Tanto el Gobierno de Bogotá como las cancillerías occidentales que le sostienen en su afán de perpetuarse en el poder como el verdugo de las guerrillas colombianas se han apresurado a presentar a las FARC como un movimiento contra las cuerdas al que no quedaría sino la rendición. Presagios aventurados al calor de la liberación […]
Tanto el Gobierno de Bogotá como las cancillerías occidentales que le sostienen en su afán de perpetuarse en el poder como el verdugo de las guerrillas colombianas se han apresurado a presentar a las FARC como un movimiento contra las cuerdas al que no quedaría sino la rendición. Presagios aventurados al calor de la liberación de Ingrid Betancourt y de otras 14 personas en manos de una guerrilla con 44 años de historia y seis meses de importantes reveses.
La liberación de Ingrid Betancourt y de otras catorce personas en manos de las FARC, entre ellas tres «contratistas» estadounidenses, ha generado un diagnóstico unánime que pronostica que la formación guerrillera más antigua de América Latina se hallaría en estado terminal y, relacionado con lo anterior, que sostiene la inutilidad de la lucha armada en escenarios de conflicto en el siglo XXI.
La ex candidata presidencial, la prisionera de mayor peso político en manos de las FARC, fue capturada el 23 de febrero de 2002 tras hacer caso omiso a las advertencias sobre el riesgo de viajar por carretera al departamento de Caquetá, pese a lo que le pudo su afán por llegar a San Vivente del Caguán, zona desmilitarizada controlada por la guerrilla en una negociación que fracasó justo dos días antes.
Convertida en icono mundial de las víctimas de las FARC, la suerte de esta política con doble nacionalidad, francesa y colombiana, se había convertido en un embrollo para la propia guerrilla una vez torpedeada la mediación protagonizada por el presidente venezolano, Hugo Chávez, para liberarla en el marco de un intercambio de rehenes con el Gobierno colombiano.
Un Gobierno, el de Álvaro Uribe, que veía con pavor la posibilidad de que un acuerdo de este tipo legitimara internacionalmente no sólo a las FARC sino a mediadores «enemigos».
Así se explica el hecho de que el Ejército colombiano bombardeara el primero de marzo de este año el campamento donde se hallaba el número dos de la guerrilla marxista y campesina, Raúl Reyes, quien justo entonces negociaba la liberación de Betancourt y otros rehenes.
Coincidencia temporal
El hecho de que el nuevo secretariado de las FARC hubiera expresado, hace escasos días, su disposición a liberar a los rehenes y mantenido encuentros con dos delegados europeos, ha levantado sospechas sobre la coincidencia en el tiempo de este desenlace. Unas sospechas que se acrecientan al escuchar la versión oficial del operativo militar de rescate.
Resulta poco creíble una versión que sostiene que los hombres al mando de la operación hubieran embaucado a unos aguerridos pero a la vez ingenuos guerrilleros para que entregaran a sus cautivos, llegando a subirse, desarmados, al helicóptero que a la postre los trasladó a «lugar seguro».
¿Estaba la columna que custodiaba a los cautivos al tanto de su inminente liberación y el Ejército colombiano logró interceptarla para presentarla como una operación militar exitosa?.
Lo que sí se da por seguro es la gran dificultad por las que atraviesa la guerrilla en sus comunicaciones internas. El operativo que acabó con la vida de Raul Reyes llevó consigo la incautación de su ordenador con todo el esquema de claves y codificación encriptada de la guerrilla. Reconstruirla, señalan los expertos, llevará meses.
Un Ejército bien adiestrado
Al margen de versiones y contraversiones -la verdad es la primera víctima de la guerra-, de lo que tampoco cabe dudar es de la creciente pericia de los servicios de inteligencia a las órdenes del Estado colombiano. Una pericia que está relacionada con la ayuda directa que recibe de EEUU, implicado a través del Plan Colombia en la lucha contra la subversión en este país sudamericano. Expertos de los servicios de inteligencia franceses se han apresurado a felicitar al Ejército colombiano por el éxito de su operación, corriendo, naturalmente, un tupido velo sobre las incongruencias de la versión oficial de sus portavoces.
Guillaume Belan, que firma un artículo en la revista RAIDS, especializada en temas de contrainsurgencia, cifra en 12.000 los comandos de fuerzas especiales colombianas, lo que incluye a cuatro batallones y a la fuerza móvil Omega, creada en 2004 para la lucha contra las FARC.
Estas fuerzas especiales son entrenadas en Tolemaida, en una base situada 100 kilómetros al suroeste de Bogotá.
Tampoco hay que olvidar a los grupos llamados Lanceros, instruidos en el combate en la selva por personal estadounidense, británico o francés.
Las fuerzas especiales colombianas están equipadas con material muy moderno: desde fusiles de asalto israelíes Tavor con visión holográfica hasta helicópteros Blackhawk estadounidenses y fusiles M-4, Estas unidades son adiestradas por más de un millar de expertos estadounidenses, además de por instructores israelíes y miembros de las SAS británicas.
La ayuda estadounidense va más allá de la simple instrucción. Fuentes independientes denunciaron la participación directa de EEUU en el bombardeo del campamento que acabó con la vida de Raul Reyes y de sus compañeros. Tanto Bogotá como Washington reconocieron ayer una genérica colaboración en el operativo que derivó en la liberación de Betancourt.
Reveses y repliegue
De ahí a sostener que el Ejército colombiano habría logrado infiiltrarse al máximo nivel de las FARC, convertidas prácticamente en un queso gruyere, va un trecho que probablemente tiene más que ver con la propaganda bélica que con la realidad.
Una realidad que, justo es reconocer, ha registrado en los últimos tiempos duros reveses para las FARC, de los que el desen- lace del caso Betancourt sería la última muestra.
La muerte en marzo del líder histórico de la guerrilla, Manuel Marulanda -hecha pública en mayo- fue el corolario de medio año de malas noticias para las FARC. A ella hay que sumar, además del operativo contra Raul Reyes, la muerte de otro miembro del Secretariado, Iván Ríos, a manos de uno de sus guardaespaldas y la deserción de combatientes, entre ellos la comandante Nelly Ávila Moreno -alias Karina, a quien chantajeraron con la vida de sus familiares-. El cuadro se completa con una intensa campaña de presión en las cárceles para forzar al arrepentimiento a los guerrilleros cautivos. Una campaña que ha tenido aislados pero igualmente sonados éxitos.
Algunos analistas han relacionado la crisis por la que atraviesan las FARC con las afiliaciones masivas que engordaron ficticiamente a la organización guerrillera en los tiempos de las negociaciones en San Vicente del Caguán. Una crisis de crecimiento que contrasta con otros graves momentos vividos por la guerrilla en sus albores, como en 1966, cuando cayó la columna de Ciro Trujillo, lo que supuso la pérdida del 70% de los efectivos con que contaba la organización.
Repliegue táctico
Con todo, y más allá de momentos coyunturales, los analistas más avezados apuntaban ya desde hace semanas a un repliegue de la guerrilla a lo más profundo de los extensos territorios bajo su control (cerca de un 30% del país) y a una recomposición de sus fuerzas, que llegaron a contar con 17.000 efectivos armados.
Un repliegue táctico ante al belicismo de Álvaro Uribe quien, tras su último éxito, tratará de pisar el acelerador de su respuesta represiva, intentando hacer olvidar al mundo que nos encontramos ante un dirigente aupado por el paramilitarismo y el narcotráfico y que busca seguir perpetuándose en el poder por encima de la legalidad estatal.
Más difícil lo tiene para convencer a los colombianos de que es posible una victoria militar sobre una guerrilla con 44 años de experiencia sus espaldas y que no aspira al poder per se. Y es que si Ingrid Betancourt está libre, faltan aún por ser liberados millones y millones de colombianos que siguen esperando, también ellos, su hora.
La suerte de Ingrid Betancourt, convertida en icono mundial de las víctimas de las FARC, se había convertido en un embrollo para la propia guerrilla una vez torpedeada la mediación de Hugo Chávez para liberarla en el marco de un acuerdo humanitario.
Resulta poco creíble la versión oficial que sostiene que los militares al mando de la operación lograron embaucar a unos aguerridos pero ingenuos guerrilleros para que entregaran a sus cautivos y se subieran desarmados al helicóptero.
Tras su último éxito, Álvaro Uribe tratará de pisar el acelerador de la respuesta represiva para hacer olvidar al mundo que es un político aupado por el paramilitarismo y el narcotráfico y que intenta perpetuarse en el poder por encima de la legalidad.
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, se confesó ayer jubiloso por el rescate, sin derramar «una gota de sangre», de quince retenidos por las FARC. Recordó que la víspera llamó a su homólogo colombiano, Álvaro Uribe, para felicitarle y reiteró la disposición de su Gobierno para ayudar no sólo en lograr la liberación de los retenidos que permanecen en poder de la guerrilla sino «la paz plena en Colombia». Además, instó de nuevo a las FARC para que piensen en abandonar las armas porque, a su juicio, «el tiempo de los fusiles ya acabó».
Instituciones comunitarias y partidos políticos europeos, así como líderes mundiales y asociaciones de como Amnistía Internacional coincidieron en las últimas horas en reclamar la liberación de todos los secuestrados, aunque sus valoraciones sobre este operativo militar fueron discrepantes. La mayoría lo consideró un duro golpe para las FARC y un «éxito» de la polítca de Uribe que abre el camino hacia la paz. Es el caso de gran parte de los estados europeos, así como de Paraguay, Cuba, Argentina, Ecuador -que aclaró que este hecho no cambiará sus relaciones con el Gobierno de Colombia- o El Salvador. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, reiteró su disposición a acoger a los guerrilleros que renuncien a la lucha armada.
El desmarque fue de las autoridades y partidos políticos españoles e Interpol, que vieron en la operación «un giro clave» en la lucha contra el «terrorismo» que evidencia la necesidad de «mantener la firmeza». En el caso de EEUU, confió en que sirva para que América Latina apoye a Uribe en su lucha contra las FARC.
Ingrid Betacourt aseguró, en su primera rueda de prensa el miércoles por la noche, que seguirá luchando por la liberación de los otros retenidos por la vía de la negociación, pero añadió que «si no es así, tengamos confianza en nuestras fuerzas militares». Indicó que siempre pensó en la posibilidad de un rescate militar, pese a saber que el tema era sensible para sus familiares. De hecho, su madre, Yolanda Pulecio, había pedido varias veces al Gobierno que no lo intentara para no poner en riesgo la vida de los retenidos.
«Para nosotros lo secuestrados el rescate era una opción menos mala que el secuestro», señaló. Y agregó que «de alguna manera pensábamos que si se daba un rescate, claro, corríamos el riesgo de morir, pero qué bueno morir tocando la libertad con las manos, así fuera un segundo; y no morir baleados simplemente por un ajusticiamiento de la guerrilla, así como hicieron con los diputados del Valle (del Cauca)».
Expresó su agradecimiento al ministro colombiano de Defensa, Juan Manuel Santos, y al presidente, Álvaro Uribe, que «supo jugársela por nosotros», así como al Gobierno francés. De Uribe dijo que su reelección en 2006, que «ha sido muy buena para Colombia», fue un golpe contundente para las FARC.
Betancourt se reunió ayer con sus dos hijos y otros familiares que llegaron de París. Tras el encuentro aprovechó para hacer un llamamiento a los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez, y de Ecuador, Rafael Correa, «para que ayuden a construir vínculos de confianza», algo que consideró «esencial para que podamos conseguir liberaciones unilaterales», pero «a condición de que se haga respetando la democracia colombiana». Hizo la misma petición a la «comunidad inernacional para que se mueva», y citó a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, y a otros dirigentes mundiales para que a través de la mediación «nos ayuden a liberar a los secuestrados y a que los cambios que se quieran dar en Colombia sean por vías democráticas».
Además, volvió a solicitar a las FARC que «emprendan el camino de la negociación, la reconciliación, de la paz».