El salón de Honor de la Universidad Diego Portales fue el lugar de la puesta en escena de una inédita ceremonia de presentación de un libro con la asistencia de los comandantes en jefe del Ejército, la Armada y la Aviación. Este acontecimiento político no se verificaba desde los tiempos en que convocaba a un […]
El salón de Honor de la Universidad Diego Portales fue el lugar de la puesta en escena de una inédita ceremonia de presentación de un libro con la asistencia de los comandantes en jefe del Ejército, la Armada y la Aviación. Este acontecimiento político no se verificaba desde los tiempos en que convocaba a un acto social-militar el general Pinochet.
Fue una sorpresa mayúscula para todos los que estaban ya instalados en el salón de la Universidad Diego Portales, dirigida por el académico y columnista de El Mercurio, Carlos Peña, ver ingresar a los altos oficiales ya señalados. Pero, los menos ya sabían que eran los invitados especiales de uno de los autores del libro «Después de la Quimera», el ex asesor de Ricardo Lagos y amigo íntimo de este; Ernesto Ottone.
Ottone, durante su paso por La Moneda junto a Lagos, cultivó una serie de amistades importantes e influyentes del acontecer político, económico y militar del país. Sin duda que la presencia de los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas es el resultado de esos contactos que se iniciaron cuando Ottone coordinaba delicadas materias de Estado desde el segundo piso del palacio de La Moneda.
Pero, quiérase o no, hemos de dar una mirada política a este evento de presentación de un libro en un recinto universitario. Y esta mirada ha de hacerse en el contexto actual que no es otro que de pleno desarrollo electoral no sólo de carácter Municipal, sino de preparación y observación de lo que será la elección presidencial del próximo año en que el nombre de Ricardo Lagos está en carrera, aunque no oficializado ni desmentido.
Entonces, ¿la presencia de los generales Oscar Izurieta del Ejército, Ricardo Ortega de la Aviación y del Almirante Rodolfo Codina, esperando y aplaudiendo la presencia de Ricardo Lagos en el recinto, es una señal clara de que están hoy con el «laguismo»? Es la pregunta que hoy cruza, transversalmente, tanto a la clase política como a la opinión pública informada de la singular forma de presentar el libro de Ernesto Ottone y Sergio Muñoz en medio de un selecto público identificado con la figura y obra de Ricardo Lagos en el inicio de la carrera presidencial en que, por primera vez, en casi 20 años la Concertación puede perder el sillón presidencial, dando paso a una alternancia en el poder que muchos, desde diferentes ópticas políticas, reclaman para el bien Chile.
Lo único claro en este complejo escenario es que una enorme mayoría ciudadana no quiere candidatos ligados a los «poderes fácticos». Reclaman candidatos que realmente consoliden una auténtica democracia sin exclusiones de ningún tipo y, evidentemente, liberados de esos «poderes fácticos» que entraban un genuino desarrollo democrático. Y, en este contexto preciso, el país sabe que son las Fuerzas Armadas las que quieren mantener ciertos controles ciudadanos por la vía que les confiere la Constitución del Estado al reconocerlas como «garantes» de la institucionalidad de la Nación.
Las Fuerzas Armadas plantean al país muy delicados problemas. Arrastran un pasado con una carga de crímenes y torturas cuya responsabilidad no ha sido afrontada cabalmente ante los Tribunales de Justicia. Esta conducta inalterable entraba nuestro proceso democrático y perpetúa una Constitución Política injusta en su forma y fondo como en reiteradas ocasiones ha sido denunciada por prestigiosos constitucionalistas.
Desde la ética política nos preguntamos: ¿Qué capacidad y credibilidad ofrece el candidato Lagos para enfrentar este problema de derechos humanos y moral cívica? Teniendo en cuenta que son los comandantes en jefe quienes manifiestan su simpatía al ex-presidente en un momento de definiciones políticas electorales con miras a la contienda presidencial próxima. Siguiendo una lógica desprejuiciada, pero en sintonía plena con el ambiente electoral actual; ¿cual sería la actitud del Gobierno y su Ministro de Defensa si los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas asistieran, por ejemplo, a una actividad social en que la audiencia ovacionara de pie a otro potencial candidato como Eduardo Frei, José Miguel Insulza o Sebastián Piñera?
Hay otro «poder fáctico» que escapa al control del Estado encargado de tutelar el bien común: es el poder económico vinculado al sistema económico neoliberal imperante en nuestro país desde los tiempos de la dictadura militar. Este sistema crea pobreza y ha impedido remediar la excesiva e injusta desigualdad entre ricos y pobres. Fomenta también una cultura economicista que erige el dinero como valor supremo. De este clima derivan variadas formas de corrupción, pérdida del espíritu en los servicios públicos, tráfico de influencias y múltiples formas de hacer cualquier «negocio» como lo ha sido el nefasto Transantiago y sus serias consecuencias sociales.
Aquí vale la sabia reflexión popular: «Dime con quién andas y te diré quién eres». Por de pronto, el candidato Lagos debería concentrarse en aspectos éticos bien concretos como son la erradicación de la pobreza que no logró en su período presidencial, una mayor igualdad en todos los aspectos, entendida esta como una exigencia de la justicia, además del esperado mea culpa por el desastre calamitoso del Transantiago.
Sólo así la ciudadanía podría entregarle de nuevo el mandato presidencial, opción sujeta -claro está- a la revisión de las promesas incumplidas, para posteriormente evaluar en conciencia si tiene capacidad para reconocer y respetar, políticamente, un compromiso por la justicia social y el bien común que el país espera de sus candidatos.
– Jaime Escobar es editor de la revista Reflexión y Liberación.