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Riesgo-país, uno de tantos riesgos para la democracia

Fuentes: Rebelión - Imagen: Intervención en muros de Quito, adhesión al Paro Nacional.

“No hay un signo más real de necedad que hacer lo mismo y lo mismo una y otra vez, y esperar que los resultados sean diferentes”. -Albert Einstein

En medio de la actual grave crisis política y conmoción interna, desde el gobierno ecuatoriano y sus analistas cercanos se argumenta que el índice “riesgo-país” ha crecido por las movilizaciones indígenas-populares, lo que incrementaría el costo de los posibles créditos en el mercado internacional. Y esto, dicen, tendrá repercusiones nocivas… afectando incluso a la supuesta recuperación económica.[1] Sin negar ese posible aumento del costo crediticio, es simplón creer que el “riesgo-país” solo responde a la paralización productiva resultante de la justificada protesta social. De hecho, su actual crecimiento también responde al torpe manejo gubernamental de la propia crisis. Así, cual historia que se repite,[2] vemos como el índice influye desde una doble dimensión: económica y política, cuestiones intimamente relacionadas, por lo demás.

Aquí cabe recordar el significado del “riesgo-país” transformado en –viejo– termómetro ante los mercados foráneos. Ya a inicios del siglo XX, el “Manual de Moody’s, Revista Anual de los Valores de Estados”, calificaba los bonos estatales según sus perspectivas de redención, definiéndoles de las maneras más curiosas, como que “quien compre estos papeles, no invierte, especula” o que “tienen un carácter incierto y no pueden mirarse como atractivos desde el punto de una verdadera seguridad”. Así, estos índices -hay varios- buscan estimar la incertidumbre asociada a otorgar un préstamo a un país, lo que afecta directamente en la tasa de interés de los créditos contratados.

En ese sentido, el índice de “riesgo-país”[3] estima la diferencia entre las tasas que pagan los bonos del Tesoro estadounidense (de supuesto menor riesgo, sin considerar los graves riesgos existentes y hasta provocados por los EE.UU. alrededor del mundo) y las tasas de los bonos del país evaluado. Dicha medida suele tomarse como indicador del riesgo de invertir en un país, tanto en términos de deuda externa, como en términos de su “entorno de negocios”. Asimismo, el indicador puede pensarse como un estimador de la capacidad (a corto plazo) de un país –o mejor dicho la predisposición de un gobierno– para cumplir con el servicio de la deuda externa y otras obligaciones adquiridas con sus acreedores.

Por ende, dejando de lado las diplomacias, el “riesgo-país” tiene estrecho vínculo con la sumisión de un gobierno a las exigencias de los acreedores de la deuda externa. Así, como constata la historia de “la deuda eterna” en Ecuador[4] y en el resto del sur-global, este índice actúa cual espada de Damocles que presiona permanentemente para conseguir una adecuada calificación internacional…

En efecto, el “riesgo país” no considera para nada la situación social; por ejemplo, el estado de los sistemas de salud o educación, el desempleo, la pobreza y la inequidad. Menos aún importan las destrucciones socioambientales asociadas a la minería o la extracción petrolera. De hecho, al marginar esas cuestiones vitales para una economía, se deja de lado a la real capacidad de pago de un país en el mediano y largo plazos. Es un índice cortoplacista, útil para incentivar negocios especulativos… De esta manera, los vaivenes del “riesgo-país” han beneficiado a especuladores y financistas -como ejemplo podría citarse al propio Banco de Guayaquil.[5]

Este indicador[6] involucra una elevada subjetividad, volviéndose susceptible de manipulación[7] y hasta pudiendo volverse un instrumento de control político. Siendo así, un bajo nivel de “riesgo-país” podría muy bien no reflejar la situación de postración social e inclusive de crisis política de un país -Perú, por ejemplo-, sino apenas la aceptación por parte de un gobierno de las condicionalidades de los organismos multilaterales de crédito, independientemente de su conveniencia o no para el logro de los objetivos de largo plazo del país.

Dado su enfoque cortoplacista, el índice no considera los efectos de la propia política recesiva de inspiración fondomonetarista que, en el mediano plazo, pueden aumentar los niveles de riesgo. Si se recorta el gasto público, por ejemplo, se generan nuevas tendencias recesivas. Igualmente, con más deuda externa, contratada para financiar el servicio de la propia deuda, muchas veces en condiciones que superan la real capacidad de pago de un país, crece el riesgo de no pago de la misma deuda. Y para colmo, cuando el índice de “riesgo-país” está deprimido, eso no se refleja en una posible reducción del servicio de la deuda.

En definitiva, y más allá de tecnicismos, el “riesgo-país” ayuda a sostener la influencia política de los organismos multilaterales de crédito -con el FMI a la cabeza- y de los consorcios transnacionales -mineros y petroleros, por ejemplo-, con la complicidad de grandes grupos de poder locales y de los principales medios de comunicación vinculados a ellos. Semejante aceptación acrítica y reverencial se explica también por el escaso análisis riguroso sobre la naturaleza del índice, al punto que todavía no es claro por ejemplo el efecto cuantitativo que tienen las fluctuaciones del precio del petróleo y otras variables externas en comparación a la dinámica económica interna.[8]

Pese a la falta de dicho análisi, lo que sí sabemos con certeza es que nuestras sociedades están atadas a la lectura que hacen las empresas calificadoras de riesgo. Nuestros gobernantes afirman -o no- su gestión a través del “riesgo-país”: sin importar realmente lo que está detrás de estos vaivenes; si este índice sube, se preocupan, mas si éste baja, su satisfacción es inocultable. Un ejemplo extremo es el propio gobierno de Guillermo Lasso, el cual se enorgullecía de la reducción del “riesgo-país” apenas el presidente banquero se posesionó,[9] pero que luego fue incapaz de generar nuevas reducciones del índice para acercarlo al nivel de países vecinos como Colombia o Perú.

Sin pretender agotar el tema (y más bien llamando a que surjan estudios serios al respecto), enfaticemos en el vínculo entre el “riesgo-país” y los procesos políticos. A la voluntad política de los pueblos, como se ha registrado en varias elecciones, se la quiere domar con el cuento del “riesgo-país”. El gran especulador mundial George Soros lo graficó magistralmente refiriéndose al primer triunfo de Luiz Inacio da Silva, Lula, en Brasil: “mientras en la antigua Roma sólo votaban los ciudadanos romanos, en el capitalismo global, sólo votan los capitalistas estadounidenses”, y lo hacen desde sus empresas especializadas en estimar el “riesgo-país”. En suma, estos “electores externos” son “más respetables que los que somos electores internos, ciudadanos comunes y corrientes”, poniéndolo en palabras de Jürgen Schuldt. Y su peso real (expresado con “encuestas internacionales de opinión” encubiertas tras los índices de “riesgo-país”) es mucho más duradero que el de los ciudadanos de un país, cuya voz es consultada en períodos de dos o más años; en cambio, estos actores políticos externos pueden pronunciarse, como afirma Schuldt, “todos los días, por no decir cada hora”.

Para colmo, la lectura ritualizada de este tipo de índices incide continuamente en nuestras economías y hasta puede dificultar su reactivación productiva. Según cómo se lean estos indicadores, los inversionistas internacionales y hasta nacionales pueden tener más o menos confianza para colocar sus capitales en un país, propiciando, en caso de una lectura “negativa”, incluso la fuga de capitales. Esta sería una suerte de protesta del capital de consecuencias sumamente perniciosas.

Para (casi) todos es conocido el cúmulo de problemas que agobian al Ecuador en la actualidad, sea de tipo estructural y que arrastramos desde hace mucho tiempo, sea por el estancamiento económico vivido a partir de 2015 y los manejos recesivos sufridos desde entonces, incluyendo el actual gobierno y su indolencia para enfrentar los graves problemas sociales exacerbados por la pandemia y por los efectos la “lejana” guerra en Ucrania[10]. En medio de tanto “riesgos”, el “riesgo-país” no puede devenir en un objetivo, pues eso implicaría descuidar los temas de fondo y hasta poner en riesgo a la propia democracia.

Los resultados de esta lógica perversa están a la vista: en el país que sucumbe al mandato del “riesgo-país”, se archiva la búsqueda de alternativas, disminuye la iniciativa propia e incluso la creatividad. La ortodoxia se convierte en una “necesidad indiscutible”, cuando en realidad es una necedad más que discutible.

En síntesis, el verdadero “riesgo” para un país es que se priorice el servicio de la deuda sobre la inversión en salud, educación y seguridad ciudadana, que no se busque una genuina reactivación económica sustentada en empleo abundante y de calidad, revirtiendo la destrucción de la Naturaleza. En estos tiempos el verdadero “riesgo-país” lo deberíamos medir desde la falta de alternativas que empuja a la migración, no desde meros indicadores de deuda. Asimismo, el verdadero “riesgo” aflora cuando gobernantes, como Guillermo Lasso, pretenden imponer los intereses transnacionales -y los intereses de varias élites locales- asesinando a su población, inclusive traicionando su palabra y la confianza de sus electores.

Notas:

[1] Consultar el artículo de uno de los autores: “Una lúgubre recuperación económica”. Disponible en https://opcions.ec/portal/2022/06/07/una-lugubre-recuperacion-economica/

[2] Ver el texto de uno de los autores; “El riesgo-país convencional, un riesgo para el desarrollo” (https://www.lainsignia.org/2005/mayo/dial_007.htm), publicado en el año 2005, en el libro El otro riesgo país: indicadores y desarrollo en la economía, Eduardo Gudynas (compilador).

[3] Emitido por JP Morgan, cuyo nombre oficial es EMBI+ (Emerging Market Bond Index) y cuya evolución puede consultarse en múltiples sitios como, por ejemplo: https://www.ambito.com/contenidos/riego-pais-ecuador.html

[4] Ver el libro del uno de los autores: La deuda eterna – Una historia de la deuda externa ecuatoriana, cuarta edición (1994). Disponible en https://drive.google.com/file/d/148d0JuDc65crqfao-1aVfcZfkfxkbD1Q/view

[5] Consultar el texto de los autores: “Sin banca privada no hay paraísos… fiscales – ¿Cómo amasó su fortuna el banquero Lasso”, en el libro Los paraísos de Pandora – Capitalismo, corrupción, violencias (2022), disponible en https://a03c12ef-af54-463d-a985-fc8d6cadf6fa.filesusr.com/ugd/e203f8_32e4f41727b541bca7d3328f84419233.pdf

[6] Igual que el índice de corrupción de Transparencia Internacional, creado por el Banco Mundial en el marco de su capaña para alenatar las privatizaciones.

[7] Por más que aparezcan rodeadas de un hálito de tecnología y metodologías modernas, la medición del “riesgo-país” e índices similares se basa en percepciones. Así, las calificaciones se fijan por factores con una notable subjetividad ya que dependen de las percepciones de los analistas, que en muchas ocasiones no son más que un puñado de personas quienes, con frecuencia, hacen sus “lecturas especializadas” por teléfono, por Internet o por simples conjeturas acumuladas en un par de visitas a los países que monitorean, de los cuales apenas conocen relativamente bien los vestíbulos de los hoteles cinco estrellas en donde se alojan.

[8] La literatura económica en ese sentido es relativamente escasa con muy pocas excepciones como, por ejemplo, el aporte de Carrillo-Maldonado et al. (2021) disponible en: https://estudioseconomicos.bce.fin.ec/index.php/RevistaCE/article/view/358

[9] Ver, por ejemplo, la siguiente nota disponible en Gestión: https://www.revistagestion.ec/index.php/economia-y-finanzas-analisis/el-triunfo-de-lasso-tuvo-efecto-positivo-en-el-riesgo-pais

[10] Lectura recomendada: Eduardo Gudynas (2022); Muy lejos está cerca: Los efectos de la guerra en Ucrania sobre el comercio global, energía y recursos naturales latinoamericanos, un análisis preliminar. Libro disponible en https://cooperaccion.org.pe/publicaciones/muy-lejos-esta-cerca-los-efectos-de-la-guerra-en-ucrania-sobre-el-comercio-global-energia-y-recursos-naturales-latinoamericanos-un-analisis-preliminar/

Alberto Acosta: Economista ecuatoriano. Presidente de la Asamblea Constituyente del Ecuador (2007-8).
John Cajas-Guijarro: Economista ecuatoriano. Profesor de la Universidad Central del Ecuador. Doctorante en FLACSO-Ecuador.

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