Cualquiera percibe que en este mundo nuestro de tiranía globalizada de los mercados y dominio imperial generando miseria y explotación sin límites, las pocas buenas noticias suelen venir de Latinoamérica. Allí se ha concentrado la resistencia al dogma neoliberal y allí se ha avanzado en los últimos tiempos en experiencias profundamente democráticas que han traído […]
Cualquiera percibe que en este mundo nuestro de tiranía globalizada de los mercados y dominio imperial generando miseria y explotación sin límites, las pocas buenas noticias suelen venir de Latinoamérica. Allí se ha concentrado la resistencia al dogma neoliberal y allí se ha avanzado en los últimos tiempos en experiencias profundamente democráticas que han traído un aire nuevo participativo y humano a la política. Crónicas del estallido de los periodistas Martín Cúneo y Emma Gascó, y que Icaria Antrazyt edita con un prólogo de Raúl Zibechi, se ha planteado como una toma de pulso a la base de estos procesos. La introducción presenta el plan del libro, un viaje de unos diez mil kilómetros durante quince meses, desde Argentina hasta México, entrevistando a más de doscientos activistas de derechos humanos y líderes comunitarios. El proyecto, enormemente atractivo, ha dado lugar a un relato que no lo es menos, una amplia colección de casos en los que la acción coordinada de los de abajo, víctimas del saqueo de los recursos y de las políticas neoliberales, fue capaz de plantar cara al poder, destituir presidentes, cambiar leyes, humanizar la economía…
Argentina
Tras las políticas neoliberales de los años 90 y el consiguiente incremento del paro, la desigualdad y la pobreza, dado el golpe de gracia a la clase media, el pueblo desarrolló pronto su capacidad de paralizar el país, demostrándose el papel activo que los desocupados pueden tener en estos casos. Con la llegada al poder de Néstor Kirchner en 2003, la renuncia al pago de la deuda y la devaluación del peso consiguieron enderezar la economía. Los juicios a los responsables del terror durante la dictadura fueron otro logro importante de la era Kirchner. Sólo entonces se consiguió anular las vergonzosas leyes de obediencia debida y punto final promulgadas a finales de los 80.
Al mismo tiempo que esto ocurría, en las organizaciones populares se producía una división entre los que optaban por colaborar con el kirchnerismo, que eran bien recibidos en sus filas, y los que decidían seguir en la calle reivindicando la transformación profunda del sistema. Y no hay que olvidar que mientras tanto la represión continuaba. Desde que Néstor Kirchner asumió la presidencia, diecinueve activistas han sido asesinados por la policía o sectores vinculados con los poderes políticos. La lucha contra estos crímenes es posible gracias a la asociación Correpi (Coordinadora contra la represión policial e institucional), que ofrece sus servicios a las víctimas.
Se repasa después el caso emblemático del Hotel Bauen en Buenos Aires, un hotel de lujo construido por la dictadura para el mundial de fútbol de 1978 y convertido luego en uno de los centros de reunión más exclusivos de la capital, empresa rentable arruinada en los años 90 de las privatizaciones, el robo y el derrumbe de la economía. Ocupado por sus trabajadores en 2003, resiste heroicamente fiel a los tres principios de las empresas recuperadas: «Ocupar, resistir, producir». Con la ayuda del gobierno bolivariano de Venezuela en un momento crítico, el hotel es hoy una empresa con superávit y autogestionada, como doscientas cinco en toda Argentina (datos de 2010). En la época de bonanza, el movimiento no ha parado de crecer.
El siguiente escenario es Esquel en la provincia de Chubut, donde la iniciativa ciudadana fue capaz de impedir la apertura de una mina de oro a cielo abierto que amenazaba el paisaje y la salud de los habitantes de la zona. Esto fue en 2003 y supuso el comienzo de una mentalización contra estos ataques que se tradujo en leyes que prohíben este tipo de explotaciones en varias provincias. También en Esquel, se recoge el testimonio de los indios mapuches que han reivindicado recientemente los terrenos robados a sus comunidades a finales del siglo XIX. Reclaman a la firma Benetton, actual usurpadora de las tierras, y con las armas de la razón y la unidad han conseguido recuperar en las últimas décadas 233000 Ha de su territorio ancestral.
En Neuquén, conocemos la experiencia de Zanón, una de las fábricas de cerámica más importantes de Argentina, fundada en 1979 y que venía funcionando de forma autoritaria. La organización de los trabajadores a finales de los 90 les permitió vencer en las elecciones sindicales y pasar a participar en las decisiones que les afectaban. Cuando en 2001 Luis Zanón planea cerrar la factoría, los obreros no lo consienten y la ocupan. En 2002 van más allá y la ponen a producir. Autogestión pura. Resisten heroicamente el acoso judicial y los intentos de desalojo y en 2009 consiguen la expropiación definitiva. La enseñanza es contagiosa: de las cuatro fábricas de cerámica de Neuquén, sólo queda una donde se obedezca a un patrón.
La visita siguiente es a la región de Córdoba, donde unas mujeres llenas de coraje han conseguido hacer público el genocidio silencioso de los agroquímicos utilizados masivamente en los cultivos de soja transgénica que invaden esta parte del país. Se trata de una epidemia de casos de cáncer y malformaciones que ellas comenzaron a investigar y contra la que han logrado avances legislativos aún muy insuficientes. En el norte de Argentina, la lucha que se nos describe es contra las mineras que ofrecen unos sueldos de miseria a cambio de contaminación y devorar el agua, tan escasa en la zona. Las movilizaciones populares ya han conseguido parar varios de estos proyectos.
Bolivia
En Bolivia, como en tantos otros sitios, las privatizaciones de los 80 y 90 lucraron a las elites y hundieron el país. Sólo en 1999, cuando el gobierno de Hugo Bánzer trató de liberalizar el agua, la nación le estalló en las manos. Los cambios en el mundo del trabajo habían hecho inoperantes a los sindicatos, pero grupos sociales y barrios tomaron el relevo con coraje. Fue una guerra ganada con la anulación en 2000 de la ley de privatización del agua, que ha conseguido que ahora las comunidades gestionen sus propios recursos hídricos. Los años 90 son también los del intento de erradicar los cultivos de coca, y los de la lenta organización y resistencia de los campesinos. En 1997, un desconocido Evo Morales entra en el parlamento. La represión es cruenta, pero nada detiene la lucha popular y en 2005 Evo gana las elecciones y es el primer indígena en llegar a la presidencia en Bolivia.
El libro nos aproxima después a un episodio crucial de esto años, la denominada «guerra del gas», que estalló en octubre de 2003 cuando Sánchez de Lozada trataba de desarrollar su plan de exportar gas a los Estados Unidos a través de Chile. El pueblo tomó la iniciativa y con tozudez aimara acabó consiguiendo la dimisión del presidente. Nada importaron las masacres y la represión salvaje. Una estructura horizontal de comunidades integradas hizo posible una victoria en la que el papel esencial correspondió a la población de El Alto, lugar donde esta dinámica es muy activa. Los protagonistas de estas luchas nos explican cómo a pesar de algunos desacuerdos siguen manteniendo un apoyo crítico al gobierno de Evo.
Desde la llegada del MAS al poder, la pobreza ha bajado del 61 al 49 % y se ha nacionalizado bastante, pero el saqueo de las multinacionales continúa. Se profundizó también en la reforma agraria, aunque las elites latifundistas provocaron una explosión de violencia en Santa Cruz que fue controlada. La guerra no ha finalizado. En enero de 2009 fue aprobada la nueva constitución que contiene avances importantes. En diciembre de ese año, Evo gana otra vez las elecciones por goleada, aunque sus políticas comienzan a encontrar resistencia entre los que lo auparon al poder. El «gasolinazo» en 2010 tensa las relaciones y Evo ha de rectificar. El «Mandar obedeciendo» zapatista podría ser la consigna también aquí. La conclusión sobre la situación del país podría ser que el acceso a la presidencia de Evo Morales en 2005 ha traído, si no la solución definitiva, sí un espacio de libertad y esperanza.
Perú
Hugo Blanco, líder campesino nos habla de las movilizaciones de los años 60 por la reforma agraria, que consiguieron que Perú sea el país de Latinoamérica con mayor porcentaje de tierra en manos de los agricultores. No obstante, la herencia de la lucha armada promovida por Sendero Luminoso ha sido un retraso en la organización de un movimiento indígena fuerte. La guerra trajo una catastrófica cadena de atrocidades en la que las víctimas de los dos bandos fueron sobre todo los campesinos más pobres. En 1983, familiares de desaparecidos comenzaron a buscar respuestas en una lucha heroica que continúa hoy.
Los gobiernos de Alan García y Alberto Fujimori con sus desastrosas políticas económicas y niveles insoportables de represión y corrupción llevaron al país al borde del colapso, pero la respuesta no se hizo esperar. En 2002 estalla el Arequipazo y en 2008 y 2009, el Baguazo, una rebelión de los indígenas amazónicos contra la invasión de sus tierras. Por otro lado, en 2002 los agricultores de Tambogrande, a pesar del asesinato de uno de sus líderes, prosiguen la lucha pacífica y logran ganar un referéndum que paraliza un megaproyecto minero fatal para la agricultura de la zona. Fue una victoria que sirvió de ejemplo y estímulo en toda Latinoamérica.
El acceso al poder de Ollanta Humala en 2011 no ha supuesto un esfuerzo por cumplir las obligaciones que tiene el Estado para con sus víctimas, según la abogada Gloria Cano, pero la lucha legal de las organizaciones de derechos humanos continúa.
Ecuador
Entre 1972 y 1992, Texaco extrae petróleo de la Amazonia. Con esta multinacional llegan contaminación, enfermedades, ruina de ecosistemas: miseria y muerte. A partir de 1993, la lucha legal contra el desastre une a todos los damnificados, indios y colonos, en un frente común que al principio tropezó con dificultades. En 2003 comienza un juicio desigual, pero las víctimas vigilan bien organizadas para que no se produzcan irregularidades y en 2011 y 2012 la empresa es condenada a pagar 19200 millones de dólares, la indemnización más alta de la historia, un dinero que se utilizará comunitariamente para tratar de paliar la catástrofe. El fallo es importante sobre todo porque termina con una era de impunidad de las multinacionales en Latinoamérica. Los criminales globales pueden ser enjuiciados. Se describe después el caso de otras regiones próximas de la selva amazónica donde se ha conseguido impedir el desembarco de las petroleras por medio de movilizaciones. En ellas, la justicia también ha dado la razón a los protectores del medio ambiente.
Los años 90 en Ecuador son los de las protestas de los indígenas, que consiguieron nuclear la resistencia de toda la sociedad al ajuste neoliberal y provocaron la caída de dos presidentes: Abdalá Bacaram en 1997 y Jamil Mahuad en 2000. Sin embargo, el relevo de Lucio Gutiérrez se reveló también desastroso y, además, la colaboración con él de algunos grupos indígenas fue un grave error que obligó después a una severa autocrítica. En 2005 fue la clase media la que tomó el testigo con caceroladas y manifestaciones que coreaban el estribillo argentino del «que se vayan todos». En abril cae el tercer presidente. La victoria de Rafael Correa en la elecciones de 2006 con el apoyo de todos los movimientos sociales fue un cambio histórico. Una nueva constitución es discutida ampliamente y aprobada en referéndum, un documento revolucionario por la defensa de derechos humanos y protección del medio ambiente que propugna.
Ha habido después desencuentros entre el gobierno Correa y algunos colectivos que lo acusan de «extractivismo», pero la dinámica de estos y su buena organización los hace capaces de detener los proyectos más impopulares.
Colombia
La visita comienza en el departamento del Cauca, zona con gran presencia indígena y donde el conflicto armado persiste. La historia de la región nos habla de un poder abusivo de los latifundistas, enfrentados por un movimiento con instituciones como el CRIC (Consejo Regional Indígena del Cauca), que ha conseguido notables avances en la recuperación de tierras para las comunidades. La lucha armada de grupos como el M-19 o las FARC se entiende como una respuesta a la violencia y usurpaciones del Estado y los terratenientes contra los campesinos, en las que los paramilitares suponen el capítulo más siniestro. Entrevistas a algunos líderes indígenas nos revelan la existencia de un poderoso movimiento social dispuesto a enfrentarse a las atrocidades de éstos de forma pacífica.
La siguiente parada es en el departamento del Chocó, donde el 80 % de la población es de origen africano, descendiente de esclavos huidos a esta región apartada y selvática. A mediados de los 80 comienza la explotación maderera intensiva y, en respuesta, surge la autoorganización de las comunidades afectadas. Se consigue así detener los trabajos. En 1991, durante la redacción de la nueva constitución, las ocupaciones de edificios oficiales logran que el texto recoja los derechos de la gente del Chocó a la gestión colectiva de sus tierras. Pero no todo son progresos. Se describen crímenes espantosos de paramilitares a sueldo de grandes empresas agrícolas, que buscan provocar desplazamientos de población para extender sus cultivos. Las comunidades están empeñadas en una lucha judicial contra los autores e inductores de estos atropellos, aunque algunos de ellos están ciertamente muy arriba.
En Bogotá conocemos el episodio de los «falsos positivos», miles de jóvenes asesinados por el ejército para simular «éxitos» en la guerra contra el terrorismo. La movilización de las madres y otros familiares de algunos de estos muchachos ha conseguido llevar a juicio a varios de sus responsables. El diputado de la Unión Patriótica Iván Cepeda nos acerca a la historia reciente de Colombia. El método del gobierno, sobre todo durante el mandato de Uribe Vélez, ha sido el exterminio físico de la oposición. Sólo la dinámica popular y sindical y en los últimos tiempos el apoyo de un sector sano y valiente de la judicatura ha permitido que tímidamente se empiece a hacer justicia. Juan Manuel Santos representa los intereses de inversores norteamericanos y europeos y su estilo es necesariamente distinto al de su predecesor, ligado estrechamente a los narcos y paramilitares. Las atrocidades de éste van saliendo progresivamente a la luz y no es descartable que pueda ser llevado ante la justicia.
Nicaragua
Los sandinistas regresan al poder en 2006 tras un paréntesis de gobiernos de derechas desde 1990. Se nos aportan claves de su actual política, aspectos como su alianza con la iglesia y sectores económicos influyentes, que hacen compatibles con programas sociales posibles por la ayuda venezolana y cubana. En Metagalpa conocemos a personas destacadas del movimiento feminista de Nicaragua, bien organizado y prestigioso. Según estas mujeres, del sandinismo revolucionario de los setenta y ochenta queda sobre todo «un pueblo con una cierta conciencia de que puede cambiar las cosas.»
En Managua nos hablan enfermos crónicos de riñón a causa de los agrotóxicos usados con la caña de azúcar y nos explican sus reivindicaciones: indemnizaciones para los familiares de las fallecidos, tratamiento para todos los afectados. Es una lucha que se pelea en los tribunales y en la presión popular imprescindible
El Salvador
La primera historia nos viene del departamento de Chalatenango, en el norte del país, y nos habla de la llegada allí en 1973 de sacerdotes partidarios de la teología de la liberación y de la organización de los campesinos, que padecían una explotación salvaje por parte de los terratenientes. En 1975 comienza la actividad de los escuadrones de la muerte y el asesinato de monseñor Romero en 1980 desencadena la guerra civil. El ejército impone una política de tierra quemada y realiza masacres, denunciadas en el éter por la mítica Radio Venceremos, una de las emisoras del FMLN. Es un conflicto desigual, pero en 1983 la guerrilla, con operaciones de gran coraje, consigue pasar a la ofensiva.
A finales de 1986, miles de campesinos refugiados en Honduras deciden emprender el regreso a sus tierras que han sido liberadas por el FMLN. Allí encuentran sólo destrucción, pero comienzan una nueva vida con ánimos. Tras la ofensiva de la guerrilla en 1989, los acuerdos de paz de 1992 supusieron el fin del conflicto armado. Atrás quedaban ochenta mil víctimas, la mayoría civiles asesinados por el ejército y los escuadrones de la muerte. En Chalatenango, la larga lucha deja una experiencia viva de gestión comunitaria de los asuntos, que hace muy difícil cualquier atentado contra los derechos y la forma de vida de los campesinos.
Tras los acuerdos de paz de Chapultepec en 1992, las políticas neoliberales de los gobiernos de Arena trajeron la nueva guerra de las privatizaciones, el paro y el derrumbe de la economía productiva: miseria y emigración masiva y en el interior incremento de la delincuencia organizada en «maras» (bandas), que convirtió El Salvador en el segundo país más peligroso del mundo en 2011. Sin embargo, la respuesta ciudadana no se hizo esperar. En 2002, se convocan huelgas y manifestaciones que resultan un éxito. Así se para la privatización de la sanidad y agresivos proyectos mineros. En 2009, Mauricio Funes, un periodista independiente, llega a la presidencia en las listas del FMLN. Desde entonces, se han puesto en marcha importantes políticas sociales, aunque los poderes fácticos siguen vetando una reforma fiscal que aporte recursos al Estado para fortalecerlas. El matrimonio de conveniencia del FMLN y el socialdemócrata Funes ha traído algo de progreso a un país pequeño sometido a enormes presiones.
Guatemala
Junio de 1954. El presidente Jacobo Árbenz, elegido democráticamente y embarcado en un ambicioso plan de reforma agraria, desarrollo industrial, educación pública y seguridad social, es depuesto en un cruento golpe de estado patrocinado por los EEUU. Desde entonces se suceden las masacres que se ceban en los indios mayas. En los años 80, los intentos de lucha guerrillera son aplastados mientras mujeres indígenas familiares de desaparecidos se organizan y comienza la excavación de fosas.
Los acuerdos de paz de 1996 supusieron un paso importante para el fin de la violencia, al tiempo que se intensificaba la lucha por llevar ante la justicia a los responsables de las matanzas. En 1998, el obispo Juan Gerardi, referente de estas campañas, es asesinado. Los culpables de este crimen, tres de ellos militares, son condenados a penas de treinta años de cárcel en 2003. Cinco años más tarde se consigue por fin la primera sentencia de los tribunales guatemaltecos por desapariciones forzadas. A partir de entonces, los juicios a los autores del genocidio se multiplican. El descubrimiento de archivos del ejército con información sobre sus abusos ha permitido agilizar las causas.
En 2013, el expresidente Efraín Ríos Montt es condenado a cincuenta años de prisión por genocidio. Aunque el proceso fue anulado poco después, aquello fue un vuelco histórico que podría ser denominado el fin de la impunidad. Actualmente se vive un incremento de la organización popular en asuntos como la reivindicación de las tierras usurpadas a las comunidades en los años 70 y 80 o la oposición a los proyectos de megaminería, contaminantes y enormes consumidores de un agua necesaria para las poblaciones y los usos agrícolas y ganaderos. Sin embargo, en 2011 el general Otto Pérez Molina, que participó en las atrocidades, gana las elecciones. ¿Hay problemas de memoria en Guatemala? Probablemente, y hay que responsabilizar de esto también al mensaje engañoso de ofrecer seguridad que la derecha ha conseguido trasmitir y a las redes de clientelismo político creadas.
México
Se repasa la historia del Ejército Zapatista (EZLN). En México, los años 80 y 90, con la aplicación de las políticas neoliberales, son tiempos de privatizaciones e incremento de la pobreza (entre 1984 y 1994, 12 millones de personas). En la selva Lacandona había de antiguo un germen de lucha guerrillera, pero con la ley de 1992 que permite la compraventa de tierras comunales, éste se convierte en un movimiento de masas. El 1 de enero de 1994 se produce el alzamiento y siguen doce días de combates con muertos por los dos bandos, hasta que una gran campaña mundial consigue sentarlos en unas negociaciones de paz. En 1996 se firman los acuerdos de San Andrés, que recogen algunas de las reivindicaciones zapatistas. Cuando el gobierno se desvincula de ellos y recurre a grupos paramilitares que cometen masacres, los campesinos replican con movilizaciones y autoorganización en las comunidades indígenas que controlan. La traición de los partidos tradicionales los lleva luego a reafirmarse en sus estructuras de democracia directa, basadas en el «mandar obedeciendo». Los logros en sanidad, educación y relaciones de género conseguidos suponen un referente precioso para todos los altermundistas.
Lo ocurrido en San Salvador Ateco tuvo también gran trascendencia. En 2001, el gobierno de Vicente Molina Fox ordena por decreto la expropiación de más de 5000 Ha de esta localidad en las afueras del Distrito Federal para la construcción de un aeropuerto. La respuesta popular no tarda. Concentraciones y manifestaciones de campesinos que portan sus machetes son habituales y en 2002 la administración se ve obligada a dar marcha atrás. En 2006, la violencia estalla otra vez y la brutalidad policial deja varios muertos y veintisiete mujeres agredidas sexualmente. Dos de los detenidos fueron condenados a 67 años de cárcel, pero las movilizaciones siguen y tras un nuevo juicio, en 2010 son liberados. Los machetes siguen altos en Ateco contra los abusos y exacciones del poder.
Se recuerda después la comuna de Oaxaca de 2006. El estallido ocurre cuando la policía reprime salvajemente una huelga de maestros. La ciudad asume entonces el control de sí misma con convergencia de distintos grupos entre los que fueron esenciales las comunidades indígenas y su estilo de gobierno asambleario y horizontal. Se producen asesinatos por parte de sicarios y poco después la policía toma a sangre y fuego la ciudad con incontables violaciones y muertes. Aplastado el movimiento, permanece sin embargo firmemente arraigada la conciencia de que el cambio es posible, de que está ya aquí en una organización abierta y participativa que se extiende por todas partes.
La guerra contra el narcotráfico emprendida por el gobierno mexicano ha dado lugar a miles de asesinatos y desapariciones que se comprenden en un contexto de lucha entre mafias para controlar las rutas y los mercados, pero también de represión de los movimientos sociales. Algunas valientes iniciativas han conseguido ya la localización de personas desaparecidas o la presentación en La Haya de una denuncia contra el expresidente Felipe Calderón, respaldada por 23000 firmas. Han logrado también que el feminicidio se considere un problema de estado.
La última parada es en Acapulco, paraíso tropical devenido infierno de narcotráfico y corrupción (2ª ciudad más peligrosa del mundo en 2013). Ante esta situación, en la sierra de Guerrero más de cien comunidades se han integrado en un sistema de justicia propio, la «policía comunitaria», nacida en 1995. En 2003 comenzaron las obras de la que habría de ser una enorme presa en el río Papagayo (La Parota). Miles de campesinos serían expulsados de sus tierras con indemnizaciones de miseria para exportar electricidad a los EEUU. Las comunidades se organizaron y el gobierno respondió con asambleas amañadas, que fueron denunciadas ante los tribunales y anuladas. Hoy día, la guerra está ganada y la unión conseguida es el resorte para la gestión de todos los problemas en el futuro. Chiapas, Atenco, Oaxaca, Guerrero son territorios en rebeldía que hablan con su propia voz en la tierra de Emiliano Zapata.
La lectura del libro nos deja confusos y esperanzados. Confusos por la complejidad de una lucha en la que las más legítimas reivindicaciones de derechos elementales son respondidas con masacres y mentiras que parecen no tener fin, por la magnitud del reto y por el egoísmo y ceguera inhumanas de los que poseen todo y no están dispuestos a compartirlo. Pero esperanzados también porque claramente, de un extremo a otro de Latinoamérica, vemos a los pueblos adquirir conciencia tras siglos de miseria y explotación, los vemos organizarse y plantar cara y les vemos conseguir logros importantes en muchos casos. En los lugares que se describen hay que señalar además el papel crucial de las tradiciones comunitarias indígenas y su capacidad de tejer una tupida red horizontal de participación y debate sin dogmas ni líderes insustituibles. Esta es sin duda una de las claves del éxito. Otro mundo es posible y Crónicas del estallido es un libro magnífico para entender de qué modo puede construirse.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.