A comienzos del siglo XX, el humorista y cuentista O. Henry, cuyo nombre era William Sidney Porter (1862-1910), inventó el término de República Bananera (Banana Republic) para resaltar la entrega de la soberanía y de la riqueza de un territorio a una empresa extranjera. Después ese vocablo ha sido empleado para referirse a la postración […]
A comienzos del siglo XX, el humorista y cuentista O. Henry, cuyo nombre era William Sidney Porter (1862-1910), inventó el término de República Bananera (Banana Republic) para resaltar la entrega de la soberanía y de la riqueza de un territorio a una empresa extranjera. Después ese vocablo ha sido empleado para referirse a la postración de un país determinado ante los amos imperialistas del norte. El calificativo se aplica a las mil maravillas al régimen santista, que ni en el terreno de la política exterior, ni en ningún otro, se diferencia del uribismo, como quieren hacernos creer. No es difícil demostrar que el santismo viene rubricando con sus acciones que somos una Republíquela Bananera, como puede verse con la postura adoptada ante Palestina en el seno de la ONU, un hecho indigno y vergonzoso.
- LA JUSTIFICACION DE LOS CRIMENES DE ISRAEL
El pueblo palestino ha sido desalojado violentamente de su territorio desde 1947, tras una dudosa resolución de la ONU, que dispuso la creación de dos estados: el de Palestina, cuyos habitantes vivían desde tiempos inmemoriales en la región, y el de Israel, formado por la diáspora judía que se implantó a sangre y fuego en ese territorio. Desde la creación del Estado sionista de Israel, los palestinos han sido expulsados de sus territorios y confinados en la actualidad en dos ghettos a cielo abierto después de la guerra de los seis días, en 1967, a Gaza y Cisjordania, donde malviven aprisionados, en una estrecha franja territorial de 6.020 Kilómetros cuadrados, un poco más de cuatro millones de personas, en lo que se constituye en una de las zonas más superpobladas del mundo. Esta población palestina es bombardeada y masacrada a diario por las fuerzas armadas de Israel, con la complicidad y el apoyo directo de esa banda de criminales, encabezadas por Estados Unidos, que se suele denominar a sí misma «comunidad internacional».
Los palestinos soportan una limpieza étnica. Sus reducidos territorios son ocupados por los colonos judíos, y el Estado de Israel les roba el agua, destruye sus viviendas y construye un tenebroso muro de la infamia para impedir que los palestinos se desplacen libremente en la tierra que fue suya, pero la que ahora está ocupada por un poder colonial. A pesar de todo esto, el pueblo palestino ha luchado de manera heroica contra los criminales sionistas de Israel, pese a la indiferencia de gran parte del mundo.
Como parte de esa resistencia, el gobierno de Palestina ocupada decidió presentar ante la Asamblea General de Naciones Unidas una petición formal para ser admitido como Estado miembro de esa organización. En el transcurso de esa Asamblea, 130 países del mundo dieron su apoyo a esa legítima aspiración del pueblo palestino, entre ellos la mayor parte de los países de América Latina, con la vergonzosa excepción de México y Colombia, cuyos gobiernos se han caracterizado por su abyección ante Estados Unidos e Israel.
La postura del gobierno colombiano de oponerse al reconocimiento del Estado palestino no sólo va contra la corriente histórica, sino que le da un espaldarazo inmerecido a Israel, y legitima en la práctica los crímenes que ese estado racista (sionista) perpetra a diario en los territorios ocupados.
En el caso de Juan Manuel Santos no sorprende esa postura, porque siempre ha manifestado su admiración por el Estado de Israel y ha dicho que lo llena de orgullo que Colombia sea considerada el Israel de Sudamérica. Al mismo tiempo, entre el Estado colombiano e Israel se han establecido estrechos vínculos económicos y, sobre todo, militares, que se evidencian en la venta de armas y en el asesoramiento directo, aunque casi nunca reconocido, de estrategas y mercenarios israelitas a militares y paramilitares colombianos. Esta alianza explica en gran medida la complicidad con el régimen sionista por parte del Estado colombiano.
2. UN DISCURSO PLETORICO DE MENTIRAS
En el contexto antes indicado, resulta tragicómica la justificación de Juan Manuel Santos para oponerse a la inclusión de Palestina como un estado miembro de la ONU. En su discurso del 21 de septiembre de 2011 ante la 66ª Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, Santos pronunció una sarta interminable de mentiras, lo que, entre otras cosas, demuestra que en el diario El Tiempo aprendió a ser un mitómano profesional. En ese lamentable discurso afirmó que Colombia, cuyo Estado y clases dominantes son fichas incondicionales de Washington, es un país que cree en el multilateralismo, lo cual aparte de ser falso es un mal chiste. Enseguida, sostuvo que Colombia se comprometía a «fortalecer y aplicar los métodos de arreglo pacífico de controversias», lo cual parece un cuento de ciencia ficción porque si en algún país del mundo no se aplica eso del dialogo y el arreglo pacífico es en Colombia, donde se vive, por si hubiera necesidad de recordarlo, una guerra interna desde hace más de medio siglo. Con este hecho real, muy poca autoridad moral tiene un personaje como Santos, por lo demás responsable directo de la represión interna que soportamos en este país, para hablar de diálogo y concertación.
Como para rubricar tamaño cinismo, más adelante Santos señaló que «Colombia no sólo cree en la mediación y las soluciones pacíficas, sino que las ha practicado con éxito». ¡Claro que constituye un éxito rotundo de Paz, y un ejemplo digno de imitar, un país en el cual han sido asesinadas 173 mil personas entre los años 2005 y 2010 por bandas (para)militares y en donde las fuerzas armadas han cometido más de 3000 asesinatos (falsos positivos), en el mismo momento en que Santos era Ministro de Defensa. ¡Que muestra tan palpable de confraternidad y amor entre los colombianos que han demostrado Santos y su entorno!
Más adelante viene su «contribución fundamental» como «estadista» del embuste y la mentira, cuando indicó que «entre Israel y Palestina… pueden lograrse avances si y solo si se privilegian el diálogo directo y la mediación eficaz». A lo cual añadió una pieza antológica de la perfidia política al decir que «imploramos a las partes (Israel y Palestina) a que vuelvan a las negociaciones tan pronto como sea posible, porque este es el único, repito el único, camino que lleva a lo que todos queremos: dos Estados viviendo en paz y seguridad». Acaso Santos nos toma por estúpidos, como si no supiéramos que Israel nunca ha querido dialogar con los palestinos y que ha utilizado las falsas conversaciones de paz para consolidar el robo de los territorios ocupados, al tiempo que ha seguido masacrando sin contemplaciones a hombres mujeres y niños. Por lo visto, Santos entiende que puede haber un dialogo de igual a igual entre los chacales (Israel) y los cervatillos (los palestinos) y que los primeros se van a domesticar y a hermanarse con los segundos por un acto de pura voluntad, cuando durante 63 años han demostrado ser enemigos de cualquier dialogo real y todos sus actos ponen de presente su sueño de reaccionar de exterminar por completo a los palestinos. Para Israel dialogo es un sinónimo de guerra, genocidio y destrucción y por eso los llaman nazi-sionistas. ¡Es difícil escuchar o leer todos los días tamaño disparate como el de Santos en la ONU, propio más bien de la propaganda barata y sin sentido de la seudo literatura de la superación personal!
Para concluir, tal será la abyección del gobierno colombiano al no apoyar el reconocimiento de Palestina, cumpliendo las órdenes de su amo imperial, los Estados Unidos, que hasta un personaje pro imperialista como Oscar Arias, ex presidente de Costa Rica, afirmó que votar contra Palestina «implica volver a los viejos tiempos en los que tuvimos una política exterior típica de las repúblicas bananeras centroamericanas, cuando una súper potencia nos decía qué debíamos hacer y cómo deberíamos votar». Estas palabras se aplican al pie de la letra a los peones incondicionales de México y Colombia, las nuevas republíquelas bananeras de nuestro tiempo, como se evidencia con los mal llamados Tratados de Libre Comercio.
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