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Resumen 2005

Revolución cubana: fantasías y realidades

Fuentes: WDS

Para los analistas de la situación cubana, la fantasía más evidente que de Cuba se ha dicho en los últimos años no se expuso en La Habana sino en Washington cuando el presidente norteamericano, George W. Bush, dijo que se convertiría en el primer mandatario estadounidense en cinco décadas en visitar la capital cubana en […]

Para los analistas de la situación cubana, la fantasía más evidente que de Cuba se ha dicho en los últimos años no se expuso en La Habana sino en Washington cuando el presidente norteamericano, George W. Bush, dijo que se convertiría en el primer mandatario estadounidense en cinco décadas en visitar la capital cubana en una llamada «Cuba libre».

La candorosa «profecía» de Bush no podría estar más caduca ahora que nunca antes, incluyendo momentos muy complejos para la Isla, entre otros la invasión de un contingente paramilitar preparado por Estados Unidos en la localidad costera cubana de Playa Girón en 1961 y en la Crisis de los Cohetes en octubre de 1962.

Bush, eso sí, ha cumplido algunas de las promesas hechas a sectores extremistas anticubanos en su país, generalmente asentados en Miami, Florida tras ganar la presidencia de la nación en medio de una situación electoral muy ambigua precisamente en ese estado del sur de la Unión, entre otras fortalecer el fracasado bloqueo que se mantiene contra Cuba desde hace más de 40 años y aplicar medidas adicionales de fuerza contra el gobierno de La Habana.

En 2005, después de un programa anticubano más o menos constante iniciado en el 2000 desde la Casa Blanca, la revolución que triunfó en la Isla del Caribe el primero de enero de 1959 y que desde ese primer momento fue rechazada -y atacada- por los gobiernos estadounidenses, no deja de enfrentar problemas, algunos de ellos difíciles y profundos, pero la esencia del proceso que se abrió hace 47 años no solo sobrevive sino que se está reforzando.

El sistema que se aplicó en este país caribeño bajo el mando del actual presidente, Fidel Castro, prometió siempre transformar y mantener una sociedad que favoreciera, contra viento y marea, a los más humildes.

En medidas que ninguna acción de los gobiernos norteamericanos -incluyendo dos especialmente anticubanos como el Ronald Reagan y el del propio Bush hijo- pudo impedir, la revolución cubana nacionalizó los intereses económicos norteamericanos que controlaban la economía del país, estructuró sistemas de acceso gratuito general en cuanto a educación y salud pública, llevó a cabo una exitosa campaña de alfabetización, terminó con la extrema miseria en el país, aseguró alimentación subsidiada por el estado a los cubanos, bajó al mínimo los alquileres de las viviendas y promocionó la entrega de estas a sus moradores, además de lanzar planes para levantar barrios y poblados enteros, entre otros muchos programas hasta ese momento desconocidos en Latinoamérica.

Tras derrumbarse la Unión Soviética y los sistemas socialistas europeos a inicios de la década de los años 90, Cuba cayó en una crisis económica que parecía abismal. Especialmente en Washington, se esperó entonces el desplome del proceso cubano.

No será necesario decir que tal desplome no sucedió. Es verdad que las respuestas a la situación -y ello lo han admitido las autoridades cubanas- provocaron secuelas sociales muy complejas que, de acuerdo con afirmaciones del propio Castro, ponen en peligro la propia existencia de la revolución, que podría ser destruida «desde dentro» especialmente por la corrupción.

En 2005 fue denunciado por el propio presidente cubano con particular énfasis ese estado de cosas, pero es claro que ya se venían combatiendo esta y otras situaciones que podían derivar en una catástrofe. Durante el año que termina el esfuerzo cubano en campos como la atención a la salud pública desbordó totalmente las fronteras de la Isla para internarse en América Latina y en países en desarrollo de Ásia y África.

La economía nacional cubana creció en 2005 en más de un 11 por ciento especialmente por el peso en ella de los programas sociales.

Los planes oficiales en Cuba para 2006 pasan por el incremento del nivel de vida de la población, la puesta en orden de la sociedad y la economía, un mayor control estatal sobre todos los sectores y recursos del país, y proyecciones más intensas de los programas que tienen como base en la Isla la solidaridad humana hacia los cubanos y también hacia el mundo.

Una piedra angular para la base de ese esfuerzo social y económico cubanos el año próximo será la revolución energética propuesta por Fidel Castro ante el parlamento del país este mes y aprobada por esa entidad legislativa. Esta vez Cuba pretende convertirse en modelo energético para el mundo mediante un proyecto que combina el ahorro de combustibles con inversiones y nuevas estructuras de abastecimiento de energía en la Isla.

El presidente de Cuba dijo ante la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento) que «para mediados del 2006 nos sobrará electricidad». Anunció que este país dispondrá para julio próximo de un millón de kilovatios adicionales a la actual capacidad de generación eléctrica instalada, de 3,200 megavatios. «Tendremos cuatro veces la capacidad que vamos a necesitar», afirmó.

Un programa de inversiones en la rama valorado en mil millones de dólares está asegurando la compra e instalación de grupos electrógenos por provincias, para terminarse así con un sistema nacional unificado de distribución que se apoyaba en viejas termoeléctricas y obsoletas.

De lograrse todos los objetivos anunciados, Cuba habrá pasado de ser un país que sufrió en los últimos tres años, especialmente, de prolongados cortes eléctricos que a veces se extendían a ocho horas diarias, a otro en el cual se haya extirpado el problema de los «apagones» y los déficits de energía.

Los escépticos en torno a estos programas se han reactivado, tal como sucedió a inicios de la década pasada, cuando el Período Especial -basado en un programa de ahorro hermético, principalmente, y en medidas como la apertura al dólar, a más inversiones extranjeras y al turismo internacional- comenzó a operar.

La realidad es que quedaron desde entonces en el camino los pronósticos de hecatombes, rebeliones populares y desarticulación del proceso cubano. Otro vaticinio esfumado fue el de la desaparición de la influencia de la revolución cubana en América Latina, donde en la última década surgieron gobiernos de presidentes elegidos para aplicar transformaciones sociales y económicas lejanas a las viejas estructuras en la región y de alguna manera cercanas al ejemplo cubano.

Y las más conocidas fantasías sobre lo que ha sucedido, sucede y sucederá en Cuba siguen confinadas, principalmente, a la famosa «sala oeste» de la Casa Blanca en Washington. RL/FFM