpo central del texto, sino también las notas que acompañan su desarrollo (una de mis preferidas: la nota sobre fraternidad de la pág. 81) y las situadas al final del volumen, no todas ellas estrictamente bibliográficas (por ejemplo, la 20 de la p. 272 -magnífico resumen del republicanismo moderno- o la 1ª de la p. 281). El malogrado Quine que miraba con recelo los libros bidimensionales, imagínense lo que pensaría inicialmente de este Proceso abierto en 3-D.

Se puede acaso señalar que a Proceso abierto le falta perspectiva histórica, que apenas si hay referencias a sucesos, a importantes sucesos de la tradición analizada. Pero habría que replicar entonces que no ese el punto y que además, aquí y allá, en nota y cuerpo central, Ovejero señala y reflexiona desde determinados ámbitos históricos. De hecho, todo el volumen puede ser visto como un intento de reconstrucción del ideario socialista después de dos grandes acontecimientos históricos: la caída del muro y la desintegración de la URSS (que aun estando relacionados no son uno y lo mismo), y la consciencia, la paulatina consciencia de la Humanidad, de que nuestro habitat es finito y que el trato que dispensamos a nuestro entorno se asemeja más bien al de un poder autocrático, sin ninguna consideración hacia nadie y hacia nada, que a una relación de respeto y beneficio mutuo.

Wislawa Szymborska, en un dialéctico poemas de Instante, presenta las que a ella le parecen «Las tres palabras más extrañas: «Cuando pronuncio la palabra «Futuro»,/ la primera sílaba pertenece ya al pasado./ Cuando pronuncio la palabra «Silencio»,/ lo rompo. / Cuando pronuncio la palabra «Nada»,/ creo algo que no cabe en ninguna no-existencia». De la misma forma, cuando en ocasiones escribimos la palabra «excelente» no hacemos total justicia con la excelencia de la cosa designada. Éste es uno de esos casos.