La semana pasada había fracasado el intento del gobierno de establecer una mesa de negociación ante la revuelta en Aysén. Tras una semana de tregua, el gobierno derechista ha conseguido poner de rodillas a los dirigentes de la «Mesa social por la región de Aysén» (encabezada por empresarios y políticos de la derecha y la […]
La semana pasada había fracasado el intento del gobierno de establecer una mesa de negociación ante la revuelta en Aysén. Tras una semana de tregua, el gobierno derechista ha conseguido poner de rodillas a los dirigentes de la «Mesa social por la región de Aysén» (encabezada por empresarios y políticos de la derecha y la Concertación), retomando la iniciativa.
El restablecimiento de la mesa de diálogo: el gobierno retoma la iniciativa
El gobierno desató una dura represión contra el pueblo de Aysén, militarizando la zona con Fuerzas Especiales de otras ciudades, utilizando balines de metal y goma contra los manifestantes -con dos heridos con pérdida de un ojo-, llenando las poblaciones de bombas lacrimógenas, cercando hospitales para detener a los heridos y reprimiendo cualquier manifestación de solidaridad en el país. Pero la indignación popular había mostrado que no se dejarían derrotar fácilmente en las calles. Se desafió a la autoridad, se enfrentó a la policía y el gobierno perdió el control de la ciudad. Entremedio el gobierno buscó negociar enviando a dos ministros, y otorgando concesiones en salud. Días después envió al ministro de energía para negociar el alto costo de los combustibles, aunque en realidad, fue a provocar al pueblo: estableció como condición para iniciar la negociación la deposición de todos los bloqueos de camino y que se levantara la lucha. Esa provocación hizo fracasar una mesa que aún no iniciaba.
Los dirigentes de la mesa de Aysén llamaron al diálogo y a hacer «gestos de buena voluntad» deponiendo parcialmente los bloqueos de caminos para la entrada de combustible a la región que se encontraba en estado de desabastecimiento. Fue así como se estableció una «tregua» que implicó la desmovilización gradual de la región. El gobierno se endureció y llamó a «restaurar el orden público» y amenazó con aplicar la Ley de seguridad Interior del Estado (que duplica las penas por los delitos al orden público). Así, en casi una semana de tregua, los dirigentes anunciaron el 6/3, tras reuniones secretas con la Intendenta y el subsecretario de la presidencia, el desbloqueo total de los caminos y el retorno a la normalidad. El 8/3 se retomaría la mesa de diálogo con la ciudad desmovilizada. Aunque esto abre la posibilidad de resolver un conflicto que lleva casi un mes, aún no son claros los anuncios del gobierno y el resultado que tendrá la mesa, quedando abierta la situación, pues no resuelve ninguna de las demandas locales que motorizaron el levantamiento.
Los dirigentes del diálogo social y de la conciliación de clases de rodillas ante el gobierno
La revuelta de Aysén mostró una enorme energía de las masas en lucha. Trabajadores, pobladores, pescadores, estudiantes y campesinos desafiaron la represión y mantuvieron el control de la ciudad durante semanas. Pero sus dirigentes (de la derecha y la Concertación o cercanos), organizados burocráticamente en la «Mesa social por la región de Aysén» quieren negociar de rodillas con el gobierno, y habían dicho que de otorgarle 20% de subsidio a los combustibles bajaban todo. Uno de sus límites centrales fue el carácter policlasista del movimiento, con empresarios y políticos de la concertación y la derecha integrando la mesa, llamando a apoyar la lucha y así, intentando contener. Las reuniones (cerradas) eran en la Cámara de Comercio local. La multigremial (empresarios del comercio, turismo, sector forestal, ganadero y del salmón) había dado forma al pliego de peticiones. Ahora venían presionando para bajar toda la movilización, planteando que la situación era «insostenible» ante la pérdida de millonarias ganancias. Los parlamentarios aplaudieron la decisión de los dirigentes.
La «unión regional» fue uno de los factores determinantes para que la revuelta no avanzara. La unidad con empresarios y parlamentarios de la Concertación y la derecha impidió la movilización independiente de trabajadores, pobladores, pescadores, campesinos y estudiantes por sus propios intereses. Esta política activa de colaboración de clases busca detener la escalada del conflicto desmovilizando a la población, le da fuerzas al gobierno para retomar la iniciativa y permite a los empresarios y sus políticos aparecer como aliados del pueblo trabajador y pobre en sus luchas y demandas. Es una política de la derrota. La mayoría de la izquierda en el país, con el Partido Comunista a la cabeza, no sólo no ha llamado en los organismos que dirige (como la CUT o la CONFECH) a ninguna convocatoria seria de solidaridad, sino que promueven la alianza regional, la conciliación de clases y el diálogo social. Son un obstáculo para que triunfen las demandas del pueblo trabajador y se refuercen y expandan las luchas para terminar con la herencia pinochetista. La lucha que damos desde el PTR por la independencia política de los trabajadores y la alianza obrera y popular bajo organismos de lucha basada en delegados como una Asamblea obrera y popular en Aysén, sin empresarios ni sus políticos, es la lucha para superar este obstáculo que encuentran los explotados y oprimidos para poder vencer.
¡Ninguna migaja del gobierno! ¡Por el cumplimiento de todas las demandas! Por una alternativa de independencia de clase
El gobierno se prepara a otorgar migajas. Además, las negociaciones son cerradas sin ninguna capacidad de decisión de quienes pusieron el cuerpo todas estas semanas de lucha. La desmovilización era clave para cerrar por arriba la revuelta. Desde el PTR creemos que deben re-impulsarse las medidas de lucha con un paro regional llamado por la CUT y discutidas democráticamente en un Asamblea obrera y popular sin los empresarios ni sus políticos. Por otra parte, los dirigentes del diálogo social quieren negociar de rodillas a espaldas del pueblo trabajador. ¡Debe ser una negociación pública con delegados revocables para impedir que entreguen la lucha! La crisis del régimen neo-pinochetista y un nuevo período abierto de la lucha de clases imponen la necesidad política de independencia de clase y alianza de los explotados y oprimidos con sus organismos de lucha para enfrentar el Chile neoliberal de los empresarios, la Concertación y la derecha. El Partido Comunista busca cerrar un nuevo «pacto por omisión» con la Concertación para las elecciones municipales mientras llama a contener la lucha. Las direcciones burocráticas y moderadas (PC, Autónomos, etc.) buscan poner paños fríos al cuestionamiento del régimen y al desarrollo de los conflictos de clase. Pero la nueva situación de ascenso de la lucha de clases y la emergencia de una vanguardia juvenil, abre nuevas posibilidades para la emergencia de un partido revolucionario de combate, trotskista, que se proponga derribar a través de la acción revolucionaria de masas este régimen reaccionario en crisis. Esta es la lucha que estamos dando desde el PTR.
Crisis del régimen y creciente lucha de clases
Esta lucha se da en un marco de una profunda crisis, contenida, del régimen neo-pinochetista. El alto rechazo al gobierno y baja aprobación (una nueva encuesta, la Adimark, da 31% de aprobación y 58% de desaprobación), el amplio rechazo a los partidos de la Concertación y la derecha -fragmentados- son indicadores de esto. La lucha en Enero de 2011 contra el «gasolinazo» en Magallanes, las movilizaciones de masas mas grandes desde el retorno a la democracia liderada por el movimiento estudiantil durante 7 meses y la actual revuelta en Aysén, son un fenómeno profundo del ascenso de la lucha de clases, del cuestionamiento activo no solo al gobierno sino al régimen y de la emergencia de una vanguardia -centralmente juvenil- que lucha contra este gobierno y régimen. Estos días, además de la revuelta de Aysén, vemos protestas de pescadores artesanales en otras regiones, manifestaciones en solidaridad con Aysén, protestas de estudiantes secundarios ante la expulsión de cientos de ellos tras las tomas, llamado a movilización en Calama, etc. Pero el régimen reaccionario de la «transición pactada» con los militares tras 17 años de dictadura, profundizado por la Concertación y la derecha, no quiere ceder nada. Ensaya reformas cosméticas para oxigenar el régimen, sin modificarlo estructuralmente, mientras endurece el discurso del sagrado «orden público», aumentando la represión a las luchas y nuevas medidas bonapartistas ante mayores conflictos de clase. El año 2012 ha empezado con una revuelta en el sur, y todo indica que será un año de nuevas luchas de los explotados y oprimidos en el marco de un año de elecciones municipales.