—¿Ha visto, amo? ¡Ese negro tiene un caballo!
—Y… ¿tú quieres un caballo, Stephen?
—¿Pa’qué coño quiero yo un caballo? ¡Lo que quiero es que él no lo tenga!
Django Unchained[1]
Así mismo es. Son tiempos muy malos. Tiempos de plantación planetaria, es tiempo de estupor para unos y aplausos para otros. No sé la proporción, pero es un mundo de gente aquella que está satisfecha con este disparate político. No es un pésimo chiste: hay quienes se acomodan bien bonito al elegante maltrato de los mayorales gubernamentales y estamos quienes cimarroneamos nuestra inconformidad por todos los medios necesarios (That’s, brother Malcolm X). Casi siempre fue así, no hay perfección social en ninguna parte del planeta. Aquel librito de lectura obligatoria, escrito por ese par de barbudos alemanes, a mediados del siglo XIX, tiene esta sentencia de fácil comprobación: ”Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases”. Está en El Manifiesto, capítulo I. Y la plantación colonial fue con exactitud aquello. Esclavizados contra esclavizadores. Aunque ahora hay menos esclavización física, pero se ha prolongado la esclavización mental. Bob Marley y miles de artistas nos recomiendan: Emancipate yourselves from mental slavery[2]. Emancípese de la esclavitud mental. Pero no parece accesible a la comprensión para grupos de mujeres y hombres que parecen sentir cierta comodidad con la elegante subestimación de los amos. Estas elecciones ecuatorianas son un vasto y triste mural. Acaso, ¿la condición humana se subordina a esa estúpida polarización? Hum, se posterga la respuesta. O como algunos creemos es una polarización fácil de manejar y conservar. Y no requiere ninguna teorización solo motivar el odio a una y muchas personas. ¡Ayúdame, Freud!
La plantación del siglo XXI y la del siglo XIX tienen más coincidencias que diferencias, por los menos en Ecuador. Pero, ¿cuál es la principal? La hipoteca de la naturaleza de ciudadanía a este Gobierno de plantación. Mientras se discute la alta politología como si fuera el mejor partido de fútbol, nos enredamos en complicados análisis sociológico o nos distraen con el vistoso y costoso vestuario de aquella dama que reparte las limosnas presidenciales; quienes están en la Casa grande sustituyen las políticas públicas por clamorosa pordiosería. Siembran y cosechan desmedidos y abusivos agradecimientos en sectores de la ciudadanía. No hay empleo para millones de mujeres y hombres ecuatorianos, pero está la misericordia gubernamental. Sin salud pública, pero hay un regalito inútil del Gobierno de la plantación. Las calles de muchas ciudades están duras y violentas, no importa, en días posteriores ocurre el acostumbrado desfile militar y regalitos mínimos. Y las palabritas de agradecimiento de la servidumbre oficial. (¡Adónde hemos llegado!).
En la plantación, de cualquier siglo pasado y de este siglo XXI, se odia equidad e igualdad humanas. El dueño de la plantación tiene aliados para chamullar sobre la maldita igualdad. Él elige quién, en ese día, semana o mes, es superior a los demás. Aristocracia babieca y a destiempo. El dueño de la plantación a veces juega con la desesperación de la subalternidad para focalizar caridad y mala conciencia. Y ya. Unos se ríen de sus chistes agrios, otros muestran su mejor arte de sumisión y por allá están quienes descienden al mínimo de humanidad por lambisconería. Hagamos la maldita comparación con el país. La derecha ha triunfado en convertir nuestro país en una plantación de 283, 6 mil kilómetros cuadrados. Asombroso, pero cierto. “Todas las ecuatorianas y los ecuatorianos son ciudadanos y gozarán de los derechos establecidos en la Constitución”. Está prescrito en el libro mayor. Y na’ en siete años convirtieron este obligatorio mandato en letra muerta. (¡Chuta, qué rápido!) Hay tres etapas para llegar a este prematuramente envejecido nuevo Ecuador” del man de las plantaciones de banano: destrucción inmisericorde de toda institucionalidad, aprovechamiento angurriento de esa ruina institucional y plantación adentro la gente padece actos y consecuencias del régimen de plantación. Noticia, ¿buena? Hay un rejuvenecimiento imprevisto de aquello renombrado como ‘derecha’. Sí, hay algo nuevo, no renovado, por favor, es la decadencia insólita de las mayorías sociales, el anacronismo político, la aceptación de este conservadurismo burdo y vergonzoso y esta pasmosa reducción de la empatía colectiva que apuraba momentos de solidaridad. ¿Ocurrió un apresurado desbarajuste social para mostrar en carne viva la dureza de las colonialidades del saber, del ser y del poder en el Ecuador? Si la respuesta es afirmativa, entonces, es el renuevo sigloventiunesco de la plantación.
Michel Feher, filósofo y teórico cultural de Bélgica, da otra explicación, para este jazzman no es contradictoria sino complementaria: “Pero no hay regímenes fascistas que aparezcan sin el deseo de fascismo en la población. Y ese deseo se llama resentimiento”[3]. Cambiamos fascismo por plantación. Como quiera que sea el neuromarketing conciencial, se estructuró ese deseo inducido por las artimañas mediáticas de las tribus propagandistas en la versión más concentrada, mejorada y engañosa desde su inventor. El todos los días recordado Edward Bernays. ¿Si no cómo se explica ese retorno a modos y modas de finales del siglo XIX? “LA MANIPULACIÓN consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática”[4], son las primeras palabras de su libro. Y continúa: “Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de nuestro país”. Ese deseo-manipulación embulló a sectores sociales hasta el traslado temporal a la plantación, con seriedades peligrosas y ridiculeces que no causan risa. (Algún día esta barbaridad de estos años será chiste de sobremesa, pero ahora es el riesgo de mayor empobrecimiento de la ciudadanía y a la vez la fortaleza del gobierno dictatorial). Del Ecuador, no olvide.
En nuestro país amazónico (que fue, es y será), el pretendido dueño de la plantación, Roy Gilchrist [Noboa], se pasa la Constitución por el “arco del triunfo”. Visaje rápido: desconoce a la vicepresidenta constitucional, ejerce sin disimulos el cargo público cuando no debería por veda electoral, utiliza a servidores públicos como miembros de su partido, aplica abusivamente el poder en aquello que se le antoje, invade la embajada de México y aperrea al quinto poder del Estado con presencia prestada de la fiscalía. Eso de la plantación está en su ADN, en este no en el otro. Mientras tanto ruidoso silencio cómplice de los diferentes organismos de prevención y control de la legalidad. ¿Si no es la copia de una plantación entonces qué diablos es?
Estamos pasmados como ciudadanía ecuatoriana cedulada, bautizada y confiscada la rebeldía (¿?). Esta de acá, porque esa de allá está enferma del peor de los mileísmos: reírse de las noboadas. Tremendo entuque. Absortos, boquiabiertos sin hallar media explicación satisfactoria, aunque insumos sobran, a saber: la polarización políticamente necia, el remolino de violencia social, el angustioso desempleo, la descomposición estatal, etc., etc., etc. Una pregunta desde el próximo futuro: “¿Por qué no hubo protestas? ¿Por qué no le preocupó a nadie? Porque una vez más la prensa, de forma muy hábil, había convertido a las víctimas en criminales, y a los criminales en víctimas”[5]. Y Malcolm X cierra así este axê anti plantación: “¿Por qué? Porque los opresores saben que no pueden hacer que odies la raíz sin hacer que también odies el árbol. No puedes odiar tus orígenes sin acabar por odiarte a ti mismo”. Así nomás estamos, por ahora.
Notas:
[1] Diálogo del filme Django sin cadenas, escrito y dirigido por Quentin Tarantino.
[2] Verso de la canción Redemption song, escrita por Bob Marley.
[3] Entrevista realizada por Daniel Verdú a Michel Feher, filósofo: “¡Hay que ser ‘wokista’!, ¡Un wokista’ desencadenado!”, publicada en El País, de España, del 24 de enero de 2025. Sección digital.
[4] Propaganda, Edward Bernays, Editorial: Melusina S.L., 2008, Edición digital.
[5] Discurso
de Malcolm X, No solo un problema norteamericano sino mundial, discurso
pronunciado el 16 de febrero de 1965, en la Universidad Colgate Rochester
Divinity School. Tomado del libro Habla Malcolm X, Betty Shabazz y
Pathfinder Press, 1993.
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