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¿Reportaje al pie del cañón?

Fuentes: Insurgente

Si el presidente norteamericano, George Walker Bush, fuera un tipo instruido diríamos que, cuando menos, ahora andará estudiando febrilmente a los filósofos que intentan la conciliación de los contrarios. Sucede que el «ex cachorro de la industria petrolera de Houston» está abrazando con entusiasmo la nueva fe de las energías alternativas. Pero, más allá de […]

Si el presidente norteamericano, George Walker Bush, fuera un tipo instruido diríamos que, cuando menos, ahora andará estudiando febrilmente a los filósofos que intentan la conciliación de los contrarios. Sucede que el «ex cachorro de la industria petrolera de Houston» está abrazando con entusiasmo la nueva fe de las energías alternativas.

Pero, más allá de la noticia, «trigo» para otro comentario, preguntémonos cómo es posible que se encuentre inmerso en una «agresiva campaña de relaciones públicas para promover energías renovables y limpias, además de alertar sobre la excesiva dependencia del petróleo», cuando acaba de «prohibirle» a Irán transitar por ese camino… Ah, el imperio puede darse el lujo de la más incongruente metafísica, de las más flagrantes transgresiones de la lógica. Tiene la fuerza de las armas. Sólo habría que cuestionarse hasta dónde le alcanzará el aliento para someter a la humanidad.

El creciente diferendo con la nación persa ofrece pábulo para disquisiciones de este cariz. Creciente, sí, pues leemos en el reporte de prensa que la diplomacia moscovita «gastó su penúltima carta para intentar resolver la crisis nuclear iraní». Recordemos que el Kremlin ofrece el territorio ruso para enriquecer uranio destinado a las centrales nucleares de Irán, algo que algunos consideran solución perfecta para el embrollo, porque eliminaría la suspicacia sobre el destino del poderoso combustible.

Hace unos días, se escribía: «Tanto Washington como Bruselas se niegan a que el régimen de los ayatolás desarrolle su programa nuclear. Ni creen que tenga sólo un fin civil, ni le consideran un país fiable y además creen que el material nuclear podría caer en otras manos. La mediación rusa se ve como la última oportunidad para solventar la crisis en la próxima reunión de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) del 6 de marzo, sin necesidad de elevar el dossier iraní al Consejo de Seguridad».

Esto último quedó en el lamentable papel de promesa incumplida, porque, a contrapelo de la negociación ruso-iraní, la junta de gobernadores de la AIEA decidió dar curso al «sospechoso» programa atómico, con la honorable oposición de Cuba, Venezuela y Siria; la abstención de Argelia, Indonesia, Libia, Belarús y Sudáfrica, y el visto bueno de los restantes 27 países, al parecer imbuidos de la paranoia occidental, a pesar de que más de cien estados No Alineados se han mostrado renuentes a la intervención del Consejo.

Paranoicos y nobles; eso sí. Se han avenido a brindar la oportunidad final, en la misma cuerda que el «jefe de obra», el salomónico Occidente, tan buen samaritano. «El organismo internacional (la AIEA) ha optado, pues, por una vía intermedia. Envía el caso al Consejo de Seguridad, pero al mismo tiempo concede un nuevo plazo para que Teherán reconstruya la confianza internacional» (No al enriquecimiento de uranio, en primer lugar). Por ello, todavía no estipula ningún tipo de sanciones contra el gran infractor y emplaza al director general de la Agencia, Mohamed El Baradei, a elaborar un informe sobre el cumplimiento de la resolución por el gobierno levantisco.

Pretextos, que no razones

Como parte del Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), Irán tiene el «derecho inalienable de desarrollar la investigación, la producción y la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos sin discriminación», si bien debe sujetarse al régimen de inspecciones llevadas a efecto por la Agencia Internacional de la Energía Atómica, perteneciente a la ONU. Cuando, hace unos años, la nación persa -una de las primeras en adherirse al Tratado, en vigor desde 1970-, confesó tener más instalaciones de las que había informado, la AIEA realizó unas prolijas pesquisas, que concluyeron con un aserto rotundo: «todas (ellas) son solo para fines pacíficos».

Pero el pretexto estaba ya construido. Más bien prefabricado. Por eso, cuando Teherán anunció que seguía en curso su empeño en el desarrollo de la capacidad para enriquecer uranio -privilegio que se arrogan las potencias-, «para no depender de nadie en el funcionamiento de las centrales», EE.UU. y otros lanzaron el grito a la comba celeste. Tamaña afrenta no se podía permitir.

Pero, suponiendo que verdaderamente Irán «regateara información», por una u otra causa -quizás entre ellas la memoria del ataque sionista contra las instalaciones nucleares del vecino Iraq -, ¿no pesa el hecho irrecusable de que durante tiempo unos mil 500 inspectores husmearon diariamente, con envidiable celo, en las instalaciones nucleares persas? Y ¿qué de que estas hayan contado con un sofisticado sistema de cámaras de vídeo ubicadas por la propia AIEA? ¿Letra muerta? ¿Hojas al viento?

¿Alguien de buena fe se atreverá a criticar el cumplimiento por el gabinete del presidente Ahmadineyad de unas leyes que estipulan «el bloqueo de las inspecciones si el país es llevado ante el Consejo de Seguridad – se convertiría en objeto de más estrictas sanciones, aparte de que podría «legitimarse» hasta la invasión-, y la reanudación de todas las actividades nucleares suspendidas, entre ellas el enriquecimiento de uranio?

¿Alguien -repito- podrá echarlo en cara cuando, como señala un destacado analista, el doble rasero se entroniza como uno de los más prácticos instrumentos de la política? «Francia anuncia por boca de su presidente que pone en marcha una nueva doctrina nuclear, Gran Bretaña moderniza sus armas nucleares, Rusia y Estados Unidos siguen manteniendo y perfeccionando su enorme capacidad nuclear, e incluso China moderniza su arsenal».

Esto, dicho sin poner mucho énfasis en que los Estados Unidos y la Unión Europea hacen la vista gorda ante la realidad de que Israel posee puede que mucho más de 200 armas de este tipo y cientos de misiles de alcance medio. Israel, sí, que no ha rubricado el Tratado de No Proliferación y, por tanto, no ha admitido ninguna inspección de la AIEA ni de ninguna otra entidad.

Apasionadas o no las respuestas de Irán -que insiste en que necesita una energía no contaminante y segura en las postrimerías de la era petrolera-, en esencia se trataría de garantizarle que no se pondrán en marcha las sanciones económicas, y de ofrecerle sólidas garantías de seguridad como contrapartida, o sea, que se hagan a un lado bravuconadas tan a la moda como esa de que el Pentágono tiene lista la aviación para golpear en caso de considerar fallidas las presiones diplomáticas. Filtraciones a la prensa dan cuenta de lo que resume con la loable nitidez expositiva el académico cubano Luis M. García: «La dinámica del conflicto se podría concentrar inicialmente en el empleo de los llamados ataques quirúrgicos contra blancos seleccionados, y que podrían presentarse como golpes de castigo. Si los golpes quirúrgicos no producen los resultados políticos deseados, entonces las acciones podrían tornarse sistemáticas y alcanzar niveles similares o superiores a los de la guerra aérea contra Yugoslavia en 1999».

Ahora, conforme a observadores como el igualmente cubano Ernesto Gómez Abascal, «la principal preocupación (de Washington) sería la posible repercusión que tendría una acción de este tipo en el ya desastroso escenario iraquí. Los analistas militares por lo general excluyen una guerra terrestre contra Irán; esto sería multiplicar el disparate que ya cometieron en Iraq y los EE.UU no cuentan con capacidad militar en estos momentos para extender o ampliar un conflicto que están perdiendo».

Además, en respuesta más que posible, Irán llevaría la guerra a territorio iraquí, donde contaría con el apoyo de la influyente comunidad chiita. Por otro lado, se sabe que dispone de capacidad para golpear a Israel con su cohetería convencional y que podría ocurrir, en el Oriente Medio, una escalada de consecuencias difíciles de calcular. «Entre otras variantes -estima Gómez Abascal-, tampoco se puede excluir que Hizbolah, desde El Líbano, inicie hostilidades en la frontera norte del Estado judío o aun que HAMAS, ganadora de las elecciones en Palestina, impulse de nuevo la Intifada contra la ocupación sionista».

Una arremetida protagonizada por Israel en solitario, con el apoyo implícito o explícito de USA, haría que los árabes cerraran filas… al fin. Asimismo, Irán adoptaría medidas económicas, como la retirada de sus inversiones y fondos de Europa, algo realizado ya parcialmente, o la reducción de su producción de gas y petróleo, lo que proyectaría los precios a la estratosfera.

Difícil resulta en política una previsión incluso a mediano plazo. Un factor emergente podría cambiar de súbito la situación con la facilidad con que el viento dobla un junco. Por ello, los expertos a lo sumo pergeñan posibles escenarios. Y un escenario podría resultar, en este caso, la invariable voluntad iraní de no doblarse precisamente como un junco. Esperemos que esto haga desistir al señor Bush, tan empeñoso en la conciliación de los contrarios. Y claro que ese deseo nuestro va por la salud, y la propia existencia, del Oriente Medio, y de la humanidad toda. Vale.